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"Tú no quieres lastimarme..."

Por varios días Christian logró que Thomas no me molestara, cuando intentaba acercarse a mí el hermano menor lo distraía con otra cosa y lograba que se fuera. Algo que Chris tenía razón es que necesitaba desahogarme y gritar todo lo que sentía y pensaba. Al fin podía respirar de nuevo, después de poco más de un mes de ver... lo que le pasó a Montse.

Una mañana desperté y el castaño no estaba a mi lado. Me cambié de ropa y decidí salir. Una mujer de limpieza me preguntó si podía pasar a limpiar la habitación. Moví la cabeza de arriba a bajado sin mirarla. Al salir del lugar escuché los cantos de al menos una docena de pajaritos. Hacia más frío de lo normal. Mi estómago rugió así que decidí ir al restaurante. Un hombre calvo y delgado, que parecía el encargado del lugar, se acercó a mí con el entrecejo fruncido.

– ¿Puedo ayudarla en algo, señorita? –preguntó.

– Quiero desayunar... –alcé mis hombros.

– Claro, ¿gusta sentarse? –con un movimiento de brazo señaló las mesas que estaban esparcidas por el lugar. Caminé hacia una y me senté–. ¿Qué le gustaría ordenar?

– Unos chilaquiles... Con salsa verde.

– ¿Café y jugo de naranja? –asentí con la cabeza. El hombre se alejó de mí. Mientras me traía las bebidas escuché la voz de Christian saliendo de un walkie-talkie que el calvo tenía sujetado por un cinturón.

Thomas, ¿estás con Lorena?

– En serio me gustaría decirte que sí, hermano mío –respondió otra voz por el wakie-talkie–, pero ¿no eres tú quien duerme con ella?

– Estaba en la habitación cuando salí.

– Oh no, ¿intentó escapar de nuevo? Jamás aprende, ¿verdad?

– A todos los encargados de cada puesto, si la ven favor de informarnos lo antes posible.

El calvo, al dejar por fin ambas bebidas en la mesa, levantó el aparato, presionó un botón y respondió.

– Aquí Iván, Lorena está en el restaurante. Repito. Lorena está en el restaurante.

Sin sorprenderme que supiera que estaba secuestrada y no le importara, bebí del vaso con jugo.

– Casi me das un infarto. –dijo Christian al momento de entrar al restaurante.

– No te vi al despertar y tenía hambre... –respondí sin mirarlo.

– ¿Ya pediste algo? –se sentó frente a mí.

– Sí. –justo en ese momento entró Thomas sacudiéndose un poco la negra cabellera.

– Ya me había emocionado de que podría por fin violarte... –se sentó a lado de mí acariciando mi hombro con un poco de brusquedad.

– ¿En serio dejarías que el idiota de Thomas me hiciera eso? –le pregunté al hermano menor antes de girar mi cabeza hacia el mayor–. Sin ofender.

– Parece que eso fue lo contrario a no querer ofenderme. –el pelinegro entrecerró los ojos.

– Mi "sin ofender" es como el "no homo" de los hombres.

– ¿Qué? –no sabía a lo que me refería.

– "No homo" es lo que dicen los hombres después de decir algo muy gay, pero según deja en claro que no se dice en serio. –le expliqué agregándole azúcar a mi café.

– Oye, Chris, deberíamos tener sexo. No homo. –no pude evitar reírme negando con la cabeza– ¿Qué? –. Me miró Thomas sin comprender.

– En tu caso no aplica. –respondí revolviendo el café con una cuchara.

– ¿Estás diciendo que realmente quiero acostarme con mi hermano? –me preguntó con sarcasmo.

– Imposible. –agregó el otro.

– Bueno, esa es una pregunta capciosas... –lo miré. Mi corazón se aceleró al recordar lo que me había obligado a ver hacía unas semanas pero logré apartarlo de mi mente –. Tú –lo señalé– realmente no quieres acostarte con él –señalé al castaño–. Pero una de tus fantasías es tener un trío con él y otra chica, en este caso... Probablemente conmigo.

– Eso no es cierto. –Christian se rió con fuerza, pero el pelinegro no le siguió la corriente. Se recargó en la mesa para acercar más su rostro al mío y lo inclinó lentamente, como analizándome. Mi corazón latía tan fuerte que dolía.

– ¿Cómo lo sabes? –preguntó con voz ronca.

– Espera, ¿qué? –Christian dejó de reírse. Le mantuve la mirada a Thomas.

– Todas las cosas que has hecho, o querido hacer... Tus fantasías más profundas... Ya pasaron por mi mente. –respondí sintiendo como mi corazón estaba apunto de salir por mi garganta.

– ¿Habías pensado en lo que le haría a tu amiga? –preguntó con una sonrisa que me dio escalofríos.

– En realidad no –admití–, pero me sorprende que hayas sugerido torturar a Montse en vez de a mí.

– Sabía que eso te impactaría más y harías todo lo posible para evitar que otra persona pasara por eso.

Entonces lo entendí. Thomas jamás evitaría hacer sufrir a una chica, y menos a mí. Me estaba mintiendo. Mis labios se separaron unos centímetros.

– No... –abrí los ojos sorprendida–. Tú no quieres lastimarme... No soy como las otras chicas... Yo te causo curiosidad –recargué mi espalda en la silla para alejarme un poco de él–. Sabías que todo lo que está en tu cabeza ha estado antes en la mía. Anteriormente intentaste que Verónica –parpadeó varias veces al escuchar ese nombre– siguiera tus pasos pero no pudiste lograr que lo hiciera. ¿Eso es? –entrecerré los ojos– ¿Quieres que yo sea tu Verónica como soy Lorena para tu hermano? ¡Claro! –lo había descubierto todo–. Le dijiste a Christian que tendría un shock más grande si veía como torturabas a Montse en vez de a mí. Pero lo que realmente querías era ver mi reacción. Ver qué tan loca estoy, si podía soportar y seguir con eso que le hiciste... Por eso también has evitado cumplir tu promesa de violarme si intentaba escapar. Porque sabes que si lo haces vas a arruinarlo todo –me puse de pie–. Quieres hacerlo por las buenas. Quieres que me vuelva por voluntad propia. ¿Acaso está en tus fantasías que me enamore de ti? –él también se puso de pie.

– Dímelo tú, señorita "sé todo lo que piensas antes de que lo pienses".

– No lo sé –respondí–, y creo que tu tampoco lo sabes. Estás confundido. –se acercó lentamente a mí, como si quisiera besarme. De hecho, no apartaba su vista de mis labios. Tragué saliva con mucho esfuerzo.

– ¡Ya basta! –gritó de repente Christian. Thomas y yo dimos un paso atrás alejándonos un poco sin dejar de vernos– ¡No me agrada para nada que te inventes toda una historia para decir que te quieres acostar con mi hermano! –se puso frente a mí furioso. Abrí los ojos como platos.

– Yo no quiero acostarme con él. –respondí con la voz más calmada posible.

– Pues se ve como otra cosa. ¿Solo porque te parece más atractivo físicamente? ¿No ves lo que yo hago por ti? ¡No lo valoras! ¡Te importo un pepino porque no soy blanco, ni tengo el cabello negro ni los ojos azules!

– ¿Qué? ¿Estás celoso del psicópata de tu hermano? ¿En serio?

– ¿Te parezco atractivo? –preguntó en tono burlón el pelinegro.

– ¡Lárgate! –gruñó el castaño. Esperé hasta que salió del restaurante para seguir con la discusión.

– Mira, tu hermano no me gusta, y jamás me gustará, como te lo dije aquel día en la piscina.

– ¿Y todo eso que inventaste de que él está enamorado de ti?

– No dije que lo estuviera... Seguramente ni siquiera es así y solo quiere violarme y matarme. ¿Sabes qué? ¿Por qué no dejas que lo haga de una vez? –me alejé unos pasos de él y extendí los brazos a cada lado de mi cuerpo– ¡Que me mate y viole ya! ¡Así me evito todo esto!

– ¡Cállate! ¡No digas eso! ¡Él no te hará nada! –sus ojos se pusieron vidriosos.

– Aquí están sus chilaquiles, señorita. –el hombre calvo puso mi desayuno en la mesa.

– ¡Oh! ¡Genial! ¡Estoy hambrienta! –podía fingir perfectamente que nada había pasado con tal de poder sentarme y comer. Creí que Christian haría lo mismo. Normalmente prefería evitar sus problemas con fantasías de que Lorena lo amaba y que estaba con él por decisión propia. Pero en realidad me tomó por sorpresa cuando me sujetó con fuerza el brazo evitando que llegara a la silla.

– Hoy no habrá desayuno. –dijo furioso.

– Pero... –sin importarle lo que tuviera que decirle me sacó casi a rastras del restaurante.

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