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No son los únicos

– ¿Te gustó nuestro pequeño detalle? –preguntó Thomas sonriendo como tiburón, aún con mi vista borrosa podía ver sus blancos dientes.

– ¿Detalle? –preunté sin entender, pues acababa de acordarme de mis padres y mis dos perritas.

Si hubieran estado en la casa la noche que me secuestraron (no sabía cuánto tiempo llevaba ahí) mis perras hubieran ladrado como locas y mis padres se hubieran despertado... Pero no pasó nada de eso. Entonces lo recordé. Habían salido a cenar con unos amigos y me habían dejado sola. El problema es que no sabía a qué hora habían regresado y a qué hora me habían secuestrado esos dos lunáticos que estaban frente a mí. ¿Ellos estaban en casa? ¿Por qué mis perritas no ladraron cuando ellos entraron?

– Esta habitación. –explicó sin borrar su enorme sonrisa– ¿No te recuerda a algo? –aparté mi vista de él para apreciar mejor (entrecerrando los ojos) la habitación, después miré mi tobillo amarrado con una cadena de metal.

– La Habitación de Metal. –Thomas asintió al escucharme susurrarlo.

– Por eso tardamos en ir por ti, queríamos que te sintieras como todas las chicas a las que hiciste pasar por esto.

– ¡Ellas no son reales!

– ¿Y nosotros tampoco? –me dio un puñetazo en la mejilla que me tiró de lado sobre la cama.

– ¿Qué hiciste para traernos? –preguntó Christian sin ayudarme a incorporarme de nuevo.

– Yo no hice nada... Realmente crees que si fuera a traer a algún personaje serían uste... –cerré la boca demasiado tarde.

– ¡No sé lo que hiciste, pero me hiciste pasar mucho tiempo solo y pobre! –gruñó Thomas.

– Eso no es del todo cierto –dijo Christian con calma–, ¿acaso no recuerdas al tipo con el que te encontraste unos meses después de que apareciste? ¿Su nombre era Willem?

– Sí, pero ese tipo está loco. –Los ojos azules de Thomas desaparecieron medio segundo quedando solo lo blanco de estos.

– ¿Más loco que tú? –solté sin poder evitarlo. ¿Cómo podía bromear con mis secuestradores? Pero a Thomas apareció no molestarle mi comentario pues soltó una pequeña risa.

– Él y yo secuestramos chicas por un tiempo pero era DEMASIADO posesivo con ellas, no me dejaba tocarlas porque decía que mi aroma quedaba en sus cuerpos o no se qué, además creo que tenía un tipo de fetiche porque bebía su sangre.

– Tú también lo hiciste con Lorena. –lo interrumpí. Christian lo miró confundido y molesto.

– ¿Bebiste de su sangre?

– Una vez golpeé a Lorena en el labio, –explicó– sangró y la besé, fue todo ¡Pero no bebí su sangre como él lo hacía con las otras chicas!

– ¿Como él? –pregunté curiosa.

– William las mordía, como si fuera un vampiro. –se burló. Seguramente me puse pálida porque ambos me miraron.– ¿Qué?

– ¿Se llamaba William? –. Pregunté segura de que conocía ese nombre pero que no me agradaba recordar de dónde.

– ¿También bebió tu sangre? –pregunto Christian sorprendido.

–No puede ser. –me puse de pie al instante. Caminé unos pasos lejos de ellos.

– ¿Qué? –. Ninguno de los dos entendía qué estaba pasando. Me giré sobre mis talones para mirarlos.

– Ustedes no fueron los únicos que salieron de mis libros. También lo hizo William.

– ¿Quién es él? –. Preguntó Christian sin levantarse de la cama.

– Es de mi historia Peter y yo... Era un vampiro que secuestraba chicas para alimentarse de ellas.

– ¿Todas tus historias tienen que ver con secuestros? –Thomas caminó lentamente hacia mí pero yo di unos pasos hacia atrás. –¿No será porque ese era tu sueño perverso? –. Mi espalda chocó contra la pared. Thomas apretó su abdomen contra mis pechos. Sí, era al menos una cabeza más alto que yo.

– Thomas –habló Christian–, el pequeño hámster en su cabeza está dando vueltas como loco, cierra la boca por un momento.

– Pero yo maté a William... –los miré – y también a ustedes... –pensé en George–. Thomas, ¿encontraste con un chico rubio, cabello largo, flaco y alto?

– ¿A Jake? –preguntó Christian sin entender. En su voz pude notar una pizca de ira, aunque después sonrió– ¿También lo mataste?

– No. –respondí sin mirarlo.

– Sí –dijo Thomas sorprendido dando unos pasos hacia atrás– dos veces... Una vez cuando yo aún vivía en la casa abandonada, me dijo que no sabía en donde estaba pero me dieron igual sus problemas así que lo heché... Y la segunda vez que lo vi fue cuando William se lo encontró merodeando por mi casa y lo mató.

– ¿Por qué lo mató? –preguntó Christian.

– Por sus huevos –respondió su hermano–. Te dije que está loco. Espera... –se puso a pensar que él mismo también mataba por diversión–. Ya recuerdo por qué me caía bien. –sonrió al recordarlo.

– No puede ser. –me alejé de nuevo de ellos pero esta vez dándoles la espalda.

– También maté a George en el libro... Bueno, William lo mató... –miré la figura borrosa de Thomas–. ¿Volviste a verlo?

–No... Murió frente a mí, y quedó bien muerto, eso te lo aseguro.

– Hasta ahora sólo salieron personajes importantes a los que maté en alguna de mis historias.

– Y si William mató a George en el libro, después en la vida real y no volvió a aparecer eso significa... –Christian se levantó de la cama– que podemos regresar al libro solamente si quien nos mató ahí nos mata aquí... 

Thomas sonrió lleno de alegría.

– ¿Cómo le vas a hacer? –preguntó–. Si ni Jake ni Lorena están aquí...

Miré hacia el piso. Era verdad.

Si no les doy una respuesta la que va a morir soy yo.

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