Mi castigo
Una mano pasando sus dedos entre mi cabello fue lo que me despertó. Aún moría de sueño, no sabía cuanto tiempo había dormido pero el lugar en el que me encontraba estaba muy iluminado lo cual significaba que ya era de día, lo ultimo que recordaba era a alguien acercándose a mí con una linterna mientras estaba casi congelándome en la intemperie. Moví mi cabeza lentamente, estaba acostada de lado. Había ruido como de bolsas de plástico frente a mí pero yo apenas estaba regresando a la realidad. Volteé mi cabeza sobre mi hombro derecho para mirar al techo pero solo me encontré con la cara de Christian, entonces me di cuenta de que no estaba acostada en una cama.
– Despierta, dormilona. –susurró sonriendo. Intenté levantarme pero me di cuenta de que mis brazos estaban atados por la espalda, al igual que mis pies. Incluso tenía un pedazo de tela entre mis dientes para impedirme gritar. Mi cabeza no estaba recargada sobre una almohada, sino sobre sus piernas. El recuerdo de Thomas masturbándose frente a mi cara llegó a mi mente debido a que en ese momento me encontraba en la misma posición que ahora. Intenté sentarme sobre el sillón en el que estábamos pero Christian me sujetó firmemente por los hombros para impedirlo.
– ¡Bien! ¡Ya despertaste! –escuché a Thomas. Al voltear a verlo me percaté de que estaba acomodando varias bolsas negras de plástico en el suelo. Nos jeans era lo único que impedía que estuviese desnudo frente a nosotros.
¡Van a matarme! ¡Oh, Dios! Voy a morir!
Empecé a sacudirme con violencia e intentar gritar. Christian me sujetó con fuerza.
– Tranquila, pequeña –habló el pelinegro–, esto no es para ti. –me quedé quieta al momento en el que lo escuché.
Si no era para mí, ¿entonces para quién?
Un pequeño gemido llamó mi atención. Levanté la cabeza un poco. En otro sillón estaba Montse, desnuda, apenas consciente, un poco de sangre manchaba su frente. Mi corazón se aceleró y empecé a sacudirme aún más que antes. Christian, harto, me jaló por el cabello para que lo viera.
– ¿Sabes? Iba a dejar que Thomas te hiciera lo que quisiese, pero me dijo que el shock que tendrías si vieras que Montse es violada y asesinada por tu culpa sería más fuerte que si solo abusara de ti.
¡No, no, no! ¡LO SIENTO! ¡POR FAVOR! ¡NO!
Lloraba con fuerza. Intentaba decirle a Christian que me perdonara, que la dejara ir, aunque la tela en mi boca no me dejara hablar, sabía que él podía entenderme con claridad.
– Mantén los ojos bien abiertos. –me dijo Thomas al acercarse a Montse. La cargó y sin cuidado la aventó sobre las bolsas extendidas en el suelo. Soltó otro pequeño gemido, esta vez de dolor. Miré al castaño de nuevo suplicándole con la mirada. Apretó más el puño que sostenía mi cabello y me obligó a girar la cabeza hacia su hermano mayor. Este se estaba quitando los pantalones para quedar completamente desnudo. Se puso de cuclillas y le abrió las piernas a la chica para quedar entre éstas. Le tocó ambos pechos. Intenté sacudirme sin éxito. Thomas se inclinó hacia un lado para tomar un pequeño cuchillo que no había notado. Puso el filo entre los pechos de mi amiga y lo deslizó lentamente hacia su ombligo.
¡No!
Una delgada linea roja pareció, como un camino marcado. Mi amiga movió su cabeza. Empecé a respirar con fuerza cuando vi que Thomas dirigía el cuchillo a su entrepierna. Me miró sonriendo. Negué con la cabeza sin importarme que Christian me estuviese arrancando varios cabellos del cuero cabelludo. Thomas introdujo el cuchillo en la zona íntima de Montse lo que la despertó de golpe.
¡NO!
Mi amiga soltó un desgarrador grito antes de que Thomas le diera un puñetazo en la nariz dejándola inconsciente de nuevo. Empezó a sacar y meter el cuchillo como si fuese un juguete sexual mientras él se tocaba. Sangre, mucha sangre. Quería vomitar, gritar, matarlo, pero no podía. Cerré los ojos para evitar mirar. Mi mente empezó a crear imágenes de lo que pasaba sólo con escuchar. No podía mantener mis ojos cerrados. Al abrirlos vi que ahora Thomas estaba sobre ella penetrándola. Christian había soltado mi cabello. Me giré sobre mi cuerpo, enterré mi cabeza en su abdomen. Dio un pequeño brinco sorprendido. Mi rostro estaba frente a su entrepierna pero eso no me importó, sabía que él no era de las personas que se excitaba al ver escenas como la que estaba sucediendo frente a él, no era como su hermano. Tocó mi hombro con suavidad. Mis lágrimas caían sobre su pantalón. Apretaba mis ojos con fuerza.
– ¿Te está haciendo un oral? –preguntó Thomas agitado– ¿Puede hacerme uno a mí también?
– Tom, creo que ya es suficiente... Ya entendió... –el pelinegro tardó otro minuto en detenerse por fin, no sin antes soltar un fuerte gemido de satisfacción.
Por unos segundos no escuché ruido alguno. De repente sentí que mis brazos y piernas eran liberadas. Mantuve los ojos cerrados. Thomas me sujetó por el brazo con fuerza para ponerme de pie. Me hizo caminar. Creí que iríamos a la salida cuando de repente me empujó violentamente tirándome al piso. Caí sobre un charco de líquido caliente. Finalmente abrí los ojos. A unos centímetros de mi rostro estaba Montse, muerta, desangrada y violada. Intenté ponerme de pie, pero la sangre era más resbalosa de lo que pensaba. Escuchaba las carcajadas de Thomas. Logré alejarme de ella. Cuando estuve sobre piso seco me puse de pie. Empujé al psicópata que era lo único que se interponía ente la puerta y yo y salí corriendo del lugar. Entonces me di cuenta de que todo ese tiempo habíamos estado en su habitación. Bajé las escaleras sin disminuir la velocidad. Cuando finalmente estuve al aire libre me tiré de rodillas sobre el pasto. Apenas tuve tiempo de quitarme la tela que tenía entre los dientes para vomitar. Vacié mi estómago por completo. Intenté limpiarme el vómito que quedó en mis labios pero terminé manchándome el rostro de sangre. Miré mis manos, después mi cuerpo. Toda yo estaba cubierta de la sangre de Montse. Un escalofrío de debilidad recorrió todo mi cuerpo y mi cabeza empezó a dar vueltas.
– ¡Lorena! –Christian apareció atrás de mí tocándome el hombro. Me puse de pie para alejarme de él. Le mostré mi dedo índice para indicarle que se mantuviera alejado– ¡Lo siento! ¡No sabía lo que haría!
Me di la vuelta para caminar lejos de él. Mis pies temblaron, mi vista se volvió negra. Caí al suelo inconsciente.
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