Encuentro con una lectora
Nos sentamos en una de las mesas del comedor del centro comercial. Giré mi cabeza intentando ver el nombre de los restaurantes que había pero no alcanzaba a ver ni mierda.
– ¿Ese de allá es Subway? –señalé uno que tenía los mismos colores.
– ¿Qué no sabes leer? –se burló Thomas.
– No alcanzo a leer, porque a ustedes (par de genios) no se les ocurrió tomar los lentes que estaban en mi mesita de noche...
– ¿Para qué haríamos eso?
– ¿Para que pueda leer?
– Nuestro plan nunca fue sacarte del cuarto de metal –recargó los brazos sobre la mesa y se acercó a mí–, sino dejarte ahí muriendo de hambre y sed hasta que nos dijeras como regresar a los libros, pero como verás, los planes cambiaron.
– ¿Quieres un Subway? –me prguntó Chris en un intento de distraernos. Lo miré asintiendo.
***
Después de comer fui al baño para darme cuenta de que en efecto, ya me estaba bajando, por suerte ya tenía las toallas que sí me servían. Salí mojándome un poco el cabello para quitarle el frizz. Me acerqué al hermano menor.
– ¿Y Thomas? –giré mi cabeza sin intentar realmente encontrarlo.
– No tengo idea, dijo que volvía en dos minutos. –se inclinó de hombros.
– ¿Lokiia? –escuché la voz de una chica pero por un segundo creí que me la había imaginado–. Oye, disculpa –alguien me tocó el hombro–, ¿eres Lokiia? –Christian y yo nos miramos por un segundo antes de que girara mi cuerpo hasta la persona que me estaba hablando. Al verme su rostro se iluminó y sonrió de oreja a oreja– ¡Oh, por dios! ¡Eres Lokiia! ¡Lo sabía! Ósea... Te vi comiendo y te reconocí pero me daba pena acercarme temiendo que te estuviera confundiendo, ¡pero sí eres tú!
– Disculpa –le dije a la chica de cabello café –, ¿Te conozco?
– No... Ósea, sí, eso espero –rió nerviosamente–, te reconocí porque he visto tus fotos en Instagram, pero soy una gran seguidora tuya en Wattpad, siempre voto y comento en tus historias. –parpadeé unos segundos sin reconocerla realmente– ¡Soy Roset! –entonces supe perfectamente quien era.
– ¡Oh! ¡Claro! ¡Hola! –sonreí.
– ¿Vives aquí? –preguntó–. No aquí en la plaza, obvio, sino en Tijuana. Yo vine de viaje, ¡qué coincidencia encontrarte aquí!
– ¿Tijuana? –mis ojos y boca estaban bien abiertos. Estábamos bastante lejos de mi casa, incluso en otro estado. Mi corazón se aceleró al pensar que en realidad los hermanos estaban planeando pasarme a Estados Unidos imposibilitando así mi rescate.
– No, solo está de viaje. –dijo Christian abrazándome por los hombros. La castaña fue quien esta vez se sorprendió.
– ¿Eres Christian? –cuando preguntó esto la mano del hermano menor se tensó.
– ¡No! –fingí reírme– ¿Cómo va a ser Christian? Los personajes no salen de sus libros... –Roset sonrió.
– Es verdad, es solo que... Es idéntico a como tú describiste a Christian.
– Lo sé, ¿no?
– Es solo que Lokiia va a hacer la película. –al castaño se le ocurrió decir.
– ¡¿Qué?! –la chica dio saltitos de felicidad– ¡No puede ser! ¿Es en serio! ¡Ya la quiero ver! ¿Cuándo va a salir?
– Apenas está buscando a los actores –Christian se encogió de hombros–, yo voy a hacer casting.
– ¡Seguro te quedas! –lo animó. La chica se acercó a mí para susurrarme al oído–. Sí que es lindo. –sonreí sin saber muy bien que decir.
– ¿Quién es tu nueva amiga? –Thomas llegó sosteniendo un cono con helado en la mano que al instante se me antojó pero no era momento de pensar en postres.
– Tú vas a hacer el casting para Thomas, ¿verdad? –dijo ella señalándolo emocionada–. Debes hacerlo, en serio. –el pelinegro frunció el entrecejo sin saber muy bien de qué hablaba.
– Para la película que Lokiia va a dirigir... –le explicó Christian. Tom tardó un segundo en comprender lo que sucedía, rió burlándose.
– ¿Me parezco tanto?
– Demasiado –afirmó ella–, seguro también te quedas con el papel.
– Bueno, tenemos que irnos –dije al ver que Thomas la miraba de arriba a abajo–. Recuerden que el casting es en media hora y no pueden quedar mal. –les seguí la corriente.
– ¿Te gustaría ir? –Thomas la invitó.
¡No!
– ¡Claro! –ella dio otro brinco de felicidad. Se me hizo un nudo en la garganta que me cortó la respiración. Thomas y Roset se encaminaron a la salida de la plaza. Volteé a ver a Christian suplicándole que hiciera algo para detenerlo; puso su mano en mi nuca y se inclinó hacia mí.
– Si intentas pedir ayuda –habló con voz baja para que sólo yo lo escuchara– o evitar que ella vaya con nosotros voy a dispararle, pero no a matarla, no –sonrió de una forma que me asustó–, voy a permitirle a Thomas que haga todo lo que quiera con ella antes de que se desangre –seguimos al hermano mayor el cual se dirigía al automóvil. Me limpié unas lágrimas que habían resbalado por mis mejillas. Christian se volvió a inclinar pero esta vez sin dejar de caminar–. Deja de llorar. –llegamos al carro.
– Esperen –dije llamando la atención de las tres personas que me rodeaban–, no creo que sea buena idea que Roset vaya con nosotros... Los productores se ponen muy estrictos con el tema del casting y...
– No creo que eso sea un problema. –Christian me interrumpió lo que le sacó una sonrisa a la chica. Thomas le abrió la puerta.
– ¡No quiero que vaya! –solté de golpe. Pude ver las lágrimas en los ojos de aquella chica y la decepción en su rostro al ver que yo no era "tan agradable" como se había imaginado. Prefería que pensara que era la mala en vez de hacerla pasar por lo que le había sucedido a la mujer de la autopista.
– Sube al auto. –dijo Thomas.
– Yo... No quiero incomodar –respondió ella apenada–. Si Lokiia no quiere que vaya no lo haré... –se limpió una lágrima rápidamente.
– No, no lo entiendes –rió el pelinegro–. No era una pregunta –sacó el arma y la apuntó a la chica. Me puse tensa al instante. Quise moverme pero Christian ya sabía lo que intentaría así que me detuvo por los brazos.
– ¡Oh por Dios! –gritó ella.
– ¡Cállate y sube al auto! –Thomas pegó el arma a su abdomen.
– ¡Por favor, no quiero morir! –empezó a llorar.
– Tom, va a empezar a llamar la atención. –le informó su hermano.
– Si no subes al puto auto te dispararé aquí mismo. –amenazó. La chica, llorando y temblando, obedeció. Tuve que subirme al asiento del copiloto nuevamente. Roset lloraba sin control. Me giré sobre el asiento también llorando.
– ¡Lo siento mucho! –le dije– ¡No quería que esto pasara! ¡Lo lamento!
– Lorena –me habló Christian cuando se hubo acomodado en el asiento del piloto–, siéntate bien y abróchate el cinturón. –no quería irme de ahí, quién sabía dónde era nuestra próxima parada. Miré hacia el borroso exterior antes de hacer lo que el castaño me había ordenado. Miré mis manos temblorosas mientras salíamos del estacionamiento, varias lágrimas empezaron a caer entre mis dedos.
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