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El plan

– Oye, amor. –llamé la atención de Christian.

– ¿Amor? –me miró con una sonrisa enorme.

– Lo que sea –dije restandole importancia–, ¿te puedo pedir un favor?

– Después de llamarme "amor" puedes pedirme lo que sea. –caminó hasta ponerse de cuclillas frente a mí.

– ¿Puedes pedir que hagan nieve de garrafa, porfas?

– ¿De garrafa? –. Se puso de pie extrañado. Asentí.

– Desde hace varios días tengo mucho antojo de nieve.

– Bueno, veré que puedo hacer. –me dio un rápido beso antes de salir del lugar para dirigirse al restaurante. Miré las escaleras que llevaban al primer piso. Sentí que se me cortaba la respiración. Dudé por varios minutos si subir o no.

Tienes que hacerlo, maldita sea. Es tu única oportunidad y última opción.

Cerré los ojos unos segundos antes de finalmente decidirme a ir al cuarto de Thomas. Lentamente levanté un puño a la altura de la cabeza y golpeé la puerta un par de veces. Al abrir el pelinegro me miró sorprendido.

– ¿Lokiia? ¿Qué haces aquí?

– Eh... Yo... ¿Puedo pasar? –se hizo a un lado para permitirme entrar–. Quería saber si tenías shampoo, abajo ya se nos terminó. –escuché que cerró la puerta detrás de mí.

– Esa es la excusa más ridícula que he escuchado. –se rió. Solté el aire ruidosamente.

– Tienes razón –me giré 180 grados para mirarlo–. No es eso por lo que vine.

– Obviamente –me sonrió con una ceja levantada–. Pero, ¿qué es tan importante que te atreves a venir sola a mi habitación? –se acercó unos pasos de manera amenazante para ver si me mostraba intimidada– ¿Acaso ya no te doy miedo?

– He estado pensando en lo que me dijiste. –dije forzando a mi voz para que sonara lo más normal y tranquila posible.

– Querida, te he dicho muchas cosas.

– Hablo de... –¿Qué estás haciendo?– que... Christian –ahora es demasiado tarde para retractarse– quiere que sea su Lorena, pero tú no me pides que cambie quien soy –caminé hacia la gran ventana situada a lado de la cama–. Creo que tienes razón al pensar que tal vez soy un poco psicópata... Si no, ¿cómo es posible que te creara y de una manera tan detallada? –mataba por morderme las uñas (o por arrancarme los pellejos de piel muerta de los labios) pero me resistí–. No soporto estar más tiempo con Christian, sólo quiere que sea su muñequita y que pretenda ser alguien que no soy. En cambio, creo que tú y yo nos llevaríamos bien, –me giré sólo para toparme con el pecho de Thomas– podrías ayudarme a aceptar mi verdadero yo, además, sé que tú eres la única persona en el mundo que me apoyaría si un día me da por matar a lo loco. –soltó una carcajada.

– ¿Qué planeas? ¿Qué nos escapemos? –puso sus manos sobre mi cintura.

– Eso pensaba, –levanté un hombro– no podemos matarlo, ¿o sí? –dije de manera despreocupada. Me miró unos segundos.

– Podría intentarlo.

– ¿Qué? –pegó su cuerpo al mío.

– Piénsalo. Matamos a William hace unos meses, tal vez pueda matar a mi hermano.

– ¿Y si no funciona? –pregunté preocupada.

– Entonces creo que habrá captado el mensaje de que ya no queremos estar con él –sonrió en un intento de tranquilizarme–. Pero... –de pronto se puso más serio–. ¿Cómo sé que no planeas traicionarme después a mí?

– Sería muy tonta si pensara hacerlo...

– Necesito una prueba de que dices la verdad sobre estar juntos. –lo miré sin saber que decir.

De repente encontré sus labios pegados a los míos y su lengua intentando entrar, lentamente abrí la boca permitiéndole el paso. Me abrazó con fuerza para pegarme más a él, puse mis frías manos sobre sus mejillas. Me hizo girar y caminar hacia atrás hasta que choqué con la cama. Dejó de besarme para empujarme y hacerme caer sobre ella. Me recorrí un poco. Abrió mis piernas y se colocó entre ellas para seguir con el intenso beso. Me desabrochó el pantalón pero no me lo quitó, sino que subió sus manos a mi blusa para sacármela. Mi corazón latía como loco. Thomas se tomó unos segundos para admirar mi torso semidesnudo. En el momento en el que quiso quitarme el brassier me incorporé para seguir besándolo, lo cual funcionó para distraerlo. Llevó sus labios a mi cuello. Atrapé sus negros cabellos entre mis dedos y jalé con un poco de fuerza, soltó un pequeño gemido que me indicó que aprobaba lo que acababa de hacer. Se dirigió a mi oreja para lamer mi lóbulo. Esta vez fui yo quien soltó el gemido lo cual incrementó el movimiento de su lengua. Apreté su cintura con mis piernas al momento en el que sentí como el miembro dentro de su pantalón se ponía duro.

~ Thomas, ¿me escuchas? ~el pelinegro dejó de besarme en cuanto escuchó la voz de su hermano a través del walkie-talkie. Se llevó un dedo a los labios para indicarme que me quedara callada. Sonreí de manera traviesa. Se estiró para alcanzar la radio.

– Aquí estoy, ¿qué pasa?

~ No encuentro a Lorena, ¿está contigo? ~Thomas me miró con una sonrisa y me guiñó el ojo. Me tapé la boca para evitar reír.

– No, ¿no estaba contigo?

~ Sí, pero la dejé 15 minutos y... Chicos, atención. Lorena está en el restaurante, piscina, gimnasio, alberca, o en algún lugar? ~. Se escucharon varias voces de desconocidos negándolo. Tomé el walkie-talkie en mis manos. El pelinegro me miró extrañado. Esta vez fui yo quien se llevó el dedo índice a los labios para indicarle que hiciera silencio.

– Chri-Christian... –dije fingiendo una voz muy débil.

~ ¿Lorena? ¿En dónde estás? ~Thomas aún me miraba sin entender qué pasaba. Le sonreí de oreja a oreja.

– ¡Estoy en el cuarto de Thomas! ¡Ayúdame! ¡ME QUIERE MATAR! –grité antes de que el pelinegro me arrebatara el radio y lo aventara al otro lado de la habitación rompiéndolo en mil trocitos.

– ¿Qué mierda haces? –preguntó furioso. Yo aún no borraba mi enorme sonrisa. Entonces se dio cuenta de mi plan–. ¡Maldita perra! –llevó sus manos a mi cuello y apretó con más fuerza de lo que había hecho nunca. Empecé a patalear y a rasguñarlo en un intento de que me dejara ir. La sensación de ser ahorcada con la intención de matarte era horrible, la desesperación y frustración por no poder respirar no se la deseo a nadie.

– ¡Thomas! ¡Deténte! –escuché la voz de Christian. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando las manos de Thomas dejaron de apretar mi cuello. Empecé a torcer de manera incontrolable. El hermano mayor se bajó de la cama. Alcancé a ver un par de manchas rojas en su espalda.

– ¿Qué putas haces?

– ¡Te dije que te detuvieras! –el hermano menor sostenía en alto un cuchillo hacia Thomas.

– ¿No entiendes lo que está pasando?

– Sí, como es obvio, no te resististe a la idea de que ella quiere estar conmigo.

– ¿Qué? –se rió–. Te equivocas, ella...

– ¡Me quería violar y matar! –grité llamando la atención de ambos hermanos. Thomas me miró furioso e hizo un movimiento que indicaba que quería volver a atacarme pero Christian le ordenó que no se moviera.

– ¿Es en serio? –le preguntó el hermano mayor– ¿Vas a creerle a esta puta y no a tu hermano? –. Vi como Christian empezaba a dudar.

– ¡No es tu hermano! –. Solté. Ambos me miraron sorprendidos.

– ¿De qué hablas? –preguntó el castaño.

– No es tu hermano... –evité la mirada asesina del pelinegro–. Es tu medio hermano –se quedó callado esperando más explicaciones–. Son hijos de la misma madre, no del mismo padre.

– Cállate. –dijo Thomas apretando los dientes de la ira que sentía.

– ¿Por qué crees que mató a tu papá sin ningún resentimiento pero estaba furioso con el chico que mató a Jacob (su verdadero padre)?

– ¿Es verdad? –le preguntó al pelinegro con lágrimas en los ojos.

– James era malo –levantó las manos mostrándole las palmas para tranquilizarlo–, tú lo sabes, ¡nos hizo los monstruos que somos!

– ¡Pero era mi padre, y tú lo mataste! ¡Además me ocultaste la verdad todos estos años! –corrió hacia él y le encajó una vez más el cuchillo. Thomas cayó al suelo con el rostro expresando aún sorpresa. El castaño corrió hacia mí dándole la espalda a su hermano.

– ¿Estás bien? ¿Te lastimó? –rodeó mi rostro con sus manos. Negué con la cabeza respondiendo su última pregunta.

A partir de ese momento todo ocurrió en cámara lenta. Escuché varios balazos seguidos. Tanto Christian y yo nos paralizamos viéndonos con los ojos bien abiertos. No sabía qué estaba pasando. El castaño cayó de rodillas. Al mirar sobre su hombro vi a Thomas aún en el suelo pero sosteniendo un arma que apuntaba hacia nosotros. Me giré sobre la cama para evitar los disparos siguientes. Cubrí mi cabeza con mis brazos y me coloqué en posición fetal rezando por que ninguna de las balas me diera a mí. En cuanto los balazos se detuvieron el tiempo volvió a la normalidad. Me di cuenta de que temblaba de manera incontrolable, me mantuve en la posición que estaba por un par de minutos más, no me atrevía a moverme.

¡Corre! Si están muertos es tu momento de escapar, si están vivos no querrás ser lo primero que vean. ¡Busca ayuda!

Obedeciendo a la voz en mi cabeza me arrastré hasta el otro lado de la mesa. Abrí un pequeño cajón que estaba a un lado encontrándome con una computadora gris. Al abrirla me di cuenta de que tenía contraseña, intenté varias (como su nombre, el mío, números al azar) pero ninguna funcionó. Dándome por vencida regresé la vista al cajón buscando un teléfono pero en cambio vi un par de hojas arrancadas y arrugadas, como si las hubieran hecho bolita pero después se hubiesen arrepentido he hubieran intentado aplanarlas de nuevo..

No sé siquiera por qué escribo esto, no es como que vayas a leerlo algún día, además, escribir cartas (si así se le puede llamar a esto) es algo tan cursi que seguramente mi hermano es el que lo hubiese hecho en vez de yo...

Doblé la hoja y me la guardé en el brassier no muy segura de saber el porqué. Al girarme para tomar la blusa que Thomas me había quitado vi algo que al principio creí que era producto de mi imaginación. Me froté los ojos y me acerqué un poco más a los hermanos para estar segura de que no me estaba volviendo loca.

Literalmente, y muy despacio, sus cuerpos iban desapareciendo cada vez más, como si se hiciesen transparentes poco a poco. Después de unos segundo ya no estaban ahí, sólo habían dejado sus camisas, armas y pantalones, los cuales no habían desaparecido y se hallaban justo en donde habían estado los cuerpos de los hermanos segundos antes.

¿Regresaron al libro estando desnudos?
¡Mujer! ¡Concéntrate! ¡Tienes que irte de aquí!

– Es cierto. –le respondí a la voz en mi cabeza antes de salir corriendo de la habitación.

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