Baño nada agradable
No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Moría de hambre. Christian solo me daba una comida al día, o eso parecía. Había dicho que hasta que encontrara la manera de regresarlo al libro no me alimentaría más seguido. También, para hacerme más miserable, Thomas había metido una cubeta para que ahí hiciera todo lo que tenía que hacer. Pero dado a que casi no comía ni bebía nada no tenían que vaciarla tan seguido. Tener hambre y sed no ayudaba en nada a ordenar las ideas en mi cabeza.
Me puse a llorar mientras pensaba en lo miserable que era mi vida. Thomas entró con una bolsita de galletas de avena, lo sabía porque era de lo único que me llevaban alimentando por días. Corrí hacia él e intenté arrebatársela de las manos, pero fue más rápido y lo evitó.
– ¿Qué te parece si me das un beso y a cambio te doy de comer? –Dijo sonriendo.
– ¿Qué te parece si te vas al demonio? –Solté furiosa.
– ¡Mírate! –Me miró con asco–. Seguro haz bajado más de 10 kilos en estos días, me gustabas más con curvas... Aunque... –se acercó a mí mirándome–. Si me das una oportunidad no me negaría... –acarició un mechón de mi cabello–. Me gustan los colores que le pusiste...– di un paso hacia atrás mirándolo con odio. Con mi vista borrosa apenas alcanzaba a ver su rostro, pero noté muy claro como levantaba una ceja y me miraba con malicia. Abrió la bolsa de galletas. Mi corazón se aceleró y mi boca se llenó de saliva de un segundo a otro. Sacó una galleta y la mordió. Mi estómago empezó a rugir con tanta fuerza que creí que él podría escucharlo. Al ver que no me acercaba para besarlo tiró todas las galletas al suelo. Me quedé quieta. Thomas quería que me rebajara y comiera del suelo, a sus pies. Pero no pensaba hacerlo. Ambos nos retamos a los ojos. Un minuto después empezó a pisarlas con fuerzas.
– ¡No! –Grité, tenía planeado comérmelas mientras Thomas no me viera, pero ahora ya no iba a tener sentido.
Corrió hacia mí tan rápido que ni siquiera me di cuenta cuando sus brazos estaban rodeando mi cuerpo, cargándome, y sus labios pegados a mi cuello. Empecé a sacudirme y gritar. De un momento a otro me dejó en el piso de nuevo.
– Apestas –sin decir más salió de la habitación. Cuando regresó tenía una escoba y un recogedor–. Limpia el desorden y después te darás un baño.
Esperó que recogiera las migajas que estaban en el suelo, las tiré en la cubeta que él me había dado. Me dolió hacer eso, tenía tanta hambre que era capaz de recoger las galletas pisadas y comérmelas.
Quitó la cadena de mi tobillo, fuimos al baño. Me soltó pero no salió; cruzó sus brazos y se me quedó viendo. Lo miré esperando a que se fuera.
– Anda, báñate. –Ordenó.
– ¿Hay alguna prenda que no apeste para cuando salga? –negó con la cabeza. Quería meterme con todo y ropa pero al salir esta estaría mojada. No me importó. Entré a la bañera.
– Quítate la ropa.
– No.
– O yo lo haré. –Dio unos pasos hacia mí.
– Thomas, por favor, no. –empezó a desnudarme pero mientras forcejeaba con él me resbalé. Mi trasero empezó a doler como los mil demonios. El de los ojos azules aprovechó ese momento para quitarme toda la ropa. Me levantó por un brazo mientras yo intentaba tapar mis zonas íntimas.
– ¡Deprisa! –. Gritó tan fuerte que me provocó un brinco. Le di la espalda y abrí las llaves para ver cual era la caliente.
Mientras me ponía el shampoo (el cual era de hombre) sentí como Thomas me tocaba la cintura. Intenté alejarme de él pero me abrazó pegándome a su pecho. No podía abrir los ojos, si lo hacía me entraría el shampoo. Mientras me abrazaba sentí su erección pegada a mi trasero.
– ¡Por favor, no! ¡No! ¡Déjame! –. Me sacudí sin lograr nada. Llevó sus manos a mis pechos.
– Tranquila –me acarició el cabello–, no voy a romper nuestro trato, solo voy a disfrutar de la vista. –empezó a tallar mi cabello para quitar todos los rastros de shampoo mientras yo seguía intentando cubrirme como fuese.
Darme un baño con aquel demente era definitivamente peor que morir de hambre por días.
Como salió primero de la regadera tuvo tiempo de tomar mi ropa y sujetarla bajo el brazo. Lo miré sin saber bien qué hacer.
– No te importa estar desnuda un par de horas, ¿o sí? –Me miró con una sonrisa de lado. No contesté. Salí aún intentando cubrirme con los brazos. Cuando me dio la espalda aproveché para tomar una toalla que estaba colgada para rodear mi cuerpo con esta. Thomas se dio cuenta un segundo después pero le dio igual.
Al llegar al cuarto de metal, y antes de que cerrara la puerta llamé su atención.
– ¿Podrías traerme un cepillo para peinarme? –Pregunté.
– ¿También quieres que te traiga unas revistas? –Respondió con sarcasmo.
– No me molestaría si lo haces... Créeme, es muy aburrido estar en un cuarto sin televisión ni nada.
Salió riendo. Creí que no iba a hacer lo que le pedí,pero después de 5 minutos regresó, lanzó un cepillo al suelo y se fue sin decir nada.
Hacía demasiado calor dentro de aquel cuarto, había un aire acondicionado que muy rara vez encendían. Una de esas veces fue cuando me estaba cepillando el cabello después de bañarme y Christian entró a prenderlo. Se me quedó viendo extrañado.
– ¿Por qué estás mojada?
– Thomas hizo que me diera un baño nada agradable con él. –respondí tapándome un poco el cuerpo desnudo con la toalla.
– ¿Te hizo algo? ¿Rompió el trato?
Negué con la cabeza. Me miró por un segundo dudando si creerme o no. Asintió, encendió el aire acondicionado y salió de la habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro