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Agradecimiento

– ¿Y qué tal unos libros? –pregunté mientras me cambiaba para irme a dormir.

– ¿Qué? –Christian se quitó la camiseta para quedar en bóxers.

– Como pasé la prueba de confianza creo que estaría bien que me dieran unos libros...

– Claro, olvidaba que te gusta leer. –admitió.

– ¿De dónde crees que lo sacó Lorena? –me senté de mi lado de la cama–. Ósea, a ella le diste una biblioteca personal y un libro firmado por J.K. Rowling y a mí no me puedes dar un mísero libro.

– Bueno, ¿cuál te gustaría?

– No lo sé, ¿alguno de Sherlock Holmes?

– Veré que puedo hacer, pero... ¿Me darías un beso para convencerme de conseguirlo? –lo miré, una ligera sonrisa se asomaba en su rostro y tenía ambas cejas levantadas.

Me incliné lentamente hacia él. Al último segundo me arrepentí pero ya era demasiado tarde. Christian enredó sus dedos en mi cabello y me atrajo hacia él para que lo besara. En cuanto sentí su lengua entrar en mi boca lo empujé por el pecho para alejarlo de mí. Me miró antes de lamerse los labios.

– ¿Ya te convencí? –pregunté para romper el incómodo silencio.

– Fue una buena manera de hacerlo. –asintió. Me recosté en la cama y le di la espalda. Me abrazó por la cintura pegando todo su torso a mi espalda.

Al día siguiente, mientras estaba parada frente a los grandes ventanales de la casa vi una silueta borrosa acercándose, cuando entró por la puerta me percaté de que era Christian.

– Cierra los ojos. –dijo. Dudé un segundo antes de obedecer. Me plantó un beso rápido en los labios, el cual no duró ni un segundo porque me hice para atrás mientras abría los ojos. Al hacerlo vi un libro con un rostro animal en la portada– ¿Alguna vez has leído Dracula? –preguntó mientras tomaba el libro en mis manos. Negué con la cabeza–. Sé que no es Sherlock Holmes pero como involucra muertes y una vez hiciste una historia sobre vampiros supuse que te gustaría.

– Eh... Sí, gracias. –de repente pasó su mano por mi nuca y me apretó contra él para besarlo. Me empujó hasta chocar contra un vidrio sin separar sus labios de los míos. Al sentir su lengua dentro de mi boca quise empujarlo pero esa vez no fue tan sencillo como la noche anterior. En serio intentaba alejarlo pero no podía. Empecé a sentir frustración y asco, no faltaba mucho para que empezara a llorar.

– ¡Iugh! –escuché una voz a lado de nosotros–. Mejor váyanse a la habitación. –Christian dejó de besarme para mirar a su hermano, yo también lo hice.

– Que extraño –dije fingiendo que no tenía un nudo en la garganta–, pensé que esto es algo que te gustaría ver. –sonreí retándolo, no pudo evitar reírse.

– Odio que me conozcas tan bien. –comentó.

– No es cierto –respondí. Christian dejó de presionar su cuerpo contra el mío y dio un paso atrás–, te encanta, podría apostar que te excita. –Thomas me miró como si quisiera comerme ahí mismo.

– ¿No quieren irse ustedes a una habitación? –preguntó Christian irritado.

– No me molestaría. –admitió el pelinegro.

– Yo quiero irme de aquí. –respondí saliendo del lugar para alejarme de aquellos dos psicópatas.

El resto del día Christian estuvo bastante intenso, me buscaba aunque yo lograba escabullirme y alejarme, pero en la noche ya no pude hacerlo al estar en la misma habitación. Cuando nos acostamos empecé a leer el libro que me había regalado intentando fingir que no notaba sus ojos fijos en mí.

De repente colocó su mano en mi rostro y me obligó a mirarlo. Se acercó lentamente a mí y me besó. Poco a poco fue pegándose más y más a mi cuerpo, sabía que ya no se iba a detener. Sujeté sus mejillas con mis manos. Se alejó sorprendido. Miré sus labios por un segundo antes de volver a juntar nuestros labios. Rodeó mi cintura con uno de sus brazos. Empujé uno de sus hombros para rodar y quedar sobre él. Dejó de besarme una vez más sin poder creer lo que estaba pasando.

– ¿Qué? –pregunté.

– No pareces tú. –respondió.

– Bueno, es mi forma de darte las gracias por el libro.

– ¿Qué harías si te diera una biblioteca entera? –preguntó con picardía alzando un poco la ceja. Sonreí. Sin esperar una respuesta volvió a besarme.

Me acomodó de tal manera que quedaba a horcajadas sobre su cintura, podía sentir cómo empezaba a excitarse. Empezó a acariciar mis muslos, a continuación pasó a mi trastero y subió por mi espalda metiendo sus manos en mi blusa lo que le causó un cosquilleo por todo el cuerpo. Dejé de besarlo de golpe.

– ¿Qué pasa? –preguntó.

– Rayos... –me bajé de la cama.

– ¿Qué pasa? –repitió incorporándose un poco.

Sin contestarle entré casi corriendo al baño, tomé una toalla sanitaria de un pequeño botiquín que había ahí, me senté en la taza del baño para colocármela, tomé un pedazo de papel sanitario y empecé a quitarme los pellejos de piel muerta de los labios hasta sangrar. Para detener el líquido rojo presioné el papel sobre la superficie lastimada. Tardé varios minutos para poder dejar una mancha de sangre suficientemente convincente. La tiré al cesto de basura y bajé la palanca del w.c. Respiré hondo y abrí la puerta del baño solo para toparme con el torso de Christian justo frente a ésta.

– ¿Pasó algo?

– Yo... Es solo que acaba de bajarme...

– ¿Segura? ¿No será que empezaste a mojar tus bragas y no querías que me diera cuenta? –dijo sin creerme.

– Puedes ver el papel del cesto de basura manchado de sangre si piensas que miento. –miró sobre mi hombro para ver el bote, después regresó la mirada a mí.

– Podemos hacerlo aún así. –alzó un hombro.

– No lo creo. Me parece muy poco higiénico.

– Habría menos posibilidad de embarazarse.

– Eso es mentira, espera... ¿no tuvimos esta conversación antes?

– Me parece que sí. –pasé por su lado.

– ¿O fue con Lorena?

– No lo sé. ¿Qué importa? Son la misma persona.

– No lo somos. –susurré acostándome en la cama.

– ¿Qué dijiste? –preguntó siguiendo mis pasos.

– Que tengo sueño. –mentí.

– Bueno, descansa. –me dio un beso en la mejilla. Le lancé una rápida sonrisa antes de darle la espalda para dormir.

– Tú también. –respondí cerrando los ojos.

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