
CAPÍTULO 8
Avril Fray.
La atracción hacia aquello que resulta distante y desconocido para nosotros, es un sentimiento irrefrenable y arrollador. Zayn representaba todo aquello a lo que no tenía permitido acceder, y aún así su magnetismo era tan grande que siempre terminaba arrastrándome hasta él. Supongo que es parte de la naturaleza humana el querer descifrar los misterios del universo, y Zayn sin duda era uno de ellos, al menos para mí.
—No puedo creer que estemos aquí de nuevo —lloriquea Kat.
Su expresión afligida muestra lo abrumada que está, y a pesar de que detesto cuando actúa de esa forma tan infantil, me resulta imposible no entender su odio incontenible hacia la universidad. La idea de madrugar no resulta atractiva para nadie, y si a los madrugones añadimos noches interminables de estudio, exámenes, tareas, más exámenes, y más tareas, la idea de ir a clases se convierte en un infierno.
—¿Puedes dejar de hacer eso? —reprocho malhumorada—. No has dejado de quejarte desde que salimos de casa, Kat, y eso fue hace veinte minutos.
—No me he quejado lo suficiente —asegura, y presiona sus labios con frustración—. Al menos, no aún. Todavía me quedan otros tres...
—¿Minutos? —interrumpo.
—No, Avril. Otros tres años.
Resoplo a la par que cruzo los brazos a la altura del pecho. Cuando pongo los ojos en blanco, Kat me lanza una mirada fulminante.
—Tengo mis motivos ¿vale? Oficialmente, mi vida social está arruinada.
—¿Podrías no ser tan exagerada?
—No soy exagerada, soy realista. La universidad se encargará de robar cada pequeño trozo de felicidad que queda de mi patética vida y me convertirá en un robot a su servicio. —Lleva la cabeza al volante y la deja reposar en sus manos—. Es el fin de mi vida.
—Por Dios, Kat. Estoy a punto de tirarte del auto.
Cuando ella me mira desde su posición en el asiento del conductor, da un pequeño golpecito en el volante y la mirada se le ilumina.
—¿Caer en plena carretera? ¿Una costilla rota? ¿Tal vez dos? ¿Semanas de descanso? —Yo la miro perpleja. Nunca había soltado tantas tonterías juntas—. ¿Puedes hacerlo?
Me resulta inevitable no dejar escapar una pequeña risa, pero aún así intento que mi rostro parezca lo más serio posible cuando le digo:
—Si sigues diciendo estupideces, me lo plantearé seriamente.
Ella frunce el ceño y sus intenciones de protestar son tremendamente claras, pero es obligada a detenerse cuando mi celular suena en el bolsillo lateral de mi mochila.
Papá: No llegues tarde. Leyla pasará esta noche por casa, quiere ver como estás. Te amo, cuídate mucho.
Me tenso de inmediato ante sus palabras, ya que de ese «quiere ver cómo estás», nunca sale nada bueno.
La última vez que lo hizo, terminé hospitalizada.
Está claro que la preocupación de Leyla por mi salud va más allá de la preocupación que muestra un doctor por su paciente. Me conoce de toda la vida, y antes de ser mi doctora, fue mi vecina. Me vió crecer, y con el paso de los años pasó de ser el único modelo materno que tenía cerca, a ser la persona que intenta tan arduamente mantenerme con vida.
Sin embargo, a pesar de que me siento la persona más afortunada del mundo por tener una doctora tan competente pendiente de mí, esa obsesiva necesidad tan propia de ella y de mi padre de querer controlar todo lo que tiene que ver conmigo, tiende a asfixiarme, y me hace sentir que ellos solo viven por mi enfermedad, y no son capaces de ver nada más allá de eso.
—¿Avril?
Absorta en mis pensamientos logro escuchar la voz de Kat diciendo mi nombre, así que luego de mover la cabeza hacia los lados para espabilarme, la miro un tanto despistada.
-—¿Sucede algo? —Niego con la cabeza y Kat frunce el ceño desconfiada, mirando la pantalla ya oscura de mi celular—. Ya hemos llegado, te lo he dicho varias veces pero ni te has enterado.
—Estoy bien —aseguro y miro por la ventanilla del auto, esperando dejar en claro la poca intención que tengo de hablar sobre el tema.
En cambio, llevo mi atención a la ventanilla del vehículo. Un montón de estudiantes se amontonan en la entrada y consigo divisar algunas caras conocidas. Kat aparca el auto y mientras lo hace, me permito tomar una respiración profunda.
—Pensé que dejarías la universidad por un tiempo —me dice y volteo a verla.
—¿Por qué pensarías eso?
—Tu padre —apunta, encogiéndose de hombros—. El año pasado estaba tan decidido sobre no querer que estudiaras que todos pensamos que este año no entrarías. Al menos, ya sabes, mientras te recuperas.
Mi amiga baja los cristales de las ventanillas, y mientras el viento consigue adueñarse de cada rincón, ella se peina el cabello con los dedos.
—Leyla pensó que sería buena idea. Dijo que necesitaba una distracción.
—¿Leyla?
—Lo sé, a mi también me resulta extraño, pero de algún modo logró convencer a mi padre.
La muchacha suelta una risa vacilante.
—Creo que es la única persona en el mundo capaz de hacer cambiar de opinión al señor Fray —repone, abriendo la puerta a su lado para salir del vehículo—. Solo me pregunto, que la habrá hecho cambiar de opinión a ella. Según lo que recuerdo, también estaba en contra de que tomaras el segundo año, teniendo que te fue como el cu-
Kat cierra la boca, y sus ojos alternan entre sus manos y mi rostro. Sostiene con la yema de los dedos la portezuela del auto, y el viento proveniente del exterior le revuelve el cabello, mientras que a mí me pone los pelos de punta.
—¿Que me fue como el culo? —pregunto, imitando su acción y saliendo del auto.
Tuerzo la nariz en una mueca incómoda, puesto a qué ese tipo de palabras no suelen ser propias de mi. Las pienso, pero no las digo.
—Puedes decirlo con propiedad, Kat —añado, perdiendo la vista de los asientos forrados en plástico—. El año pasado me fue terrible. A penas conseguí graduarme a pesar de la atención especial que recibí por parte de algunos profesores. Pero tengo el presentimiento de que este año será distinto.
—¿Eso crees? —Rodea el auto y en unos pocos segundos, está a mi lado.
Me sostiene el brazo, y me sonríe ampliamente. Tiene el cabello revuelto interponiéndose en los ojos verdes, sin embargo luce tan o más guapa que normalmente.
—Eso quiero creer —contesto finalmente.
Kat suelta una pequeña risa, y me obliga a voltearme y quedar de frente a las inmensas instalaciones de la universidad.
—Pues..., hagamos que valga la pena. ¿Vamos?
Asiento ligeramente, y encaminamos nuestros pasos a la entrada que nos recibe con el nombre de «Brooklyn College»
Las exorbitantes zonas verdes lucen infinitas, y el límite es únicamente marcado por construcciones que más que salones de clase, lucen como edificios. El color marrón de las edificaciones de dos y tres pisos, abunda en cualquier parte en la que se te ocurra posar los ojos, y los ventanales vestidos en marcos blancos reflejan estudiantes sonrientes que van de un lado para el otro.
—Joder, tanta felicidad me causa náuseas.
—¡Kat!
Atravesamos sin problema los largos jardines de la universidad, sin embargo, en cuanto entramos a uno de los pasillos, comienzo a sentirme incómoda.
Las miradas curiosas que comienzan a recorrerme el cuerpo se me clavan en las espaldas, y volteo los ojos a los innumerables cuadros de personas desconocidas que adornan las paredes color crema.
Los pequeños grupos comienzan a formarse entre los estudiantes, y las miradas que lanzan resultan tan invasivas que me siento pequeña ante semejante huracán de ojos y voces. Solo cuando un carraspeo nervioso sale directamente de mi garganta, los susurros consiguen ser acallados.
Kat me mira con aflicción, y su mano se ha convertido en un puño que esconde a un lado de su cuerpo. En cambio, decide ignorar el incómodo momento, y transformando completamente la mueca abrumada que se había apoderado de sus facciones, me rodea el hombro con su brazo y me acerca a ella con una sonrisa más que tranquilizante, cautelosa.
—Así que...¿Zayn, eh?
Me muerdo el labio, y miro a Kat por el rabillo del ojo. La curiosidad es visible en el rostro que intenta ocultarla a toda costa.
—¿No te resulta increíble que Sean tenga un hermano, y que no supiéramos nada de él? —continúa la muchacha, dando ansiosos tirones a un mechón de cabello con la mano que tiene libre—. Digo, yo tengo un hermano, y a pesar de que tiene un carácter de los mil demonios, y mamá siempre le da la razón cada vez que discutimos, jamás hemos llegado al punto de decirnos las cosas horribles que Sean y su hermano se dijeron. ¿No estás de acuerdo?
Echo un vistazo a nuestro alrededor.
Las miradas, a pesar de continuar, son un tanto más discretas y ya no me siento tan observada como lo hacía hace unos pocos segundos. No sé si esa sensación estará ligada al hecho de que, en realidad, han decidido ignorar mi presencia, o a que la conversación con Kat gira en torno a un tema que, por más que lo intente, representa un campo de interés para mí.
—Sí. Es bastante extraño —convengo.
—Hum..., de verdad...¿de verdad Sean nunca te lo había mencionado? —indaga en tono capcioso.
Mis cejas se disparan hacia arriba inquisitivas. Kat mira hacia otro lado.
—Claro que no, Kat. Viste que estaba tan sorprendida como el resto de nuestros amigos de que Zayn y Sean fueran hermanos. No tenía forma de saberlo.
—Es que...no lo sé. ¿Qué pudo haber pasado entre esos dos?
—Kat —la corto, poniendo los ojos en blanco—, yo no soy la persona que tiene las respuestas que quieres.
—Sean y tú son tan cercanos, que me resulta difícil de creer que te haya ocultado algo así a ti también —continúa con su diatriba, ignorando por completo mi respuesta—. Además, todos vimos que Zayn y tú ya se conocían de alguna parte y...
—Jesús, Kat —hablo, interrumpiendola. La muchacha se muerde el labio inferior con inquietud—. Sé lo mismo que saben todos, ¿está bien? A Zayn lo conocí aquella noche en la fiesta, y no tenía ni idea de que fuera hermano de Sean. Creeme, estoy tan sorprendida como tú.
—Ya lo sé. Perdón por parecer tan intensa sobre el tema, simplemente la situación me parece tan...¡Ah! —Pego un brinco cuando la voz de la muchacha adquiere tonos un poco demasiado altos—. ¡Oliver! Mira, Avril, ahí está Oliver. Vamos a buscarlo.
Cuando comienza a dar pequeños saltitos, y su brazo se separa de mi cuerpo para formar exageradas señas que llaman la atención del chico, mis mejillas adquieren un intenso color rojizo.
Los universitarios a nuestro alrededor la miran incrédulos, pero Kat me toma de la mano y comienza a correr por el interminable pasillo, ignorando las miradas que han sido atraídas por sus gritos.
Al llegar, Oliver nos recibe con los brazos abiertos y una sonrisa deslumbrante.
—Parece que alguien está feliz de verme. —Kat rueda los ojos.
—Idiota —dice, dándole una empujoncito en el hombro—. Solo estoy feliz de ver una cara conocida entre tantos...
Ella deja la frase en el aire, y sus ojos se centran en nuestros alrededores, escaneando a los veteranos y a los novatos. Por supuesto, sin reconocer a ninguno. Si algo tiene Kat, además de ser impulsiva y no pensar antes de hablar, es su ya universalmente conocida torpeza para hacer nuevos amigos. Eso incluye sus compañeros de clase, con los cuales a pesar de haber estado conviviendo durante un año entero, nunca logró pasar de saludos de cortesía y de compartir alguna que otra tarea.
—Este año tendrás que hablar con otras personas que no seamos nosotros, ¿lo sabes verdad? —le dice Oliver, torciendo la expresión en una mueca penosa.
—No, no lo sé. Además, no lo necesito. Ya los tengo a ustedes chicos, no necesito a nadie más. —Ella sonríe, pero la sonrisa no le llega a los ojos.
—Kat —añade Oliver, con voz pausada—, en algún momento lo tendrás que hacer. No puedes cursar otro año sin dirigirle la palabra a ninguno de tus compañeros.
—Mis «compañeros» son un montón de remilgados fanáticos de las leyes que tienen su propio lenguaje y usan traje y corbata hasta para hacer educación física.
—¿No estarás exagerando? —pregunta Oliver.
—Puede —confiesa ella, encogiéndose de hombros—. Pero ya entiendes mi punto.
Escucho como Oliver resopla, luego gira la cabeza para mirarme.
—Por favor, Avril. ¿Podrías decirle a Kat que es una estupidez lo que está haciendo?
La chica observa al muchacho con ojos de reproche, pero lejos de decirle algo, me mira.
—Lo siento Kat, pero esta vez...
Cierro la boca abruptamente, incapaz de seguir hablando, y los ojos que antes visualizaban únicamente a Kat y a Oliver, son arrastrados a otra parte. Precisamente, a la única palabra que sí soy capaz de pronunciar.
Zayn.
El espectro de unos rizos negros agitándose producto a un airoso movimiento de cabeza, y unos ojos del exacto color del cielo, me hacen voltear la cabeza bruscamente.
La silueta nebulosa de aquel cuerpo, que si no se mueve con una elegancia absoluta lo hace con algo bastante parecido a eso, parece susurrarme en el oído «Estoy aquí, y no tengo que hacer nada para que lo notes». No soy capaz de evitar el escalofrío que me recorre toda la espina dorsal, así como tampoco soy capaz de retirar la mirada.
Azul.
Su azul apunta directamente hacia mí, y en cuanto sus ojos atrapan los míos, siento como si hubiera un hilo invisible atado a nuestras cabezas, porque de repente, no puedo dejar de mirarlo. Va casi todo de negro, con los vaqueros rasgados en las rodillas y un suéter rayado con listas horizontales blancas y negras. También lleva una cadena de plata envolviendo la parte de su cuello que el suéter deja al descubierto con facilidad.
Me observa divertido, y mientras juega con el arito de su labio, yo no dejo de temblar.
¿Zayn en la universidad? Eso parece improbable, sobre todo, porque no puedo tener tanta mala suerte.
Viéndolo bien, es muy parecido a Sean, pero cuando el rostro de mi amigo está libre de imperfecciones y posee rasgos delicados y angelicales, el de Zayn es mucho más masculino, más fiero, y con esos característicos y pequeños lunares distribuidos por la zona de su mandíbula y cerca de sus labios, que a diferencia de los de Sean, son un tanto más gruesos y marcados. Sus ojos también son diferentes, los de Sean son de un azul mucho más oscuro que los de su hermano, y un poco rasgados, como los de un zorro. Los de Zayn en cambio son almendrados, profundos y caóticos. Muy caóticos. De hecho...
—Tierra llamando a Avril. —Siento unos dedos que se me clavan en la mandíbula y me mueven el rostro a ambos lados, como si estuviese intentando examinarme.
—¿Mm..hum?
A duras penas, vuelvo la atención a mis amigos.
—¿Está todo bien? ¿Qué sucede? —pregunta Oliver. Sus ojos lucen sombríos de preocupación.
Me azota el incómodo pensamiento de que mi distracción es la imagen de un chico de cabello rizado, un montón de lunares y un pésimo carácter, pero me obligo a dejarlo a pasar y centrarme en mis amigos. No quiero ni pensar en la posibilidad de que de ahora en adelante, Zayn este cada día así de cerca.
—Sí, solo... Me distraje un momento —aseguro, pero retiro la mirada.
Mis ojos vuelven a merodear curiosos entre la multitud. Serpentean y se hacen camino entre la creciente masa de universitarios, sin embargo aquella visión de Zayn, de sus ojos, se desvanece entre las personas de la misma forma que lo hace una estrella fugaz, dejando una estela tras de sí y haciéndote cuestionar si lo que viste fue real.
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¡Hola de nuevo!
Como lo prometido es deuda, aquí está el capítulo de hoy. Intentaré subir el siguiente entre mañana y el viernes.
PD: Tengan un bonito día <3
Ig: feel.in_purple
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