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CAPÍTULO 45

Avril Fray.

El otoño ya empieza a azotar la ciudad, así que las hojas pintadas de tonos naranjas y amarillos han comenzado a desprenderse, volando de un lado para otro y dejando ramas desnudas que se mezclan entre sí. Suspiro mientras me acomodo la bufanda y atravieso los jardines de la Universidad, con Kat y Oliver pisándome los talones.

Ambos me habían hecho una emboscada en la entrada, alegando que debían discutir conmigo un asunto urgente, sin embargo, ahora que me tienen delante (no literalmente) no hacen más que cuchichearse entre ellos y, de vez en cuando, soltar algún que otro comentario sobre el clima, o lo gris que está hoy el cielo.

—Te he dicho que te trajeras un saco, Oliver —recrimina Kat, suspirando fuertemente—. En las noticias han dicho que las temperaturas estarían hoy más bajas de lo habitual.

—¡Ya sé! Pero me he quedado dormido y solo he tenido cinco minutos para alistarme. ¡Joder, si ni siquiera he tenido tiempo de cepillarme los dientes!

Kat deja escapar un sonido de lo más similar a una arcada mientras le propina un golpecito en el hombro. Yo acelero más el paso, intentando no llegar tarde a mi primera clase del día.

—¡Puaj! ¡Con razón olía a podrido!

—¡Oye! Que mi higiene bucal es envidiable. —Se regodea.

Kat en cambio se ríe con ironía.

—Permíteme dudarlo.

—¡Te lo juro! Todos mis doctores me han dicho que tengo una dentadura perfecta.

Kat vuelve a soltar una risa, y yo me adentro en el edificio con ventanas de cristal mientras respiro profundamente. Amo a mis amigos con toda mi alma, de verdad, pero cuando se ponen en ese plan....

—Ya, claro, y tu dentadura perfecta es la razón por la que tres veces al mes tienes cita con el dentista, ¿verdad? Seguro que echaran de menos esos incisivos tan....

—¿Quieren parar de una vez? —resoplo con frustración, deteniendo el paso. Kat y Oliver se estrellan contra mi espalda antes de que sea capaz de darme la vuelta para enfrentarlos—. ¿Se puede saber por qué me han emboscado en la entrada para hablar de "algo importante" y ahora solo se dedican a debatir sobre los dudosos hábitos de higiene de Oliver?

—¿Tú también, Avril? —Se queja este último, pero el mohín en su rostro desaparece en el instante en el que ve que no estoy bromeando.

Los universitarios apresurados por llegar a clase nos rodean sin siquiera mirar para los costados, y con pisadas certeras y veloces, destruyen a su paso (probablemente no muy accidentalmente) las pequeñas pilas de hojas que el nuevo jardinero se había dedicado a juntar por los rincones del lugar.

Bufo por lo bajo en cuanto noto como unos jóvenes que se encuentran a unos pocos metros de nosotros destrozan uno de los montos de una patada, jugueteando y lanzándose las hojas como si fuese lo más entretenido del mundo. Y sí, tal vez lo es cuando las hojas están apiladas en el jardín de tu casa y eres tú quien debe volver a juntarlas, pero cuando se trata del trabajo de alguien más no debería resultar tan divertido, sobre todo no si ese alguien en particular te está mirando como si fueses el culpable de todas sus desgracias, y sostiene el rastrillo con tanta fuerza que, probablemente, terminará enterrado en la cabeza de unos de esos muchachos al final del día.

Me río ante este último pensamiento, y cuando la imagen de un rosal se escabulle en mi campo de visión, no puedo evitar acordarme de Zayn, y de la tarde que pasamos juntos cuidando de los rosales el día que el director Hardy nos castigó.

—... así que estábamos preocupados, ¿verdad, Oliver?

—Sí, mucho. Sobre todo, porque ustedes son muy unidos y... Avril, ¿nos estás escuchando?

—¿Eh?

No necesito más de tres segundos para darme cuenta de que durante el corto de tiempo en el que dejé a mi mente volar por ahí, Oliver y Kat no habían dejado de hablar, y ahora me observan con una chispa de confusión brillando con fuerza en sus pupilas, sobre todo Kat, que deja fluir la curiosidad fuera de su cuerpo mientras me escrudiña de arriba a abajo, entrecerrando los ojos y dándome la sensación de que es capaz de leer cada uno de mis pensamientos.

Probablemente lo es. Después de todo, es la única que sabe realmente lo que ha sucedido entre Sean y yo, y que el culpable de nuestro distanciamiento es un chico de cabello rizo, ojos azules, y un carácter un poco... difícil. Por supuesto, mi amiga aún no está enterada de los últimos acontecimientos, que básicamente se resumen a que descubrí que Zayn me había estado usando para cabrear a Sean justo después de que casi nos besáramos y este lo presenciara todo, para luego confesarse y que yo le rompiera el corazón admitiendo que estaba enamorada de su hermano.

—Estamos hablando de Sean, Avril. —La voz de mi amigo me obliga a alzar la mirada—. Nos preocupa lo mucho que se han alejado estos últimos días.

Trago saliva con fuerza, intentando deshacer un nudo que amenaza con ahogarme.

—No... No sé de qué están hablando....

Los recuerdos desfilan en línea recta por mi cabeza, burlándose, sonriéndome. Fuerzo una sonrisa para ocultar que no soné todo lo convincente que me hubiese gustado. Oliver se acerca y me toma por los hombros.

—A nosotros no puedes engañarnos —asegura, dedicándome una mirada tan intensa que me hace estremecer. Nunca le había visto hablar tan en serio—. Sean tampoco puede. Este juego entre ustedes se ha vuelto agotador, ¿sabes?

—No hay ningún juego, Oliver.... —murmuro—. Solo....

—No mientas —me interrumpe, impidiéndome hablar.

No es que tenga mucho que decir, de todas formas. Al menos, no sin revelar algo que debería permanecer únicamente entre Sean y yo.

—Te he dicho que no pueden engañarnos, Avril. Hemos sido amigos por años, y nunca los había visto tan distanciados como ahora. No pretendo que me cuentes lo que ha sucedido si no quieres, y mucho menos que hagas las paces con él si no te sientes preparada. Lo único que te pido es que lo pienses con cuidado.

Oliver hace una pequeña pausa en la que me desprende de su agarre. Kat a su lado mira al césped bajo sus pies, jugueteando con los dedos con nerviosismo.

—No tengo ni puta idea de lo que ha pasado entre ustedes. Sean tampoco quiere hablar, sin embargo, si hay algo de lo que tengo completa y absoluta certeza, es de que no vale la pena tirar tantos años de amistad a la basura por... lo que sea que haya pasado. Joder, Avril, que él te daría sus pulmones si supiera que de esa forma puedes curarte. ¿De verdad crees que una discusión pesa más que eso?

Me siento egoísta al pensar en Zayn y darme cuenta que tal vez el peso de mis sentimientos ha aumentado en su lado de la balanza. Suspiro con pesadez, y a pesar de haber tenido esa devastadora revelación, reprimo las ganas que tengo de gritarle lo mucho que me gustaría que las cosas hubiesen sucedido de manera diferente, y lo mucho que extraño a Sean. A Sean y a sus chistes malos. A Sean y a sus planes improvisados. A Sean y sus sonrisas. A Sean y a nuestras llamadas infinitas. A Sean y todas las veces que me llamó enana.

Intento que no se me note que estoy a punto de llorar cuando Oliver avanza por mi lado, susurrando un <<Piénsatelo>> antes de camuflarse entre la multitud y perderse en el interior de uno de los edificios. Kat entonces propina un pasito hasta mí y me toma de la mano, acariciandola mientras intenta camuflar la angustia en su rostro antes de regalarme una sonrisa.

—No tienes que fingir que estás bien —murmura, por primera vez desde que Oliver había comenzado con su discurso—. Al menos, no conmigo.

Levanto la mirada al tiempo que una lágrima traicionera se me escapa de los ojos. ¿Es normal la opresión en el pecho, el ardor en la garganta, la sensación de pérdida...?

—Yo no quería.... —balbuceo—. No quería....

Las palabras se me entremezclan en la lengua, formando un nudo de pensamientos enredados que no encuentran sentido. Una de las hojas que vuelan a nuestro alrededor se las arregla para llegar hasta mí y aterrizar sobre mi cabeza. Levanto la mano para tomarla, pero en cuanto la toco se deshace entre mis dedos, crujiendo al romperse.

Anda. Me pregunto si yo también seré así de frágil.

—No voy a pretender que soy indiferente ante toda esta situación, porque no lo soy. Veo lo devastado que está Sean, y no puedo evitar imaginar el por qué.

Abro los ojos con sorpresa, dejando que las palabras de Kat abracen mi ya de por sí culpable conciencia. ¿Lo sabe...? ¿Cómo es posible que...?

—Vi la forma en que Sean te mira, Avril, de la misma forma en que vi como tú miras a Zayn. Es difícil no imaginar que él también lo haya notado. Es tan evidente... —Kat se acerca, colocando una mano cálida en mi hombro y observándome con ojos sinceros—. Dale tiempo. Los dos lo necesitan. Ya verás que no pasará mucho hasta que estemos todos juntos de nuevo.

Hojeo con cuidado las amarillentas páginas del diario que permanece abierto sobre mi regazo, pasando la yema de los dedos con especial cuidado sobre esa página que está gravada con su letra y que me he leído ya tantas veces que me la sé de memoria. La letra de mi madre. Sus reflexiones.

Este era su diario, pero yo lo convertí en mío en cuanto aprendí a escribir puesto a que ella solo había podido redactar un par de entradas, y el resto de las hojas habían permanecido intactas hasta que yo me dediqué a enmarañarlas con mis pensamientos.

Dejo que mi cuerpo se relaje mientras me recuesto en el tronco del árbol en el que casi comparto un beso con Zayn. Levanto el cuaderno y salto a una página que escojo al azar. Habla sobre Sean y sobre aquel día que descubrimos aquella heladería cerca de su casa. Aún estábamos en preparatoria, y nos habíamos atiborrado tanto de helados y biscochos que yo había pasado el día siguiente vomitando, pegada al teléfono con él en una conversación infinita. No paró de reírse de mí un segundo, alegando que era una débil, así que cuando amenacé con colgarle, se disculpó de inmediato. Eso me gustó. Una semana después descubrimos que la heladería había cerrado debido a que no contaba con una licencia sanitaria vigente. No quise indagar más sobre el asunto por el bien de mi salud mental.

Mis labios se curvan de inmediato en una sonrisa nostálgica. Por los viejos tiempos. Por mi mejor amigo. Solo ha pasado una semana desde que dejamos de hablar y yo siento que han sido meses. Nunca habíamos pasado tanto tiempo separados, y el simple hecho de pensar que está sufriendo por mi culpa, me hace sentir como la peor persona del mundo.

Busco otra página. Esta vez habla de Zayn y del día que nos conocimos. De como pensé que era un arrogante, y que sus ojos eran como mirar el azul del cielo en medio de la oscuridad de la noche. De cómo me ayudó con el imbécil de Tyler. Paso la página. En esta, relato como nos encontramos en la playa, y cómo el atardecer dibujaba su silueta mientras buscábamos a Hero, cómo me sonrió al agradecerme por ayudarle a encontrarla, aunque en realidad no había hecho mucho. Vuelvo a pasar la página, también habla de Zayn. Y así es en las siguientes.

Cuando me llamó hermosa en el pasillo. Cuando su padre nos castigó y pasamos la tarde juntos en el jardín. Cuando nos vimos en la fiesta y me acorraló en el baño. Cuando me contó acerca de la infidelidad de su padre. Aquella noche junto al East River, pensando que la ciudad parecía más llena de vida ese día mientras esperábamos para ver el Mago de Oz. También hablé acerca de la discusión que vino después, y la letra es tan errática que puedo asegurar que para cuando lo escribí seguía enojadísima. La página siguiente es de cuando casi nos besamos por primera vez, y el momento sigue tan nítido en mi mente que, si cierro los ojos, aún puedo reproducir con exactitud todo lo que sucedió esa noche.

Dios Santo.

Me sentiría realmente avergonzada si Zayn supiera lo mucho que escribo sobre él. Como si estuviera desnuda y le dejase ver a través de mis capas. Probablemente, me sonrojaría y le dejaría de hablar durante toda una semana porque no sería capaz de mirarle a la cara, lo cual es una pena teniendo en cuenta lo bonitos que son sus ojos. Y sus lunares. Esas particulares constelaciones que le salpican la piel.

Sin duda, si viera esa parte en específico, pensaría que estoy loca. Pero es que es simplemente... él. Que es distinto, y me hace sentir distinta a mí incluso cuando en cierto a punto, cuando a pesar de todo, sigo siendo yo. Que ya no es que me ate a mi antigua vida, sino que cuando estoy con él me deja traerla de vuelta porque tal vez, no esté perdida del todo. Que me hace sentir algo, algo que va más allá de todo, indescifrable, incomprensible. Como se supone que debe ser. Distinto.

Levanto la mirada cuando un reflejo llama mi atención; el destello de un cuerpo moviéndose a la velocidad de un meteorito.

Su cabello rizado revolotea en el aire mientras corre furioso a través de los árboles desnudos. Sus hombros están tensos, y sus pisadas son tan fuertes y certeras que levantan el polvo bajo sus zapatos. Zayn está enojado. De algún modo, luce diferente. Más fiero. Como un león. Y es peligroso verlo de esa forma.

Cierro el cuaderno cuando me pongo de pie y lo sigo. Así. Sin pensar. La verdad es que cuando le tengo cerca no tiendo a pensar en consecuencias. De hecho, la palabra desaparece por completo.

Propinar los pasos, sobre todo a un ritmo tan rápido, me cuesta un poco más de lo habitual debido a que la tos aún no desaparece por completo, sin embargo, me esfuerzo para no perderlo de vista, y al final, cuando se adentra en el pequeño cuartito abandonado que muchas parejas utilizan para darse el lote, me apresuro para poder escabullirme tras él a través de las puertas abiertas, pero me cuesta dar el primer paso. Estoy nerviosa. Indecisa. Pero al final tomo el riesgo.

Es una de esa clase de impulsos que incitan a tu cuerpo a actuar incluso antes de que tu cerebro de la orden. Así que, antes de que fuera incluso capaz de procesarlo, soy acogida por las paredes del local. El olor a humedad y polvo me llena las fosas nasales, y de repente, tengo la sensación de estar metida en la boca del lobo y este estuviera a punto de tragarme.

Zayn de espaldas a mí, y aún sin notar mi presencia, inspira y espira con dificultad. Alterado.

Se acerca a una desgastada mesa de madera oscura y toma una pila de papeles, lanzándolos por los aires antes de propinar un puñetazo en la superficie astillada; el sonido se ahoga en las paredes en un estruendo doloroso.

Pego un brinco en cuanto escucho el golpe llenarme los oídos. Me cubro la boca con la mano para ahogar un grito de sorpresa, y entre que el lugar, y en cierta forma la situación me roba el aliento, tengo que dar todo de mí para no toser.

Pienso en la forma en la que reaccionaría Zayn si se diera la vuelta y me viese detrás suyo, y creo que no le gustaría nada. De repente, me arrepiento de haberlo seguido, de haber entrado. Porque este momento es suyo y solo suyo, y yo he irrumpido en él como si me perteneciese.

Y entonces, cuando suelto una tos que no estaba planeada y que no he sido capaz de contener, Zayn se gira.

Me quedo completamente paralizada, con los ojos abiertos y mirándolo pasmada. Tiene el ceño fruncido, como dos arcos que se unen entre sí. Me mira incrédulo, como si fuese incapaz de creer que yo realmente estuviese allí. Creo que, en cierto punto, está hasta más sorprendido que yo.

—¿Qué haces aquí? —Su voz es un susurro débil, y tiene los ojos fijos en los papeles que han acabado tirados por el suelo.

Trago saliva. Fuerte. Despacio. Nerviosa.

—Yo... He pensado que tú... —titubeo con la voz temblorosa, pero de repente una ola de valentía me invade, así que niego con la cabeza decidida—. No. ¿Estás bien?

No levanta los ojos del suelo, así que doy un paso hacia él, pero retrocede al instante y se da la vuelta. Como si no me quisiera cerca. Como si no quisiera ni mirarme cuando sus ojos son todo lo que busco.

—Estoy bien. Vete.

Su tono de brusquedad no me detiene. Doy otro paso.

—No. —Su voz y dura y severa, y aunque no puede verme, es como si pudiera sentir las ganas que tengo de acercarme y lo mucho que me está costando no hacerlo—. No te necesito aquí. Vete. Ya te dije que estoy bien.

—No, Zayn. No estás para nada bien.

—¿Podrías por una vez no intentar salvar el mundo? —pide, y la amargura que desprende se me clava como miles de diminutos cristalitos por todo el cuerpo. De ese tipo de dolor emocional que se transforma en físico cuando el alma se cansa de soportarlo sola—. No. Pensándolo bien, ¿qué coño haces aquí?

Y se da la vuelta, y yo soy incapaz de reconocerlo. Tiene los ojos inyectados en rabia, y yo soy su objetivo porque soy lo único que tiene delante. Por un segundo, solo uno, no quiero que me mire. Al menos, no de esa forma tan rota y desconsolada. Esos no son los ojos que quiero que me miren.

—Te he seguido —confieso entonces, cerrando los ojos con fuerza.

Cuando me animo a abrirlos nuevamente tras varios segundos de absoluto silencio, tiene una sonrisa lobuna dibujada en los labios. Yo me preparo para la bomba que está a punto de explotar, porque si algo he aprendido durante todo este tiempo que hemos pasado juntos, es que ese mero gesto no presagia nada bueno. Es su particular forma de huir del mundo y de las emociones, de evitar enfrentarlas. El método que utiliza para mantenerse a salvo, a pesar de no ser consciente de que lo único que hace es huir de sí mismo. Y ese es el peor tipo de cobardía.

—Pues mal día, hermosa Avril. Hoy no tengo ni tiempo ni ganas de aguantar tus tonterías.

Auch.

Una punzada en mi corazón. Bien. No ha sido tan grave. Aún puedo aguantar un poco más.

—Hermosa Avril... ¿Qué ha sido de Av? Pensé que te gustaba llamarme de esa forma.

Él ríe. Una risa gastada, de esas que saben a cristales rotos sin ningún tipo de reparación. Mientras me mira como depredador a su presa, suelto otra tos. Esta vez una más fuerte.

—Me gusta llamarte de esa forma en los días en los que no quiero que el puto mundo arda en llamas —ruge—. Por lo que vez, hoy no es uno de esos días, así que ¡lárgate de una puta vez!

Doy un pequeño respingo. No estoy acostumbrada a que me grite.

Levanto la vista. Esta vez no hay estrellas. Ni canciones. Ni leyendas. No hay nada en lo que él pueda refugiarse al cerrar los ojos.

No muevo ni un músculo mientras él respira con dificultad. Permanezco quieta, desobedeciendo sus deseos y siendo consciente de que tal vez lo que necesite realmente sea estar solo. Sí. Pero no en este estado.

—Avril, te juro que estoy tratando de calmarme contigo, pero me lo estás poniendo muy difícil. Por una vez, has lo que te dicen y ¡déjame solo!

Vuelve a gritar. No sé cuál es su idea de calmarse, pero no creo que le esté resultando especialmente bien.

—Jamás te dejaría solo en este estado. Me iré cuando me asegure que estás bien.

Sus aletas nasales se abren y cierran con fuerza, y sus ojos han perdido ese brillo tan característico que es tan suyo. Ya no son un cielo azul, sino uno de tormenta.

—¿Es que acaso no me has oído? —Iracundo, conduce sus pasos hasta mí—. ¡Que te largues, joder!

Me estremezco ante él y su mirada gélida. Siento un nudo en la garganta que está a punto de explotar, y me duele el corazón, porque cada uno de sus gritos se me ha quedado clavado en él. En ninguna de las discusiones que hemos tenido anteriormente él se ha comportado de esta forma tan... salvaje. Tan descontrolado. Y eso me aterra.

—¿Es que te gusta que te traten como la mierda? ¿Acaso te pone?

Abro los ojos, patidifusa. Sus palabras son maldad, y veneno, y todo lo que está mal con el mundo. Son esa particular forma que tiene de refugiarse en la oscuridad porque tal vez le impide ver las heridas.

—No soy tu saco de boxeo, Zayn. —Me las arreglo para decir, a pesar de que me tiembla la voz—. Solo quería saber cómo estabas, porque... Tal vez no lo sepas, pero eso es lo que haces cuando te importa alguien lo suficiente. Permaneces a su lado aunque te grite mil veces que te largues, porque en el fondo... no quieren decir eso. Porque en el fondo solo están enojados, heridos. Pero no te confundas, porque no aceptaré insultos de nadie, ni siquiera de ti.

Su respiración irregular se tranquiliza por un instante, y por un minuto parece como si una batalla se desatase en su interior, llevándolo a elegir entre lo que quiere hacer y lo que está acostumbrado a hacer.

—¿En serio crees que puedes arreglarme, Av? Crees que tengo algún tipo de arreglo... Es evidente que no me conoces en absoluto —asegura, propinando pasos tambaleantes para distanciarse—. Debiste hacerle caso a Sean y alejarte de mí cuando tuviste la oportunidad. Estoy jodido. Verdaderamente jodido.

En estos momentos, está irreconocible. Como si no fuese consiente de sí mismo, ni de la chica delante suyo intentando ayudarle. Está tan consumido... tan consumido por la rabia...

—¡Hijo de puta! —grita, y entonces se gira para quedar frente a la mesa de madera oscura, acercándose a ella y empleando la fuerza suficiente para voltearla.

El estruendo que provoca al estrellarse contra al piso es arrollador y letal, pero al parecer no le satisface y necesita provocar más caos. Se dirige a una de las paredes, y arranca todos y cada uno de los afiches que hay en esta, tirándolos al suelo con una rabia que me deja de piedra. Hay uno del sistema solar, otro de la Tierra vista desde el espacio, otro que es tan solo estrellas, otro de la luna, de una supernova, de los anillos de Saturno, y algo redondo y rojo que no tengo ni la menor idea de que es, pero que sin duda no tenía el derecho de morir de la forma en que lo hizo.

—¡Zayn para! —ruego.

Ni siquiera me escucha cuando grito, así que no pienso demasiado cuando intento acercarme, tampoco cuando mis pasos débiles y temblorosas me llevan a unos pocos centímetros de él. Zayn está descontrolado, y yo tengo que hacer algo por ayudarle. Se lo debo.

Lo encuentro golpeando la pared tan fuerte que los nudillos de su mano libre han comenzado a sangrar al tiempo que lo hacen los que todavía están cubiertos en su otra mano por lo que una vez fue un impoluto blanco que ahora está colmado de suciedad y manchas de sangre, pero a él no parece importarle, o quizás es la furia que le impide sentir el dolor.

Respirando descontroladamente, se detiene durante un instante en el que llevo los dedos a la sudadera azul celeste que le cubre el cuerpo y apretujo la tela con fuerza, moviéndola cuidadosamente, esperanzada de que tal vez de esa forma fuese capaz de notarme.

—Por favor, para. Te... Te estás lastimando... —Mi voz es un susurro lastimero, y me sorprendo a mí misma con lo vulnerable y débil que sueno.

Preso de un enojo que parece nunca acabar, golpea nuevamente la pared, esta vez con ambas manos mientras grita profanidades e insultos hacia personas que no tengo la menor idea de quienes son.

Entonces se da la vuelta, mirándome con ojos irreconocibles, con un dolor encerrado en ellos que me partió el corazón en dos.

—Es toda una puta mierda. ¡Joder! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tener hijos si al final no vas a quererlos?!

Cuando lo veo con la intención de volver a su particular distracción, no pienso en lo que hago, porque lo único que me ronda la mente en este momento es que no soporto verlo en un estado tan alterado. Así que lo tomo de las muñecas, y lo obligo a mirarme, haciendo la única cosa que no creo que hubiese sido capaz de imaginar.

Y ahí, en ese pequeño local destrozado por su ira, nuestros labios se unen por primera vez.

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¡Buenos días, buenas noches, buenas madrugadas! Vengo a darles el saludito del mes y a retirarme por un año (mentira😭). Ya no tengo palabras que decirles, soy la peor escritora del mundo😩.

La verdad es que estuve un par de semanas trabajando en dos lugares al mismo tiempo, y pues a penas he tenido tiempo de respirar. Ayer me acosté a las dos de la mañana solo para poder terminar de escribir este capítulo y traerles la actualización, así que perdónenme😭.

PD: ¿Qué piensan del final del capítulo?

PD2: Los tqm <3

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