CAPÍTULO 30
Avril Fray.
¿Cuándo es el momento exacto en el que te das cuenta de que sientes algo por una persona? Papá solía decir que era después de la primera mirada; pensaba que si conseguías mirar a alguien, y ver todo un futuro en sus ojos, estabas enamorado. Al menos, dice que eso fue lo que sintió al ver a mamá por primera vez. Yo no pensaba eso en absoluto, porque cuando miraba los de Zayn no veía futuros, sino infinitos. Recuerdo haberlos visto por primera vez y pensar que estaba viendo el cielo. No me equivoqué. Sus ojos eran justo eso. Cielos en todas sus facetas; despejados, tormentosos, estrellados... Y suyos.
—¿Qué prefieres? ¿Morir aplastada por una manada de elefantes o que te arranquen la piel a pedacitos?
Arrugo la nariz, evitando la imagen que se acaba de dibujar en mi cabeza.
—¿A qué viene esa pregunta, Sean?
—Solo responde.
Suelto una carcajada, porque me está mirando expectante, y porque de alguna forma, luce más joven. ¿Eso tiene sentido? Probablemente no. Pero la forma en que me roza el tobillo con el pie y me da pequeños golpecitos con la mano en el hombro animándome a hablar, me hacen confirmar ese pensamiento.
—Mm... No lo sé —admito después de unos segundos—. Supongo que la manada de elefantes, ¿no?
Él frunce el ceño.
—¿Por qué?
Sacudo la cabeza, jugueteando con la jirafa amarilla que había encontrado accidentalmente debajo de la cama.
—¿Cómo que por qué? ¡Es una muerte más rápida, Sean!
—Si, pero...
—¿Entonces prefieres que te arranquen la piel a pedacitos?
Niega rotundamente con la cabeza, pero no luce del todo convencido.
—No, pero... —Se mueve inquieto, dándose la vuelta para quedar frente a mí. Apoya el codo sobre el colchón y deja que su mano derecha le sostenga la cabeza—. Piénsalo de esta forma. Al ser una muerte más lenta, tendrías tiempo de que alguien te salvase, ¿no crees? Si mueres aplastada por cientos de elefantes nadie va a poder ayudarte.
Pongo los ojos en blanco, y luego estudio la forma en que la luz de la Luna se refleja en la ventana.
—Ignorando que es una situación ficticia y que no pasaría ni en un millón de años... Dudo que quien sea que tenga planeado secuestrarme deje algún tipo de rastro—bromeo—. Debe odiarme mucho si está planeando arrancarme la piel a pedacitos.
—¿Segura? Yo creo que no sería tan extraño, teniendo en cuenta que probablemente sería un imbécil.
Se me escapa otra risa. Percibo la mirada curiosa de Kat desde el otro lado de la habitación, pero lo ignoro y vuelvo a concentrarme en Sean, que está sonriendo y no deja de mirarme.
—¿Por qué crees eso? —pregunto arqueando una ceja.
—Pues..., ¿quién sería tan idiota como para secuestrarte? —Sus facciones se levantan con autosuficiencia—. Está claro que tendría que pasar por encima de mi, y créeme, le mataría. Además...
Hace una pequeña pausa, relamiéndose los labios mientras me mira juguetón.
—A veces te pones insoportable. Dudo que pueda aguantarte luego de dos horas.
Abro los ojos con sorpresa, sin ser capaz de reprimir otra carcajada.
—¡Oye! —Rio y le lanzo el peluche, que aterriza justo en su frente.
Felicidad.
Mientras más lo pienso, más convencida estoy... Esto es felicidad. La sonrisa de Sean, sus preguntas estúpidas y nuestras conversaciones sin sentido. Las tardes en sus casa todos juntos, o las pijamadas (como ahora) viendo la Luna a través de la ventana. Felicidad es la risa de mis amigos entremezclándose en una melodía perfecta, una que por un momento, consigue opacar el ruido de mis pensamientos.
—¡Eh! ¿No piensan venir? ¡Glenn está a punto de morir! —grita Oliver.
Está desplomado encima de uno de los sillones de cuero blanco, y el control remoto del televisor da vueltas en su mano derecha.
—¡Callate! —chilla Kat. Lo mira furiosa, y sus primaverales ojos verdes desprenden una rabia casi palpable—. Dios. Creo que no volveré a ver este programa en lo que me queda de vida.
Sean se pone de pie, acercándose al sillón que ocupa Oliver. Yo lo sigo.
—Sabes que dices lo mismo cada vez que muere un personaje, ¿verdad? —repone él.
—¡No era simplemente un personaje! —le grita Kat mirándole con una mezcla de reproche y angustia.
Sean esquiva sus ojos con aires de aburrimiento, y se sacude el cabello con los dedos.
—Tienes razón, es solo un actor.
—¡No es solo un actor! —Vuelve a chillar, pero esta vez no lo hace sola, sino que la voz de Martha acompaña la suya.
Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que las dos estuvieron de acuerdo en algo, pero al oír la magnitud de sus gritos y el increíble alcance de sus voces rebotando por las blancas paredes de la habitación, me alegro de que así sea.
—Saben que no está realmente muerto, ¿verdad?
—No intentes arreglarlo —advierte Martha, que coloca la mano al frente dramáticamente y se frota las medias lunas color carmín bajo sus ojos—. Glenn era el mejor. Y ahora está muerto.
Ella se da la vuelta, y una divertida expresión de desconcierto se asienta en el rostro de Sean.
—Vamos. No hablarán en serio...
Sin embargo, se detiene abruptamente por el peso de dos miradas furiosas.
—Es que ninguno va a.... ¿Oliver?
Pero Oliver niega con la cabeza y se lleva a los labios la botella de cerveza que tiene en la mano.
—Lo siento, hermano. Estás solo en esta.
—¡Vamos, chicas! ¡Es solo un programa! ¡No es real!
Pero ambas lo ignoran, y casi al mismo tiempo se dejan caer en la rojiza alfombra de lana que está situada frente al sofá. Cruzan los brazos y mantienen la espalda bien recta, mirando desdeñosas por encima del hombro a Oliver y luego a Sean, que de pie junto al sillón y con expresión desencajada, las mira sin entender absolutamente nada.
—Mujeres —susurra Oliver, alcanzado una bolsa de patatas fritas que está abandonada encima del sofá. Tiene las piernas recogidas bajo el cuerpo y deja reposar el paquete sobre los muslos envueltos en unos jeans con un agujero en la rodilla —. Nunca intentes entenderlas.
Se da la vuelta enseguida y vuelve a mirar el capítulo de "The walking dead" que pausado en la pantalla, muestra la imagen desenfocada de un Glenn arrodillado en el suelo con la cara ensangrentada.
—¿Quieres? —le pregunta a Sean, seguramente malinterpretado la dirección de su mirada, que va dirigida con notable recriminación hacia él y no a la suculenta bolsa de patatas.
—No. —Gruñe en respuesta y con los brazos cruzados con infantil enfado, se deja caer a su lado en el sofá.
Yo imito su acción, y me posiciono junto a él. Huele a café, y a una extraña mezcla entre chocolate y menta.
Sus dedos se enredan con una facilidad increíble entre los cabellos enmarañados, retirando aquellos mechones que acaban rozándole las mejillas y le provocan cosquillas en el rostro. Observa meditabundo el televisor gigante, con los ojos inundados de sutil curiosidad mientras el próximo capítulo aparece en la pantalla.
Resopla, y entonces me mira.
Su rostro cuando lo hace es un lienzo de azuladas luces espectrales figurando cambiantes por su piel, que adquiere matices oscuros y cálidos por momentos, como ver el cielo en un atardecer en el que los tonos violetas y rojizos se camuflan en un manto celeste.
Yo pienso en un tipo de cielo distinto, más caótico, más fiero, y me siento culpable por eso. Porque no debería venirme a la cabeza cuando es tan complicado, tan enredado. Porque la culpa me carcome cada vez que miro a Sean y veo su sonrisa iluminar su rostro. Porque la situación se me está yendo de las manos. Porque no debió llegar a este punto..., porque debió frenar en esa noche perdida en medio de la nada, o en ese atardecer en la playa cuando seguíamos siendo solo dos desconocidos.
Porque ahora... Ahora hay música, y miradas, y secretos. Ahora hay una tarde, una conversación y un latido. Ahora es todo demasiado complicado, así que lo único que puedo hacer es clavar los ojos en el suelo. Por los sentimientos confusos. Por los pasados difíciles. Por los futuros inciertos. Y por todo lo que había elegido callarme.
Doy vueltas en la cama. Abro los ojos y los cierro de nuevo. La oscuridad está ahí, pero no me llama en absoluto. Me muevo inquieta, me giro a la derecha, luego a la izquierda. Retiro la almohada y al segundo la vuelvo a colocar. La abrazo, volviéndome un ovillo en el edredón. Lo aparto de un manotazo descuidado, y cuando siento frío lo traigo de vuelta. Resoplo, levantándome con pasos que se arrastran haraganes por el suelo, y con cuidado de no despertar a nadie voy hasta la ventana y la cierro. Cuando me siento encerrada y agobiada por las paredes, la abro de nuevo emitiendo un gruñido que saca toda mi frustración
Para cuando vuelvo a la cama, mis ojos no pueden estar más abiertos, así que los clavo en el reloj que cuelga de la pared frente a la cama. A penas son la una de la madrugada; demasiado temprano y demasiado tarde para estar despierta. Los dos al mismo tiempo.
Suspiro con fuerza cuando un montón de recuerdos se arremolinan en mi cabeza. Cierro los ojos y me veo. Frágil, vulnerable. Intentando derribar un muro que fue creado para no ser traspasado. Ya casi había olvidado cuando fue una última vez que me sentí de esta forma; atrapada, encerrada en mi propia piel.
Sin embargo, para cuando los abro de vuelta, sé con certeza que nunca olvidaré la primera.
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¡EL CAPÍTULO ESTÁ AQUÍ!
Finalmente😭😭😭😭.
Sé que llego unos cuantos días tarde, pero se me está complicando un poco organizar todo lo que tengo que hacer en el poco tiempo que tengo, que son unas dos o tres horas libres al día (por supuesto sin contar las que duermo jskjaks). Mi intención no es quejarme ni nada, y POR SUPUESTO la historia no va a parar, solo tengo que administrar bien mi tiempo y pues me las voy a arreglar de alguna forma.
PD: No haré spoilers, pero se acerca uno de mis capítulos favoritos😼
PD2: Espero que entiendan mis demoras, y no se cansen de la historia por lo mismo <3
PD3: Los tqm <3
Ig: feel.in_purple
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