CAPÍTULO 28
Nota: Si Wattpad los trajo primero a este capítulo, ¡den media vuelta! Porque hay otro publicado ;) Muak
Avril Fray.
—Zayn, ¿qué hacemos aquí?
Observo a través de la ventanilla los autos aparcados. No son muchos en realidad, tal vez unos quince o veinte, pero están todo dispuestos en una fila casi perfecta, apuntando hacia la pantalla gigante del autocine que aún permanece apagada.
—He comprado entradas —dice, disminuyendo la velocidad del vehículo—. Pensé que sería un sacrilegio que estuviésemos tan cerca y no ver una película.
Su pequeña sonrisa no vacila ni siquiera cuando está aparcando, colocándose en la fila tras unos ocho carros. En realidad nunca he sido muy fanática de las películas. Mi conocimiento cinematográfico se limita a todas las películas de dibujos animados que vi cuando pequeña, y a las veinte o treinta veces que había visto Valentine's Day. Pero Zayn en ese sentido (así como en muchos otros), parece ser totalmente opuesto a mí.
—Perdón que estemos tan al fondo —comenta desabrochando el cinturón—. He comprado las entradas a último momento.
—No... No pasa nada. Aquí está bien.
—¿Tienes hambre? Aquí cerca hay una cafetería. O si quieres palomitas podemos ir a un puesto cercano. Lo que prefieras.
Zayn se inclina hacia adelante, rebuscando algo en la guantera del coche. Inspiro hondo y clavo los ojos en el cristal empañado.
—Palomitas está bien. Gracias.
Le echo un vistazo rápido a nuestro alrededor antes de volver a mirarle. Ya ha comenzado a oscurecer, y el cielo se ha convertido en un lienzo pintado por tonos violetas que luchan por opacar a un naranja intenso. Detrás de la gran pantalla, las aguas del East River se mueven lentamente, y la ciudad a sus orillas, por algún motivo, hoy luce más llena de vida que otras veces. El color dorado de las luces predomina en todos los edificios, y el reflejo de estos sobre el agua forman una mancha desdibujada que se balancea lentamente hacia los lados.
—¡Genial! ¿Vamos?
Asiento suavemente.
Cuando salimos del coche Zayn se dirije al asiento trasero. Mete la mano por la ventanilla abierta y agarra su teléfono, guardándolo de inmediato en el bolsillo de sus vaqueros.
—¿Puedes pasarme el mío? Necesito enviarle un mensaje a mi padre.
—Claro. ¿Está en tu mochila?
—Sí. En el primer bolsillo.
Zayn lo hace sin rechistar, y cuando me tiende el celular lo primero que veo al encender la pantalla son las cuatro llamadas perdidas de papá.
Mierda.
Dudo entre si llamarlo o enviarle un mensaje, pero finalmente me decanto por lo último. Si lo llamase empezaría a hacer un montón de preguntas que no puedo (ni quiero) responder. Tecleo rápidamente una breve explicación, y cuando envío el mensaje me guardo el móvil en el bolsillo. Estoy segura de que mi padre no cuestionará que estoy con Will, así como tampoco lo hará con el hecho de no haber avisado antes. Muchas veces me olvido de hacerlo, así que papá desistió hace mucho de intentar que cambiase y siempre es él el primero en llamar.
—¿Necesitas algo más?
Niego con la cabeza.
—Entonces vamos. La película estará a punto de empezar.
Pasa por mi lado, haciendo un movimiento de cabeza para que lo siga. El gélido aire de la noche comienza a calarme los huesos, y definitivamente una camiseta de algodón y unos vaqueros no son el conjunto adecuado para protegerme del frío. Zayn en cambio no tiene de que quejarse. Siempre está usando sudaderas, y hoy por supuesto no es la excepción.
Esta vez es una de color gris, con un grabado de letras en las que se lee "I'd rather be sleeping". Él se acomoda la capucha distraído, y me pregunto si esta también estará impregnada en su olor.
—¿En qué piensas?
Alzo la cabeza; sus ojos azules están fijos en mí, observándome con curiosidad. Trago suavemente, y tengo que hacer de tripas corazón para no retirar la mirada.
—En nada. ¿Qué película vamos a ver?
Esboza una sonrisa preciosa. Amplia, juguetona. Mi corazón comienza a agitarse, así que esta vez si dejo de mirarlo. ¿Qué rayos me pasa?
—¿En serio no puedes deducirlo? —Su tono de voz me hace dudar mientras niego con la cabeza, sobre todo porque suena particularmente emocionado.
—¿Debería poder deducirlo? —Le miro frunciendo el ceño—. ¿De casualidad la película trata sobre una chica que es secuestrada por el hermano de su mejor amigo en un Autocine y luego sus órganos son vendidos en el mercado negro?
Suelto una risa estrangulada al terminar de hablar. Dios. ¿Por qué seré tan fanática de hacer el ridículo? ¿Será porque estoy nerviosa? Probablemente. Y cuando me pongo así de nerviosa digo cosas sin sentido, comienzo a divagar y a soltar sin pensar todo lo que se me pasa por la cabeza.
Concentro mis ojos en la tierra bajo nuestros pies. Sí. Tal vez eso ayude. Ver cómo las pisadas hacen rebotar las piedritas, como el polvo se levanta tras nuestros pasos, como la hierba...
—Depende. —Levanto la cabeza de sopetón.
Él chasquea la lengua antes de colocarse frente a mí. Entonces inclina la cabeza hacia adelante, apretando los labios hasta convertirlos en una línea. Me permito emitir una pequeña risa nerviosa. No se por qué, pero hay una chispa juguetona en sus ojos que me pone de lo más inquieta.
—¿Tu padre tiene alguna forma de rastrear tu ubicación?
Parpadeo lentamente. Zayn se lleva un dedo a los labios, sacudiendo la cabeza hacia los lados antes de comenzar a reír.
—¡Es una broma, Avril! —canturrea, poniéndose en marcha nuevamente—. Vamos a ver el Mago de Oz, ¿puedes creerlo? Justo hoy. Que casualidad.
—¿El Mago de Oz?
—Eso he dicho, Avril. Deberías prestar más atención, ¿sabes? Ven, vamos. El puesto está justo aquí.
No me permito pensar demasiado en lo extraño de esa "casualidad", porque aunque preguntase estoy segura de que él no respondería, así que cuando encamina sus pasos hasta el lugar le sigo pisándole los talones. En realidad, el puesto se trata de una pequeña carpa de color rojo, sostenido firmemente por cuatro barillas negras. En el medio hay tres máquinas dispuestas una al lado de la otra, y la señora de mediana edad que las está manejando parece ser la dueña del negocio. La cantidad de personas que se amontonan en los alrededores del "establecimiento" es inhumana, pero sin duda el olor a palomitas recién hechas atraería la atención de cualquiera.
Esperamos en la fila pacientemente, y mientras yo me mantengo observando los alrededores, Zayn saca su celular y comienza a teclear algo en él. Unos segundos después él nota que lo estoy mirando, y luego de dedicarme una pequeña sonrisa, vuelve a prestar atención a lo que sea que esté haciendo en el móvil.
¿Por qué estará siendo tan amable? No es que normalmente se comportase como un ogro o algo así, pero no mentí cuando dije que sus cambios de actitud me vuelven loca. Siempre que parece tratarme bien, ocurre algo que lo hace comportarse de nuevo como si me odiase. Entonces, ¿por qué hoy es diferente? No solo está siendo amable, sino que incluso se abrió un poco conmigo y me habló acerca de la infidelidad de su padre hacia su madre. Ni siquiera Sean me había dicho algo como eso, y eso que hemos sido mejores amigos por años.
Pero Zayn... Pareció no costarle nada mostrarme esa parte de su vida, dejarme inmiscuirme aunque sea solo un poco en ese pasado que parece aborrecer tanto.
¿Por qué?
No lo sé. Siento que si intentase entender las cosas que él hace perdería la cabeza en el camino.
Cierro los ojos e intento poner orden a mis pensamientos. Se está volviendo cada vez más difícil mantener la promesa que le hice a Sean, sobre todo porque Zayn no parece tener intención alguna de alejarse de mí, y yo, sorprendentemente, no quiero que lo haga.
—Avril, ¿me estás escuchando?
—¿Qué?
Tengo dos pares de ojos puestos en mí. Unos son azules, y los otros totalmente desconocidos.
—Te he preguntado que tipo de palomitas prefieres —dice con una pequeña sonrisa—. ¿Saladas, azucaradas o con mantequilla?
—Eh... Con mantequilla, por favor.
—Ya escuchó. Unas azucaradas y otras con mantequilla.
Tenemos que esperar unos pocos minutos hasta que la señora termine de prepararlas, así que Zayn aprovecha para entablar conversación. Descubrimos que su nombre es Emily y que tiene cuatro hijos. Empezó a vender palomitas de maíz cuando se quedó embarazada de su primer hijo, a los diecisiete años, y ha seguido haciéndolo hasta el día de hoy.
—Ser madre soltera no es nada fácil... —comenta en medio de un suspiro melancólico—. Tienen que tener mucho cuidado con lo que hacen, chicos. No todas las personas tienen buenas intenciones, y por supuesto, no en todos se puede confiar.
Las arrugas que zurcan su rostro se vuelven más notables cuando tuerce las facciones en un gesto de tristeza. Luego su mirada rebota desde el cuerpo de Zayn hasta el mío, y nos observa un tanto escandalizada, como si acabase de decir algo terrible.
—¡Ay! Perdonenme, muchachos. Ya estoy mayor, a veces digo cosas que... No estaba hablando sobre ustedes, por supuesto. Hacen una pareja preciosa..., espero que duren muchos años.
Las palomitas tiemblan en sus manos cuando nos las entrega. Estoy a punto de abrir la boca para decirle que su suposición de que somos pareja no puede estar más lejos de la realidad cuando Zayn me detiene.
—No pasa nada, Emily. Muchas gracias por las palomitas. —Sonríe, y le entrega un billete de cien dólares. La mujer lo toma con una mirada apenada, y cuando está a punto de darse la vuelta Zayn vuelve a hablar—. Así está bien. Quédese el cambio y cómprele algo lindo a sus hijos. Hasta luego.
Ambas compartimos la misma mirada de estupefacción, y mientras ella abre la boca para intentar hablar, él no le deja el tiempo suficiente para contestar. Se gira de inmediato, tomándome de la muñeca y obligándome a que lo siga.
—Démonos prisa. No falta mucho para que empiece la peli.
Resulta que Zayn tenía razón. Para cuando llegamos al auto tan solo se oye el cantar de los pájaros. Todos los coches han apagado las luces, y también han llegado unos cuantos nuevos. Me quedo embelesada (de nuevo) mirando el reflejo de las luces en el agua, y a pesar de que tengo frío, sentir el aire fresco golpeándome en el rostro es una de las mejores sensaciones del mundo.
Me encamino para abrir la puerta del coche, pero Zayn me detiene cuando se muestra divertido.
—¿Qué haces?
Sus cejas se fruncen con curiosidad.
—¿Sentarme en el coche? ¿Para ver la peli? —respondo con obviedad. La sonora carcajada que prosigue mis palabras, en cambio, no es muy agradable.
—No vamos a ver la peli ahí dentro.
Lo miro con confusión, soltando de inmediato la fría manija de la puerta.
—¿Ah...no?
—No. —Dice como si fuese de lo más evidente—. La veremos allí. En el capote.
—¿En el capote? ¡Pero si está helado! —me quejo.
Él pone los ojos en blanco.
—¿Es que siempre tienes que ser tan quejica? —reprocha, pero se inclina a través de la ventanilla trasera y me tiende una sudadera.
La tomo con la mano libre, y cuando mis dedos se hunden en la cálida tela casi suelto un suspiro de placer.
—¿Me ayudas? —pregunto, tendiendole el bote de palomitas.
Las toma sin dudar, y cuando me paso la prenda por la cabeza, el calor que invade a mi cuerpo me hace cerrar los ojos. Busco sentir todas las sensaciones que pueda, y robarme solo un poco de su aroma fijado en la tela. Tal vez pueda memorizarlo, y no será necesario enfundarme en otra de estas para recordar exactamente cómo huele.
—¿Ya?
Asiento lentamente, bajando la cabeza e intentando que no note que me he sonrojado.
—Gracias —murmuro.
Resulta que en realidad ver la peli desde el capote del coche fue la mejor decisión. O al menos hasta ahora lo parece. Ya no siento frío, y puedo disfrutar del viento, y de las estrellas. Zayn, que está justo a mi lado, y su rodilla roza con la mía, se recuesta en el cristal, pero vuelve enseguida hacia adelante porque el limpiaparabrisas se le estaba clavando en la espalda. Es gracioso verlo quejándose, y como dos arrugitas se forman en su frente cuando nota que estoy riéndome de él.
Los anuncios comienzan justo unos minutos después, y deseo que terminen pronto o devoraré todas las palomitas antes de que empiece la película siquiera. No había notado lo hambrienta que estaba hasta que me he llevado la primera a la boca.
—¿Están ricas?
Asiento con las mejillas infladas.
—Musho.
Zayn suelta una carcajada, y yo pienso que nunca antes había escuchado una risa que me hiciese sentir tantas cosas. No retira la mirada, y cuando deja de sonreír, solo quedan sus ojos sobre los míos. ¿Cómo es posible que sean de un color tan bonito? No puedo dejar de mirarlos, ni siquiera cuando sé mejor que nadie que debería dejar de hacerlo.
Entonces, sin previo aviso, se acerca lentamente. El corazón me comienza a latir rápidamente en el pecho, y creo que me he quedado sin aliento. ¿Podrá notarlo? Sus dedos se aproximan a la comisura de mis labios y la rozan suavemente. Me obligo a quedarme allí quieta, sintiendo la calidez de sus yemas contra la piel.
—Tienes un tr...
—¿Avril?
Volteo la cabeza. La imagen de un chico moreno envuelto en una chaqueta de cuero me hace parpadear confundida.
—¿Elías?
—¡Hola! Dios..., ¿cuáles eran las posibilidades de encontrarte aquí? ¡Pensé que nunca más volvería a verte!
Sacude la cabeza antes de propinar un paso hacia adelante. Su sonrisa es radiante cuando me mira.
—Eh... Sí, ¿verdad?
De repente un tanto inquieta, abandono mi cómoda posición en el capote del auto y me adelanto para saludar a Elías. Huele a vodka y a menta, y cuando su mejilla roza la mía, su mano se posiciona en mi cintura. Retrocedo de inmediato, intentando que no sea demasiado evidente la incomodidad que me produce su contacto. Él no parece notarlo, porque su sonrisa no hace más que ensancharse con cada segundo que pasa.
—La última vez olvidé pedirte tu número de teléfono —confiesa, frotándose la incipiente barba—. La verdad es que me caíste muy bien, así que estuve toda la noche intentando dar contigo. Cómo ves, no pude encontrarte. Tampoco a Will. Pero ahora estás aquí.
Inspira hondo y aparta la vista de mi rostro, llevándola a sus vaqueros antes de sacar del bolsillo trasero su móvil. Me lo tiende con la rapidez de un resorte.
—¿Me lo darás? Perdona las prisas, pero mis amigos me están esperando.
Trago saliva con fuerza, pero tomo el teléfono entre mis manos. Tecleo mi número con los dedos temblorosos, y de la misma forma se lo devuelvo. La luz de la pantalla se refleja en su rostro, y cuando vuelve a mirarme mostrando los dientes, intento desprenderme de la molestia que me recorre de pies a cabeza.
—Te haré una perdida, ¿vale? Para que agendes mi número.
Mi móvil suena de inmediato, así que lo sostengo entre mis manos antes de ver el número de Elías bailando en el cristal. Cuelgo e intento sonreír antes de dirigirme a él.
—Listo. Supongo... Supongo que estaremos en contacto.
Él asiente mientras se arregla el cuello de la chaqueta. La Luna tras de él se alza menguante, así que decido concentrar mi atención en ella.
—Por supuesto, Avril como la primavera. Espera mi llamada.
Se acerca a mí, y esta vez son sus labios los que rozan mi mejilla. No son suaves, ni cálidos; más bien se sienten fríos y ásperos. Cuando su rostro es todo lo que vuelvo a ver, intento que no se me note lo incómoda que ha conseguido ponerme con esa acción.
—Ya nos veremos. —Sus ojos se desvían hasta un lugar encima de mis hombros—. ¡Eh, colega! Hasta luego.
Se aleja dando zancadas, y enseguida su cuerpo se pierde entre los autos. Suelto todo el aire contenido, y cuando me doy la vuelta, los ojos azules de Zayn me observan con una frialdad que me provoca escalofríos.
—¿Conoces a ese tipo? —Su voz se escucha lejana, exigente.
—¿A Elías? —Frunzo el ceño—. No podría decir que lo conozco, no. Solo lo he visto un par de veces, contando esta. ¿Por qué?
Él decide ignorar mi pregunta.
—¿Solo lo has visto un par de veces? —Bufa—. ¿Y aún así le has dado tu número?
Abro los ojos con sorpresa. ¿Qué tipo de preguntas son estas?
—Zayn, no estoy entendiendo nada.
—¿Vas a salir con él? —sisea.
Está completamente inmóvil desde su lugar.
—¿Qué? —Suelto una risa estrangulada—. ¿De qué estás hablando? ¿Por qué me preguntas eso?
—Responde —exige, mirándome sin ningún tipo de expresión—. ¿Vas a salir con él?
Me toma un par de segundos darme cuenta de que va en serio, aunque aún no puedo entender el por qué. ¿Estará preocupado por mí...? De igual forma tomo aire y enderezo los hombros, intentando hablar con suavidad.
—Zayn, es una tontería que...
—Ese tipo es un capullo, Avril —dice, alzando la voz—. Un imbécil que solo saldrá contigo, te follará y te dejará tirada. ¿Es que es eso lo que quieres?
Se desliza por el capote, y cuando aterriza sus pies levantan el polvo bajo sus zapatos. Se acerca a mí y me toma de la muñeca, levantando mi mano y obligándome a mirarlo.
—¿Te gusta? —inquiere tensando la mandíbula—. ¿Es eso? ¿Te gusta ese imbécil?
—¿Qué? ¡Por supuesto que no! Apenas le conozco, Zayn —respondo.
—¿Entonces por qué coño le diste tu número? Joder, Avril. Es obvio que quieres que te llame.
—Por Dios, Zayn. ¡Le di mi número por pura educación!
Él pone los ojos en blanco, soltando una risa sarcástica.
—Ya, claro. ¿Y esperas que me crea eso?
—Pero... ¿Se puede saber a ti qué rayos te pasa? —reclamo, gritando más de lo que me gustaría—. ¡Es problema mío a quien le doy mi número o no! ¡Tú no tienes ninguna decisión en eso!
Mi pecho sube y baja inestable. No recuerdo haber estado nunca tan...tan... enojada, impotente, furiosa. ¿Qué se cree? Por Dios, ¡si ni siquiera entiendo esta reacción! ¿Es que alguna vez tuvo algún problema con Elías? ¿Es por eso que no le soporta?
—Tienes razón. —Sus ojos me miran, pero es como si no lo estuviesen haciendo—. No tengo por qué meterme.
Su voz es robótica, completamente lineal y carente de cualquier tipo de emoción, ni siquiera de enojo.
—Terminemos con esto. Te llevaré a casa.
—¿Qué? Pero, ¿y la película...?
Se da la vuelta de inmediato, dirigiéndose a la puerta del piloto.
—Ya no tengo ganas de verla. Fue una completa estupidez venir aquí —masculla, azotando la puerta cuando se adentra en el auto.
Me acerco hasta la ventanilla, y él me habla sin siquiera mirarme.
—Sube. Te llevaré a casa.
Permanezco unos segundos parada junto al coche como una estatua, esperando... ¿Esperando qué? ¿Que me mire? ¿Que se disculpe? ¿Que cambie de opinión? Me queda bastante claro que no lo hará cuando prende el motor del coche y las palomitas se derraman sobre el capote al tiempo que el vehículo comienza a vibrar. Resoplo frustrada y propino zancadas furiosas antes de abrir la puerta y dejarme caer en el asiento del copiloto. Evito mirarlo a toda costa, y lo último que veo antes de clavar los ojos en mis rodillas, es la mezcla de blancos y negros que da vida a la película.
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¡El segundo capítulo del día! ¿Qué opinan de la reacción de Zayn? Es obvio que está celoso😼
PD: Díganme en los comentarios que les pareció el capítulo ¡A mí me encantó!
PD2: Intentaré actualizar lo más pronto posible.
PD3: Los tqm <3
Ig: feel.in_purple
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