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CAPÍTULO 20

Avril Fray.

Sigo mirando la puerta aún cuando pasan varios minutos de la partida de Zayn. Ahogo un grito de frustración, retorciendo la tela de la sudadera entre mis dedos. ¿Cómo puede ser tan increíblemente molesto?

Me vuelvo lentamente hacia el espejo, entrecerrando los ojos ante el reflejo que me muestra de mí misma. Tengo el cabello alborotado y las mejillas enrojecidas. El corazón aún continua latiendo desbocado, así que respiro profundamente intentando calmarme. No funciona; es imposible tranquilizarme cuando sé que está a solo unos pasos. Lo peor de todo, es que aún puedo sentir su perfume percutiendo entre las paredes, como alguna clase de espectro suyo cuyo único trabajo es torturarme.

Suspiro y deposito la sudadera en el toallero plástico, dejando correr el agua en el lavabo. Alargo la mano y me mojo el rostro antes de peinarme el cabello con los dedos y volver a tomar la sudadera.

La tela es suave, con finísimas líneas rojizas que atraviesan la prenda de manera horizontal. Dejo que la camiseta estropeada se deslice lentamente entre mis dedos, y cuando termina en el suelo, me pongo la sudadera.

Es... grande, ridículamente grande. Tengo que enrollarme las mangas a la altura de los codos para conseguir que se me vean las manos, y me llega hasta la mitad del muslo.

Resoplando resignada, le echo una última ojeada a mi aspecto en el espejo y salgo del cuarto de baño. Para mi sorpresa Zayn está justo en frente, recostado a la pared y por supuesto, con un cigarrillo en la boca.

—Pensé que no saldrías nunca —reprocha, tirando el cigarrillo casi intacto por la ventana a su lado.

Parpadeo confundida.

—No hace falta que...

—No pasa nada —interrumpe. Sus ojos me escudriñan de arriba a abajo—. De todos modos pensaba tirarlo.

Frunzo el ceño aunque él esté mirando para otro lado. Eso parece poco probable, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que Zayn disfruta fumar, pero se agradece respirar aire puro.

Me acerco para colocarme a su lado junto a la venta. El aire fresco me acaricia las mejillas, y me veo tentada a cerrar los ojos para disfrutarlo un poco más. Si tan solo pudiera...

—Te queda mejor a ti.

Mis ojos se abren con sorpresa. Giro la cabeza para mirar a Zayn, pero él está mirando al piso.

—¿De qué hablas?

—Mi sudadera —aclara, levantando la cabeza. No tiene ninguna expresión en el rostro—. Se ve mejor en ti.

Separa la espalda de la pared y se rasca la nuca. Da la impresión de estar... incómodo. No parece el mismo chico de hace unos minutos, ese que se mostraba tan seguro de sí mismo mientras me acorralaba como un depredador a su presa.

—Gracias... —murmuro.

—¿Qué sucedió? —Su voz es tan tenue que aún no sé cómo consigo escucharlo.

—¿Cuándo?

—Ayer en la tarde. ¿Qué te sucedió?

Me tenso de inmediato, y mis ganas de responder se pierden en un pozo infinito de posibles excusas.

—¿De qué hablas? —pregunto con una sonrisa nerviosa—. Estabas ahí, Zayn. Viste lo que sucedió.

Sus ojos azules me miran de nuevo, luciendo más atormentados que de costumbre.

—No. —Niega con la cabeza—. No tiene sentido. Yo ví la pelota. No venía desde tan lejos.

Ladeo la cabeza.

—¿Ah... no?

—No.

Carraspeo.

—Fue solo una falta de aire. Por el golpe.

Entorna los ojos. Si algo he aprendido de Zayn, es lo mucho que le disgusta que le lleven la contraria.

—El golpe no fue tan fuerte —insiste—. ¿Cómo pudo haberte provocado semejante reacción? Joder, Avril. Te estabas ahogando.

Trago despacio y mis dedos se incrustan en el marco de la ventana. ¿Desde cuándo Zayn es tan obstinado?

—Sí, me estaba ahogando. Pero también recuerdo haber tenido una pelota de rugby incrustada en mi estómago. ¿Tú no?

Él me mira con desconfianza, entrecerrando los ojos de una manera... Sí, como si estuviera reprochandome y al mismo tiempo, intentando averiguar algo.

—Sé que estás mintiendo —declara, mostrándose más serio de lo habitual.

Pongo los ojos en blanco, separándome de la pared y mirándole directamente, con los brazos cruzados a la altura de mi pecho.

—¿Por qué mentiría?

No me gusta el rumbo que ha tomado conversación. Zayn no debería mostrar interés por mi vida, sobre todo, porque la parte más complicada de ella es la única que no quiero enseñarle. Mi enfermedad es mía, nadie más que yo debería involucrarse en ella. Así que si hay algo que me inquieta más que la idea de Zayn enterándose, es el pensamiento de querer mostrarle otras partes de mí.

Llevo los dedos a mis sienes, masajeando la zona mientras cierro los ojos. Me pregunto si el exceso de ruido y la poca iluminación pueden volver loca a una persona.

—No sé por qué estás mintiendo, Avril  —Su voz es el ejemplo perfecto de la determinación—. Pero créeme que voy a averiguarlo.

Comienzo a reír. Una risa nerviosa, de esas que te salen de la garganta como a trompicones, como si no quisieran salir realmente.

—¿Vas a averiguarlo, Sherlock? —Enarco una ceja, jugueteando con mis dedos tras mi espalda—. Pensé que no te interesaban mis asuntos.

—Y no lo hacen —espeta, alejándose de la pared y posicionandose frente a mí—. Pero no sería muy divertido verte morir en frente de mí. Tendría que dar muchas explicaciones, ¿sabes?

Pongo los ojos en blanco.

—Ya..., seguro.

Exhalo aire lentamente, completamente perdida en su naciente sonrisa. ¿Por qué tiene que ser tan guapo? ¿No puede simplemente tener... no lo sé, dos narices? ¿O por lo menos no tener unos ojos tan bonitos?

Es irritante.

Bueeeeeeno... —Me escabullo por su lado, mirándole con una sonrisa inquieta—. Creo que yo me voy llendo. Will estará preoc...

Antes de poder terminar de hablar, y ejecutando un movimiento tanto ágil como sorpresivo, Zayn se coloca frente a mí. Sí. De nuevo.

—¿A dónde vas?

Siento una pequeña punzada en el corazón que se siente más bien como un pinchazo; filoso pero certero.

—A buscar a Will —digo, soltando todo el aire—. Gracias por la sudadera. Te la devolveré la próxima vez.

Intento escabullirme nuevamente, pero me detengo al sentir unos dedos aferrandose posesivos en mi muñeca. Su tacto es tan cálido y suave como recordaba, y se aferra a mi piel como si no quisiera soltarme.

Ya, eso es una auténtica estupidez.

Me giro para enfrentarle cara a cara, intentando obviar el cosquilleo nervioso que se instala en la boca de mi estómago. La expresión de su rostro es maliciosa, y tal vez, solo tal vez, un poco cínica.

—¿Piensas irte así, sin más? ¿Después de haberme arruinado la diversión de esta noche?

Las comisuras de sus ojos se arrugan ligeramente cuando me sonríe. Estoy a punto de preguntarle a qué se refiere cuando recuerdo a la chica que vi en el baño.

Espera..., ¿no querrá decir que...?

Niego con la cabeza, intentando expulsar aquellos pensamientos tan irracionales, y en su lugar una sonrisa sagaz se manifiesta en mi rostro. Me libero de su agarre, y acercándome a él, le doy palmaditas amistosas en el brazo.

—Tranquilo, lo superarás.

Suelta una carcajada, con la diversión cruzando sus facciones. Me apresuro a pasar por su lado y encamino mis pasos a la escalera para llegar hasta Will. Siento los suyos pisándome los talones, pero lo ignoro y continuo bajando.

¿Quieren escuchar un dato innecesario? Son 23 escalones.

Una vez abajo, mis ojos se clavan en el sofá donde están los amigos de Will. Con total horror, soy capaz de percibir dos cosas; la primera son los idiotas de sus amigotes completamente borrachos, y la segunda, es su lugar vacío.

Con una creciente sensación de alarma le busco desesperada con la mirada, pero no consigo verle por ninguna parte. Los cuerpos danzarines son el escudo perfecto, y eso solo consigue ponerme de los nervios.

—¿Qué pasa, Av? ¿Tu amiguito te abandonó?

¿«Av»?

¿Desde cuándo me llama «Av»?

Reprimo un escalofrío cuando siento su aliento contra mi cuello, así que me separo de golpe, con el corazón bombeando sangre a una velocidad increíble.

—Claro que no —espeto.

—¿Entonces? —Se escucha tremendamente divertido—. ¿Dónde está?

No contesto.

Exacto, Will. ¿Dónde estás?

Quizás haya salido a buscarme, o está demasiado ocupado merodeando por ahí y hablando con Sam, o lo secuestraron para vender sus órganos en el mercado negro. En cualquiera de los casos, es un problema, sobre todo porque al rebuscar en los bolsillos traseros de mis vaqueros, recuerdo espantada que mi móvil está en su auto.

Sip, creo que la situación ya no puede ir peor.

Quiero meter la cabeza en un montón de estiércol por lo que voy a hacer a continuación, pero situaciones desesperadas requieres medidas desesperadas, ¿verdad? Me doy la vuelta, permitiendo que mi dignidad quede sepultada bajo un pozo de angustia y miseria del que jamás podrá recuperarse, y le doy a Zayn un intento de sonrisa.

Él por su parte me observa impasible, sin mover ni siquiera un músculo.

—Esto... ¿Podrías prestarme tu móvil?

Arruga el rostro como si no me hubiese escuchado, pero el muy idiota está sonriendo.

—¿Disculpa? No escuché lo que dijiste, ¿podrías repetirlo?

Gruño por lo bajo, convirtiendo las manos en un puño.

Piensa en Will, Avril. En Will y en lo bien que te vas a sentir cuando estés entre la calidez de tus sábanas, muy, muy lejos de Zayn.

Sonrío ligeramente, mirando al suelo.

Sí, ese pensamiento parece funcionar.

Levanto la cabeza lentamente, permitiendo que nuestros ojos se encuentren. Está retándome con la mirada, mostrándome esa estúpida sonrisa presuntuosa que es tan suya.

—¿Podrías prestarme tu móvil? —repito—. Olvide el mío en el auto de Will, y de verdad necesito llamarlo.

Se aventura a inclinar su cabeza hacia adelante, sonriendo más ampliamente.

—¿Quieres mi móvil? —Asiento de forma casi imperceptible—. ¿Y qué gano yo con eso?

Pongo los ojos en blanco.

—¿Es que no puedes ganar solo la satisfacción de ayudar a otra persona?

Me mira como si lo que acabara de decir fuese un auténtico disparate.

—No. —Se encoje de hombros—. Te daré mi teléfono a cambio de algo.

Resoplo, siendo consciente de que nada de lo que diga va a hacerlo cambiar de opinión a él, ni me va a ayudar en algo a mí.

—Bien, ¿qué quieres?

Sus labios se curvan en una sonrisa juguetona, de esas que prometen desastre por dónde quiera que las mires.

—Eso ya lo decidiré más tarde —susurra.

Y por varios segundos, todo desaparece. Tan solo están sus ojos azules y los míos en una batalla de miradas que parece infinita, de esas a las que creo que he comenzado a acostumbrarme si son sus ojos los que me miran, porque por alguna razón, no se siente extraño con Zayn.

A continuación rompe el contacto visual. Mete la mano en el bolsillo de sus vaqueros, saca su teléfono y lo desbloquea, lanzándolo a mis manos sin el más mínimo cuidado.

Boquiabierta por lo rápido e inesperado de su acción, lo veo deslizarse por mi lado con pasos desganados pero seguros.

—Puedes quedártelo, ya me lo devolverás más tarde.

Y lo veo perderse, de nuevo, entre la multitud de cuerpos sudorosos que bailan al ritmo de la música.

—Papá... —susurro, dando suaves golpecitos en su hombro.

—¿No crees que deberías dejarle dormir? —pregunta Will.

Niego con la cabeza.

—No puede quedarse dormido en el sillón. Además, necesita saber que llegué.

Vuelvo a tocarle el hombro. Esta vez lo sacudo un poco más fuerte, y el libro que descansa en su regazo se resbala y termina en el piso.

Es el ruido que este provoca al caer lo que consigue que mi padre arrugue el rostro. Con dificultad abre un ojo, luego otro, los restriega con sus dedos y bosteza sonoramente.

—Llegaste... —Sonríe somnoliento y posa la mirada en Will—. Gracias William, por traerla. Me tranquiliza saber que mi pequeña tiene un amigo como tú.

Pongo los ojos en blanco sin que mi padre me vea mientras Will muestra una expresión amable e inocente, justo el tipo de expresión capaz de esconder el hecho de que hace una hora estuvimos en una fiesta, y no en la estúpida exposición de reptiles disecados de la que Will le había hablado a mi padre.

—No tiene que agradecerme, señor Fray. Es mi deber.

Cuando mi padre se levanta tomo su brazo para ayudarlo. Aún está medio dormido y no quiero que vaya a tener algún accidente por caminar con los ojos entrecerrados.

—Yo ya me voy —dice mi amigo, curvando sus labios en una sonrisa que va dirigida a mi padre—. Señor Fray, siempre es un placer. Avril, que descanses.

Giro la cabeza para mirarlo. Se ha acercado a mí para darme un beso en la mejilla.

—Buenas noches, Will.

Cuando cruza la puerta acompaño a mi padre a su habitación. Luce cansado, con ojeras bajo sus ojos que me resultan dolorosamente familiares.

—¿Te divertiste? —pregunta, y mi mente viaja hasta Zayn.

Finjo una sonrisa.

—Sí. Hubieron algunos inconvenientes, pero nada que no tenga solución.

—Me alegro. —Me acaricia el pelo, y entonces se fija en mi ropa—. ¿Qué es eso?

Me encojo de hombros, mostrando una falsa naturalidad.

—Es de Will. Tenía frío y él me la dio.

—¿Frío? —Hace una mueca—. No deberías sentir frío. Aún estamos en verano. ¿Estás bien? ¿Acaso tienes fiebre?

Me pone la mano en la frente para verificar mi temperatura, y yo tomo su muñeca para apartarlo.

—No, papá. —Sonrío para aliviar su preocupación—. Era solo frío.

—¿Estás segura? —Insiste—. Mira que si sientes algo podría llamar a Leyla y...

—Papá —lo interrumpo—. Estoy perfectamente. En serio.

Sus labios se curvan en una sonrisa agridulce.

—Está bien. Que duermas bien entonces.

Se despide de mí con un beso en la mejilla y se adentra en su habitación. Yo camino hacia la mía como toda una zombi, arrastrando los pasos.

Cuando abro la puerta y tengo la cama de frente, me tiro sin ningún cuidado y cierro los ojos de inmediato. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba hasta que he llegado casa.

La sudadera de Zayn todavía me cubre el torso para cuando me quedo dormida, y su olor pegado a mi nariz me trae la vaga sensación de que lo tengo justo al lado. Por un momento, incluso pienso que es así, y un acto de duermevela estiro los dedos, buscándolo.

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¡Hola, Hola! ¡El capítulo de hoy está aquí! Pueden dejarme en comentarios si les gustó, y que tal les va pareciendo el desarrollo de la relación entre Avril y Zayn🥰🫂

Quiero contarles que ayer dedique toda la tarde a planear el libro (lo que pasa a continuación de este capítulo hasta el final) y me emocioné mucho con las que imágenes que tengo en mi cabeza, aunque también solté una que otra lagrimita. ¡Me muero por escribirlas y que ustedes las lean!

PD: ¿Sabían que en la primera versión que escribí del libro, Avril y Zayn se conocían en un planetario?

PD2: Los tqm <3

Ig: feel.in_purple

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