Capítulo 2
Nos llevaron en coche a la universidad. Estaba a tan solo una hora de trayecto, por lo que podríamos volver sin ningún problema cuando quisiéramos. Liam se había quedado con sus abuelos y Nicole insistió mucho en acompañarnos a Ethan y a mí. Ashley no paraba de decirme que me iba a gustar el sitio donde se situaba la residencia y el campus. Y tenía razón. Cada paisaje que mostraba durante el viaje era espectacular y no veía la hora de llegar para poder apreciarlo con la cámara.
El hijo mayor de los Grace se bajó del coche enseguida para coger su maleta e instalarse cuanto antes. Su madre se quedó con la pequeña, que se había quedado dormida y Jacob me acompañó a hospedarme. Llegamos a mi habitación y me encontré a una chica sentada con las piernas cruzadas en una de las camas. Llevaba dos trenzas y unas gafas prominentes. Llamé su atención y en seguida se incorporó para saludarnos. Me dio un abrazo al cual le correspondí y se presentó:
—Me llamo Madison —dijo con una sonrisa mientras le daba la mano a Jacob—, y tú debes de ser mi nueva compañera de cuarto.
—Nora, y él es Jacob, mi...
—Su tutor legar —me interrumpió mientras dejaba la maleta en la cama. Apoyó su mano en mi hombro y me dio un apretón. Le miré y le sonreí. Nunca había pensado que podría llegarse a dar esta situación y la verdad es que me ha resultado bastante incómodo. Hasta entonces no me había preguntado cómo presentar a la familia con la que vivía a la gente. Solo llevaba dos años con ellos y me costaba nombrarlos de alguna manera afectiva que no fueran sus nombres.
—Bueno, chicas, yo me marcho ya —dijo él mientras señalaba con su pulgar la puerta. Después me miró para dirigirse especialmente a mí—. Cualquier cosa que suceda puedes llamarnos. También he agregado el número de Ethan, que será más útil puesto que está más cerca que nosotros —dijo mientras me extendía un móvil. Me sorprendió bastante ese gesto. Yo nunca había tenido uno y, sin embargo, me lo estaban regalando en ese preciso momento.
—Yo... muchísimas gracias, Jacob —respondí mientras cogía el teléfono y le proporcionaba un abrazo.
—Te irá todo estupendamente, eres fuerte —me recordó y, acto seguido, se despidió definitivamente para salir por la puerta.
Me apresuré a organizar mi lado de la habitación. Siempre había soñado con este momento, por lo que quería que fuera mi pequeño hogar durante esos años. Mi compañera de cuarto me observaba a cada paso que daba, aunque para ese entonces me daba igual porque estaba concentrada en lo mío.
Cuando terminé, por fin me senté en la cama y miré a Madison.
—¿Desde cuándo una adolescente no tiene móvil? —me preguntó realmente sorprendida. Me encogí de hombros y suspiré. Para no tener que darle una explicación extensa porque, sinceramente, no me apetecía y ni si quiera conocía a esa chica, le dije que era una historia larga y, al parecer, se conformó.
Ella era un par de años mayor que yo, pero era su segundo en la universidad. Me estuvo explicando cómo, tras muchos esfuerzos, consiguió el dinero para poder estudiar. Parecía simpática a pesar de no sentirme del todo cómoda. Evitaba preguntarme, por lo que estaba muy agradecida. Mi vida era un tema de lo más delicado y no quería dar una impresión errónea a lo que verdaderamente yo era.
Hablaba muchísimo y, en algunas ocasiones, me perdí en su monólogo. Yo simplemente me limitaba a asentir.
—Y ya que es tu primer día, deberíamos ir a la fiesta de bienvenida que hacen en la fraternidad —sugirió. Me quedé mirándola algo extrañada y ella se empezó a reír—. Ya, parezco la típica empollona y friki que no sale de su habitación, pero créeme cuando digo que me gustan las fiestas —me guiñó un ojo y se puso de pie. Fue a su armario y sacó un vestido rojo con encaje negro cubriendo los brazos. Parecía bastante ceñido y me preguntaba cómo iba a caber Madison en él. Después se acerco al mío y buscó entre mi ropa. No me gustó nada que rebuscara entre mis cosas, pero estaba inmóvil mientras la observaba.
—¿Qué es esto? —refunfuñó mientras sostenía mi camiseta de Stitch. Negó con la cabeza y la dejó en su sitio de nuevo.—¿Solo tienes sudaderas y camisetas informales?
—No salgo de fiesta —me excusé. Madison suspiró y me entregó un vestido negro de tirantes.
—Ponte esto, seguramente no te quede igual que a mí, pero te hace el apaño.
Le hice caso y me lo puse. Me quedaba bastante apretado, pero me gustaba la figura que me hacía. Me puse máscara para las pestañas y me recogí el cabello en una coleta alta dejando un par de mechones sueltos. Mi compañera de piso había insistido en que me pusiera uno de sus pares de tacones, pero me negué rotundamente. En su lugar, me puse unas botas negras que creía que le daban un toque más cañero al look.
Me miré en el espejo cuando terminé de vestirme y estaba irreconocible. No parecía la misma chica huérfana e insegura. Madison se acercó detrás de mí y posó sus manos en mis hombros:
—Preciosa —aseguró. Ella también estaba guapísima, la verdad es que no quedaba un ápice de la chica que había visto al principio con sus trenzas y gafas. Estaba mucho más sexy y cualquiera reconocería algo así. Daba incluso respeto estar a su lado.
Llegamos a la fraternidad después de un buen rato. Vinimos en autobús, cosa que no me gustó porque no tendríamos flexibilidad con los horarios y por la madrugada no pasaba ni uno, lógicamente. Cuando entramos, en un salón enorme se albergaba la mayoría de gente, caminando hacia la cocina y vuelta con sus vasos de alcohol. Madison me sonrió y me agarró de la mano para que no me perdiera. Fuimos en busca de sus amigos y estos estaban sentados en uno de los sofás.
—Os presento a mi nueva compañera de habitación: Nora —dijo Madison mientras decía sus nombres uno a uno. A decir verdad, no me acordaba de ninguno, por lo que decidí quedarme de pie mirando a mis alrededores hasta que una mano se posó en mi espalda y me guió al sofá. Me senté en una esquina y al lado había un chico de pelo rizado que me sonrió.
—Es la primera vez que Madi nos presenta a alguien tan guapa —dijo mientras dejaba una mano en mi rodilla. Mi mirada se fijó en ese contacto que me pareció realmente incómodo, pero no pude moverme. Mi reacción fue simplemente sonreír—. Deberías relajarte —continuó—, estamos en una fiesta —alzó su vaso en alto y pegó un sorbo.
Aquel tipo no traía sensaciones buenas y eso era un aviso. Si algo había aprendido es que mi don era capaz de identificar cuándo es un buen momento o no. Si una persona era adecuada o, a veces, tenía la sensación cuándo algo no iba bien. Y aquella era una de esas veces que sentía que me tenía que alejar.
Busqué a mi compañera de piso con la mirada y cuando la encontré me acerqué a ella; estaba bailando en mitad del salón con varios chicos a la vez. Una vez llegué a ella, me invitó a entrar en el círculo que habían formado entre todos y Madison quedaba en medio. Me tendió la mano y casi al rozarla, alguien me cogió de la muñeca y tiró de mí. Faltó poco para que mi culo acabara estrellándose contra el suelo, pero me recompuse en seguida. Visto desde atrás, su figura me parecía familiar. Subimos a la planta de arriba y me metió en un baño.
—De verdad que me parece estupendo que quieras hacer amigos e integrarte, pero con Madison no —dijo Ethan tras girarse y cruzarse de brazos mientras me miraba fijamente a los ojos.
—¿Qué ocurre? —pregunté sin entender nada.
—Esa chica es una mala persona, Nora —me aseguró—. No te va a traer nada bueno, ni ella ni su pandilla.
—Me dijiste que no ibas a hacer de niñera —repuse. Ethan, sin embargo, suspiró frustrado.
—Está bien —dijo mientras se pellizcaba el puente de la nariz—, yo te lo he avisado —me apartó y salió por la puerta. Estaba patidifusa, pues no entendía aquella reacción. Me acerqué al lavabo y me puse un poco de agua por las mejillas y la nuca. Cuando miré al espejo, había un chico con la cara prácticamente desfigurada de los golpes. Me giré y desapareció. Salí asustada del baño y fui directa al jardín. Pasé al lado de Ethan que me dijo algo, pero yo solo me paré unos segundos para decirle que estaba ocurriendo algo. Bajé las escaleras lo más rápido posible y salí de aquella casa. En el jardín se estaban peleando dos chicos y había un corrillo alrededor de ellos.
—¡Lo están matando! —escuché decir a varias chicas de allí.
Había un chico encima del otro y este levantó el puño, en aquel momento no pensé, pero me agaché y le presioné el hombro con mi mano. Me miró con ira y por suerte esquivé su puñetazo. Se llevó las manos a la boca y me pidió perdón.
—Yo estoy bien —le comenté—, pero este chico no, y cómo sigas lo acabarás matando. No es bueno para ninguno de los dos.
—¡Se ha tirado a mi novia! —gritó.
—¿Y crees que matarlo es una opción? Y ella es quien tiene la culpa por acceder.
Escuché murmuros de fondo, pero los ignoré por completo; estaba dispuesta a salvar una vida. La sirena de la policía y ambulancia en seguida fueron reconocidas, por lo que miré al chico con seriedad:
—Gracias —le susurré y se levantó dispuesto a marcharse. En ese momento los coches se hicieron visibles en la calle y atendieron al muchacho que estaba tendido. Me alejé para que pudieran trabajar.
Al lado mía apareció de nuevo el rostro magullado de antes. No aparté la mirada de su cuerpo, pero pude decirle unas palabras:
—Lucha —susurré. Le estaban realizando una RCP para recuperarlo—, no puedes rendirte.
La ente desvaneció y una tos se escuchó del chico que estaba en el suelo. Suspiré aliviada.
—Nora —llamó Ethan mi atención desde atrás—, ¿cómo sabías que...? —dijo mientras con sus manos señalaba todo el revuelo que había sucedido. Me encogí de hombros.
—Intuición —me limité a responder.
—¿Con quién hablabas ahora? —insistió. Fue entonces cuando le miré a los ojos. Suspiré y no le respondí, pero no pareció que le importara que no le diera una respuesta concisa.
Fueron una locura mis primeras semanas como universitaria. Estuve yendo al hospital para ver cómo estaba Owen. Me dio las gracias por haberle salvado la vida. Por suerte, no recordaba cómo supe lo que estaba ocurriendo; era algo común en estos casos. Su ser más profundo avisaba para salvarse, pero no eran conscientes de lo que estaban haciendo.
Las clases me gustaban mucho y sacaban mi lado más creativo. Tenía que hacer unas fotos para retratar la felicidad. Era el primer trabajo que nos mandaban y aún no sabía por dónde empezar, aunque aún tenía varias semanas por delante. Al principio pensé en fotografiar a los perros y su versión más conmovedora y dulce por la que nos acabamos enamorando de ellos y, a pesar de ser la que más me convencía, faltaba algo. La idea estaba clara: ir a un refugio y mostrar un antes y después tras hacerme voluntaria, claro, pero estaba el pequeño problema de la movilidad, dinero y saber dónde había un refugio. No iba a ser tan fácil conseguir todo eso en poco tiempo y conseguir que los perros se pusieran contentos después de lo mal que lo suelen pasar, por lo que casi que mejor descartaba esa idea.
Me acabé haciendo amiga de Owen y no tardó mucho en salir del hospital. Le mandaron hacer reposo en casa y él tenía un piso no muy lejos de la universidad, así que el mismo día que le dieron el alta, lo acompañé. Se tiró rápidamente al sofá y puso música en la televisión. Me senté en una silla y me fijé en las cuatro paredes que nos rodeaban.
—Gracias por todo lo que has hecho por mí —comenzó a decir—, aunque ni mucho menos lo merezco.
—¿Por qué? —indagué tras mirarle fijamente a los ojos con seriedad.
—Sabes por qué fue la pelea...
—¿Es que aquella chica no tiene la culpa de nada? Si de verdad no hubiera querido acostarse contigo por lealtad a su novio, no lo habría hecho.
Aquellas cosas realmente me ponían de los nervios. Si tienes pareja, no tienes ojos para nadie más. Ese es mi principio y, si quieres tener a varias personas a tu disposición en diferentes momentos, mejor no comprometerte en ninguna relación seria y dejar las cosas claras desde un principio. ¿Tanto le costaba a la gente entender algo tan básico? Y lo que más me fastidiaba de toda la situación es que la culpa la tenía la otra persona, no con la que estás. Era frustrante.
Owen me explicó la historia un poco por encima. Se conocían de clase y tonteaban bastante. Él no sabía que ella tenía pareja, de haberlo sabido, me aseguró cientos de veces que no hubiera hecho nada. Hicieron entre ellos como una especie de apuesta, lo que implicaba acostarse juntos. Y así sucedió. En su piso. Después estuvimos hablando de cosas banales hasta que se quedó dormido. Le puse una manta encima y me fui a la residencia.
Madison me despertó y ya había oscurecido. Me había quedado dormida mientras pasaba los apuntes a limpio. Me contó algunas movidas, pero estaba demasiado cansada como para prestarle atención, por lo que decidí dormirme con ansias de comenzar un nuevo día.
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