Capítulo quince
Regresar al lugar donde pasó gran parte de su vida era algo grandioso para él, aunque para Camus la idea de estar en el lugar donde quizá unos años más tarde se vuelva su hogar en compañía de sus alumnos le resultaba nostalgia al recordarlos.
A lo lejos se podía distinguir la silueta de lo que parecía ser un pequeño pueblo, era muy raro que los rayos del sol reflejaran en los majestuosos hielos perpetuos; la nieve del suelo era suave y fina, cada paso que ambos daban se podía sentir la brisa helada a la cual los dos estaban acostumbrados.
- Bienvenido al lugar que me cobijó en el tiempo que estuve entrenando...
- Blue Graad - Interrumpió Camus al divisar a lo lejos como una pequeña aldea donde salía lo que parecía ser humo de las chimeneas - Siempre creí que este sitio solo eran ideas de mi alumno Hyoga, ahora me doy cuenta que en realidad Blue Graad existe.
- ¿En tu época no existe Blue Graad? - Cuestionó Dégel con asombro.
Cómo era posible que al pasar de los años aquellas tierras que lo cobijaron con amor resultará desconocido en la época en la que Camus pertenece.
Para ser exactos doscientos años más.
- Hyoga mencionaba que el pueblo se creía extinto debido a un terrible invierno, la gran mayoría de sus habitantes fallecieron por el frío extremo, pero algunos de ellos lograron sobrevivir. Además solo eran palabras que han cambiado generación en generación, todos decían que era una ciudad perdida en la región al norte de Siberia.
Añadió Camus al ver que Dégel se había quedado perplejo ante tal dato, quizá no le resultaba agradable la idea de que el lugar donde alguna vez fue su hogar fuera como una especie de civilización perdida a través del tiempo.
En ese momento agradecía internamente que Hyoga tenía la total confianza de contarle todo lo que sabía, ahora estaba a unos pasos de conocer en realidad aquellos mitos y leyendas que se han contado a lo largo de todos estos años.
- ¿Cómo es posible que olviden un tesoro valioso como Blue Graad? ¡Estoy en desacuerdo! - Esto último exclamó con molestia, la idea de escuchar aquella verdad no le resultaba nada agradable.
- Creo que todo es transitorio Dégel Sama - Interrumpió Camus deteniendo su andar mientras su mirada se encontraba fijamente en el horizonte - No sé que pudo pasar para que este lugar del cual hablas con mucho entusiasmo se pierda a través del tiempo. La leyenda que Hyoga me contó menciona que la ciudad surge después de la última batalla con Poseidón, ocho santos de Athena consiguieron vencer al emperador del mar y tras su encierro en la ánfora, los ocho guerreros se quedaron en la zona de Siberia para custodiarlo. Siglos después, debido al aislamiento geográfico, y el olvido por parte del Santuario, ellos se asentaron permanentemente en esa región y fundaron al ciudad de Blue Graad una ciudad en permanente invierno donde nunca sale el sol.
Dégel permaneció callado por unos instantes, varios puntos que Camus le había revelado no le daban muchos puntos de la verdad y él mejor que nadie conocía aquellas tierras donde vivió su niñez en compañía de Seraphina y su hermano Unity, además de contar con el apoyo del señor García quien le enseñó el bello arte de interpretar las estrellas. Tambien su maestro Krest fue de mucha ayuda para convertirse en un caballero de oro tras cumplir aquella promesa que le hizo a su mejor amigo.
- Esto no es así, estás a unos pasos de conocer el verdadero Blue Graad y con ello te darás cuenta que se ubica en Siberia oriental. Es habitada por los descendientes de algunos caballeros del santuario, dónde su deber es custodiar el sello de poseidón.
Estas últimas palabras fueron acompañadas por un guiño que Dégel le dió a Camus, se le estaba volviendo una costumbre ese pequeño detalle con él, cosa que a Camus no le incomodaba en absoluto.
- Iremos a visitar a mis amigos, después de ahí te llevaré a la cabaña donde me refugiaba con mi maestro Krest para poder iniciar con tu entrenamiento y puedas regresar a tu época.
Al llegar a lo que parecía ser un gran arco en la entrada de aquella aldea fueron abordados por los guerreros azules.
- No te separes de mi Camus, suelen ser desconfiados pero conmigo estás a salvó.
Después de decir esto Dégel tomó inconscientemente el brazo de su alumno, actuaba sin pensar por qué su subconsciente buscaba una forma de proteger a Camus y este lo hizo colocándolo detrás de él.
- ¿Dégel Sama? - Habló uno de los guardias que custodiaban la entrada - Es un gusto verlo de nuevo.
El guardia hizo una leve señal a sus demás subordinados para que dejaran de mantenerse a la defensiva. El problema no era la presencia de Degel, si no la de su acompañante, era un nuevo rostro para ellos.
- No podemos permitir la entrada a desconocidos.
- Descuiden - Contestó Dégel abriéndose paso entre los guardias y guerreros que comenzaban a rodearlos - él es mi alumno y por órdenes del patriarca debo estar un tiempo en este lugar para que mi aprendiz pueda poner en práctica sus ataques.
De manera inmediata los guardias abrieron paso para dejar pasar al joven Dégel y a su alumno, conforme cada paso que daban los guardias y guerreros hacían una leve reverencia ante ellos.
- Debes ser muy importante para todos ellos Dégel Sama - Susurró Camus mientas caminaban entre ellos.
- Jamás me sentido especial por ello, solo soy un amigo de Unity y Seraphina, por cierto hablando de ellos te los presentaré para que te conozcan.
- Solo evita decir que llegue sin razón aparente a tu era y que soy tu sucesor... Detesto las preguntas incómodas.
- No te preocupes por ello, nadie sabe de tu situación más que el patriarca y yo.
Aquella plática entre ambos caballeros de acuario se vio interrumpida por uno de los guerreros que se acercó hasta donde se encontraban.
- Dégel sama, el joven Unity está ansioso esperando su llegada. La señorita Seraphina no se encuentra por el momento tuvo que asistir a un evento en otra ciudad.
- Muchas Gracias.
Dégel tomó sin querer la mano de Camus y comenzaron avanzar hasta llegar una una enorme puerta de roble. Colocó sus manos para deslizar las puertas y poder abrir.
- ¡Bienvenido seas querido amigo!
Unity los esperaba pacientemente, acompañado del señor García.
- Vaya jovencitos... Me da gusto verlos. Las estrellas no mentían- Añadió el señor García al ver presente a Camus.
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