Capítulo dos
Ese clima frío no era un impedimento para él, entrenó en esos lugares rodeados de hielos perpetuos y estaba acostumbrado a ese clima extremo de muy bajas temperaturas.
Lo que más le causaba curiosidad era saber porqué ese chico de cabellos rojizos se encontraba justamente en medio de la nada.
Pronto llegaría el amanecer, podía visualizar esos leves rayos del sol reflejando en las majestuosas montañas cubiertas de nueve.
Nuevamente bajó su mirada para ver a ese enigmático joven, con cautela pasó sus dedos sobre su rostro; quería saber quien era y sobre todo porqué teniendo un cosmos dentro de su ser había pasado desapercibido todo este tiempo.
- Pronto llegaremos al Santuario te lo prometo, seas quien seas.
Por fortuna la señorita Seraphina había dejado una frazada en el carruaje, decidió tomarla para poder cubrir al joven de cabellos escarlata y de esta forma que el cuerpo de aquel joven recuperara un poco de calor corporal, pronto llegarían al sitio donde tomaría el barco que lo lleve nuevamente a tierras griegas.
Intentaba controlar su tristeza, aunque las ligeras lágrimas que brotaban de sus hermosos zafiros lo delataban.
Se culpaba así mismo por la muerte de su mejor amigo; así era, el guardián del templo de la preciosa urna era con aquel compañero que siempre estuvo para él.
Mientras sostenía un ramo de rosas blancas que había comprado en Rodorio, miraba con nostalgia a sus demás compañeros.
Aquella inútil batalla solo trajo para ellos desgracias y acabando con la mayoría de los guardianes de los templos zodiacales.
- ¿Porqué me dejaste solo Camus? - Murmuró el caballero de Escorpio bajando lentamente ese ramo para colocarlo frente al memorial de Acuario.
Aquellos sentimientos reprimidos lo hacían pasar una mala jugada, en realidad siempre había visto al guardián de la onceava casa como algo más.
Quizá un sentimiento más allá que solo una simple amistad, algo más allá que el deber de servir a su diosa; ellos seguían siendo humanos y se culpaba una y otra vez por aquellos sentimientos que guardaba en lo más recóndito de su pecho.
- Si tan solo hubiera tenido el valor y el coraje de terminar con la vida de tu alumno... Aún estuvieras conmigo.
Mientras decía estas palabras para si mismo, la mano del caballero de Aries se posó en su hombro.
- Todos extrañamos a nuestros compañeros Milo, entiendo tu dolor.
Trató de incorporarse de nuevo, pasó sus manos sobre su rostro para limpiar aquellas lágrimas que aún tenía en sus mejillas y trató de convencerse que realmente no estaba llorando.
- Lo sé y como la élite de caballeros al servicio de nuestra diosa no debemos llevarnos por nuestros sentimientos.
Mu se acercó para depositar también una rosa que había cortado del templo de Afrodita, se dio a la tarea de entregarle a cada uno de los caballeros caídos en batalla para que ese lugar tuviera un poco de color.
- Sé que en estos momentos no estás dispuesto para hablar pero... Prometiste que seguirías guiando el camino de Hyoga para que siguiera creciendo como caballero; no te dejes guiar por tu rencor y cumple con aquella promesa - En ese momento Mu levantó su mirada al cielo y sonrió
- Para ti es fácil porqué no le hiciste frente a ninguno de esos mocosos.
El caballero de cabellos lilas no pudo evitar soltar una risa que incomodó un poco a Escorpio.
- Mi único motivo fue reparar sus armaduras para que pudieran seguir en su arduo camino por demostrar que Saori es la diosa Athena y también para que todos nos diéramos cuenta de nuestras sospechas, Saga estaba detrás de todo esto. Así como la única prioridad de Camus fue guiar a su alumno al cero absoluto.
- No era motivo para que Hyoga terminara con su vida - Murmuró molesto apretando sus puños por el coraje causado al recordar ese mal momento.
- Para ti es fácil decirlo Milo... Cuando tenemos bajo nuestra responsabilidad a los aprendices, aunque no lo quieras terminas tomando un cariño por ellos, un lazo inquebrantable porqué ellos dejan parte de su vida con nosotros. Camus hizo lo correcto, de igual manera si no tuviera opción y mi último recurso fuera guiar a Kiki con mi vida... Lo haría con gusto.
- Aún me cuesta asimilar todo esto que me dices Mu. Las cosas son diferentes sin los nuestros.
Milo se dio la media vuelta para regresar nuevamente al Santuario mientras era acompañado por Mu.
Aún les quedaba muchas cosas por hacer entre ellas levantar todos los destrozos que quedaron en las doce casas por culpa de esa batalla.
Al llegar a la entrada del Santuario, el caballero de Acuario, el joven Degel se acercaba con pasos apresurados llevando a ese chico de cabellos rojizos en sus brazos.
Uno de los guardia se apresuró a recibirlo, aunque se le hacía extraño verlo con compañía.
Ellos no tenían permitido dejar pasar a cualquier intruso que llegara al Santuario, e inclusive aunque uno de los caballeros dorados lo llevara consigo.
- Degel sama - El guardia hizo una leve reverencia ante acuario.
- Que ocurre.
- Urge su presencia en la casa de escorpio, el señor Kardia tiene otro ataque de fiebre que no han podido controlar y además...
El joven francés no le dio la oportunidad am guardia de seguir hablando, le entregó al joven de cabellos escarlata y comenzó a subir las escaleras lo más rápido que podía.
- ¡Degel sama! Que hago con su acompañante? - Gritó preocupado el guardia sosteniendo al joven entre sus brazos.
El guardián del templo de Acuario detuvo su andar estaba por llegar a la entrada de la primera casa.
- ¡Llévalo ante el patriarca Sage, en unos momentos te alcanzo!
Nuevamente Degel emprendió su camino para llegar a la casa de Escorpio y ayudarle a Kardia.
Aún se sentía muy débil, no había podido descansar como realmente lo merecía; aquella batalla con su maestro Krest lo agotó en demasía y ahora tenía que llegar a darle un poco de su aire congelado a Kardia para evitar que su corazón se encendiera en llamas.
Al llegar se dio cuenta que la señorita Sasha lo acompañaba en todo momento.
- ¡Degel... Justo a tiempo! - Gritó Sasha emocionada abrazando al joven de Acuario.
- Lamento la demora señorita Athena, mi maestro necesitaba de mi ayuda y...
En ese momento la dulce joven de cabellos lilas lo interrumpió.
- Descuida Degel, Sage me contó sobre tu misión, hablaremos después... Por favor ayuda a Kardia.
Se acercó a su cama, le retiró la frazada que tenía encima. Efectivamente su cuerpo estaba cubierto de una capa de sudor a causa de esa terrible temperatura que lo mantenía preso.
Se preparó para ayudarlo, colocó sus manos sobre su pecho y comenzó a manifestar su cosmos para contrarrestar ese calor con su aire frío.
Sasha los observaba desde la puerta rogando que todo saliera bien para Kardia, detestaría verlo sufrir de nuevo como en aquella ocasión cuando ella despertó su verdadero poder como la diosa de la guerra.
A la par de este suceso, el guardia se encargó de presentar a ese joven de cabellos rojizos que Degel había llevado en sus brazos.
Pasó todos los templos sin problema alguno, ya que sus guardianes regularmente a esas horas bajaban al coliseo para poder entrenar.
- Gran patriarca.
El soldado esperó en la entrada de los aposentos esperando la respuesta de Sage.
- Adelante buen hombre.
- Traigo a este joven que Degel sama trajo de su misión.
Mientras el soldado se acercaba al gran patriarca sosteniendo a ese joven de cabellos rojizos; Sage se levantó de su silla y se acercó para poder observar de que se trataba.
- Llévalo a la cama que está detrás de las cortinas... Cuando suba Degel a darme el informe de su misión en Francia me dará detalles de su acompañante.
El soldado obedeció las órdenes de Sage, mientras que el patriarca levantó su mirada tratando de pensar quien era ese joven, podía sentir un cosmos en su cuerpo pero no tendría respuestas hasta que aquel chico despertara de ese sueño profundo en el que se encontraba.
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