VII
Capítulo VII
Mikaela Volkov
Año: 233 D.M
4 horas después del Fuovlem
Ciudad: ROG
Mikaela solía visitar el bosque negro a menudo.
Se sentía completo allí, inmensamente feliz. Podía agitar sus manitas en la oscuridad y exhalar libremente, podía sonreír sin ser castigado por ello.
El bosque, donde el humo flotaba en copos siniestros y los árboles encarnaban a criaturas del inframundo. Repleto de cadáveres que no fueron capaces de cruzarlo a tiempo.
El bosque, que era su nuevo patio de recreo.
Alek había puesto su vida en juego para que Mikaela tuviera ese tipo de libertades. Rog, como el gran basurero que era, no albergaba seres humanos con vida. O no debía hacerlo. A excepción de aquellos que eran empleados como ratas de laboratorio, meros instrumentos para satisfacer la ambición de los dirigentes.
Todo en nombre de la ciencia, frecuentaban decir.
Y ambos rubios eran los sujetos favoritos a la hora de experimentar con humanos. Habían resistido ¿5 años?, ¿tal vez 6? Mika no estaba seguro, pero la gran cantidad de cicatrices irregulares en el cuerpo le confirmaron que más de la mitad de su vida transcurrió en los laboratorios.
No era como si los demás gremios fuesen conscientes de ello. Al menos Vicus y Sáfir no lo sabían, pero Dajmond...
La mayoría de amigos que había hecho (y que no duraron más de dos días en el desierto) provenían de Dajmond, el autodenominado gremio perfecto. Sus mullidos cuerpos, tan débiles en la lucha y con organismos ridículamente frágiles, no estaban preparados para las diversas torturas que impartían las carcelarias.
Los nuevos siempre recibían la bienvenida especial de tres de las señoritas más aterradoras que Mika haya podido ver jamás: las furias.
Primero, grababan a fuego vivo el símbolo del régimen en sus pechos, la imponente R. La sangre que se derramaba era recogida y tragada por las propias criaturas que morían de sed.
Segundo, arrancaban —de forma literal— todo posible rastro de miedo en los ojos para que dejaran de sollozar. Y si no lo hacían, sus cuerdas vocales eran las siguientes en ser desgarradas. El silencio era primordial en Rog, el sigilo.
A Mikaela no le gustaba el silencio.
Tercero...
Mikaela no lo sabía, porque a ese punto Alek siempre le tapaba los ojos. "Soy una furia", bromeaba, "ahora tampoco ves nada". El pequeño intentaba reír cuando su hermano hacía eso, tal vez el sonido de su risa podría sobreponerse a los gritos de la multitud calcinada.
Luego de eso, ambos se acurrucaban en los musgos secos y tarareaban una canción para olvidarlo todo. Nunca funcionaba.
En aquellos tiempos, cuando los dirigentes le concedían tiempo libre a ambos hermanos (para recuperarse de las heridas), Alek llevaba a Mika en su espalda, y juntos recorrían las afueras del infierno, deteniéndose en el bosque negro.
Jugaban, charlaban y se abrazaban, tanto como podrían haberlo hecho quienes apenas han saboreado un bocado de la libertad.
En ocasiones, era el pequeño quien se adelantaba y buscaba rocas bonitas para obsequiar a su hermano. No tardaba demasiado, solo lo suficiente hasta que Alek regrese de la cacería.
Lo último que quería era preocuparlo.
Pero debía admitir que había cierta magia, cierto encanto en visitar el paraje negro a solas. Con solo el murmullo de sus pisadas y el roce áspero de las ramas con la brisa.
Aun así, jamás esperó toparse con un sonido extraño...unos llantos.
El llamado de alguna bestia.
Fue así, en un día de texturas naranjas, cuando Mika encontró a una niña perdida en el bosque.
A Melinòe.
...
—¿Podrías repetir cómo es que llegaste aquí?
—Lo seguí —La pelinegra hizo una pausa prolongada y señaló al rubio más pequeño—, a él.
—¿Por qué demonios seguirías a un extraño en el bosque? —El chico, llamado Larss, se frotó la sien con irritación—. ¿Tienes algún problema mental del que quieras hablar?
—Era eso o morir... —Melinòe lo miró como si le hubiesen salido dos cabezas—. Escuché una voz.
Alek se sobresaltó. Hasta el momento no parecía haber prestado demasiada atención a la conversación.
—¿Qué clase de voz? —preguntó con un brillo extraño en los ojos.
El muchacho se había inclinado ligeramente hacia ella, la pelinegra volteó de inmediato. Una expresión de angustia desdibujó su rostro.
—No pienso responder, eres un miserable...
Melinòe se estremeció. Alek se vio forzado a retroceder.
—Un momento, ¿ustedes se conocen? —Larss interrumpió la guerra de miradas entre ambos.
—No necesito conocerlo para saber que es un miserable —La chica de pupilas rojizas se escudó tras el pelinegro más alto—, es un habitante de ROG.
Susurró las últimas palabras con mucha lentitud, como si se acabase de topar con un gran descubrimiento.
—Mi hermano no es ningún miserable...
—Mika, yo me encargo —Alek le sonrió con delicadeza—. Comprendo por qué piensas de ese modo. Toda tu vida te han dicho que solo la escoria acaba en ROG, ¿no es así?
Melinòe permaneció con los labios sellados.
—Pues... sucede que no es verdad, ¡sorpresa!
Alek agitó las manos en el aire risueñamente. Mikaela asintió de forma orgullosa.
Su hermano tenía tanta razón.
—Vaya argumento, ¿debería aplaudirte? —Larss se acercó peligrosamente hacia el rubio. Sus frentes estuvieron a punto de chocar—. Aún no me has explicado qué demonios hace alguien como tú aquí.
—¿Alguien como yo? ¿Estás tratando de insultarme también?
—Eres un mocoso, en el desierto más horrible que he visto jamás —Larss sintió la presión de unos ojos sobre él. Mika lo observaba con amenaza—. Cargas con otro mocoso...¡Ah! y eres de ROG, ¿quieres que siga?
—Uhm, en ese caso estamos en situaciones similares —Alek señaló a ambos pelinegros—. Ustedes tampoco parecen ser un par muy usual ¿o me equivoco?, ¿Qué hace un hombre de cien años y una niña de 15 luchando contra el Toro de Creta?
Larss se irguió por encima de él. Le sacaba media cabeza de altura.
—Yo pregunté primero.
—Bueno, no responderé hasta que tú lo hagas —Los ojos de Alek centellearon con diversión. No estaba dispuesto a ceder.
La tensión en la atmósfera era palpable, ninguno apartaba la mirada.
A pesar del aspecto atlético y duro del pelinegro, el niño estaba seguro que su hermano ganaría en una lucha entre ambos. Pero tampoco es como si desease verificar su teoría...
—¿Qué tal si nos calmamos un poco primero? —dispuso Mikaela mientras alejaba al rubio del muchacho fornido.
—Esta conversación no tiene ningún tipo de sentido. Melinòe, nos vamos —Larss hizo el ademán de sujetar a la chica de la muñeca, pero esta se zafó del agarre— ¿Melinòe?
—¡Perteneces al sector más denigrante de nuestra sociedad! No deberías siquiera existir. ¿Acaso planeas comer mis órganos o algo peor?
Larss maldijo por lo bajo.
Que niña tan rara, pensó Mika.
—No lo tomes personal, me hizo la misma pregunta —El muchacho de ojos dorados se recostó sobre una roca y cruzó los brazos sobre el pecho, una ligera herida mancillaba su pálida piel.
Alek lo examinó fijamente.
—¿Qué? ¿Piensas curarme con la mirada?
—Puedo intentarlo, si tanto lo deseas.
—Tienes un talento especial para irritar a las personas, ¿lo sabías?
Mikaela suspiró, jamás creyó encontrar a alguien igual de testarudo que su hermano; y sin embargo, allí estaba.
El niño percibió un leve hormigueo en la nuca, una presión que se filtraba hacia él.
Melinòe lo observaba con curiosidad.
—¿Por qué me ayudaste en el bosque? —La pelinegra se aproximó a él, lejos de los quejidos de los dos chicos, y se agachó rápidamente.
Mikaela se preguntó el motivo por el cual sí estaba dispuesta a hablar con él, pero no con Alek. Un misterio, pensó.
—Te veías perdida, y sola. No podía dejarte ahí —dudó en contestar.
—¿Entonces por qué desapareciste? ¿Cómo desapareciste?
El rostro de Mika se iluminó con asombro, su nueva amiga era una mujer directa.
—Eh, me gustaría decírtelo, en serio... —El niño jugó con la punta de sus dedos, eludiendo la inspección atenta de Melinòe—. Pero mi hermano dice que es un secreto.
—¿Con que un secreto... ? —La pelinegra se levantó de la arena—, si no puedes decirme eso al menos responde lo siguiente: ¿por qué hay personas con vida en ROG? ¿Cómo han sobrevivido hasta ahora?
El niño apretó los nudillos.
Una maraña confusa de recuerdos se asentó en su cabeza. Pudo verse atrapado bajo una camilla blanca, jeringuillas en ambos brazos, las luces amarillas cegándolo...a su hermano gritando.
—No todos sobreviven...debido a ciertas condiciones que pone la milicia y los MusGravité. Yo soy uno de los experimentos que realizan con los marginados de los gremios.
—¿Experimentos? ¿Por qué harían experimentos?...No te creo.
Pero por algún motivo la muchacha parecía demasiado asustada.
—Es la verdad, es así cómo hemos vivido los pasados 5 o 6 años —Alek se sumó a la conversación–. No somos malas personas. Solo personas que han tenido mala suerte.
El rubio rio suavemente.
—¡Mentiras! ¡Tienen que ser mentiras! —Melinòe se sujetó la cara con las manos, sus mejillas se pusieron rojas por la tensión. Larss la vigiló detenidamente por si se hacía daño.
—Ojalá lo fueran —Alek sonrió con tristeza—. Escucha, entiendo cómo te sientes...yo también fui parte de un gremio, ¿sabes?
Melinòe abrió los ojos con fuerza.
—Suficiente. Ya nos vamos, se hace tarde —Larss se interpuso entre la chica menuda y el rubio–. Tu madre está preocupada.
—¿Mi madre? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
—¡Hey! Conozco Rog y el bosque negro como la palma de mi mano. Puedo ser su guía —Alek corrió hacia ellos, Mikaela lo siguió.
—No me interesa —La espada de Larss había desaparecido, y en su lugar, sujetaba un pequeño colgante dorado—. En fin...nos retiramos, no fue un placer.
—¿No me escuchaste bien? Te digo que puedo llevarlos más rápido.
—Te oí, pero preferí ignorarte. Ciao
—Eres detestable, ¿escuchaste eso también?
¡CRACK!
El Toro de Creta, que había permanecido apacible durante toda la plática, recobró la consciencia. Sus pupilas se entintaron de rabia, golpeó las pezuñas contra la arena y soltó un estruendoso bramido.
Sus ojos chispearon, observó con furia al extraño grupo frente a él.
—Supongo que ahora todos vamos en la misma dirección, ¡vaya suerte! —Alek se colocó el carcaj de flechas en el torso, Mikaela hizo lo mismo—. Si quieren vivir, síganme. O serán alimento de Pudín, mi mascota con cuernos.
El pelinegro refunfuñó y maldijo en palabras que el niño jamás había escuchado antes.
—Bien. Más te vale que no nos estés engañando, mocosito. Porque si no...
Larss paso su dedo índice por el cuello. Alek sonrió cínicamente.
—¿Pueden dejar de discutir?, el Toro nos está alcanzando —Melinòe se retiró el cabello del rostro y señaló al animal peludo.
—Eso es porque eres muy lenta, tonta —Larss cargó a la pelinegra, y a pesar de sus protestas, la subió a su espalda.
Comenzaron a correr a toda prisa.
Mika sacó una flecha escarchada, si apuntaba con precisión, podría inmovilizarlo. No tenía que matarlo.
El pequeño odiaba acabar con la vida de otros seres, sin importar de qué clase fueran o el peligro que representasen. Se imaginaba que ellos también tenían una familia que los esperaba en casa...el señor Toro debía tener un hogar.
Mika dirigió su atención al rubio que escapaba a su lado.
El hogar de Mika era Alek, y él era todo lo que necesitaba en el mundo.
Ese pensamiento le produjo mariposas en el estómago.
—No le dispares...está bien. Pudín se cansará de perseguirnos, además...
Alek giró el rostro hacia un pasaje de musgos, estaba semioculto y era angosto. Pero lo suficientemente espacioso como para que ellos cruzaran.
Mika contuvo el aliento.
—¿Iremos por ahí de nuevo? No creo que el chico de ojos bonitos pueda caber.
—¿A quién llamas chico de ojos bonitos? —Larss se detuvo, su aliento acelerado creaba nubes de humo en el aire.
—Seguramente a ti no —repuso Melinòe.
El Toro frotó los cuernos con desesperación en la arena, un círculo oscuro lo rodeaba, lo detenía.
Parecía...¿atrapado?
Mika observó como el pelinegro friccionaba sus dedos, el toque liberaba un hilo difuso que se extendía hasta el cuerpo del animal. Larss sujetó el hilo con fuerza.
¿Qué...? ¿Él también es especial?
—Puedo retenerlo por 2 minutos con 30 segundos. Será mejor que nos indiques el camino ahora, mocoso.
—¿Por...por qué no hiciste eso antes? —Alek tartamudeó.
—No se me antojaba, ¿alguna otra duda?
Ante la inminente discusión, Mikaela se vio forzado a intervenir.
—¡Hey, síganme! Es por los musgos —el pequeño tomó a Melinòe de las manos y la bajó con cuidado—. Hay una cueva debajo, una fosa que conduce al bosque.
Cuando todo el grupo comenzó a caminar, Mika liberó un suspiro de alivio. Él jamás dirigía nada, se sentía extraño. Pero de alguna forma también fresco, como si los rayos de sol hubiesen dejado de afectar su piel bronceada por unos segundos.
¿Era este el efecto de convertirse en líder...? De la operación X: huye de Pudín, el Toro comehumanos.
Alek esparció la vegetación opaca, había un profundo abismo cerca a sus pies. Y es aquí, susurró.
—Ah, no. Definitivamente no. No hay manera de que yo pase por ese hueco —gruñó Larss.
Los ojos de Melinòe se iluminaron. Nadie pudo evitar que lo empuje cuesta abajo.
...
—Te voy a matar, y haré un colgante nuevo con tus vísceras.
—¿Podrías dejar de decir cosas tan horribles frente a los niños? —rezongó Alek.
Después de que el grupo descendiera a la cueva empolvada, el Toro se liberó de la prisión de sombras y arremetió con todas sus fuerzas hacia el musgo seco.
Pero ya era demasiado tarde, los muchachos habían desaparecido.
Mika se acomodó la bata y jugó con los parches recién cocidos. Si continuaban trotando a ese ritmo, deberían llegar justo... ahora.
—Y aquí estamos, justo como lo prometí —Alek relajó sus hombros. Mika notó el hematoma violáceo formándose en el antebrazo.
—¿Cómo sabías de este lugar? —Larss atrajo a la pelinegra hacia él—. ¿Cómo es que tienes tantas libertades siendo solo un experimento?
Alek enmudeció, luego de una larga pausa decidió hablar.
—Hice un pacto... y aunque deseara no puedo decirte de qué se trata —El chico de ojos dorados lo observó con tirria, pero pareció comprender—. Estoy bajo juramento.
El silencio embargó la estancia.
Mika tampoco sabía en qué consistía dicho acuerdo; aun así, estaba seguro que había una buena razón por la cual su hermano jamás lo comentaba.
No se quejaba. Gracias a ese pacto, él y Alek podían ser felices juntos.
—¿Qué es esa cosa pegajosa? —Melinòe dio un saltito. Una sustancia viscosa se acumulaba en la parte superior de las rocas. Se deslizaba por el suelo como un río de lava verde.
—Es la savia...de los robles, ya sabes.
—¿Qué es savia? Aún no lo aprendo en el ilhitium... —La chica lucía desconcertada.
—Oh, bueno, eso-
Larss los interrumpió rápidamente.
—Sí, sí, muy interesante. Pero debemos irnos, hay alguien que nos espera en la entrada de Vicus.
Vicus...
Mika se estremeció bajo el recuerdo.
Un momento, ¿Melinòe había atravesado la barrera que separaba a Vicus del bosque? ¿Corriendo?
Eso no era posible. Al menos, no para un humano ordinario.
Tal vez ella también era especial...
Mika sonrió tiernamente, estaba decidido. En verdad quería volverse su amigo.
Alek, quien los había estado observando con curiosidad, extendió la mano hacia los pelinegros.
—¿No se olvidan de algo?
—¿Quieres que te paguemos? —Melinòe enarcó una ceja.
—Tal vez quiere que le peguemos —repuso Larss. Nadie se rio del pésimo chiste.
—Esperaba un gracias...gracias Alek, que agradable eres. O gracias Alek, eres un buen sujeto por traernos hasta aquí —El rubio comenzó a imitar voces agudas.
Larss contuvo la respiración un instante. El niño esperaba que soltara una grosería, pero apretó los puños y se acercó a Alek.
—Gracias, mocoso —El rubio frunció los labios—. Alek —Se corrigió.
Ambos juntaron sus manos, una corriente tibia los recorrió de pies a cabeza. Los dedos se rozaron con timidez: pálidos y bronceados, unos con magulladuras, otros con raspones y curitas.
Alek disfrutó la sensación.
—Bien...
—Sí...
—Gracias Mika, por guiarme hasta ROG. Y Gracias Alek, por ayúdame a salir de ahí —dijo Melinòe de repente, rompiendo con la extraña burbuja que se había generado en la atmósfera.
—Fue un placer, señorita —el pequeño hizo una reverencia—, espero que nos volvamos a ver.
Melinòe meneó la cabeza con una sonrisa. Ella prefería que no.
—A propósito, ¿cómo llegaremos a Vicus? Es un largo trayecto... —La muchacha tosió un poco y dirigió su atención al chico de ojos dorados.
Larss examinó el bosque negro con una sonrisa. Sus pupilas se dilataron al observar cómo su cuerpo era bañado en sombras ensortijadas, una energía crepitante que emanaba del interior.
—Es un secreto.
Mika y Alek parpadearon con dificultad, al tiempo que los pelinegros eran engullidos por una gruesa capa de oscuridad.
Cuando abrieron los ojos, todo rastro de ellos había desaparecido.
—Alek... ¿por qué me pediste que la trajera del bosque? —A pesar de la extraordinaria situación, Mikaela solo albergaba una duda—: ¿Cómo sabías que ella estaba ahí?
...
La espesa barrera que separaba a Vicus del bosque era enorme, un abismo recubierto por una cúpula cristalina.
Melinòe se preguntó cómo había logrado cruzarlo, y más importante aún, ¿cómo no se dio cuenta que eso estaba allí en primer lugar?
Larss exhaló con fastidio. Su atención se dirigió a un lugar en particular.
—Por fin apareces, idiota —Una chica alta con una flamante coleta rojiza le sonrió.
—Ava —murmuraron ambos pelinegros a la vez.
—Melinòe... —La pelirroja tomó a la niña de las manos y la miró con aflicción—. Supongo que es hora de contarte toda la verdad.
...
BinnieOut
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