I
Capítulo I
Von Magne
La cumbre
La Tierra: 13 de diciembre
Año 2085, A.M*
Düsseldorf, Alemania
𝑬𝒔𝒕𝒊𝒎𝒂𝒅𝒐 𝑪𝒉𝒂𝒓𝒍𝒆𝒔:
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𝑀e disculpo por lo inoportuna que podría resultar la presente misiva. No obstante, considero importante compartir con usted mi sentir hacia los cambios que ha experimentado el Círculo en los últimos meses:
Todo, todo es un desastre...
Von liberó un largo suspiro.
A este punto comenzaba a dudar de sí mismo.
Contó los minutos que le habia tomado examinar aquella carta espantosa. Carta que, quizás, le compraría un pasaje directo a las puertas del infierno.
Sus dedos vagaron sobre el relieve de los escritos sin rumbo premeditado; eventualmente, finalizó el mensaje con una firma. La firma que detallaba que él era el único responsable por las consecuencias venideras.
La cera amarillenta de la vela se derramaba y ardía, voraz, como el miedo se desplazaba y carcomía las entrañas del ilustre dignatario.
La pluma resbaló de entre sus dedos húmedos y se estrelló en las baldosas. El hombre canoso percibió cómo la opresión en su pecho se disipaba a medida que el bolígrafo se perdía de vista.
Pensar en ello lo estaba liquidando a lentitud.
¿Estaría haciendo lo correcto?
Las alteraciones efectuadas por el traidor estaban destruyendo lo que en otras épocas fue el fundamento de todo su accionar. El propósito por el cual "el Círculo'' se creó.
No fue hace mucho que Von aún poseía el mando de dicha organización; había reunido cuidadosamente a los magnates más importantes —y millonarios— como patrocinadores, y los había encomendado a una verídica, más inesperada, labor: crear un mundo mejor.
Un mundo en donde la pobreza haya sido erradicada, un mundo en donde no existan guerras devastadoras ni sufrimiento alguno, un mundo plagado de bondad y belleza. Una utopía, lo llamarían algunos.
A diferencia de los seres humanos comunes, "El Círculo" contaba con sumas de dinero exorbitantes, monopolización del comercio y de grandes industrias tecnológicas. Control total sobre la política de muchos países influyentes...
Información valiosa.
Poder.
Armas necesarias para transformar tal sueño en realidad.
El panorama cambió drásticamente el día en que cuatro, de las trece familias que lo conformaban, se sublevaron y traicionaron al grupo. Liderados por el linaje más cruento de la humanidad: los autodenominados R.
Von se estremeció al recordar los ojos desorbitados y la sangre escurriendo como espuma de aquellas personas que solía llamar amigos, asesinados a modo de advertencia.
Todos con el pecho descubierto, y una R grabada a fuego vivo en este.
Los pocos sobreviventes de su linaje mascullaban cosas sin sentido: advertían que Von había enfurecido a los dioses, que el castigo no tardaría en llegar. Pues estaba maldito.
¿Y qué si Dios lo había abandonado? Pensó.
¿Siquiera en algún momento estuvo presente?
R y los demás linajes desertores se adueñaron del poder, y los fondos que El Círculo había congregado en los 12 años que estuvo en funcionamiento. Las cifras despojadas eran descomunales; no obstante, lo que le causaba mayor pesar no era el dinero. El dinero podía regresar... los secretos no.
La abrumante cantidad de información confidencial, ubicada en la biblioteca oficial de la organización, pertenecía ahora a sus nuevos líderes. Información capaz de desatar disturbios letales dentro y fuera de cualquier nación. Documentos que detallaban los pasos y químicos necesarios para hacer perecer a un continente entero. Ya sea por medio de un virus, o algo más mortífero.
Dada la magnitud de la situación, Von debía tomar medidas radicales. Era evidente que no podía oponerse a los nuevos líderes, no directamente, no después de haber sido derrocado de la forma más humillante posible.
Solo existe una persona a la cual podría recurrir, cuyo poder y conocimientos acumulados, eran capaces de confrontar a R y su séquito: Nada más y nada menos que el enigmático magnate Charles Eldritch.
Su existencia era un misterio para los miembros del Círculo. Para el público en general, alguien así no podía ser más que un mito.
Un mito que debía hacerse realidad para salvar a la humanidad.
Von sabía que si aquella carta era enviada, no existiría oportunidad o milagro alguno que lo salve del agridulce castigo, su alma estaría condenada por la eternidad a ojos de los dioses. Sin embargo, a sus 60 años, había vivido y experimentado lo suficiente como para comprender con exactitud que si ese mensaje no llegaba a su destinatario, el mundo entero sucumbiría.
Asimismo, intuía que sin importar qué sucediese, él no podría deleitarse presenciándolo.
El sujeto se levantó con gracia y regresó el rostro a estudiar el pedazo de papel escrito. Una sonrisa traviesa perfiló sus labios; al fin y al cabo, lo había decidido.
Entregaría la carta, hablaría con Charles, quemaría la biblioteca con su ayuda y robaría los fondos necesarios para desaparecer.
Por supuesto, si es que no lo encontraban y liquidaban antes.
Trató de no pensar en ello, le gustaba permanecer optimista.
Se dirigió a la entrada de su lujosa mansión y la colocó en el bolsillo trasero del pantalón Versace. La entrega debía ser personal, de otro modo, el mensaje jamás llegaría. Un currier no serviría, Von no confiaba en nadie. Estaba casi seguro de que más de la mitad de sus criados eran espías. Traidores seducidos por las maravillas ficticias que relataba R.
Maravillas que ni siquiera el dinero podría comprar.
¡Oh! ¿Quién podría haberlo imaginado? ¿Alguien como él, un asesino, dispuesto a entregar su vida por los demás? Por aquella sociedad que repudió durante tantos años.
Mucho antes de la creación de El Círculo, Von no era más que un monstruo, un engendro despreciado por la humanidad que hoy en día deseaba salvar.
¿Acaso se había transformado en un mártir?
Soltó una risa suave. Si ese era el caso, esperaba que sus pecados fueran perdonados.
De lo contrario...
Negó rápidamente, no quería pensar en ello. No le apetecía manifestarlo.
El gesto hosco fue reemplazado por felicidad, la sonrisa se ensanchó aún más. El ardor en el pecho fue sustituido por un sentimiento de calidez, suave e idílico.
Estaba convencido de que todo marcharía indudablemente perfecto.
Cuán equivocado estaba
Un golpe seco alertó sus sentidos. Los tres staffordshire bull terrier que adornaban la estancia, despertaron y recitaron un coro de ladridos y gruñidos interminables. Von recorrió con la vista el jardín, el corazón latió vigoroso, la sangre acaloró sus mejillas y los oídos le zumbaron en exceso.
Escuchó el graznido de los cuervos a lo lejos.
Una gota cristalina de sudor bañaba su frente desnuda.
Reconocería aquel aroma donde fuese.
<<Él lo había encontrado>>.
¡¿Pero cómo?!
Quizás, siempre estuvo ahí...
Observando todos sus movimientos.
El anciano sujetó con torpeza la carta y arremetió contra una diminuta cajuela ubicada en el extremo inferior de su escritorio. Se le formó un nudo en la garganta mientras ingresaba el código que abría aquel compartimiento. Se le había acabado el tiempo.
Resolló penosamente al recordar el rostro de su nieto, la última sonrisa que le dedicó. Sus diminutos dedos rozando los mancillados propios. La risa juguetona que soltaba cuando observaba el horripilante bigote de su abuelo.
El charco de sangre escurriendo de algún orificio de su pequeña cabecita.
R no sólo le arrebató el mando de su tan querida organización; sino también las vidas de las criaturas más puras e inocentes que jamás hayan pisado esta tierra, su tan adorada familia.
Lo único en lo que Von no se había equivocado fue en amarlos. Porque vaya que lo hizo.
Hasta que un día todo acabó.
El cajón se abrió, Von colocó cuidadosamente la carta en su interior. Las lágrimas desbordaron.
Tic, Tac
El reloj en su muñeca avanzaba a pasos atropellados, el pecho se inflaba y distendía arduo.
¿Debería rendirse?
Sus palmas aflojaron la presión, no fue hasta entonces que advirtió el líquido carmesí en estas. No fueron las lágrimas saladas, ni el sudor helado, fue el terrible color de la sangre lo que provocó que despertaran sus sentidos.
Cerró el cajón.
Ingresó el código.
Una extraña combinación de letras y números que sabía era indescifrable para los demás. Excepto para esa persona.
Von observó a la distancia, hacia el norte crepuscular.
—Charles, espero que puedas encontrarme. Si lo haces... si lo llegas a hacer, lee esta carta. Sálvame.
O no lo hagas.
No le gustaba admitirlo, pero muy en el fondo quería morir. Quería esfumarse de este sucio mundo. Si no era hoy, tal vez mañana.
Y por cómo iban las cosas, estaba seguro que sería hoy.
El hombre canoso se sobresaltó al escuchar el estruendo de afuera. Los perros ladraban y gruñían, se arrojaban y atacaban.
De pronto dejó de percibir sonido alguno.
Él está aquí.
Lo sabía,
podía sentirlo.
Desde la más profunda fibra de su ser
hasta la punta de sus labios.
—Von —Oyó a lo lejos. Era incapaz de adivinar de dónde provenía la voz exactamente. Se alzaba frente a él y desaparecía por su oído izquierdo—. ¡Von! —repitió, esta vez gritando.
—Von —susurró suavemente.
—TE VEO.
En seguida una figura traslúcida, como una mancha de lluvia, arremetió contra el frágil cuerpo del anciano.
Él lo veía.
¿Pero por qué Von no podía sentirlo más?
Tosió un poco al percibir como el humo y el ruido eran engullidos por un brillo celestino; procedía del extraño ser frente a él, y aspiraba todo rastro de oxígeno presente en la habitación.
—Von... ha pasado un largo tiempo. ¿No es así?
Dolor
La cabeza le dio vueltas en cuanto escuchó el sonido que escapó de sus labios, una mezcla de ruidos, muchas voces atropelladas, muchas civilizaciones. Demasiadas vidas reunidas en una sola, una inmortal.
Von reunió el coraje que había perdido con los años de vejez para hablar, pero no pudo evitar tartamudear. Incluso mirarlo era complicado, y pensar que hace algunos años...
—¿Q-qué... qué es lo que quieres? No tienes absolutamente nada que ver con este asunto, Woden. Cr-creí que eras neutral.
Woden, el rey de los dioses.
—Los banales asuntos mortales no son de mi interés. A excepción de uno —La figura se materializó rápidamente, la luz blanquecina fue reemplazada por un cuerpo de carne y hueso. Un cuerpo que Von conocía muy bien—. Sin embargo, no necesito explicarte de cuál se trata, ¿verdad? Ya deberías saberlo.
La mirada cargada de asco y el mohín que el ser le dedicó a Von debieron haber sido suficientes para que cerrara la boca y huyera.
Pero ese no fue el caso.
—¿A qué has venido entonces? —cuestionó.
—He venido por ti.
Esas palabras se clavaron como una estaca podrida en lo hondo del alma. De pronto, tuvo la sensación de que su pecho era desgarrado.
Su interior se comprimía mientras que sus pulmones imploraban por, el ahora efímero, aire.
La sangre brotaba suavemente y embargaba el ambiente en una serie de aromas metálicos.
Sí, este era el final que Von esperaba.
Lo esperaba. A él.
Desde un principio lo hizo.
Al menos lo intentó... ¿verdad?
¡PUM!
Lo último que pudo escuchar el excelso presidente Von Magne fue su respiración pesada, el eco de unos botines altos, y la muerte susurrarle al oído el inevitable destino...
—Ahora es mi turno de tomar el control.
...
¿Por dónde debería empezar?
PIE DE PÁGINA:
Hola a todos nuestros lectores, una vez más queríamos agradecerles por mostrar apoyo a la obra <33
Estaremos actualizando todos los miércoles y domingos, así que estén atentos.
Con este primer capítulo queríamos saber sus teorías y que lo dejen en los comentarios, trataremos de responder todos.
¿Quién creen que es Von?
¿Quién creen que lo esté persiguiendo?
¿Estará realmente muerto?
Nos vemos en el siguiente capítulo.
BinnieOut
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