Prólogo. Manolito.
Aquel 11 de Marzo de 2020 hacía muy bien clima. Podía considerarse el día perfecto para salir al jardín y tocar un rato la guitarra. Habían cerrado las clases dos semanas hasta que la cosa con el COVID se relajase, así que era momento de disfrutar y hacer lo que no podíamos haber hecho. Tampoco era algo tan grave, o eso pensábamos en ese momento.
Mientras tocaba con la guitarra la pieza de Romance Anónimo, veía por el rabillo del ojo una cola moverse de un lado a otro. Esa cola era de Duquesa. Me miraba feliz y tranquila mientras escuchaba la guitarra. Yo le sonreía, dedicándole cada nota. Eso hacía que se relajara y estuviera cada vez más feliz.
Miré a mi alrededor, un jardín dentro de decenas de jardines. Miré la caseta con el espacio justo para una habitación que construimos cuando me vine. Después de perder a mi madre, necesitaba el calor familiar que había perdido. Lo más cercano que tenía a eso, eran Caridad y Verio.
Aquella ciudad era muy distinta a todo lo que conocía. Dentro del barrio, parecía que seguíamos en un pueblo. Fuera del barrio, parecía un lugar frío pero caluroso al mismo tiempo. Había demasiada gente y demasiados puntos de vista. Tantas opiniones distintas y tantas dispares... Cuando creías que no se podía pensar más distinto a ti, había alguien que aparecía y te sorprendía. Tanta gente que te hacía sentir solo.
Pero no estaba solo, Caridad, Verio y esta preciosa perrita estaban conmigo. También Goku, pero adoraba demasiado a Caridad como para no estar todo el rato pegada a ella. Hasta Bobi estaba ahí, aunque desgraciadamente, solo fuesen sus cenizas en un altar en el pasillo, lleno de fotos y recuerdos de ella. Aquel lugar era un sitio seguro, un sitio lleno de familia, un sitio lleno de paz y tranquilidad. Al menos, hasta ese momento.
Duquesa se puso en modo alerta, mirando la puerta de la calle. Seguidamente, salió corriendo a la entrada. No estaba ladrando, así que conocía a los que estaba al otro lado. Yo paré para observarla, sin saber muy bien qué estaba pasando.
Me levanté, guitarra en mano, y me acerqué al salón. La puerta estaba abierta, así que vi a Verio abrir la puerta con una gran sonrisa y abrazar a Matilde totalmente ilusionado, mientras Duquesa quería que se quitase para recibir mimos por parte de esta. Dentro de poco hacían tres años y seguían tan enamorados como el principio. Me alegraba mucho verlos, verle tan feliz. Se lo merecía.
Al darme cuenta de que había aprovechado los días libres para venir a verle, me dio media vuelta, mejor los dejaba disfrutar y ya hablaría con ellos más tarde. Sin embargo, en cuanto me giré, escuché una voz que conocía y otra que me sonaba mucho. Esa voz era del actor Juan Galilea Rey, el hermano de Matilde. Me giré sorprendido al no esperarlo. Ahí estaba él, con una rebeca larga y una camiseta verde que hacía que sus ojos destacaran. Era aún más increíble en persona. Habíamos coincidido pocas veces, pero siempre me ponía nervioso al verle. Era famoso, después de todo, ¿no? ¿Por qué otro motivo me iba a poner nervioso? Yo no era marica de esos...
La otra persona que estaba al lado suya... ¿Llevaba una bolsa en la cabeza? ¿Quién en su sano juicio se pondría una bolsa en la cabeza? Cuando se quitó la bolsa, me di cuenta de que lo conocía. Era el famoso escritor Rafael Galilea. ¿Un escritor tan adorado llevaba bolsas en la cabeza? ¿Por qué? La gente en la capital, era muy rara...
-¡Hola, Manolito! - saludó Matilde con una amplia sonrisa, al darse cuenta de que estaba. Pocas veces no la veía sonreír cuando estaba con Verio.
-¡Hola, Matilde! - me acerqué a ella, dándole un abrazo como pude, apartando la guitarra - ¿Qué tal? ¿Habéis venido para aprovechar el descanso y disfrutar del jardín en familia?
-¿Descanso? Viene el apocalipsis - respondió Rafael, un tanto paranoico
Yo miré a mi amigo extrañado, a su suegro se le estaba yendo la pinza. Él se encogió de hombros y sonrió levemente, indicando que era lo que había. Verio, tan comprensivo y tan abierto de mente que a veces me sorprendía.
-Déjalo, mi padre está un poco obsesionado con el tema del covid. Por eso hemos venido a pasar unos días hasta que la cosa se relaje. En el centro está la cosa demasiado... ajetreada. - contestó Juan, resoplando mientras miraba a su padre. Al girarse, su clavícula se marcó, haciéndolo sumamente atractivo. O al menos, eso pensaría una chica, yo lo digo de forma objetiva, no porque me vayan los hombres, claro.
-¡Hijo, es verdad! ¿Sabes cuántos muertos hay ya? ¡Se viene una guerra biológica! - le reprochó su padre, poniendo las manos en el cielo
Matilde miró a Verio y abrió muchos los ojos, mostrando desesperación. Empezó a hablar con Verio mediante miradas y gestos, después de todo, ya tenían ese nivel de complicidad después de tres años. Verio me buscó con la mirada, pidiéndome que hablase, que cambiara de tema. Yo me encogí de hombros. ¿Qué quería que dijese? Él me insistió y yo seguí encogiéndome de hombros. Finalmente, fue Juan el que cambió de tema.
-¿La guitarra que escuchábamos eras tú? Sonaba muy bien, enhorabuena
Me puse nervioso. Alguien famoso me estaba felicitando. Intenté que no se me notase.
-Gracias - respondí con la voz temblosa
Yo me horroricé al escuchar mi voz, Verio se sorprendió al escuchar mi voz, Matilde se aguantó la risa al escuchar mi voz y Juan, sonrió como en cualquiera de sus películas, de forma perfecta. Eso me puso aún más nervioso. ¿Por qué estaba nervioso? Era un hombre, un hombre rudo que le gustaba las mujeres y tocaban la guitarra. A mí no me ponía nervioso otros hombre o me atraían otros hombres. No. No... ¿No?
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