Capítulo 2 -.Soñando una pesadilla.-
Pensamientos susurrantes y sueños irreales se manifestaban ya en el dormitorio de la pequeña.
Rondaba ya el único pensamiento de dormir y estar en paz, y eso no era lo que se quería que pase, de ninguna forma.
Mary no estaba asustada, más bien, jamás estuvo asustada; como ya se sabe, siempre tuvo esta clase de sueños. Y pensar que simplemente era una pequeña niña indefensa...
Allí estaba, en una solitaria ciudad en donde su única compañía era ella, y su pequeño osito. ¿Cómo había llegado él ahí? Mary lo apreciaba.
Un silencio degollador se escuchaba, y un ambiente de presión se sentía. Un millón de cadáveres se veían en el piso, palpados por el viento que pasaba tocando y sembrando pequeños espasmos y escalofríos.
Se veían grietas marcadas tanto en casas como en pisos. Algunos edificios ya demolidos y otros, que caían a pedazos sin piedad de acabar con alguien.
La muerte vivía y se presenciaba en aquel lugar, la muerte estaba ahí, tanto en los huesos desintegrados de aquellas personas ficticias, como en la presencia imaginaria, pero aún así, sintiéndose real.
La pequeña caminaba sin espera alguna, y sin miedo de lo que le pasase. Sabía que no le ocurriría nada. Lo sabía.
Abrazaba a su osito mientras tanto; quería cuidarlo, no quería que tuviese temor.
Susurros destellantes aparecían sin aviso, mostrándose y escuchándose por cada segundo que corría. Ninguno se se escuchaba con claridad.
Cada paso que daba la niña, hacía tener el presentimiento de que pasaría algo; algo la perseguría, algo le caería, algo, pero nada, solo sonidos.
Se sentía, pero no se sentía; Se oía, y sin embargo no se escuchaba; se veía, y al mismo tiempo no se observaba. Tan irreal, y aún así, real.
Mary, sin más que hacer, caminaba, una pisada tras otra. Algo le decía que debía de hacer eso, hasta cierto punto, sin resignación, sin volver atrás.
Miraba su alrededor sin entender mucho, solamente sabiendo que este sueño era normal, al menos para ella.
Caminó y caminó, hasta llegar a un pequeño callejón sin salida. De pronto, miró aquella ciudad que estaba atrás suyo. Se hacía diminuta, desapareciendo, sin dejar rastro.
Volvió a ver hacia delante. El callejón ya se veía repugnante, destruido. Pequeñas ratas corrían por allí, viéndose también en el piso basura restante de papeles y plástico.
Las paredes se veían arañadas y ensuciadas con un tinte negro, agregando que el rededor se veía bastante húmedo.
—Descuida osito, estaremos bien —le decía a su pequeño amigo para "tranquilizarlo".
Caminó de forma paulatina, mirando todo de forma cuidadosa, sin saltarse nada. Estaba atenta a que iba a pasar algo, ahora sí.
De pronto los extraños sonidos y susurros callaron, y vinieron unos más sonoros: "despierta", "esto es real", "deja de soñar", "vuelve" esas palabras se repetían una y otra vez, y cada vez más profundamente, siendo al parecer, marcadas por la voz melancólica de un joven hombre.
Ya al adentrarse por completo, notó a un chico joven al final del callejón. Estaba de espaldas, agachado de forma ladina. A sus pies tenía un cuerpo de una mujer rubia y joven. Al chico se le notaba triste, lamentándose de que al parecer, su amiga estaba muerta. Era una simple suposición.
Él era el que susurraba, y de a poco, los susurros empezaban a ser gritos de abatimiento nostálgico.
—¡Regresa! ¡Esto no es real! ¡No puedes irte! —vociferaba una y otra vez con una notable tristeza.
Aunque se lo dijera a aquel cadáver ya sin vida, sin pensamientos ni sentimientos, se sentía que también se lo decía a la pequeña. Mary sentía que el hombre le hablaba.
De pronto aquella mirada perdida, desgarrada y descarnada, se dirigió a los pobres ojos de la niña que admiraba compasivamente la escena que estaba en su frente.
Ella seguía sin tener miedo.
Percibía como esa visión intentaba adentrarse en sus pensamientos, en lo que sentía, sin saber el por qué.
Mary se quedó quieta, allí, sin hacer nada más que observar.
Sin previo aviso, el joven se levantó, sin quitar la vista de la pequeña. Empezó a caminar hacia donde estaba ella de forma muy lenta.
La menor retrocedía por cada paso que daba el hombre, pero sin embargo, el que se acercase seguía sin darle temor, siquiera indecisión.
Aunque de a poco se alejaba, el chico comenzó a caminar más rápido. En ese momento Mary paró de retroceder, y volvió a estar quieta.
El joven hizo lo mismo, ahora, estando al frente de ella.
Sus miradas frías e impasibles se cruzaban entre sí, buscando de alguna manera entenderse una con la otra.
El silencio susurrante volvió a apropiarse del ambiente. Ello no era ni tranquilizador, y tampoco amenazador.
De repente, el joven colocó una de sus manos encima del hombro de la pequeña. Su agarre era firme, pero pasivo.
Se notaba que él quería decir algo. Se notaba que quería hablarle a Mary.
—No debiste de haber hecho eso, no debiste de irte —fueron sus últimas palabras antes de irse, antes de desvanecerse, antes desintegrarse.
La niña vio eso con impacto, sin saber qué más hacer. Miró a su peluche que estaba entre sus brazos; sus pequeños ojos desprendían lamentosas lágrimas.
—No tienes para qué llorar —le decía la pequeña a su osito.
Empezó a mecerlo con cuidado, intentando calmarlo, intentando hacer que parase de llorar.
Pasaron los minutos y su peluche se tranquilizaba. Ya no sentía temor.
La pequeña, ya no sabiendo qué más hacer, decidió por irse adonde un escondite, a un lugar más tranquilo para que no le pasase nada.
Fue caminando entre la ciudad, encontrando allí escombros de paredes derrumbadas y caídas.
Se encondió en una de ellas y se quedó sentada, ahí, sin hacer nada.
De a poco empezó a aburrirse de estar allí, de a poco empezó a agotarse de estar allí, durmiéndose paulatinamente y cerrando su pequeña vista.
Dormía dentro de un sueño; era algo raro, algo que casi no se piensa que pasaría. Aquel descanso duró horas dentro de la ilusión, siendo para ella, más bien un pestañeo; fue como si se hubiese dormido un segundo.
Sus ojos con timidez se abrían, viendo casi borroso su frente, y visualizando una sombra extraña. Al ya tener vista, logró notar que la mujer rubia, la que "estaba muerta" ahora mismo estaba adelante suyo, observándola.
Mary se dio un susto, pensando por un momento que era la realidad, recordando por unos segundos que seguía en el sueño.
Suspiró y se levantó, y en ese momento, llegó a sentir que su osito ya no estaba en sus brazos. La joven lo tenía.
La miró fijamente, rebuscando con sus ojos el dónde estaba su amigo, no logrando visualizarlo. Al final su vista quedó impregnada en la de la mayor, preguntándole dónde estaba su peluche.
La mujer no le contestó, mirándole a la pequeña con una sonrisa ladina inentendible.
—Yo no lo tengo. Ellos lo tienen —por fin dijo.
“¿Ellos?” se preguntaba Mary sin entendimiento.
—Se perdió. Podrás buscarlo, podrás intentar salvarlo, podrás verlo, podrás tocarlo, pero jamás podrás tenerlo. Desapareció —agregó, sin dejar de ver a la niña.
La menor no lo entendía bien. Para ella era muy importante su osito, pero no entendía el significado de esas palabras, todavía no entendía el significado de los sueños.
—¿Cómo puedo volver a tenerlo? —preguntó Mary, preocupada.
—No me escuchaste ¿cierto? —luego de esas palabras suspiró, y miró a la pequeña con ternura, sin siquiera sacar su promiscua sonrisa—. Ay, pequeña, dormida en un sueño. ¿No crees que eso es raro? —inquirió, apartando la pregunta de la menor.
La niña se le quedó viendo sin decir nada. No sabía qué hacer en esos casos, pero se notaba que esa mujer no le iba a hacer daño.
—No debiste de hacer eso, ahora ya no recordarás nada de lo que hiciste, de lo que dejaste —siguió hablando aquella rubia.
Después de esas palabras todo quedó en silencio. La mayor esperaba a que Mary dijera algo, pero no.
—¿Al menos entiendes lo que digo? —le interrogó nuevamente.
Pero no tuvo respuesta.
—Tal parece que ya te olvidaste de todo... Tienes que despertar.
—¿Despertar de este sueño?—preguntó la menor intentando entender al menos un poco.
—Del sueño que realmente te rodea... —respondió de forma confusa.
—¿Q-qué? ¿Cuál es ese sueño?
—Je... —La joven le miró, burlona de las preguntas de la pequeña. Sin decir nada más, se dio media vuelta y miró a Mary para manifestar sus últimas palabras—: Te tienes que ir, o más bien... ¿Yo?
En ese instante un destello enceguecedor apareció sin previo aviso en forma de explosión. La joven que estaba al frente suyo había desaparecido, y aquel mundo en el que estaba se caía a pedazos, y más de lo que estaba; pronto, la pequeña despertó.
Dio un salto, pasmada por lo que pasó. Algo extraño ya en ella. Su corazón latía rápido.
En un momento en que empezó a girar su cabeza en diferentes direcciones por el susto, notó que su osito estaba en su cama, junto a ella. Mary no lo había dejado ahí, tampoco su padre. Aún así, esto no le importó.
Lo tomó entre sus brazos y lo empezó a abrazar con ternura. Casi pensó que lo perdería.
—Gracias por acompañarme a ese lugar osito. Eres un gran compañero —susurraba Mary al peluche.
Suspiró y lo alejó un poco para verlo de frente.
—Creo que te preguntas por qué soñé eso... En verdad no lo sé, siempre sueño eso... O algo así —agregaba—. Siempre veo esa ciudad rompida... Aunque siempre hay algo diferente...
Luego de decir eso, le sonrió a su peluche, recordando todo lo que vivieron en aquel mundo de fantasías.
—Quisiera que volvieras conmigo a allá, ¿puedes? —preguntó con voz inocente, esperando la respuesta de su amigo.
Obviamente, no hubo respuesta, pero la pequeña, gracias a su imaginación, hizo que hablara el osito, siendo su contestación un simple "sí".
—¡Qué bien! Gracias osito —y lo volvió a abrazar, esta vez, casi aplastándolo—. Bueno, ahora mismo hay que volver a dormir, mañana tengo que ir a clases... ¡Y por primera vez! Estoy emocionada —a continuación de decir eso, cerró sus pequeños ojitos, se acomodó para descansar mejor, y se durmió junto a su peluche.
Volver a aquel mundo, volver a aquel sueño, volver a aquella pesadilla, volver a esa realidad irreal.
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