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Capítulo XVIII

A medida que habían avanzado las huellas del carruaje y los rastros de pequeñas perlas habían seguido apareciendo hasta llegar a un conjunto de estructuras alejadas, construídas con chapas y maderas, similares a graneros. Grandes fardos de heno se apilaban cerca de éste al igual que carretillas de madera y herramientas de trabajo.  La proximidad del cielo nocturno dificultaba la apreciación de los detalles pero hacía notar las luces de cada uno de los cinco depósitos.

—Podrían estar en cualquiera de ellos —susurró Thomas.

—Tendremos que revisar uno por uno, pero no debemos tardar.

—Será mejor que lo hagamos por separado. Tú puedes ir por los dos principales, Octavian. Yo iré por el resto.

El joven asintió y se dirigió hacia su cochero.

—Charles, espéranos aquí pero mantente fuera de vista y preparado.

—Lo haré, señor Jones. Les deseo suerte encontrando a la señorita.

Ambos jóvenes se separaron y rodearon el predio y las estructuras que habían acordado, esperanzados y expectantes.

(...)

—Lamento haber tenido que colocarte eso en el pie. Sé que puede ser molesto pero no puedo dejar que escapes —dijo Oliver señalando el grillete en el tobillo de la joven.

Anne había dejado de mirarlo. No toleraba hacerlo. El dolor y la decepción eran enormes al igual que el desprecio que sentía por quien alguna vez había sido su amigo. Se sentía agotada y la tela que cubría su boca le raspaba a más no poder.

—Seguramente esperas una explicación, yo también lo haría, así que te la concederé. Siempre sentí una gran fascinación por ti, tan irrelevante y libre, sin prejuicios, pero incapaz de fijarte en alguien y permitirlo entrar en tu vida. Luego te fuiste a Francia y en verdad creí que una parte de mí se había ido contigo, pero entonces me percaté de Rose Mary, tan desesperada por conseguir a alguien que la amase. Tan hermosa como tú —dijo con intención de acariciar su mejilla antes de que Anne corriera la cara con brusquedad.

Oliver se sentó frente a ella sonriendo ante la reacción de la joven.

—Nos veíamos en secreto y nos amábamos. Éramos felices, pero tus padres ya tenían planeado casarla con Octavian Jones, y no podía rechazar aquella propuesta. Yo tampoco podía negarle salvar a su familia de la banca rota. No pude tocarla hasta que Octavian lo hiciese para que nadie sospechara. Aprovechábamos cuando Octavian trabajaba para vernos. Incluso aprovechábamos para sacar parte de sus semillas de amapola y venderlas en los suburbios con la esperanza de recaudar el dinero suficiente para ayudar a tus padres y poner fin a ese matrimonio arreglado.

Mary Anne no podía creer lo que estaba escuchando. No quería siquiera creerlo. Rose Mary siempre había sido la que había seguido los deseos de sus padres. Quien hacía lo que le imponían sin quejarse y respetaba las reglas.

—Lo sé, debe asombrarte esa idea de tu hermana. Yo también lo estaba, pero a fin de cuentas no eran tan diferentes a la hora de actuar. Como te decía, teníamos planes, pero todo se desmoronó cuando Octavian encontró las cartas, dándole únicamente dos opciones para elegir a Rose: el divorcio o que dejara de engañarlo. Ella al parecer amaba más la vida de placeres que llevaba con Jones que a mí. Me pidió que pusiéramos fin a los encuentros, que me olvidara de ella, y eso me volvió loco.

Oliver se puso de pie y se frotó la cara inspirando y exhalando con fuerza.

—Fui hasta su casa para intentar razonar con ella, pero se negó, y fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que mis manos estaban alrededor de su cuello —las lágrimas comenzaron a brotar tanto como de los ojos de Anne como de los de Oliver—. En ningún momento quise hacerlo Anne, no era mi intención, pero lo hice. Yo la maté, y ahora tendré que hacer lo mismo contigo. No puedo dejar que nadie más lo sepa. No voy a dejar que mi trabajo, por simular un suicidio y lo que me costó mantener esa mentira, se vean tirados por la borda.

El joven secó su cara con la manga de su camisa, y se agachó en busca de una pala.

—Lo lamento, Anne. Me gustaría que las cosas hubieran sido diferentes.

Sostuvo la pala con ambas manos y la alzó, tomando envión para golpear. Anne cerró con fuerza sus ojos como si con eso pudiese parar el impacto que pondría fin con su vida. Pero éste nunca llegó. En su lugar, quien había llegado, era Thomas, el cual forcejeaba con Oliver en ese momento. Se puso de pie e intentó extenderle la pala que Jenks había dejado a un costado para pelear. Thomas la tomó por un extremo y comenzó a blandirla como si fuese una espada. Oliver agarró el extremo opuesto, estampando al hermano de la chica contra una de las paredes. El joven intentó quitar de su agarre la pala tironeando de ella hacia sí y logrando que Oliver se aproximara y hundiera en su abdomen una filosa punta plateada, haciendo que Thomas cayera al piso y noqueándolo con la parte del mango de la herramienta. El llanto de Anne se transformó en un alarido desgarrador. Tiró del grillete que la inmovilizaba hasta lastimar su piel en un intento fallido de ir hacia él y ayudarlo.

—Lamento que hayas tenido que presenciarlo, pero tienes que saber que nunca me agradó tu hermano —dijo mientras encendía un fósforo y lo arrojaba al montón más próximo de fardos de heno—. Es irónico que vaya a terminar como sus figuras de madera. Por otro lado, será mejor que nosotros salgamos de aquí.

(...)

El humo y las llamas habían comenzado a brotar de uno de las estructuras que Thomas había decidido revisar. Octavian se aproximó rápidamente hacia el lugar. La densidad del humo le dificultaba la vista así como la respiración, y las lenguas de fuego crepitaban amenazantes. Ingresó a la estructura ardiente tapando su boca con la manga de su saco. Divisó a Thomas inconsciente a un costado de los fardos que aún no llegaban a consumirse. Lo tomó por la parte inferior de sus brazos y lo arrastró hacia afuera donde revisó si éste seguía teniendo signos vitales. Charles, que había visto el fuego arder, se dirigió hasta donde se encontraba ambos jóvenes.

—Charles, llévatelo al carruaje de inmediato y cuida de él. Está herido.

—Mantendré su herida bajo presión, señor.

Octavian se puso de pie y comenzó a correr hacia la última estructura que había quedado sin revisar. Volteó para ver a su cochero llevando a Thomas a salvo. Agarró una varilla de hierro que se encontraba en la tierra y siguió su camino. Rodeó la estructura metálica con sigilo y percatándose de que sus pasos no se escucharan.  Se escabulló con cuidado entre las carretillas y los cubos de heno y observó. Allí se encontraban ambos. Anne se hallaba maniatada contra una de las columnas de hierro, llorando sin consuelo mientras que Oliver la rodeaba y jugaba con una navaja en mano recorriendo la silueta de la joven, acariciando su cabello. El joven sintió furia e impotencia y una serie de imágenes estallaron en su cabeza. Cómo su esposa lo había engañado con él pensando que lo amaba. La forma en la cual la había asesinado y había querido inculparlo, sin mencionar la forma en la que estaba torturando a Anne. Salió sin pensarlo y se abalanzó sobre Oliver, sujetándolo por el cuello con un brazo. Mary Anne ahogó un grito cuando éste otro comenzó a apuñalar el aire en dirección a Octavian. Ambos se estamparon contra otra de las columnas de hierro, tropezando con un par de fardos y haciéndolos caer.  Oliver se incorporó velozmente con el arma blanca en su mano dispuesto a matarlo mientras que le impedía levantarse al otro joven presionando su hombro izquierdo contra el piso. Octavian agarró nuevamente la barra de hierro que se había escapado de su mano y la estrelló con fuerza en la cabeza Jenks, haciendo que éste cayera a un costado, sangrante. Aprovechó para ponerse de pie y estrelló repetidamente y con furia el objeto contra el otro joven hasta asegurarse que nunca jamás volviera a despertar.

Octavian soltó el hierro para buscar la llave del grillete que aprisionaba a  Anne entre las ropas de Oliver. Sujetó la pequeña pieza de bronce con manos temblorosas mientras la giraba, liberándola finalmente. Desató el sus manos y el trozo de tela que le cubría la boca. La joven lo abrazó fuertemente y él respondió de igual manera. Luego de un instante la chica se apartó de él y limpió sus ojos.

—Thomas. Él... —susurró.

—Él estará bien, nos espera con Charles.

Anne asintió sin poder reproducir palabra alguna y dirigió su vista hasta el cuerpo inerte de Oliver. Octavian la imito y sintió horror de lo que había hecho.

—Todo por fin acabó —dijo Anne tomándole la mano.

Y todo realmente había acabado en más de un solo sentido, tanto para bien, como también para mal.

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