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Capítulo XV

Sintió que alguien la zamarreaba con cuidado intentando despertarla.

—Annie, despierta, es importante. Annie, vamos, levántate. 

—¿Qué es lo que quieres, Thomas? —preguntó aún adormecida.

—Creo que es más que obvio que quiero que te levantes, y claro, que me prestes atención.

Anne se incorporó en su cama intentando desperezarse mientras que su hermano tomaba asiento en el colchón. Restregó sus ojos y encendió el velador que se encontraba en la pequeña mesa de luz para poder ver qué hora era en el reloj.

—Espero que sea de suma importancia para que puedas justificar por qué me has despertado a las cuatro de la madrugada, y sé breve porque me gustaría seguir durmiendo.

—Está bien, iré al grano. ¿En verdad crees que Octavian es inocente? 

—Lo ha demostrado, ¿por qué pensaría que no lo es?

—Mi pobre e ingenua hermanita, esas pruebas no son más que basura. Supongamos que los planos sí son para lo que dijo que eran y que los libros sí son de su hermana, por lo que descartamos esas dos cosas, ¿me sigues? 

—Sí, continúa —dijo Anne seguido de un bostezo.

—Lo que digo es que bien podría haber puesto cualquier hora en el libro de registros del dueño de las cabañas con el propósito de tener una coartada que lo cubra.

—Es posible pero improbable. ¿Piensas que deberíamos informárselo a algún oficial?

—No, de ninguna manera. Es un hombre adinerado, puede sobornar a quien quiera incluyendo a la policía.

—¿Qué hay con los gemelos? Octavian probó su alergia.

—Primero, no hables tan alto, podría despertar y escucharnos. Segundo, podría haberlos puesto él mismo donde los encontramos sin necesidad de usarlos.

—Thomas, eso es ilógico. No tiene el más mínimo de los sentidos que alguien deje algo que lo comprometa con sus iniciales y que después resulte que no puede ser de él.

—O quizás sí. Quizás su intención fue desviar la atención hacia alguien más. Incluso quizás deberíamos buscar opiniones de terceros, como vecinos, conocidos de ambos...

—Quizás también deberías dormir, tu cara se ve terrible.

—La tuya tampoco es de mi agrado...

—Será porque alguien me despertó para decirme cosas sin sentido.

Anne se recostó nuevamente apagando la luz de su lámpara dejando a su hermano a oscuras. Thomas se puso de pie y se dirigió hasta la puerta de la habitación donde se detuvo un instante antes de marcharse.

—Annie, ojalá me equivoque, pero a veces pienso que una parte de ti se está involucrando con el señor Jones —y dicho ésto cruzó el umbral para continuar su camino.

No pudo volver a dormirse después de la interrupción de Thomas. Sus palabras se le habían quedado rondando en su cabeza y la duda había comenzado a crecer en su interior. ¿Qué pasaría si su hermano tenía razón? ¿Podría vivir con tal incertidumbre? Realmente no lo creía posible. Si Octavian Jones era realmente el asesino y los estuvo despistando hasta entonces tarde o temprano tendría que pagar por su crimen, y en el caso de que éste fuese inocente deberían concentrarse en el verdadero culpable y descubrir quién es. 

Las horas de la madrugada se le pasaron rápido entre ideas y pensamientos, y cuando el claro cielo por fin se hizo visible pidió a April que le preparase el baño y a Gretel que le tuviese listo el desayuno puesto que saldría. Tenía planeado investigar. Había considerado la idea de Thomas de buscar testimonios de terceros y eso es lo que haría. Iría a casa de la señora Akers, ubicada frente a la casa de Octavian cruzando la calle, para hablar con su hija Harriet, con quien ya había conversado veces anteriores. Una vez lista, se dirigió hasta la puerta de salida mientras que a su vez Octavian salía de su estudio como era costumbre.

—¿A dónde irás?— preguntó con curiosidad.

—Necesito aclarar mis pensamientos por lo que he decidido dar un paseo —mintió.

—Puedo acompañarte si lo deseas.

—Creo que será mejor que esta vez no. ¿Cómo está su alergia?

—Continúa allí pero ya está mejorando. No la retengo más, espero que disfrute su paseo.  Nos vemos en el almuerzo —dijo mientras comenzaba a subir por la escalera.

Anne salió lo más rápido posible y cruzó la adoquinada calle sin antes percatarse de que nadie viese a dónde iba. Tomó la elaborada aldaba de la casa de Akers y llamó a su puerta con tres golpeteos. Al abrirse apareció la señora Akers enfundada en un estridente vestido amarillo brillante haciendo que por primera vez la atención se desviara de su rojo y alborotado cabello.

—¡Rose Mary, qué agradable sorpresa! Pasa, querida.

—Es un gusto volver a verla, señora Akers.

—Dime, ¿qué te trae por aquí? 

—He venido para hablar con Harriet, espero que se encuentre en casa.

—Por supuesto que sí, estaba buscando una excusa para no desayunar con el señor Gibson. La iré a buscar. Agradecerá que hayas venido.

Después de esperar solo un par de minutos Harriet apareció en la sala. A diferencia de su madre, su aspecto no contenía ni la más mínima intención de captar la atención de alguien, claro, a excepción de su cabello, idéntico al de su madre.

—Gracias al cielo que viniste, Mary.

—Tu madre me mencionó lo del señor Gibson.

—El tedioso señor Gibson —la corrigió—, pero no deseo hablar de él.

—Bien, entonces te hablaré sobre a lo que he venido. ¿Recuerdas la terrible discusión que tuve con Octavian no hace mucho?

—Sí, en la cual tú me contaste que él se había ido y no había pasado la noche en la casa. ¿Han vuelto a discutir? ¿Sucedió algo?

—No, nada de eso, pero un conocido me ha contado que vio a alguien entrar a la casa, y como tú ya sabes, yo esa noche también me fui a casa de mis padres. Se me ocurrió que tú o tu madre podrían haber visto algo -quiso saber de mentira a verdad.

—Eso es terrible. Que alguien entre a tu propiedad como si nada es totalmente inaceptable. Me encantaría ayudarte, sabes que te considero una amiga pero aquella noche no estuvimos con mi madre y ocurrió bastante tarde como para que nuestras criadas estuviesen despiertas. Pero si alguien ha visto algo estoy segura que ha sido madame Winterbottom. Siempre está observándolo todo para tener nuevas historias que contar en las reuniones. Creo que es solo por eso que aún la invitan.

—En verdad te lo agradezco, Harriet. ¿Crees que se encuentre en su casa?

—Es una anciana, ¿dónde más podría estar?

Anne se despidió tanto de Harriet como de su madre y se encaminó hacia la gran casa de la señora Winterbottom, añeja y desarreglada como ella, ubicada en la esquina de la manzana. Llamó más de tres veces antes de ser atendida por una joven de piel morena, años más chica que ella, quien la hizo pasar conduciéndola hasta la planta superior, donde se encontraba Winterbottom leyendo en su biblioteca.

—Lamento molestarla, señora Winterbottom, pero en verdad necesito hablar con usted.

—No me molestas, Rose Mary, un poco de compañía es buena. Lo que sí me molesta es que sigas nombrándome por mi apellido cuando ya sabes que mi nombre es Blair. ¿Qué es de lo que necesitabas hablar? 

—¿Recuerda mi discusión con Octavian? ¿El día en que ambos nos fuimos de la casa sin regresar hasta el otro día?

—Lo recuerdo bien —respondió la mujer mientras bebía de su taza de porcelana.

—Hace poco me informaron que alguien entró a la casa mientras no estábamos —dijo Anne usando la misma técnica que había empleado minutos antes al hablar con Harriet—. ¿Usted pudo verlo?

—De hecho, ahora que lo mencionas sí, vi a alguien entrar cuando estaba cerrando las cortinas de mi cuarto. Pensé que era tu hermano ya que no era el señor Octavian, pero al parecer tampoco se trata del señor Owens. 

—Desde luego que no. Mi hermano en ese entonces se encontraba en Francia junto a mi hermana, y apenas ayer ha llegado a visitarnos y quedarse por un tiempo con nosotros. ¿Lo vio salir, Blair? 

—A ese hombre, no, y tampoco vi si había llegado a pie o en carruaje. Deberías hablar con un oficial sobre el asunto, niña.

—Es una gran idea —la conformó—. Gracias por ayudarme a aclarar mis dudas. Iré a contarle a mi esposo para que podamos solucionar este problema.

—Me alegra que todo haya vuelto a estar bien con el señor Jones.

—A mí también —respondió antes de irse. 

Aún tenía tiempo de sobra antes del almuerzo, por lo que aprovecharía para contarle a su hermano lo que pudo averiguar esa mañana. Al llegar buscó a Thomas hasta encontrarlo donde April le había dicho que estaba.  Cruzó la puerta vidriada que comunicaba la sala con el jardín trasero y se sentó junto a él. 

—¿Cómo te fue en tu paseo? —preguntó sin levantar la vista de su libreta de dibujo—. Y sí, Octavian me lo dijo.

—Mejor de lo que crees. Pensé en lo que me dijiste anoche y decidí salir a investigar un poco.

—¿Y hallaste algo útil? 

—Es cierto que Octavian estuvo el tiempo que dijo en Yorkshire, pero la señora Winterbottom dijo haber visto a alguien entrar a la casa, y me afirmó que no era Jones. Se me ocurre que ese hombre pudo haber sido el amante de nuestra hermana.

—O un hombre que contrató Octavian para que matase a Rose.

—¡Thomas!

El joven por primera vez en toda la conversación levantó su vista y dejó de garabatear.

—Anne, escucha, para mí Octavian Jones seguirá siendo sospechoso hasta el momento que aparezca otra persona y confiese todo, y aún así tampoco confiaría del todo.

—Ese es tu problema, hermano, desconfiando de todo jamás llegarás a algo. 

—¿Y tú confías en que él no fue?

—Confío en lo que intuyo, y eso me dice que él no ha tenido nada que ver en ésto.

Thomas cerró su libreta y la guardó junto a la carbonilla en uno de los bolsillos de su saco para luego ponerse de pie. 

—Veo que nada de lo que yo diga va a hacerte cambiar de parecer, y en verdad espero que estés en lo cierto para que no te lleves desilusiones, pero yo desisto de esta investigación. Haz lo que quieras o lo que vaya a decirte tu intuición. 

—Lo haré, aunque sea sin tu ayuda.

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