Capítulo XIV
Allí se encontraba él, saliendo de su estudio como otras tantas veces y volteándose para cerrarlo. Anne avanzó hacia Octavian con paso apresurado y con el par de gemelos apretados en su puño izquierdo. En cuanto el joven se volteó estampó con la mayor fuerza que pudo sus manos en el pecho de éste haciendo que su espalda chocase con la puerta de su estudio, dejándolo perplejo.
—Eres un asesino —lo acusó elevando la voz—. Todo este tiempo fuiste tú.
Octavian intentó tomarla de las manos para que lo soltara pero ella se aferró a sus ropas produciendo un violento forcejeo entre ambos. Anne lo soltó bruscamente y se apartó de él retrocediendo unos cuantos pasos.
—Anne...
—Ni se te ocurra intentar negarlo, encontré las cartas de Rose Mary.
—Las cosas no son lo que parece, Anne... —el joven intentó acercarse pero ésta se volvió a apartar.
—¡DETENTE!
En ese momento Thomas ingresó por la puerta de entrada cargando dos de sus maletas y depositándolas en el suelo y sin entender el porqué de los gritos que se oían desde el exterior.
—¿Qué es lo que está pasando? —intervino dirigiéndose hasta donde estaba su hermana.
—Tenías razón, Thomas. Él lo hizo. Encontré cartas de Rose. Tenía un amante y Octavian la mató por ello.
—¡NO PUEDES CULPARME SOLO POR ESO! —estalló Octavian ante las injurias de la joven.
—¡CLARO QUE PUEDO, Y NO ES LO ÚNICO QUE HE ENCONTRADO!
—Entonces dime. Dime cuáles son tus fundamentos —el joven intentó avanzar hacia ellos una vez más pero Thomas se interpuso entre él y Anne
—No te acerques a nosotros y mucho menos a mi hermana —le advirtió.
—Escondías las cartas en un alhajero que tenía llave y la llave de éste en tu estudio también con llave, al cual nadie podía entrar, pero yo lo hice. Encontré libros sobre el cuerpo humano que enseñaban múltiples lesiones y varios planos de fosas —Anne realizó una pausa para recuperar el aire y poder continuar tratando de que su cuerpo no temblara—. Nadie estuvo ese día en la casa, nadie pudo haber visto nada e insistes en justificarte.
—Los planos de fosas son para un sistema de canaletas de riego para los cultivos. Esta semana me llamarán para retirar el resto de los planos y materiales. Los libros son de Pauline, tienen anotaciones de ella en el interior si no me crees. Siempre ha querido estudiar medicina como nuestro tío pero nuestros padres no se lo permiten.
—¿Qué hay de las cartas? ¿Por qué las tenías escondidas? ¿Por qué cuando te pregunté sobre ustedes no me dijiste nada?
—Simplemente no quería mostrar el lado que Rose Mary se había ocupado tanto por ocultar.
Thomas comenzó aplaudir con sarcasmo y una sonrisa burlona en su rostro.
—Impresionante, señor Jones, parece que tiene una respuesta y justificación para todo, pero me gustaría saber si la tiene para esto. Annie, muéstrale los gemelos.
Anne extendió la mano dejando ver las piezas plateadas en la palma de su mano.
—Mi hermana y yo los encontramos en el árbol donde en teoría se colgó Rose, y es curioso, Octavian, que tengan tus iniciales grabadas. ¿Los reconoces?— dijo éste tomando uno y acercándolo al otro joven para que pudiese apreciar los detalles del grabado.
Octavian observó minuciosamente la pieza para luego negar con la cabeza y esbozar una risa incrédula.
—Esto no podría ser mío de ninguna manera. No es de plata, su brillo no es el mismo. Son de una aleación de otros metales y níquel. Soy alérgico al níquel como muchas otras personas.
—Demuéstralo —le exigió.
—Thomas, creo que demasiado...
—Annie, debemos probar que no miente. ¿Podrías vivir con la duda?
—Si es lo que necesitan para creerme lo haré —dijo Octavian quitándoselos—. Los usaré durante todo el día para demostrarles que es cierto. ¿Algo más que tengan para usar en mi contra?
—Lo hay. Elena me contó que luego de que discutieran esa noche te fuiste y cuando regresaste encontraste a Rose Mary. ¿Dónde estuviste y cómo hacemos para creerte?
—Fui a Yorkshire, Anne. Discutimos porque descubrí las cartas y quería releerlas a solas, lejos de todo. Me quedé en una de las cabañas del señor Morris, donde hay que rellenar un libro con tus datos para poder pasar la noche. Pueden preguntar por él si quieren ir para sacarse las dudas. Cualquier habitante de Yorkshire les indicará cómo llegar.
—Annie, será mejor que tú vayas a Yorkshire. Yo me quedaré con él. Y Octavian, no vayas a ofenderte y tampoco es que no confíe en ti, pero, ¿cómo podría hacerlo? Además, tengo que acomodar mis pertenencias. ¿Cuál de las habitaciones puedo ocupar?
La perplejidad volvió a hacerse presente en el rostro de Octavian y la joven no pudo contener una leve risa por lo bajo.
—Thomas no tiene dónde quedarse y le ofrecí alojamiento.
—¿Y lo ibas a hacer sin preguntarme?
—No antes de leer las cartas, además, tú fuiste quién me dijo que esta también era mi casa.
—¡Touché! —exclamó su hermano.
Yorkshire no era el lugar más lindo de Inglaterra pero sí se podía decir que era uno de los lugares más tranquilos y poco habitados. La cálida luz del sol y el contraste de las sombras producidas hacían resaltar las estructuras y los árboles con sus pequeños brotes nacientes. Como había dicho Octavian, las cabañas del señor Morris eran bien conocidas en el pueblo, de estilo campestre pero no de gran tamaño, agrupadas una al lado de la otra.
—Señorita Owens, ¿quiere que la acompañe?
—Espérame aquí, Edmund. No tardaré.
Anne se introdujo al interior de una de las cabañas más grandes, la cual tenía un cartel que indicaba que allí funcionaba la recepción y el espacio de comida de dicho lugar. Abrió la puerta y una pequeña campana anunció su llegada. Se aproximó hacia el mostrador de madera clara donde se hallaba un hombre delgado y de aspecto un poco desarreglado, de cabello rizado y espesa barba.
—¿Es usted el señor Morris?
—El mismo, madame —respondió en tono cantarían—. ¿Ha venido para hacer una reserva o ya tiene una?
-De hecho vengo por otro asunto. Quisiera consultar su libro de reservas, señor, si es que es posible.
—Me gusta pensar que todo en la vida es posible. Es una visión muy positiva de ver y tomarse la vida, ¿no lo cree? Pero tendré que preguntarle para qué es que quiere verlo.
La joven recordó la coartada que había usado su hermano cuando visitaron a Lowell O'Reilly e intentó utilizarla una vez más.
—Lo cierto es que sospecho que mi marido me engaña con otra mujer. Me dijo que haría un viaje de negocios pero conocidos me han dicho que lo vieron aquí. Estoy desesperada, tenemos dos niños pequeños a los que debo resguardar del mal accionar de su padre.
—Es tan triste lo que usted me cuenta. Mi ya no tan querida Sophie me abandonó en cuanto conoció a un hombre de mejor posición. Aguarde un momento, enseguida le traeré el libro.
El señor Morris desapareció tras una pared divisoria y al cabo de un momento regresó con un grueso libro algo dañado y deshojado. Mary Anne retrocedió las páginas cinco meses atrás y se aproximó a la fecha en la cual había muerto su hermana. Indudablemente Octavian había estado allí, con horario de llegada y de partida constatados y firmados de puño y letra. El hombre la miraba expectante intentado saber si el marido imaginario que ella había inventado la había engañado o no. Anne cerró el libro de golpe y fingió gran angustia tapándose la cara con las manos y negando con la cabeza.
—Lamento mucho que haya sido cierto, madame, ¿quiere algo de beber?
—No, estoy bien. Creo que lo mejor será que me retire de este lugar. En verdad le agradezco su ayuda y espero que encuentre una dama que lo aprecie ante cualquier circunstancia económica.
Salió rápidamente antes de que el señor Morris pudiese formular palabra alguna e ingresó de la misma manera al carruaje sin antes indicarle al cochero que ya podían regresar nuevamente a Londres.
La noche ya había caído cuando llegaron a la gran casa. Thomas y Octavian se encontraban en la sala, uno haciendo bocetos y otro leyendo y realizando anotaciones en un cuaderno.
—Anne, ya me estaba preocupando. Creí que no volverías nunca.
—Octavian tenía razón. Sí estuvo en las cabañas en Yorkshire.
—Sé que es verdad porque también era cierto lo de la alergia al níquel —respondió su hermano—. Enséñale, Octavian.
El joven que no había estado interesado en la conversación dejó el libro y cuaderno a un costado y arremangó sus mangas para dejar visible la sarpullida y enrojecida piel de ambas muñecas. La mirada de Anne quedó fija en la zona afectada sin poder decir nada. Octavian tampoco habló y en su lugar volvió a desplegar las mangas de su camisa.
—Creo que le debemos una disculpa al señor Jones, Annie. Bueno, en realidad tú se la debes porque yo ya lo hice. Hasta le agradecí por la hospitalidad. Iré a ver si la comida ya está lista. Aprovecha el tiempo y, como dije antes, discúlpate con el pobre.
Thomas desapareció de la sala dejándolos a solas y dirigiéndose a la cocina como había anunciado. Anne se ubicó próxima a Octavian y con cuidado bajó el libro que éste leía para poder captar su atención.
—Lo siento mucho —se disculpó mirándolo a los ojos—. Por todo lo ocurrido hoy, por haberte juzgado injustamente y por lo que le ocurrieron a tus muñecas a causa de nuestra petición. También por traer a Thomas sin tu consentimiento.
—Debo admitir que el señor Thomas es una graciosa compañía, y supongo que al resto me lo merecía por no aclarar las cosas desde un principio. También te debo una disculpa por lo que ocurrió las otras noches.
—Supongo que ya ambos estamos a mano.
—Supongo que sí, Anne.
—¿Te duele mucho? —preguntó la joven indicando con un leve gesto el sarpullido.
—Solo arde un poco, pero pasará.
Anne llamó a una de las criadas pidiendo que le trajeran menta, miel y un poco de agua tibia en un mortero. Machacó y mezcló todo creando una especie de ungüento. Tomó a Octavian de las manos y dobló los puños de su camisa para poder dejar libre la zona afectada y aplicó la mezcla sobre la pálida piel con delicadeza, intentando no causar dolor alguno.
—Gracias, no tenías por qué molestarte en hacerlo.
—No, si tenía, y aunque no tuviese un por qué... quería hacerlo.
El silencio perduró por un momento entre los jóvenes al igual que las miradas sostenidas.
—Bueno, bueno —irrumpió Thomas nuevamente en la sala—, la cena está servida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro