──・──・・✧ ・・──・──
—¿Qué pasó? Me dejó allí y todo se volvió negro—se quejó el cuervo volando por los altos techos del palacio.
Morfeo estaba de camino a la biblioteca con una sola cosa en mente y esa era descubrir lo que acababa de pasar.
—Despertó. Pero no era un sueño. Si no una memoria.
—¿Qué no está en sus veinte?—revoloteó enfrente suyo manteniéndose más cerca.
—Yo tampoco entiendo mucho lo que pasa—las grandes puertas que encerraban los miles de libros se abrieron sin siquiera ser tocadas—aún.
Mantenía aquella mirada decidida mientras recorría los infinitos pasillos observando los títulos en los lomos de los libros. Si no era un sueño tenía que haber sido otra cosa ¿quizá una visión distorsionada? ¿o acaso se habrían cruzado los recuerdos con algún antepasado?
—Mi señor. ¿Sucede algo?
No se molestó en girar la cabeza para saber que Lucienne había llegado a su lado y estaba a su disposición como de costumbre. Miraba con curiosidad cómo tomaba un libro de pasta verde y lo abría justo a la mitad, repasando a simple vista el texto.
—Buscamos algo que pueda ayudar a Rosemary—habló Matthew parándose sobre su hombro.
—¿Rosemary?—repitió frunciendo el ceño.
—Es su crush.
—No es mi crush—levantó la mirada del libro para fulminar al ave—lo que sea que signifique eso. Lucienne—finalmente le puso atención—necesito que busques todo lo que tenga que ver con memorias de otra vida y...los libros de Rosemary Starr.
—Seguro, mi señor.
Viéndole partir tomó dirección contraria para ir a ocupar el asiento en que regularmente se sentaba cuando estudiaba algún texto dentro de la misma biblioteca. Fue allí que se topó con Merv reparando uno de los estantes.
—Así que una nueva chica ¿eh? Ya sabe lo que dicen, la tercera es la vencida—dijo el de cabeza de calabaza con una risita. A Morfeo no le pareció tan gracioso y su rostro lo decía todo—si, mejor me voy.
Una pila de aproximadamente cinco libros fue puesta sobre la mesa que yacía a su lado cortesía de Lucienne quien se quedó allí mismo con las manos en su espalda.
—Disculpe mi atrevimiento pero, ¿quién es esta tal Rosemary?
—Quien me liberó de Frederic Burguess—contestó dejando el libro que sostenía para tomar uno de la pila.
—Ya veo...y ahora quiere ayudarla porque...
—Es lo mínimo que puedo hacer por ella luego de su gesto—hojeaba "Memorias y subconscientes"—lo cual tampoco tengo idea de cómo hizo.
—¿Sólo eso?
Dirigió sus ojos azules a los cafés de Lucienne no muy contento por tanta pregunta. Se sentía en interrogatorio y lo que más le molestaba era no saber las respuestas con exactitud.
—Sólo eso. De todos modos, no tengo porque explicarme.
Eso decía mucho y no podía engañarla. Después de todo le ha acompañado por milenios enteros, quizá por eso mismo decidió dejarlo por las buenas y retirarse.
En poco tiempo había logrado absorber la información necesaria acerca de memorias pasadas sin llegar a una conclusión evidente. Miró el único libro que quedaba: el nombre y apellido de la joven estaba grabado en la portada con letra cursiva dorada. De alguna manera sentía que estaba por violar la privacidad al leer el archivo que contenía todo sueño que había tenido desde que fue concebida pero no tenía muchas opciones.
Más que un archivo de sueños parecía un libro recopilatorio de historias que bien podría ser encontrado en la biblioteca de la ciudad. Rosemary no sólo tenía una gran imaginación si no una asombrosa capacidad de detalle que incluso para él era demasiada. Pesadillas, sueños dulces, memorias mezcladas...pero nada fuera de lo normal. Y le preocupaba el doble.
Sin decir palabra alguna —como de costumbre— dejó su reino para caminar entre los mortales. Mortales que se aglomeraban en un edificio con diversos locales en búsqueda de posesiones materiales...o en otras palabras, un centro comercial en fin de semana.
Su oscura presencia no pasaba desapercibida entre los presentes que le pasaban de lado con miradas algo extrañas en el ancho pasillo del segundo piso deteniéndose en la entrada de una tienda de ropa con música pop de fondo. Miraba con atención a Rosemary moviendo las playeras de colores en el aparador, haciendo resbalar los ganchos de un lado al otro. El cabello suelto caía sobre sus hombros y hacía gestos ante los diseños de la ropa.
Dejó de lado ese departamento para adentrarse más a la tienda. Morfeo decidió hacer lo mismo al perderle de vista pero poco sabía que era de las tiendas más concurridas a esa hora. En cuestión de segundos se vio perdido entre la gente y el bullicio, jeans y adolescentes criticones.
—¡Boo!—miró a su derecha encontrándose con Rosemary riendo. Permanecía quieto sin perder el contacto visual.
—Hola, Rosemary Starr.
—Hola, Sueño de los Eternos—le saludó imitando su tono formal—¿también estás aprovechando las ofertas de temporada?
Un par de niños corrieron en medio de ellos, haciéndoles separarse un poco y ganándose en el intento la mirada seria del de negro.
—¿Y si te invito un helado? Tienes cara de que quieres uno.
Sin decir más se dio vuelta para cruzar la tienda. Morfeo sonrío a penas, siguiéndole a su propio paso. La zona de comida no estaba muy lejos por lo que en cuestión de dos minutos ya se encontraban en la fila de la heladería.
—Creo que pediré uno de vainilla y chocolate—dijo observando el menú plasmado bajo el logo—¿tú?
—No consumo alimentos.
—Eso explica mucho—bromeó avanzando en la fila.
No le dio tiempo a responder debido a que era su turno de ordenar. Una vez que le fue entregado el postre comenzaron a caminar en dirección al área abierta del centro comercial que estaba junto al estacionamiento húmedo debido a la llovizna que cesaba a momentos.
—Quería devolverte esto—sacó el pequeño objeto de su bolsillo.
—Encontraste mi regalo—habló dejando de vuelta la cuchara sobre el helado.
—¿Regalo?
—Ajá—asentía con la cabeza—considéralo un modelo a escala para crear algo en tu reino cuando te aburras o como sea que funcione.
Él sonrió viendo su perfil, mismo que una ventisca de aire resaltó al mover su cabello. Fue allí donde notó una marca en su cuello. No se trataba de una cicatriz tal cual pero tampoco parecía ser algo reciente. Era un ligero cambio de color en su piel a forma de línea brusca. Al instante la relacionó con algo que leyó en el libro con su nombre: fue víctima de degollación en uno de sus tantos sueños detallados.
—¿Qué pasa?—le preguntó ladeando la cabeza.
Alguna vez había leído sobre los lunares siendo marcas de besos de un amante en una vida pasada —escrito por algún poeta hace muchísimo tiempo— pero ¿cicatrices de muertes pasadas? Eso ya no tenía un sentido poético como lo anterior.
—Nada.
—Eres raro—comentó antes de tomar otra cucharada del cremoso helado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro