5 ࿐ 𝑎 𝑐ℎ𝑜𝑖𝑐𝑒 𝑡𝑜 𝑡𝑎𝑘𝑒
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Rosemary se disponía a lavar el plato que había usado para cenar con la televisión en algún canal local de fondo cuando llamaron a la puerta. Enjuagó sus manos y las secó en la pequeña toalla colgada al lado de la llave sin olvidar apagar el televisor camino a la entrada de aquella casa.
Estaba cansada por lo que rogaba que no fuese alguna visita inesperada como amigos de la familia o simples vecinos que le entretuvieran junto a su abuela platicando. Y bueno, sus ruegos no sirvieron de nada cuando se topó con la castaña de gabardina clara al otro lado de la puerta: Johanna Constantine.
—Hey—dijo sonriéndole.
—Pudiste haber llamado—fue lo primero y único que salió de Rosemary.
—¿Hubieses contestado?—Starr permaneció en silencio, desviando la mirada por un momento hacia la calle desierta—bueno, allí lo tienes.
—¿Necesitas algo? Porque estaba por irme a dormir.
—No, yo...—soltó un suspiro—¿puedo pasar?
Se odió a sí misma cuando cayó en cuenta que no podía negarse a los ojos castaños y acento marcado de Johanna Constantine. ¿Cómo se supone que la supere si seguía reiniciándose las cosas? Era demasiado desgastante pero de todos modos abrió la puerta retrocediendo un paso para que entrara.
—¡Johanna! Hace tiempo que no pasas por aquí—saludó la abuela de Rosemary apareciendo por el pasillo—¿quieres un té o...?
—Muchas gracias señora Starr pero no planeo quedarme mucho tiempo—dijo sonriéndole.
—Bueno, espero que no te vuelvas una extraña.
Ambas esperaron a que su sombra desapareciera por las escaleras para poder caminar en dirección a la sala de estar en donde terminaron sentándose frente a frente en los sofás color arena. La iluminación de la calle se colaba por la ventana iluminando el rostro de Johanna y dándole al corazón de Rosemary una puñalada por lo hermosa que lucía.
—Tu abuela es muy amable. De seguro amará a tu nuevo novio y sus asombrosas habilidades sociales—ella ladeó la cabeza, sin saber exactamente lo que quería Johanna con aquel comentario—un mensaje avisándome que el Rey de los sueños venía por mí hubiese sido lindo ¿no crees?
—¿Me hubieses creído?
—Probablemente no—mantenía su sonrisa coqueta en todo momento—aunque aún no me explico mucho lo suyo. ¿Cómo es que lo encontraste?
—No lo encontré, él me encontró a mí—hizo una pausa—¿le diste lo que buscaba?
—Si, aunque terminé dándome cuenta de otras cosas. Ya sabes, la moraleja de toda historia como en los cuentos.
—¿Y eso tiene que ver conmigo porque...?
—No es juego de niños meterse con este tipo de cosas. Los demonios son una, los seres inmortales del tipo de Morfeo son otra. Es peligroso...—se puso de pie, encogiéndose de hombros—ten cuidado. Y no dudes en oprimir el botón verde bajo mi nombre en tus contactos ¿si?
—Claro.
Sonrió una vez más caminando hacia la puerta con ambas manos en los bolsillos de su larga gabardina color paja, siendo seguida por Rosemary. Una vez puesto un pie en el pavimento húmedo del pórtico, dio media vuelta para verle: el cabello desordenado, los jeans de cintura alta y el pentagrama plateado colgando de su cuello. No lo admitiría pero lo pensó más de una vez antes de acercarse a ella y juntar sus labios por lo que sería una última vez, una acción a la que Rosemary no se negó.
—Fue agradable verte, Rose—murmuró acariciando su rostro, apartando el cabello que le obstruía una mejor vista de su piel dorada.
Pudo haberla detenido cuando bajaba el par de escalones en camino a la acera y una parte suya quería correr para ello pero no lo hizo. De igual forma Johanna esperaba escuchar la voz de Rosemary pidiéndole que volviera para tomar el té que su abuela había ofrecido. Ambas sabían que era lo mejor.
Esa noche Rosemary entró a la cama con una sensación de vacío en el pecho. Una que no duró mucho al entrar al reino de los sueños donde su subconsciente parecía saber justo lo que necesitaba cuando su entorno cambió a un callejón vacío por la noche, lámparas iluminaban cada dos metros con su luz anaranjada y entonces allí estaba su acompañante tomándole de la mano guiándola hacia la sucia puerta trasera del night club al que acudió por primera vez con ella.
Podía ser una memoria, una imaginación de lo que quiso que pasara o un simple sueño pero no le importaba porque sólo eran ellas dos. Johanna y Rosemary divirtiéndose un viernes por la noche luego de una dura semana de trabajo.
Johanna le soltó de la mano para abrir la puerta sin romper el contacto visual. Sin más desapareció siendo absorbida por la música alta y luces de colores del interior, camino que estaba decidida a seguir.
—¡Oye! Rosemary.
Se detuvo con la mano en la manija buscando con la mirada al dueño de la voz masculina y levemente chillona que le llamaba. El callejón estaba desierto. O al menos así parecía hasta que escuchó el revoloteo de un par de alas trayendo consigo a un cuervo negro descendiendo hasta posarse en la orilla del basurero a un par de metros suyos.
—Estaba ocupada con algo así que...—señaló la puerta, abriéndola un poco.
—Si sabes que es un sueño, ¿no?
En compañía de un mareo, Rosemary se volvió consiente de aquello. Miró a su alrededor no sólo reconociendo el lugar si no poniendo énfasis en el cielo nocturno que parecía más de un color púrpura con ondas extrañas en él.
—Ahora lo sé.
—Cool. Mira, mi amo está en problemas y en verdad necesito que vengas conmigo.
—O podría entrar al club nocturno a divertirme con Jo, mi ex novia que nunca fue mi novia y me espera dentro—sonrió abriendo la puerta en su totalidad siendo cegada levemente por la luz rojiza.
—¡Morfeo es quien necesita ayuda!—exclamó con desesperación.
Entonces Rosemary se detuvo en seco. Por un lado tenía a Johanna y por el otro a Morfeo. La mujer que no podía tener por más que deseara y el hombre —si podía llamársele así— al que se sentía atraída en un nivel inexplicable.
Suspiró cerrando la puerta y girándose en dirección al cuervo que le esperaba impaciente.
—Está bien...—hizo una pausa esperando a que añadiera su nombre.
—Matthew.
—Matthew—dijo. Que nombre tan curioso para un ave, pensó—¿qué tengo que hacer?
El mencionado miró a una puerta que hace segundos no estaba allí, junto al basurero. Rosemary sabía que esa decisión iba más allá de dejar un buen sueño y aún así la tomó.
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