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bucky barnes;

Extendió su brazo, derribando nuevamente la reina blanca de su oponente. Una victoriosa sonrisa asomó en sus rosados labios, continuaba invicta en aquel pasatiempo desde semanas. Aunque le aburría hallarse ganando las partidas a causa de la falta de práctica del castaño.

   —¿Sabes jugar? —indagó Sthepanie, anotando en su libreta una nueva raya en la sección de victorias en ajedrez—. Digo, vas perdiendo ciento setenta y seis veces conmigo.

  —¿Me estás llamando perdedor?

  —Tómalo como quieras, James.

Después de varias horas, él había mencionado una palabra. No era que le molestara el silencio, pero había situaciones en que la intensa mirada de James la incomodaba.

Sthepanie comenzó a recolectar y guardar las piezas del juego en sus respectivos lugares dentro de la caja. Su trabajo de buena vecina estaba completo, había aseado el departamento del hombre, cocinado un exquisito platillo de carne y verduras, y ayudarlo en acomodar algunos objetos que todavía permanecían dentro de las cajas de la mudanza. Además, se había dado el atrevimiento de invitarlo una nueva partida de ajedrez y derrotarlo en cuestión de minutos.

—¿Tienes que irte tan pronto? —preguntó James, algo distante de la realidad.

  La muchacha asintió con una veloz movimiento de cabeza. El sol ya se encontraba escondido y necesitaba acabar con sus quehaceres personales. Unos conocidos aparecerían dentro de unas horas y el departamento propio se asemejaba a una pocilga.

—Tienes almuerzo dentro de la nevera, a menos que quieras aparecerte a cenar —comentó, tomando sus pertenencias y marchando en dirección a la puerta—. Haré pasta, sé que es tu favorita.

  La sombra de una sonrisa asomó en el rostro del castaño, provocándole una extraña sensación de mariposas revoloteando en el estómago.

Cuando estaba a punto de salir del departamento, su teléfono celular empezó a vibrar en su bolsillo. Se disculpó de James, apartándose a responder el llamado, que, según lo anunciado en el visor de la pantalla, se trataba de Natasha.

—Te dije que hasta las ocho no se aparecieran en mi departamento, Romanoff.

  —¿El clima de Bruselas te afecta? —indagó la pelirroja, detrás lograba escucharse las voces de Steve y Tony discutiendo de manera acalorada.

  Stephanie suspiró. Sus sistemas solían alterarse cuando recibía alguna llamada de Natasha u otro miembro de los vengadores.

  —¿Qué?

  Romanoff aguardó unos segundos en responderle, parecía estar huyendo de la situación y buscando un lugar seguro para continuar con la conversación. Stephanie se giró, dedicándole una mueca a James.

También se sumará Steve a la visita. Necesitamos hablar sobre un tema importante.

  —Dile a Rogers que traiga su colchón o duerme en el piso. ¡Adiós! —exclamó antes de cortar la llamada.

Fanático. Ahora también debía soportar al Capitán América en su departamento y una nueva discusión del equipo. Sus planes había sido destruido en cuestión de segundos.

—Lamento no poder quedarme, James —murmuró, agarrando sus pertenencias y permaneciendo parada a unos centímetros de él—. Tendré a varios invitados y sabes como se encuentra mi departamento. ¿No quieres hacerme un cambio por una noche? Steve se pone insoportable en cuanto a la limpieza.

—¿Steve?

  Stephanie asintió, apartándose unos pasos.

  —Te lo presentaría, pero últimamente anda sensible —frunció sus labios, disgustada—. ¿Vendrás en la noche?

  No obtuvo respuesta con palabras, los brazos del hombre rodearon su cuerpo. Stephanie logró percatarse de que se hallaba intranquilo, nervioso. Para tranquilizarlo, apoyó sus manos en sus mejillas, acariciándolas con delicadeza.

—¿Puedes quedarte cinco minutos más?

  Su corazón dio un brinco de alegría ante la petición.

  —Puedo quedarme cinco minutos más.

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