Brock Rumlow.
Observó a través del gran ventanal de su oficina. Washington parecía una fabulosa ciudad vista desde aquella altura, sus verdosos parques, monumentos históricos, la arquitectura. Diana simplemente se enamoró de ella desde el primer día que S.H.I.E.L.D la transfirió desde Nueva York.
Ser agente de una asociación secreta no eran un trabajo sencillo, se requería demasiado esfuerzo, dedicación. Como todo, poseía ventajas y desventajas, pero recorrer diferentes lugares del mundo era una ventaja para la muchacha.
—¡Steve! —exclamó al ver al capitán en la puerta de su despacho, este le dedicó una simple sonrisa—. ¿Cómo les fue?
El soldado se adentró a la habitación, con una morisqueta de cansancio reflejada en el rostro.
—Romanoff hizo que perdiéramos al objetivo principal... Al menos logramos salvarle la vida a esos rehenes... Rumlow..
Ante la estúpida sonrisa de enamorada que Diana formó en sus labios, Steve soltó una carcajada. La muchacha lo notó, sonrojándose notoriamente.
—Ve a verlo —murmuró el rubio, animándola con la mirada. La muchacha negó rápidamente, las pocas veces que había logrado entablar una conversación con Brock, siempre ocurría algo.
—Lo dice el anciano congelado —respondió burlonamente. Steve hizo una mueca llena de dramarisco, sacándole una risita a su compañera.
En ese momento, la puerta de la oficina se abrió abruptamente, dejando a Rumlow expuesto ante ellos. Steve le dedicó una mirada pícara a Diana mientras se encaminaba hacia la puerta, apoyó una de sus manos en el hombro del morocho, obligándolo a caminar hacia adelante.
—¿Por qué...? —indagó Brock sin entender la situación. La chica se encogió de hombros, volviendo a su sillón principal—. Señorita Smith, necesito un informe detallado sobre las cuentas bancarias en las que se adentró el dinero para el secuestro.
—¿En verdad necesitas eso, Rumlow? —cuestionó Diana elevando una de sus cejas. Sus ojos claros se fijaron sobre el rostro de él, sonriendo internamente.
El agente le guiñó uno de los ojos.
—No, sólo tu presencia el sábado en la noche en mi casa.
—¿Qué? —preguntó creyendo que todo era un sueño. Rumlow se acercó hasta el escritorio, apoyando sus muscolosos brazos sobre la madera.
—¿Quieres salir el sábado en la noche, Diana?
La susodicha asintió levemente, sin quitar sus ojos de los del muchacho.
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Yo lo hubiera violado 😏.
¡Gracias por las leídas, los votos y comentarios! 💗
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