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tom hiddleston;


        
          —¿Irás a la celebración?

          Detestaba la tonalidad de voz que empleaba su compañero cuando se trataba de una súplica. Dudó unos segundos en responder, todavía necesitaba finalizar con un par de proyectos y revisar la documentación que le habían mandado unas horas atrás.

           Hubiera preferido ignorar sus llamados y enviarlo directamente al buzón de voz. Lo que mantenía a Gandreel con el auricular pegado a su oreja era la posibilidad de que aparecieran una figura importante durante la velada y necesitaba información acerca de quién sería el invitado especial y su compañero de trabajo era la clave al éxito.

            —Tal vez...

            —¡Vamos, Gadreel! —escuchó unas carcajadas en la distancia y un par de voces femeninas. Supuso que se encontraba en algún lugar público haciendo la llamada de cotilleo—. Te perderás de las bebidas gratis y de la aparición.

            Era lo que había aguardado durante más de cuarenta y cinco minutos de escuchar un tedioso relato que involucraba personas que siquiera conocía y animales exóticos.

            —¿Quién?

            —Lo lamento, cariño. Debo irme.

            Dejó escapar un bufido al escuchar el sonido que indicaba que la llamada había llegado a su fin.

         Gadreel se permitió un momento de descanso de su trabajo, ignorando las llamadas de sus colegas y demás personas que trabajaban en la editorial. Requería de unos segundos para recomponerse de la tediosa conversación, intentar colocar las piezas al rompecabezas para adivinar quién aparecía en la fiesta y rebuscar en su armario un atuendo elegante para la velada que se aproximaba.

  [ ... ]

         Las celebraciones de la compañía siempre resultaban demasiado ostentosas y con invitados de importante rango dentro de la elite mundial.

         Gadreel permanecía en uno de los rincones, observando a las personas que se movilizaban de un sector al otro con bebidas en sus manos y saludando a las personalidades destacadas. Al cabo de unos segundos, se encontraba en medio de un pequeño círculo de sus compañeros de trabajo.

            —¿Qué les sucede? —indagó, provocando que Jules le implorara silencio.

             Un par de exclamaciones se hicieron presentes en la habitación, seguidas de aplausos y comentarios de felicidad. La muchedumbre parecía seguir a un sujeto vestido de traje que saludaba cortésmente a los altos rangos de la editorial.

          —¿Quién es? —cuestionó en susurros a Jules.

         Los actores de la franquicia habían mencionado que no asistirían, ¿o había ocurrido un cambio de último momento del cual no había recibido notificación alguna?

           —Tom Hiddleston.

           —¿Tom...? —en sus labios formaron una perfecta "o" al momento en que su cerebro comenzó a mostrarle información al respecto.

            El alboroto se debía a la presencia del actor británico que encarnaba a la deidad del engaño. Gadreel había apreciado su rostro en las revistas y algún que otro fragmento de sus películas.

           Los minutos se asemejaban a eternidades. Observaba el reloj que se abrazaba a su muñeca derecha, anhelando con que sea medianoche y le permitiesen marcharse a su hogar. Cada cierto momento golpeaba los talones de Jules con su bastón de apoyo para captar su atención y comenzar una conversación que se esfumaba a los escasos segundos.

          Se escontraba divagando en sus pensamientos, recorriendo la lista de quehaceres que debía organizar al llegar a su departamento y actividades en su agenda, que no se percató de la presencia que extendía su brazo hacia su ser.

          —Es un placer, soy Thomas Hiddleston.

           Pestañó, dirigiendo su mirada al británico y su mano. Maldijo internamente el haberse alejado de sus compañeros de trabajo en búsqueda de bocadillos.

          —Gadreel Mills.

            Saboreó el emparedado de vegetales, esperando que el actor se movilizara en búsqueda de algún invitado para presentarse o entablar una conversación. Pero no fue así, Tom permaneció observando con intriga.

              —¿Trabaja en la editorial?

              —Guionista y periodista de la empresa. Aunque me encuentro actualmente trabajando como corresponsal aquí.

                 Las palabras escapaban de sus rosados labios con una facilidad extraordinaria. Se sorprendió de su propio comportamiento.

                —¿Usted...?

                —Ajá.

                —¿Disculpe?

                Gadreel se encongió de hombros. Su aburrimiento llevaba a que empleara sus habilidades y se empapara de información acerca de las personas a su alrededor. Infomación que acababa resguardada en lo más profundo de su cerebro y nunca fueran utilizados más que recordatorio de qué no debía hacer en público.

                    —También me he leído a Shakespeare —respondió, provocándole una pequeña carcajada a su acompañante— Habla demasiado alto, señor Hiddleston. Cualquier persona a metros de distancia se ha enterado de sus personajes favoritos y las frases que han capturado su atención. Aunque permítame mencionarle que prefiero mi imaginación a ver las interpretaciones de otras personas de Macbeth.

               —¿Prefiere las tragedias?

               —En realidad no. Pero la manera de escritura y los recursos lingüísticos empleados por el escritor atraen y las tragedias son su más grande esplendor.

                No se apartaron el uno del otro en el resto de la velada. Intercambiaron sus opiniones con respecto a las adaptaciones cinematográficas y teatrales de las obras del célebre escritor británico. Incluso se permitieron abrirse en cuestiones personales.

              Tom parecía sumergido en un mundo de fantasía acompañado de Gadreel. Siquiera se apartaba cuando importantes ejecutivos se acercaban para arrastrarlo a los salones contiguos y presentarle a los demás miembros del equipo.

    [ ... ]

           Sacudió su cabeza, apreciando la gran montaña de documentos que requerían ser organizados en las diversas carpetas. Removió sus cabellos y ajustó sus anteojos de lectura que comenzaban a descender por el puente de su nariz.

           —Malditos demonios —murmuró, separando las impresiones por colores.

         Encontró una pequeña nota rosada entre los documentos. En ella se mencionaban un par de películas francés y una breve descripción de su trama. La comisura de sus labios se curvaron en una diminuta sonrisa.

        Desde hacía semanas que el actor británico le dejaba pequeños fragmentos de sus relatos favoritos o frases célebres escondidas entre sus pertenencias. Sin dejar de mencionar las delicias que aparecían mágicamente en su oficina por las mañanas y los textos que intercambiaban hablando de sus lugares favoritos en el mundo.
       
              ¿Qué sucedería si acababa enamorándose de Tom? Sacudió su cabeza y regresó a su trabajo. Seguramente sus ideales se acomodarían a medida que iba ordenando el papeleo o, por el contrario, profundizarse aún más.

                 
                «¿Estará libre hoy en la tarde?»

                  La notificación irrumpió el silencio de la habitación. Gadreel advirtió que estaba anocheciendo y que el mensaje había llegado tres horas más tarde de lo pensado.

              Lo seguía una seguidilla de recomendaciones de restaurantes y cafeterías. El británico parecía ponerle demasiado esfuerzo para tratarse de una reunión de amigos, ¿y si se trataba de una cita?

              —¡No era necesario! —exclamó, acomodando su abrigo a medida que caminaba al exterior del edificio.

               Una carcajada escapó de sus labios al mirar al hombre que se resguardaba debajo de un ropero para ocultarse de los paparazzi. Con anteojos de sol que mantenían sus preciosos ojos ocultos y un gorro de lanilla que ocultaba sus rizos.

                —No le encuentro la gracia a la situación.

                —Siento lástima por ti —comentó Gadreel, guardando sus pertenencias en su bolso luego de haberle tomado una fotografía— ¿Cuáles son los planes para hoy?

                —Bueno...

                Observó un grupo de fotógrafos que se movilizaban entre la muchedumbre de trabajadores y personas que transitaban por las calles a esas horas. Siempre andaban metiendo sus narices donde no les pertenecía. Gadreel hubiera enfrentado a un par, pero prefirió el silencio y obligar al hombre a caminar abrazado a su propio cuerpo para despistarlos.

                Se excuso con un “las personas detestan ver a humanos mostrando afecto en público”, ocultando sus verdaderas intenciones. La fragancia del hombre resultaba embriagante y su cercanía parecía una fantasía.

                Transitaron por las calles de la ciudad en silencio, temiendo que los reconocieran por sus tonalidades de voces. Caminaban con precaución y lentitud, aumentando la velocidad de sus pasos cuando algún vehículo sospechoso aparecía por la calle.

                —Aquí estamos seguros —pronunció Gadreel al llegar a su departamento. Era el único lugar seguro que conocía a la perfección en la ciudad.

             Tom se inclinó, causando que la distancia entre sus cuerpos fuera mínima. El corazón de Gadreel dió un vuelco de felicidad.

               —¿Está de acuerdo? No pretendo causar incomodidad...

              Sus labios chocaron la mejilla del actor. ¿Era agradecimiento por haber sido una persona amable durante los últimos meses o por sus sentimientos? ¿Se trataba de un acto reflejo o algo que verdaderamente sentía en su interior?

              El hombre no pareció conformarse con un simple roce en su piel. Imploró con la mirada que Gadreel le permitiera un breve contacto entre sus labios al cual accedió.

               —Tal vez me guste más que las obras de William Shakespeare, Tom.

      



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   GadreelMills espero que te guste ❤️

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