steven strange
Llevó sus manos a sus orejas, intentando obstaculizar la llegada del sonido a su sistema auditivo. Gruesas lágrimas se deslizaban por sus lastimadas mejillas y las heridas superficiales causadas por los escombros dejaban escapar pequeñas gotas de sangre que se estrellaban en sus desgastadas zapatillas.
Por más que empleara toda la capacidad de sus pulmones para gritar, parecía que no existiera ser viviente en kilómetros a la redonda.
—Alguien ayúdeme.
Sus plegarias siquiera eran escuchadas. Quería elevarse de dónde se encontraba e ir en búsqueda de sus familiares. Desde hacía un tiempo que no escuchaba las voces de sus hermanos o siquiera de la mascota de la familia. Todo se había sumido bajo un silencio sepulcral, incluso su alrededor parecía distorcionado, irreal.
Por unos segundos, sus lágrimas se detuvieron. Un cosquilleo recorrió sus piernas, sintiendo como su espíritu intentaba desprenderse de su cuerpo humano. Una sensación extraña invadió su estómago. Sus párpados comenzaron a pesarle, acabado cerrándolos y cesando cualquier intento de lucha por proseguir viviendo.
—¡Se está despertando!
Distinguió una voz femenina vociferando órdenes a diestra y siniestra y dos pares de ojos que la observaban con curiosidad. La luminosidad que se adentraba por sus orbes demostraba que se encontraba en una habitación demasiado iluminada y de paredes carecientes de color alguno. ¿Se trataba de un hospital?
Se levantó con brutalidad, causando conmoción en las personas a su alrededor. Se trataba de un grupo de enfermeros que deambulaban de aquí a allá, arrastrando camillas con heridos y corriendo con las manos desbordadas de productos de curación.
—¿Se encuentra bien?
Gradeel asintió, mintiendo descaradamente al sujeto de cabellos grisáceo que se había acercado a comprobar sus pulsaciones. Una extraña corriente eléctrica recorría la extensión de su columna vertebral. Parecía como si su anatomía intentara rechazar un agente extraño que había ingresado a su interior, como si existieran dos almas viviendo en el mismo cuerpo.
[... ]
—Entonces, ¿revives muertos?
Observó al hombre por unos instantes. No comprendía con exactitud de dónde había obtenido información semejante al respecto, pero estaba atónita que la conversación pasara de un cortés saludo de presentación a un exhaustivo interrogatorio.
Gradeel estiró sus piernas por debajo de la mesa y regresó su atención a la bebida caliente.
—Lamento la brusquedad de mis palabras —atropelladas palabras brotaron de la garganta del científico. Bruce acomodó su cabello con nerviosismo y prosiguió—. Es fascinante que un humano sea capaz de regresar a la vida a las personas que fallecen...
—Es imposible.
—¿Disculpa?
Sonrió. Bruce se asemejaba demasiado físicamente a su difunto padre.
—Es imposible regresar a la vida a una persona fallecida —murmuró, jugando con sus nudillos y el anillo plateado que decoraba su dedo anular izquierdo—. Evito su fallecimiento, tengo la capacidad de regenerar partes de cuerpos de terceros y curar heridas profundas, pero no está permitido regresar a la vida a una persona. A menos que permitas que un fragmento de tu propia alma sea entregado en sacrificio para que la persona sea devuelta al mundo de los vivos.
Un brillo de fascinación iluminó la mirada del científico.
Desde la tragedia que había sacudido los cimientos de su infancia, Gradeel no había intercambio tanta cantidad de palabras con un desconocido. Durante aquella lluviosa mañana otoñal, ambos experimentos lograron conocerse mutuamente y formar una atmósfera de confianza.
Con el transcurso de los meses, los lazos de amistad que los relacionaban se profundizaron, llevando a que Bruce le presentara a Natasha Romanoff y que terminaran formando una pequeña familia que sobrevivía en un diminuto departamento.
Gradeel conocía acerca de los vengadores, sus padres adoptivos le habían informado al respecto, sincerandose completamente con sus intenciones de hacerla parte del equipo cuando fuera una persona de mayor edad. Aunque permitieron, a regañadientes y bajo millares de amenazas, que Gradeel se dedicara a emplear sus mutaciones genéticas provenientes de una de las gemas bajo el seudónimo de Death Eater y ayudarlos en determinadas misiones e investigaciones.
Después de años de incertidumbre, Gradeel conocía quién era: la guardiana de una de las gemas creadoras del universo, la persona capaz de permitir una segunda oportunidad de vida a los seres vivientes que poblaban la galaxia.
[...]
—¿Puedo ir?
La indagación permaneció flotando en el aire de la habitación. Natasha y Bruce se observaron mutuamente, atónitos acerca del comportamiento que presentaba Gadreel.
—¿Tienes la capacidad de leer mentes?
—¿Disculpa?
Natasha sonrió, acercándose lo suficiente para colocar su mano sobre el hombre de Gadreel.
—Necesitamos tu presencia junto con nosotros —comentó la mujer de cabellos rojizos, apretando suavemente sus mejillas—. Empaca lo necesario para sobrevivir junto a los vengadores, ¡pero ninguna de tus armas mortales!
—¡Ya soy mayor de edad!
—¡Confío en ti, pero no en los idiotas que conviven con nosotros!
Los nervios atormentaban su estómago a medida que se acortada la distancia y distinguía la Torre de los vengadores entre los rascacielos de Manhattan. Gadreel sacudió sus prendas de vestir mientras intentaba continuar con el hilo de la conversación que tenían sus padres adoptivos acerca de lo sucedido hace unos meses en una ciudad desconocida europea. Lo único que había percatado era de la muerte de uno de los miembros del equipo o algo semejante.
La llegada a la residencia de los vengadores no se estaba desarrollando como había imaginado.
;
La atmósfera que rodeaba a los presentes era tensa, que podía cortarse, incluso, con un cuchillo de plástico. Gradeel permaneció en silencio, manteniendo su mirada en las exuberantes decoraciones e ignorando las conversaciones que se llevaban a cabo a su alrededor.
Pronto escuchó un par de voces masculinas que provenían desde una de las salas contiguas. Un hombre vestido de cabellos rubios caminaba junto a una mujer de cabellos rojizos. Gradeel dedujo que se trataba del capitán América, pero no conocía con exactitud a la mujer.
—Eres Gadreel, ¿verdad?
Antes de que pudiera pronunciar una palabra, la habitación comenzó a murmurar.
—¿Por qué no han dicho que traían acompañante? —un hombre de cabellos oscuros se acercó con rapidez, manteniendo una deslumbrante sonrisa en sus labios— ¡Mira lo grande que estás! No creo que me recuerdes, pero soy el tío Tony.
—¿Tío Tony?
Las carcajadas se hicieron presentes en la habitación.
—¡Yo soy el tío Clint!
—¡Y yo el tío Thor!
Gadreel sintió un golpe en su hombro izquierdo. Natasha parecía interesada en que su conversación no llegara a los oídos de los demás.
—Te dije que eran un desastre.
[...]
Los minutos pasaron a ser horas y las horas se transformaron en días de entrenamiento y conocimiento para Gadreel. Había conocido a cada uno de los integrantes del equipo, de sus dificultades y de lo sucedido en aquella remota ciudad europea.
—Si estuviera aquí probablemente serían mejores amigos —murmuró Wanda, una mañana cuando se encontraba desayunando y observando las noticias matutinas.
—¿Tienes alguna fotografía de él?
Se observaron mutuamente por un par de segundos. Gadreel también se sorprendió de las palabras que rebotaron contra las paredes de concreto. No solía entrometerse en la vida de las personas a su alrededor, a menos que se tratara de un momento desesperado. Al mismo tiempo, sentía que debía demostrar el cariño que había obtenido en los últimos meses.
Wanda, además de una compañera de entrenamiento, era su confidente. Alguien en quién confiaba plenamente para contarle sus problemas y conflictos internos con la gema del alma. La bruja también comentaba sus desafíos con sus poderes.
—¿Teñido? —indagó, sosteniendo el trozo de papel entre sus dedos.
—Algo parecido.
—Ha sido llevado a un sistema de contención en las instalaciones de SHIELD, ¿verdad? — Se asombraba de las capacidades de la gema cada vez que se hacían presentes en sus pensamientos—. Necesitaremos ingresar a la sala de morgue y encontrar el cuerpo de tu hermano —Wanda parecía dispuesta a dar todo para apreciar el rostro de Pietro una vez más— Regresar a alguien requiere un sacrificio a cambio.
—Estoy dispues...
Gadreel interrumpió la conversación, golpeando la pierna de la bruja por debajo de la mesa. Bruce había ingresado a la cocina y no pretendía que su padre adoptivo irrumpiera sus planes de llevar a cabo lo aprendido en las últimas semanas.
La morgue era un lugar frío y desolado que se ubicaba en el subsuelo de las instalaciones de SHIELD. Tardaron unos minutos en descubrir la clave de acceso, despistar a los guardias de seguridad e ingresar a la sala de contención en búsqueda del cuerpo del muchacho.
—¡Aquí está!
El pálido rostro de Pietro asomaba detrás del opaco cristal de la cápsula. Parecía encontrarse en un sueño plácido inducido. Gadreel se preguntó si estaba moralmente correcto proseguir con el plan.
Permitió que la energía flujera de sus dedos y golpeara la contención de cristal. Escuchaba voces a la distancia, indescifrables de entendimiento, y podía sentir como un cosquilleo recorría sus piernas. Poco a poco fue debilitándose, sus rodillas fallaron y cayó contra el pavimento retorciéndose de dolor. Sus órganos internos ardían y su cerebro parecía ensancharse más a cada segundo que transcurría. Su rostro padeció unas cuentas tonalidades hasta asemejarse a un fantasma.
Wanda se horrorizó y corrió en su ayuda. Al momento que un grupo de uniformados ingresaban a la sala.
—¡Gadreel! ¡Gadreel!
La cápsula de cristal estalló en centenares de proyectiles que dañaron la piel de Gadreel y mantuvo alejados a los recién llegados.
—¿Por qué todos están mirándome? —cuestionó una particular voz masculina.
Una sonrisa asomó en los rosados labios de Gadreel.
[...]
Giró sus manos, provocando que las armas que se encontraban a su alrededor se dispersaran por la habitación. Le estaba resultando imposible llegar al punto de concentración necesario para crear un puente intradimensional que le permitiera movilizarse de un extremo a otro del salón de entrenamiento.
Clint, quién permanecía a un costado observando su teléfono móvil, quedó atónito. Su mirada no se apartaba un segundo de Gadreel, admirando su dedicación para crear extraños símbolos y proyectar diversas esferas de luz que impactaban contra los objetos que decoraban la habitación.
—Además de tener una increíble puntería y manipular el arco de manera majestuosa, revivir muertos y hablar con espíritus, ¿también haces magia?
Gadreel observó al hombre.
—No es magia —murmuró, abandonando sus actividades y acercándose a la estantería en búsqueda de sus pertenencias.
Era incapaz de encontrar el equilibrio entre sus pensamientos y sus sentimientos, se asemejaba a una sangrienta batalla que se libraba en su interior donde el vencedor gobernaría la razón de Gadreel. Tal vez necesitaba un momento, retomar sus estudios de periodismo por unas horas o ir a entrenar con Pietro a los gimnasios del edificio contiguo.
—Es exactamente lo que diría una persona que manipula la magia.
Se encogió de hombros, restándole importancia a la situación.
—Es complicado —pronunció, ajustando la correa de su bolso.
Clint parecía dispuesto a averiguar más acerca de sus poderes. Gadreel detestaba cuando el hombre comenzaba a indagar demasiado, colocándose en la piel de un investigador privado. Clint hacía demasiadas preguntas sobre su pasado, suponía demasiadas cosas que no eran verdad y siempre intentaba formular una broma para romper el hielo.
—Tenemos tiempo —indicó el arquero, sacando un par de dulces de sus bolsillos— o tal vez no...
La entrada de la habitación se abrió de golpe, permitiéndole el paso al capitán y su fiel acompañante, Bucky. La habitación se sumió en un incómodo silencio e intercambio de miradas incriminatorias entre Gadreel y Bucky, como si estuvieran batallando entre ellos para contenerse y no matarse frente a los demás.
—¿Alguien puede decirme que sucede entre ustedes dos?
Steve fue el primero en hablar.
—Es complicado —pronunció Gadreel.
—Tenemos tiempo.
Observó al arquero a su lado. Detestaba cuando despegaba sus labios para pronunciar las palabras necesarias para hundir su realidad y luego curvar las comisuras de sus labios en una burlona sonrisa.
—¿Nadie entrena en este lugar?
—Somos expertos, ahora larga el chisme.
Agradecía que llevaba años de entendimiento con su otra mitad, de lo contrario la gema hubiera hecho de las suyas en aquellos momentos.
Gadreel observó al soldado, como si estuviera pidiéndole permiso para hablar o perdón por lo que dejaría escapar.
—Por favor, he realizado demasiadas cosas de las que me arrepiento en el pasado.
—Él asesinó a mis padres.
Las palabras se escabulleron abruptamente. El silencio volvió a reinar en la habitación, pero la atmósfera que los rodeaban había cambiado drásticamente de tonalidad.
—Oh.
—¿Para qué quería Hydra una persona que se comunica con los muertos y los revive? —indagó Clint, pareciendo no entender en lo absoluto la situación.
—Porque, además de serles útil en las filas de combate, es una gema.
—¿Disculpa?
—Steven, no es momento de coquetear.
—Eso es lo complicado, Clint —Gadreel volvió a retomar el mando de la conversación— Soy la portadora de la gema del alma.
—¡No inventes!
—Entonces, ¿Bucky asesinó a tus padres debido a que eres la portadora de la gema del alma y por ese motivo Hydra siempre se encontraba siguiéndote a cualquier parte del mundo donde fueras a vivir?
—Sí.
—¿Y qué es lo especial? —inquirió por segunda vez el arquero.
—Es una gema, Clint.
Gadreel rió en susurros. El capitán también se estaba desesperando debido a la ineptitud que mostraba uno de los miembros del equipo heróico.
—Entiendo la obsesión con los poderes infinitos y demás cosas. Pero, ¿por qué?
—Porque de las seis gemas del infinito, la gema del alma es la más preciada.
[...]
Los miembros del equipo heróico seguían sin acostumbrarse a la presencia de la gema y sus inoportunas apariciones durante las cenas. Aunque Gadreel intentaba que se mantuviera alejada, esta lograba hacerse del mando y causarle escalofríos a los presentes, en especial a Clint y Pietro, quienes parecían poco entusiasmados de tener una presencia mística que hablaba con personas del más allá entre ellos.
Entonces, después de consultarlo con sus padres, Gadreel decidió comenzar a centrarse en las artes místicas para dejar fluir sus poderes de mejor manera y de controlar sus capacidades sin ocasionar desastres a su alrededor.
Durante las semanas previas, había realizado una serie de pequeñas misiones en compañía de Pietro y Wanda. Pero siempre acababa ocasionando problemas debido a que no lograba el estado de concentración requerido. Y aquel lluvioso anochecer pretendía llegar a ese estado que tantas noches de insomnio le estaba costando.
No llevaba en cuenta la cantidad de horas que llevaba con los párpados cerrados y escuchando las gotas de lluvia golpear contra los ventanales, hasta que un par de pasos interrumpieron su estado de concentración.
—¿Que haces aquí? —indagó, observando el reflejo del hechicero en uno de los ventanales.
Steven se encogió de hombros, parándose en medio de la habitación y observando a su alrededor.
—Vengo a prestar mis servicios como maestro de las artes místicas y ayudarte a crear un portal de transportación.
—Lo único que requiro es que retires tu presencia de la habitación y me permitas obtener la concentración necesaria para alcanzar tal límite.
Aunque el hechicero provocara mariposas en su estómago, detestaba que se encontrara a menos de tres metros de distancia. Él causaba una serie de efectos secundarios en su interior que iban desde que sus piernas de transformaran en dos trozos de gelatina hasta provocar un grado de nerviosismo tal que causaba que los objetos estallaran a su alrededor. Y no estaba en sus planes gastar otra mensualidad cubriendo la compra de jarrones de porcelana nuevos.
—¿No puedes alcanzarla con una presencia a tu alrededor? —cuestionó, acortando la distancia que separaba sus cuerpos— ¿De qué sirve que practiques a solas cuando, posiblemente, las emplees para cuidar la vida de las personas a tu alrededor?
Era una provocación. Gradeel había leído que podía emplearse para dar comienzo a un brote que permitiera que los poderes de un hechicero fluyeran. No estaba segura de que así funcionara y estaba en lo correcto. Parecía que la energía se había esfumado completamente de su anatomía, dejando un envase vacío e inservible en su lugar.
—No funciona.
El hechicero se acercó al ventanal y cerró las cortinas. La habitación pareció oscurecerse aún más.
—Desde el principio —ordenó el hombre, colocándose a un costado de la habitación.
—Steven.
Un cosquilleo recorrió sus dedos.
—Ese es mi nombre.
—¿Puedes retirarte?
La energía parecía haber regresado de repente. ¿Necesitaba de la oscuridad o de los mandamientos del hechicero? ¿Qué estaba ocurriendo?
—Sí —Una sonrisa iluminó el rostro de Gradeel, que se esfumó rápidamente debido a que el hombre permaneció en la entrada al lugar— Pero con una condición.
—¿Cuál?
—Que me acompañes al restaurante de la calle seis.
Los avances logrados hasta ese instante se disiparon, se perdieron entre las paredes de cemento. ¿Estaba escuchando correctamente o su cavidad auditiva estaba jugándole una mala pasada?
—Eso se le llama manipulación —comentó, intentando concentrarse en sus ejercicios mentales.
—Yo le llamaría táctica.
—Pasas demasiado tiempo en compañía de Tony.
—¿Aceptas o no? —Gradeel permaneció en silencio por un par de minutos. Steven Strange estaba pidiéndole una cita romántica en una restaurante bonito, apenas lograba creerselo. No supo en que momento su cerebro dió la orden de que su cabeza se moviera en una seña afirmativa— ¡Te espero a las ocho!
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GadreelMills espero que te guste ❤️
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