032; peter parker
Una exclamación de horror escapó de sus rosados labios. Su trasero terminó desplazándose desde la silla de su escritorio hasta el gélido pavimento, mientras intentaba escapar de la rojiza mancha que se movilizaba en el techo de su habitación, semejante a una araña.
Tomó entre sus manos el primer objeto que asomó en su campo de visión: un almohadón en forma de triángulo que servía de decoración. Lo aventó contra la desconocida presencia, provocándole un gemido de dolor.
—¿Qué demonios te sucede, mujer?
Sacudió sus pensamientos. El desconocido poseía una tonalidad de voz semejante a la de su compañero, Peter Parker.
Tecleó en su dispositivo telefónico una alarma de emergencia a los demás miembros del equipo heróico; podía tratarse de una especie alienígena con la capacidad de copiar a la perfección movimientos o características particulares de determinadas personas con la finalidad de someter a la raza humana.
—¡No imagines en arrojarme semejante zapato, Samantha! —vociferó el sujeto, quitándose la máscara que mantenía su identidad oculta— ¡Siquiera me recuerdas!
La muchacha dudó unos segundos en su próximo accionar, requería de una rigurosa planificación para alcanzar el éxito en su misión.
Un zapato de plataforma atravesó la habitación, dando de lleno en el estómago de su “compañero”.
—¡Samantha!
—¡Hay un maldito alienígena en mi habitación!
El muchacho descendió, elevando sus manos para rendirse a la batalla de esquivar objetos lanzados por Samantha.
—¿Ya no me recuerdas? —indagó el castaño, intentando acortar la distancia que los separaba— ¡Soy Peter! ¡Mira! —dejó a la vista sus calcetines de Star Wars.
Samantha reflexionó unos minutos.
—Entonces, ¿eres realmente el niño de Brooklyn que fue picado por una araña radioactiva y puede trepar paredes?
—Me fui tres semanas de vacaciones, Samatha. No puedes hacer tanto escándalo por una situación tan minúscula. ¡Que no soy un alienígena!
—¿Cómo podría saberlo?
Su anatomía terminó chocando contra una de las paredes de concreto. Murmuró una sarta de maldiciones internas: estaba acorradala, indefensa, por haber olvidado sus armas en el salón de entrenamiento.
—¿En verdad piensas que soy un extraterrestre? —cuestionó el muchacho, inclinando su rostro unos centímetros.
Sus respiraciones comenzaron mezclarse. Samantha pestañó, idealizando que se trataba de un sueño. Los labios de Peter rozaron los suyos propios, otorgándole la seguridad necesaria de que era realmente el joven castaño.
Un pícaro pensamientos atravesó su cerebro.
Fue lo suficientemente ágil en la realización de sus movimientos, cuando las manos de Peter rozó su mejilla, que termino escapándose en dirección al pasillo.
—¡Steve, acaba de besarme un alienígena!
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