022; bucky barnes
La conífera artificial comenzaba a inclinarse hacia la izquierda, debido al peso que causaban las innumerables decoraciones navideñas, y amenazaba con acabar desparramado por la habitación. Victoire maldijo internamente a sus antepasados –y a todos sus compañeros de equipo– y comenzó a idealizar una decoración equilibrada lo suficiente para mantener al árbol de navidad en pie hasta la celebración.
—Coloca los santas de felpa en el medio, hará el equilibrio suficiente—indicó una familiar tonalidad de voz a sus espaldas.
Frunció su ceño. No le agradaba la idea de que los mismos objetos de decoración se encuentren cercanos, pero había una mínima posibilidad de que el soldado tuviera la razón.
—Repito, hará el equilibrio suficiente.
Victoire proseguía ignorando su presencia. Sus compañeros la designaron como la decoradora de festividades oficial y no permitiría que un sujeto décadas mayor irruinara su trabajo.
—Tenías que ser hermana de Sam.
—¡Eres un maldito grosero, Barnes! —exclamó, cuando el soldado quitó algunas cajas de su camino y se acercó al árbol— ¡Y apartate de mi bebé!
—Tú bebé terminará desparramado sobre la alfombra si no organizar bien el peso, Wilson.
Interpuso su mano para impedir que comenzara a desarmar el trabajo en el cual había desperdiciado gran parte de su jornada. Incluso se había perdido un especial de Harry Potter en la televisión por aquello.
Bucky insistió, aplicando mayor fuerza. Ambos empezaron a forcejear, manteniéndose a una distancia de la decoración principal, y a repartirse una sarta de palabrotas hirientes. Hasta que se enredaron en un grupo de luces navideñas y acabaron tirados sobre la alfombra.
—Puedes hasta hacer enfadar a un muerto —comentó el soldado, sin mostrar intensiones de querer levantarse. Victoire, por su parte, pretendía continuar con la decoración y finalizarla previa a la llegada del resto. No quería que su hermano o Clint escondieran los objetos y no le permitieran acabar—. Espera un momento.
—¿Qué demonios te ocurre, Barnes?
—Necesito descansar.
Victoire no admitiría públicamente que le agradaba demasiado la idea de encontrarse entre sus brazos. Había ocurrido en situaciones anteriores, durante misiones o en noches de borrachera cuando lograban conversar sin enviarse a freír espárragos.
—¿Qué les dije de hacerlo en la alfombra?
—¡Sam!
En aquel momento, Victoire anheló con poseer mutaciones genéticas que le permitieran desaparecer de allí.
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