010; bucky barnes
Su cerebro no alcanzaba a procesar la información que su hermano le comunicaba. Sus piernas temblaban a medida que las palabras se clavaban en su corazón, semejante a espinas y las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
James Barnes había asesinado a sus padres en una misión. Ningún accidente automovilístico como le hicieron saber a en su infancia. Las palabras de Tony refiriéndose a él como un mounstro merodeaban sus pensamientos, y sintió repugnancia de sí misma por haberse permitido ayudar a semejante sujeto y, más aún, mantener una relación romántica con Bucky.
—Isa.
Negó con un movimiento de cabeza y se apartó lo más rápido que sus movimientos le permitieron. Necesitaba recuperar la tranquilidad o causaría estragos a su alrededor por sus mutaciones genéticas.
Ya había perdido demasiado aquella jornada: su trabajo, su hogar y a quien había catalogado “cariño”. Una guerra civil fragmentó su familia, demolió sus amistades más añejas y destruyó sus esperanzas de proseguir con su “vida normal”.
—Isa —insistió Tony, empleando una tonalidad de voz más calmada.
La nombrada se apartó unos centímetros, ocultando su rostro entre sus manos. Reprimió sollozos e ignoró los innumerables llamados que Anthony pronunció en los siguientes minutos.
—Isabe..
—Señor Stark, tenemos problemas en el sector siete —interrumpió el sistema de seguridad.
Al cabo de unos segundos, un pequeño temblor sacudió las instalaciones. Isabelle aferró sus manos alrededor de su vientre, intentando proteger al pequeño humano que empezaba a crecer en su interior de cualquier inconveniente externo.
—Dime que acabará, que se trata de una simple pesadilla y pronto despertaré.
El rostro de Tony padeció unas cuentas tonalidades. De no calmarla, ocasionaría el derrumbe de las instalaciones.
Los brazos del mayor rodearon su anatomía. Isabelle sollozaba contra su pecho, intentando sofocar sus heridas. Su anhelo de construir una pequeña familia se desmoronó en aquel preciso instante.
—Todo estará bien, Isa —susurró Tony, acariciando sus cabellos con dulzura—. Lo prometo.
...
Con el transcurso de los meses, su estómago cuadriplicó su tamaño. Se asemejaba a una pelota de fútbol recubierta de piel y Natasha intentaba hacer chistes al respecto para alegrar a Isabella.
La menor de la familia Stark apenas sonreía. Los efectos secundarios del embarazo daban un pequeño margen de tiempo para reír antes de acabar vomitando la cena en el retrete o requerir descansar por fuertes dolores en sus piernas u otros sectores de su cuerpo.
—Clint hay enviado un par de cajas repletas de dulces —informó la pelirroja, colocando un grupo de cajas decoradas con motivos navideños (pese a encontrarse a mitades de octumbre) —, Rhodey quiere una explicación detallada de tu informe acerca de las distorsiones temporales y discutir sobre las nuevas inversiones de la compañía y... —Isabella alzó su mirada cuando Natasha frenó sus palabras.
—¿Y?
—Steve envió una nota.
Isabella estiró su brazo y le arrebató el trozo de papel de las manos. Sus labios se separaron, demostrando el asombro que sentía al recibir noticias acerca del capitán y Sam Wilson.
Ambos se encontraban en Wakanda, junto a la persona que en los últimos meses se había convertido recurrente en sus sueños: James Barnes. Según lo detallado, con la pulcra caligrafía del anciano del equipo, había sido descongelado después de meses para revisar sus estados, tanto físico como emocional.
—Natasha —masculló, cruzando de brazos sobre su abultado estómago— ¿Por qué Rogers conoce con exactitud mis meses de embarazo?
La pelirroja hizo presente una segunda hoja de papel repleta de palabras.
—Bucky escribió días antes de ser congelado, diciendo que detestaba no recordar sus cometidos y haberte causado semejante daño —Natasha observó la carta y, instantes después, la depositó sobre la superficie de madera—. Le informé a Steve hace unas semanas, temiendo que descubran por otros medios tu estado y la brecha en el equipo se agrande —Isabella frunció sus labios, dispuesta a largar una sarta de palabrotas dirigidas a todos sus conocidos y, en especial, aquellos involucrados en el lío—. No quiero recibir sermones, Rogers los ha mencionado por ti.
—Nat.
La pelirroja, luego de minutos de permanecer parada junto a su compañera, tomó asiento, dándole a entender que la conversación se alargaría un tiempo más.
—¿De quién te has enamorado?
—¿Disculpa?
—¿A quién le has entregado tu corazón, al soldado del invierno o a James Barnes? —preguntó, provocándole una mueca de estupefacción a Isabella—. ¿A un personaje creado para causar dolor o a un hombre desconcertado acerca de su pasado?
Desde la noticia, nunca había sentado a pensar las palabras de la pelirroja. Acusaba a James de quebrantar su familia, de destruir su felicidad, pero, ¿había sido realmente él quién había cometido actos tan atroces?
—¿Dónde está? —preguntó. Sus palabras resonaron en la habitación e Isabella desconoció su tonalidad de voz.
—Eres una pésima ex prometida, Stark.
Una pequeña sonrisa asomó en sus rosados labios. ¿Aguantaría las nauseas hasta Berlín?
...
Su antiguo hogar se trataba de un departamento situado en un bloque de edificios destinado a quienes trabajaban en los laboratorios móviles del CERN.
Pese a que los hechos habían sucedido hacía unos meses, Isabella sentía que llevaba centenares de años sin pisar las escalinatas de concreto que conducían a los diversos sectores. Su alrededor parecía irreal, como extraído de una película de media tarde.
—¡Mira esa panzota!
—¡Wilson! —exclamó, ofendida, descendiendo su mirada hacia su vientre.
—¡Mira lo que le has hecho a la pobre muchacha, Barnes! —gritó el moreno por la entrada del departamento—. ¿Cómo peleará para defender a su país?
Isabella se encaminó hasta su compañero de misiones con los brazos cruzados y su ceño fruncido, dándole a entender que no intercambiaría ninguna palabra hasta no recibir una disculpa por su falta de educación.
Breves instantes después, Steve Rogers asomó su cabeza por la abertura. Sus ojos parecieron salirse de sus cuencas al apreciar el estado que presentaba Isabella.
—Natasha se encuentra estacionada frente a la cafetería del bloque —informó, intentando acabar el incómodo silencio.
—Isa..
—El anciano debe ir a tomar sus medicinas, ¿no? —comentó, dedicándole una pequeña sonrisa—. Y preguntar acerca de “cómo ser un mejor abuelo”.
—Sólo trata de no enviarlo a freír espárragos, Stark.
Sam y Steve se marcharon en dirección al pasillo que conducía a la salida. Isabella inhaló una cantidad exuberante de oxigeno y se permitió adentrarse en lo que había sido su departamento.
Se emocionó al comprobar que los muebles permanecían en sus respectivos lugares, tan solo faltos de sus decoraciones y los cuadros que colgaban de las paredes. Incluso la alfombra que había olvidado continuaba adherida al suelo de madera.
—¿Buck? —indagó, dirigiéndose a la habitación más amplia— ¿Buck?
Su corazón dio un vuelco al apreciar al soldado sentado en un escritorio, con un par de fotografías entre sus manos, las cuales admiraba por algunos segundos y depositaba en una desprolija pila. Parecía intentar recordar los momentos vividos dentro de esas paredes.
—Buck.
El nombrado pareció regresar a la realidad. Dirigió su entristecida mirada a la muchacha y Isabella comprendió qué ocurría.
—Lo lamento, nunca he querido hacerte daño semejante, yo.. yo.. —su voz de quebró.
Isabella acostó la distancia que separaba sus anatomías, rodeando ka figura contraria con sus manos. Aunque el gran obstáculo que presentaba su vientre impidió su cometido.
—Estoy aquí, Buck —mencionó, acariciando la castaña cabellera del hombre—. Estamos aquí, contigo y planeamos no abandonarte una segunda vez.
Las manos de James se posaron en su estómago, moviéndose con suavidad por el mismo, temiendo a que dañar a la criatura que creía dentro.
—Isa..
—Apartemos al soldado de la situación, ¿si? —tomó una bocanada de aire—. He estado, y continuo a día de hoy, enamorada de James Barnes, el extraño sujeto de mano metálica que compraba ciruelas e intentaba colarse de la ventana de una treintona millonaria.
—¿Qué dirá acerca de su padre?
—Fue un soldado que dejó todo para defender a personas inocentes.
Bucky elevó el mentón de su acompañante, obligándola a observarle a los ojos. Isabella sintió sus nervios apoderarse de su interior y un millar de mariposas flotar en su sistema digestivo.
—No podré liberarme de ti, ¿verdad? —preguntó, rozando sus labios con los ajenos. Isabella respondió con un movimiento negativo—. Entonces debemos recuperar el tiempo perdido.
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DaddyBuckyB espero que te guste ❤
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