005; bucky barnes
Louisa observó el abrazo entre los amigos con la envidia carcomiendo su cerebro. Había pasado a ser una segunda amistad para Steve Rogers, una persona a la que recurría únicamente para realizar exhaustivas búsquedas del soldado Barnes. Toleraba la presencia de Sam, debido a que ambos se convirtieron en confidentes, pero Bucky era demasiado.
—¿Ya podemos irnos? —preguntó, cruzando sus brazos a la altura de su pecho y manteniendo su semblante serio.
Las carcajadas de Sam no tardaron en aparecer, sembrando confusión en los sujetos que trataban de entablar una conversación sobre unos soldados capaces de destruir países en días.
—Deberías ser más discreta —susurró Sam.
—Y tú mantener tu bocota cerrada —musitó, amenazante. Le dedicó una sonrisa fingida al moreno y continuo—. La agente Sharon nos está esperando, Stevie. No querrás hacerla esperar más tiempo...
—¡Lou!
Steve se apartó del soldado y se dirigió a ellos, como percatándose de sus presencias en la habitación. El rubio no tardó en formular varias indicaciones que los tres restantes acataron.
Louisa sintió la intensa mirada de Barnes sobre su espalda mientras acomodaban las pertenencias que habían obtenido en el automóvil. Giró sobre sus talones y moduló la palabra imbécil en sus labios. Bucky guiñó uno de sus ojos en respuesta, dejándola desconcertada.
—Irás con el asesino detrás.
—Wilson —masculló, señalándolo con su dedo índice.
—Wilson nada. Tengo demasiados motivos para vivir.
Intentó continuar insistiendo, prometiendo que dejaría sus telenovelas de media tarde, de robar las rosquillas en el desayuno y no indagaría durante las misiones ni lo golpearía con brutalidad en los entrenamientos; pero Sam mantenía su rotundo “no”. Louisa, malhumorada, se subió al diminuto automóvil, haciéndose una bolita en su lado correspondiente, pretendiendo no tocar absolutamente nada de la anatomía del soldado.
—¿Tanto me odias? —cuestionó Bucky, empleando una tonalidad de voz apenas audible.
—Intentaste asesinarme alrededor de una decenas de veces y me quitaste a mi mejor amigo en cuestión de segundos. No es que te odie, sólo te guardo rencor.
Ambos se encontraban sentados dentro del vehículo, mientras Sam y Steve llamaban a los miembros restantes del equipo y le anunciaban lo sucedido en Alemania.
—¿Sólo por eso?
—Son motivos suficientes y válidos. Además, ¿por qué tratas de entablar una conversación conmigo?
Bucky entrecerró sus ojos, deteniéndose unos segundos para descifrar lo que escondían las facciones de la muchacha. Al cabo de unos segundos comenzó a reírse a carcajadas.
Louisa frunció su ceño. La confusión se había instalado en el interior de su ser al instante en el cuál recibió la primera mirada por parte del hombre. Era una extraña sensación que oprimía su estómago y causaba que sus piernas se convirtieran en dos trozos de gelatina.
—No entiendes lo que sucede, ¿verdad? —Louisa asintió al instante, pero, luego de haber meditado un tiempo, negó con un movimiento de cabeza—. ¿Conoces el refrán: “los que se pelean se aman”?
—¿Insinúas que ambos terminaremos saliendo y viviendo como una normal pareja neoyorkina? Un asesino soviético y una especie de agente justiciera conviviendo bajo el mismo techo, ¿estás de broma?
—Sería divertido.
—No —sentenció Louisa, elevando sus manos— ¡Ni lo pienses, Barnes!
—¿Por qué no? Pareces una persona adorable, incluso, podría decirte que tienes alma de niña.
Reprimió una carcajada. Ni en sus sueños más delirantes hubiera creído que un intercambio de palabras con el castaño le provocaría una sonrisa.
—¿Es tu manera de coquetearme?
—En mis épocas funcionaba —murmuró Bucky, encogiéndose de hombros— ¿Qué dices?
—Propuesta tentadora.. Aunque continuaría negándome hasta conocer la raíz del asunto. Has apostado con Sam, ¿verdad?
—¿Piensas que debo apostar con el halcón para apreciar tu belleza? ¿Cómo frunces tu ceño al estar concentrada en un documento o cuando tus piernas comienzan a temblar ante la sensación de peligro? Llevo años siendo tu contrincante, y aunque borren mi memoria una y otra vez, no puedo olvidar tu rostro.
Las mejillas de la muchacha se tornaron de un color carmesí profundo. Contuvo sus impulsos de saltar a sus brazos y besar cada ínfima parte del rostro ajeno.
—¿Tan grande fue la sumatoria?
—¡Louisa!
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paucastro19 espero que te guste ❤
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