Una extraña sensación recorrió su espina dorsal, obligándola a observar a su alrededor en búsqueda del peligro. Permaneció estupefacta durante unos segundos. Su mirada vagó hasta su esposo y su pequeño niño que descansa en la parte trasera del automóvil.

   —Clint, ¿qué ocurre?

   Un dolor desgarrador azotó sus huesos, como si estuvieran desintegrándose. Llevó sus manos a su cabeza, comprobando que su anatomía se volvía más ligera con el transcurso de los segundos.

  —¿Trinity? —la muchacha fue incapaz de pronunciar palabra alguna. Comenzó a transformarse en un cúmulo de arena, empezando desde sus pies y desapareciendo gradualmente en la brisa— ¡Trinity!

  Clint quedó inmóvil. Buscó respuesta alguna a lo que había ocurrido con su esposa, ¿se trataba de un nuevo ataque alienígena? ¿Una nueva arma que desintegraba personas al azar? Los gritos del pequeño niño lo devolvió a la realidad: un automóvil, sin conductor, se dirigía a toda velocidad en su dirección y acabaría impactando contra el propio.

  De unos rápidos movimientos, quitó el cinturón de seguridad que atravesaba su pecho y agarró a su hijo entre sus brazos.

Las vociferaciones de terror y completa sorpresa recorrían las calles. Automóviles sin conductores que se incrustaban en los edificios, helicópteros que se estrellaban contra loa rascacielos y personas que se desvanecían. La ciudad se había sumido en un caos absoluto.

—¿Papá? —preguntó Nathan, aferrándose a sus prendas de vestir.

—¿Nathan, cariño?

Sus brazos no lograron impedir que el pequeño se desintegrara, de manera semejante a la de su esposa. Sus rodillas golpearon el pavimento con brutalidad, en cuestión de instantes había perdido lo que más apreciaba en el mundo.
 
...

  Meses después del “equillibrio” que había ocurrido en el universo, los vengadores lograron descifrar lo necesario para restaurar y devolverle la vida a centenares de civiles inocentes que se habían desvanecido a causa del chasquido.

Una línea temporal alterna permitió conseguir las gemas del infinito y contrarrestar el efecto del guantelete. Aunque el proceso se llevó consigo a grandes personalidades que componían al equipo, pero trajo a quienes se habían marchado en la batalla de Wakanda.

Centenares de individuos atravesaron el portal anaranjado, que los regresaba del interior de la gema del alma. Clint ayudaba a los recién llegados a acomodarse y hacerles entender, en una breve y concisa explicación, qué había ocurrido y a brindarles un poco de comida o bebida.

Tomó asiento en una de las butacas, al cabo de unas horas, para recuperar el aliento y descansar unos breves segundos antes de ponerse en marcha, nuevamente.

  —¿Los has encontrado? —indagó Wanda, ofreciéndole un vaso con un contenido desconocido—. Es para el calor, según las palabras de Shuri.

Clint dejó que el líquido bajara por su garganta, calmando su sed. Aunque una mueca de disgusto no tardó en aparecer, el sabor era desagradable.
 
—¿No han entrado por otro portal?

—Es la única puerta al mundo gema. Has una descripción física de tu espo... ¿Clint?

El arqueró mantuvo su mirada sobre los nuevos individuos que asomaban. Sus ojos se iluminaron al percatarse de que se trataba de su propio pequeño, Nathan.

  —¡Papá!

  —¡Nathan!

   Corrió a la mayor velocidad que sus exhaustas piernas lograron. Elevó a una considerable distancia del suelo al niño, provocándole una serie de carcajadas.

  —¿Por qué no venías a buscarnos?

—Papá tenía que derrota a los extraterrestres —Una segunda voz se hizo presente en la escena.

—¿Había muchos extraterrestres?

  Clint asintió con lentitud, rodeando con su brazo a su recién llegada esposa. Trinity no tardó en refugiarse en su pecho y depositarle un casto beso sobre sus labios.

  —Incluso un mapache que habla.

  —¡No adoptaremos a un mapache, Nathan!

  Una maliciosa sonrisa asomó en los labios del pequeño.

—¿Quieres un árbol que habla? Puedo conseguirte uno —Clint le guió su ojo a Nathan, causando que Trinity se separara de la escena familiar y se colocara en su modalidad habitual— ¿No quieres un árbol que habla, nena?

—Nada de extraterrestres en casa, Barton.

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