Capítulo 9 Tirando piedras en la ventana
Capítulo 9
Tirando piedras en la ventana
El fuerte tufo a alcohol me abofeteó en la cara una vez que la ebria y sexy adolescente frente a mi habló. Parada al pie de la puerta estaba Juliette, una de mis estudiantes.... en realidad una de las más bonitas alumnas de mis cursos en la escuela era la que estaba medio ebria y medio vestida en mi casa. ¡Oh Dios! Sábado en la noche... Y esta niña había llegado hasta mi casa en semejantes condiciones... ¡No, esto no puede estar pasándome a mi! Pensé. Todo pasmado, a penas pude pronunciar su nombre dentro de una pregunta cargada con terror de que alguien pudiese haberla visto llegar hasta allí.
—¿Juliette?
—Profesor—, ella contestó a aquello en un muy meloso, sugestivo pasado de tragos tono de voz—, vine a verlo—, y la muchachita se me tiró encima poniendo sus brazos alrededor de mi cuello, recargándose de mi.
No supe en aquel momento qué hacer ni cómo reaccionar, así que miré a todos lados en la calle para asegurarme que no hubiese nadie atestiguando la delicada y comprometedora situación en la cual me había colocado esta imprudente y atrevida jovencita y halé a Juliette por el brazo y cerré la puerta tras de ella. Luego ayudé a la chica a sentarse en el sofá. Lo más difícil fue zafarme de aquellos tentáculos que me aprisionaban por el cuello.
—¡Dios mío Juliette! ¿Qué rayos haces en mi casa? ¿Tus padres tienen conocimiento de que tomas alcohol de este modo?—, le pregunté muy alterado a la joven.
—Profesor Grau... No sea tontito... Mmmmmm... Se ve tan lindo cuando está molesto—, la sexy estudiante tiraba risitas mientras hablaba.
De una manera no muy decorosa se enderezó en el sofá y abrió sus piernas, dejando ver por completo el panty de hilo dental rojo que llevaba puesto y comenzó a desabrocharse la blusa. Poco a poco... sus... pechos... redondos... y... firmes... salieron... a... la... luz. ¡Oh mi Dios! ¿Por qué me has abandonado? Tendría que hacer algo o aquella muchachita se desnudaría por completo frente a mi en la sala de mi casa. Era la fantasía sexual de cualquier maestro corrupto, pero para mi era una pesadilla. Mis manos sudaban frío y yo me estaba volviendo loco. Y en un segundo la chica estaba sin blusa y con su sostén rojo de encajes haciendo juego con... Ay Dios.
—¡Wooo, wooo! ¡Juliette, no! ¡Espera! ¡Debes detenerte!— le dije mientras brincaba por encima de la mesa de centro para evitar que la niña se quitara el sostén. Y yo no sabía donde poner mis manos para evitarlo... ¿Qué parte de sus pechos debería yo cubrir?
Estábamos frente a frente, yo casi encima de ella con mis manos en su pecho cuando ella me habló con vos aniñada y sensual, —Qué pasa profesor? ¿No me encuentra atractiva?
—Sí, digo ¡no! ¡Eres mi estudiante Juliette! Tu no deberías estar aquí... Casi desnuda... en mi sala, haciendo...
—¿Haciendo qué, señor Grau? Si todavía no empezamos. - la chica dio un gruñido libidinoso y trato de trepar encima de mi. Sólo provocó que yo cayera de espaldas al suelo entre la butaca y la mesa de entro. Juliette cayó sobre mi. Y allí, como decimos en mi barrio, fue cuando los huevos se pusieron a peso.
Como pude me la saqué de encima y me puse de pie. Juliette se movía en el suelo como culebra dejando ver lo poco que aún yo no había visto de ella. Se agarraba los pechos de manera sugestiva y se mordía los labios mirándome fijamente con sus ojos verdes llenos de lujuria.
Yo debía hacer algo de inmediato. —Okey, Antonio, piensa con claridad... No puedes llamar a sus padres pues no te creerán que la chica apareció así de repente en tu casa, borracha y que ella solita se desvistió. Sí llamas la policía es peor... ¿Pero a quién vas a llamar? Piensa... Sí... Una mujer... ¡Si! Una dama te podría ayudar a salir de esta— razonaba conmigo mismo caminando de un lado a otro de la sala.
—Ay profesor... Véngase al piso aquí conmigo. No sea malito— Juliette gateaba hacía a mí.
Pensé en llamar a Paula. ¡No! Paula no... ¿Qué va a pensar ella de mi. Además, ella vive al otro lado del pueblo. Para el momento que llegue esta niña estará bailando desnuda por toda mi casa. Sólo había una solución: Martha.
—Juliette, escúchame— me arrodillé un momento frente a ella para hablarle— no te muevas. Quédate justo donde estas. Voy a buscar algo. Vuelvo enseguida.
La chica sólo asintió y pasó su lengua por sus labios rosados y carnosos de manera sugestiva. Yo salí corriendo de la casa cerrando la puerta detrás de mi. Avancé hacia el lado derecho de la casa y miré a la mansión de la vecina. Sólo había una habitación con las luces encendidas en el segundo piso y hacia allá me dirigí. No podía gritar su nombre pues sólo lograría atraer atención innecesaria en aquel momento. Así que agarré unas piedritas del suelo y comencé a lanzarlas a la ventana donde estaban las luces prendidas.
Lancé una... dos... tres rocas y nadie contestó. Mi corazón se me quería salir del pecho. Casi me faltaba el aire pensando en lo que podría estar haciendo Juliette dentro de mi casa. Al cabo del minuto más largo de mi vida, finalmente la cortina se rodó y la silueta de Martha apareció tras la ventana. La vecina abrió la ventana y me miró extrañada. —Señor Grau, ¿está usted lanzando piedras a mi ventana? ¿Acaso se ha vuelto loco? ¿No sabe la hora que es?— la expresión en su rostro cambió de curiosidad a enojo en un segundo.
—Disculpe señorita Higgins, pero es que tengo una emergencia... Una real emergencia. Es de vida o muerte y necesito su ayuda. ¿Podría venir a mi casa... ahora?
—¿Una emergencia? ¿Usted me está hablando en serio?
—Totalmente... Por favor, es una situación delicada. Necesito su ayuda en este instante. —, yo le hablaba a Martha en un fallido intento de murmullo y exagerando mi ya exagerada cara de histeria.
Martha lo pensó por un segundo pero al final respondió, —Está bien. Bajo enseguida.
Rápidamente corrí a mi balcón y esperé a Martha allí. Yo podía escuchar a Juliette llamar mi nombre desde el interior. Yo temblaba y sudaba. Y después de esperar el segundo minuto más largo de mi vida, Martha por fin llegó hasta mi balcón. —Gracias por venir—, le dije muy nervioso.
Parándose frente a mi me miró con severidad en su rostro y me habló, —Yo espero que esto sea una emergencia de verdad, o alguien tendrá que llamar al 911 para rescatarlo a usted señor Grau.
—Le juró que es real. Sólo eche un vistazo a mi predicamento— abrí la puerta y Martha y yo entramos—. ¡Oh por Dios!
***¿Qué habrá hecho Juliette? ¿Qué hará Martha cuando la vea?
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