Capítulo 4🦋
Muerte: ¿Por qué a mí todos me odian y a ti te aman?
Vida: Porque yo soy una hermosa mentira y tú... Una triste verdad.
No hay alivio para la muerte, no hay espacio para el consuelo en un corazón que solo alberga dolor e ira en ese momento; no hay persona, objeto o medicina que sirva para sanar un alma sucumbida en tristeza y melancolía ante la pérdida de un ser querido.
Es el tiempo quien se encarga de sanarte.
Jeon Jungkook, a sus apenas cuatro años de edad, experimentó ese dolor pero era tan pequeño e inmaduro aún, que no supo cómo reaccionar a esa pérdida. Él no entendía por qué su papá estaba dentro de una caja mientras, unos hombres vestidos de negro, estaban a punto de echarle -lo que para su pequeña estatura parecía- una montaña de tierra encima.
"Mamá, ¿por qué lo encierran ahí? Si hacen eso papá no podrá ir a trabajar mañana."
Jeon Seokjin, su padre, fue un hombre con grandes valores y principios, siempre mantenía como prioridad el bienestar de su familia. Ellos eran todo para él; su esposa y su único hijo, el motor que lo impulsaban a querer superarse y brindarles lo mejor.
Seokjin hizo del apellido Jeon uno muy respetable, ganándose un puesto entre las familias de más renombre en el pueblo gracias a su arduo trabajo. Se formó de diversos comercios en el pueblo, desde zapaterías que elaboraban calzados finos con productos de primera calidad, hasta la venta de telas y ropas ya confeccionadas, tanto para damas como caballeros. Su crecimiento fue tan descomunal dentro y fuera del pueblo que esto le permitió crear su propia fábrica con su apellido como sello distintivo.
Todo ello le permitió formar una fortuna inimaginable para los suyos.
Conoció a su esposa de la misma manera que se conocen todas las familias que conforman la alta sociedad. Un evento exclusivo.
Ella no era una mala mujer, tampoco llegó a ser una mala esposa pero si fue ambiciosa. Jamás conoció el límite, ella provenía de una familia bastante acomodada pero, por supuesto, Seokjin superaba su patrimonio abismalmente, por lo cual se deslumbró ante él.
Claro que amaba a su esposo; fue feliz en su boda, fue feliz en su luna de miel y también cuando nació su pequeño Jungkook. Simplemente el dinero y las ansias de poseer más y más la superaban la mayor parte del tiempo.
La avaricia fue el peor pecado capital en el que Jeon Jiwoo pudo haber caído.
Cuando Jin enfermó, unos años después de su matrimonio y nacimiento de su hijo, ella le restó importancia, alegando que podría ser un resfriado común. No quería gastar unas cuantas monedas de oro en medicinas por un asunto tan insignificante como una ligera tos y estornudos constantes.
Grave error.
Seokjin, con las semanas y meses, no mejoró de su aparentemente imparable tos pero el primer signo de alarma vino cuando en una ocasión, al momento de toser, vio sangre en el pañuelo que mantenía en su bolsillo y ocupaba para cubrir su boca en esos momentos.
Decidido a no comentarle nada a su esposa visitó a un médico, quien luego de días en pruebas y preguntas le dio su fatídico diagnóstico; Tuberculosis.
Tarde o temprano la enfermedad lo consumiría y le arrancaría la vida, junto a todo lo que en ella había formado. Tristemente fue más rápido de lo que pudo prever.
Su adorado hijo, ¿qué sería de él?
Jin no tenía permitido acercarse a su esposa y mucho menos a su hijo por el riesgo de contagio.
Probablemente la parte más difícil para todos fue la repentina separación que terminó por fragmentar a la pequeña familia. Su esposa se culpaba día sí y día también por haber minimizado algo tan grave, se culpaba por no haber visto las señales de alarma gritándole a todas las luces que su esposo se estaba apagando, todo por guardar un par de monedas que podían reponer en un par de segundos.
«¿Qué haría sin él?» Constantemente se cuestionó a sí misma en sus solitarias noches, junto a un pequeño que también clamaba a llantos el día entero por ver a su padre.
Varias semanas después de su diagnóstico, postrado y solitario en una cama que se ubicaba al extremo contrario de su residencia, entró en agonía.
¿Cómo fueron sus cortos años de paternidad? Los mejores. Amaba a su hijo, jugar con él, amaba ser lo primero que viera cuando llegaba a casa, atesorar los enormes y redondos ojos oscuros que poseía su pequeño y el brillo que irradiaban al verlo.
No podrá verlo crecer, no le dará las típicas charlas de padre e hijo, las disputas en su adolescencia, el inevitable rechazo que sienten los hijos a sus padres en determinada edad para luego volver y amarse como si nada nunca pasó, no lo verá casarse y formar su propia familia, ser un profesional, no verá a sus nietos.
Fue en una tarde nublada, con el cielo llorando ante otra pérdida que sufriría la tierra por el hombre tan grandioso que estaba por expirar; una lágrima rodó en su mejilla, para en un último suspiro dejar ese plano terrenal. Jeon Seokjin murió solo en su habitación, con el pesar de no decirle a su hijo cuánto lo amaba, de no haber podido explicarle porqué no podía acercarse a él a jugar como antes, con el pesar de no verlo convertido en un adulto completo y decirle cuán orgulloso estaba de él.
Esa es la pena que Seokjin cargaba, la misma que no le permitió a su alma trascender en paz y lo envió al purgatorio.
— ¡Uno nuevo! —celebraron todos, alzando sus tragos y brindando por el recién llegado, quién abría sus ojos lentamente, llegando a él la confusión y desorientación.
— ¡Es muy guapo!
— Mira ese cabello tan negro y suave, debió ser de dinero allá en el otro lado para tenerlo así de cuidado.
— Oigan, ¿Y si lo rasuramos?
— ¡Yeonjun! —algún tipo desconocido había golpeado a quien dijo eso.
— ¡Luego dicen que no aporto en nada!
— ¡Calla, que lo espantas! —al parecer todos querían conocerlo, pues lo mantuvieron rodeado por mucho tiempo sin siquiera permitirle ponerse en pie.
— ¿En dónde estoy? —susurró mientras sostenía su cabeza, inhalando aire profundamente para percatarse que el dolor en sus pulmones se había ido.
Una bulliciosa y colorida taberna lo había recibido; una jarra de cerveza llegó a su lado cortesía de pequeñas cucarachas que cumplían las órdenes de la cabeza del bartender, y en serio, era solo una cabeza.
— Hacen eso cada que alguien viene. —una profunda voz lo sorprendió cerca de él, evitando que saliera un grito de espanto por "la amable cabeza". Volteó para toparse con un sonriente chico, tal vez con un aspecto un poco menor que el suyo, con una desconcertante y profunda herida abierta en una de sus mejillas y frente. El desconocido le extendió la mano cordialmente. —Soy Kim Taehyung.
— Jeon Seokjin. —correspondió sin entender nada aún y probablemente en estado de shock, actuando en automático. —¿Qué lugar es este?
— Bienvenido al purgatorio, amigo mío. —levantó su copa de vino e hizo un pequeño brindis con la jarra que Seokjin aún no tomaba. —Acabas de fallecer y aquí es donde caemos las almas en pena. ¿Quieres que te haga un tour?
Taehyung había sido la persona más normal que conoció en ese lugar pese a ser alguien muy espabilado y pícaro para hablar. Al principio, le costó asimilar que ya no volvería a ver a su familia, pero la tan peculiar personalidad de su nuevo compañero lograba asomarle sonrisas en su rostro y a veces carcajadas por sus ocurrencias, dejando atrás su dolor y mentalizándose a que este era su nueva casa y todos los muertos su nueva familia.
Ahí todos eran iguales, nadie era más que otro y tampoco importaban las clases sociales o el aspecto físico. Pero pese a todo ello, Taehyung le dio un espacio en su hogar, un sitio al cual pertenecer, compartiendo conocimiento y tratando siempre de investigar los secretos del purgatorio.
Estaba cómodo ahora, incluso cuando el amor había vuelto a tocar las puertas de su ya muerto corazón.
— ¿Papá?
— Jungkookie... Sí eres mi Jungkookie. —sin poder resistirse más, Seokjin dio largas zancadas para llegar a su hijo y abrazarlo fuertemente, el cual fue gustosamente correspondido por el chico que no podía creer lo que veía, dejando a su vez con los ojos y boca abierta a un asombrado Taehyung, que veía atónito la escena frente a él.
«Vaya que es cierto cuando dicen que los pueblos son realmente pequeños.»
Luego de un momento que se sintió eterno en ese reencuentro, se separaron un poco para verse mutuamente. La piel de Seokjin era pálida y tenía el borde sus ojos algo oscurecidos, Jungkook lo notó de inmediato, tenía casi los mismos tonos de Taehyung.
— Diría que estoy feliz de verte pero ciertamente me preocupa. ¿Qué haces aquí? —pregunta aún sin soltar del todo a su hijo.
– Eso es lo que debo explicarte. —interrumpió Taehyung la pequeña escena. —Pero creo que será en un momento que sus emociones bajen un poco y así podamos hablarlo a detalle. Y, ahora que lo pienso, debí imaginar que estaban emparentados cuando Jungkook dijo que era un Jeon.
Taehyung estaba cerca de ellos, con una pequeña sonrisa en su rostro y sus brazos cruzados, se sentía algo satisfecho con haber tomado la correcta decisión de arrastrar a Jungkook a su mundo.
Porque sí, literalmente lo tomó de los pies y de esa manera lo llevó a ese plano pero eso es algo que el contrario no debe saber.
— Espera un momento... ¿Dijiste que mi hijo es tu esposo y doncel?
La sonrisa de Taehyung se borró en el momento que vio a Seokjin fruncir el ceño.
— Me recibí como un doncel a los doce, papá. —susurró Jungkook cabizbajo, adelantándose en responder antes que el otro y desviando un poco la atención sobre la inesperada unión. —Espero no haberte decepcionado con ello y no haber sido un hombre como tal...
— Detente ahí, yo nunca podría estar decepcionado de ti. Eres el doncel más precioso que he visto en mi vida y muerte. —de nueva cuenta apretujó en sus brazos a su hijo, escuchándolo quejarse y riendo por ello. —Creo que podemos entrar a la biblioteca y ponernos al día, ¿no?
— Por favor. —con una sonrisa en su rostro, Jungkook tomó la mano de su papá para seguirlo a la biblioteca.
— Y tú. —Seokjin se dirigió a Taehyung, quien los seguía en sigilo, tratando de pasar desapercibido y fallando en el intento. —Hablaremos, sobre todo, de esa unión.
Los tres se encontraban en la biblioteca, la cual poseía tonos oscuros a su alrededor pero permanecía bien iluminada por velas en todo el espacio, contando con un gigantesco estante en forma de L que ocupaba dos paredes en totalidad y repleto de libros excesivamente viejos pero, curiosamente, en buen estado.
Había un pequeño juego de sillones en medio de la habitación, en donde Seokjin ocupó asiento en el sofá pequeño mientras el otro par se acomodaba en un sillón más grande, cada uno ocupando los extremos.
— Y bien, ¿qué hace mi hijo no muerto en el purgatorio? —preguntó Seokjin con ansias, sosteniendo una taza de té en sus manos, la cual se ocupó en servir al estar en una mesa pequeña, ubicada en medio de ellos y dando un sorbo del mismo.
— ¡Esta cosa me forzó a casarme con él! —Jungkook estiró su brazo y señaló con su índice a Taehyung, quien inmediatamente levantó ambas cejas por la sorpresa de tal acusación y Seokjin escupió todo el té que tenía en su boca, viéndolos con asombro.
— ¡¿Qué?! ¿Cómo que te forcé? Yo no fui quien le dedicó votos al otro, ni siquiera me los sé. —su voz se escuchaba casi aguda por tratarse de una queja. —¿Y por qué me dices cosa? Pensé que ya nos estábamos llevando bien aquí.
— Lo siento, pero es que estás muerto y me asustaste cuando te vi la primera vez, no te ofendas.
— Oh, no, tranquilo, me gusta que me recuerden cada tres segundos que estoy muerto, suelo olvidarlo.
— ¿De verdad?
— ¡Por supuesto que no! ¿Cómo se te ocurre?
— ¡¿Entonces por qué dices que te lo deben recordar?!
— ¡¿No te enseñaron lo que es sarcasmo, niño?!
— ¡Oye no me tienes que gritar!
— ¡Pues tú a mí tampoco!
— ¡Ya dejen de gritarse los dos! —intervino Seokjin, aburrido de escuchar tanto ruido en un sitio donde suele estar para relajarse, no iba a tolerar ese innecesario alboroto.
Ambos asintieron con el ceño fruncido por el regaño y un respectivo puchero en sus labios.
— Estoy acabado. —murmuró Jungkook.
— Ahora mismo van a explicarme cómo ocurrió eso de lo que hablan. Y que sea sin elevar la voz más de lo necesario. —Seokjin llevó una de sus manos a su frente, acariciándola con sus dedos para tratar de conservar la poca paciencia que esos dos parece que, eventualmente, van a arrebatarle.
— Recitó sus votos en donde anclé mi espíritu y me colocó un anillo de bodas sellando la promesa. —explicó ya un poco más tranquilo Taehyung, omitiendo los detalles del escape de Jungkook.
— No me digas, ¿la promesa lunar?
— Oh, sí, esa misma fue.
— En serio que estamos acabados. —cuando Seokjin soltó esa afirmación, Jungkook lo vio con molestia.
— Todo sería más fácil si explicaran que esos votos traen consecuencias.
— El que se enteró de ello ya estaba muerto, cariño, ¿cómo querías que te lo dijera? ¿Apareciendo en tu espejo a las tres de la madrugada? —el tono sarcástico que utilizó Taehyung solamente provocó que el aire en la habitación se sintiera pesado y con mala vibra, miró a Jungkook para encontrarlo de nuevo con el mismo mal humor que lo recibió en el purgatorio. —Él no tenía cómo poner en sobre aviso a todos los vivos. Además nadie había hecho una estupidez tan imprudente y desesperada como la tuya.
Jungkook frunció sus cejas, eso había colmado su paciencia.
— ¿Ahora fue una estupidez? Cuando te has pasado jactando de que estás casado conmigo.
— Pues me retracto, eres muy inmaduro e impulsivo. Por si no lo has notado, ser así no te ha traído nada bueno y no te veo intenciones de corregir esa conducta.
— No te equivoques conmigo, estás muy lejos de ser alguien que se crea con alguna autoridad sobre mí para hablar de mi comportamiento. —el tono de voz en Jungkook estaba cambiando a uno más serio y enojado. —No soy tu esposo, no soy tu doncel, no te debo obediencia, lealtad ni sumisión a ti porque no eras con quien iba a casarme, entiende.
— Continúas quejándote como un niño mimado. —Taehyung habló al aire, sin voltear a ver a Jungkook pero asegurándose de que este lo pudiera escuchar. —No has hecho más que llorar desde que te vi.
— ¡Cállate de una vez! Ahora veo que hay una buena razón por la cual los muertos no hablan.
— Y también hubo una buena razón para que te dejaran plantado en el altar.
Un sonoro impacto fue lo único audible en la habitación, cuando Jungkook se había levantado de su lugar para colocarse frente a Taehyung y propinarle una cachetada con tal fuerza que provocó que este girara su cabeza hasta doler el cuello, dejándolo paralizado y sus ojos excesivamente abiertos.
Lágrimas caían del rostro de Jungkook por la herida que volvió a ser abierta, Taehyung había caído muy bajo al utilizar esa información en su contra y es ahora que se arrepiente de haber sido tan vulnerable horas atrás. Lo miró con odio, recelo y sobre todo mucho dolor porque no se lo merecía, nada de lo que le han hecho en tan poco tiempo era algo que alguna persona tuviera que soportar.
Taehyung giró su rostro en su dirección y se colocó de pie, levantando su mirada ensombrecida y clavándola en Jungkook, ante ese gesto, Seokjin tomó a su hijo de los hombros y lo trajo consigo para protegerlo. Es verdad que eran muy amigos, pero al verlo de esa manera y al tratarse de su hijo, sabe que no puede confiar a que Taehyung se lo vaya a tomar con calma.
— No me complace estar casado contigo bajo esa promesa, para que lo sepas. —sin despegar sus ojos de los de Jungkook, su voz era algo intimidante a ese punto, incluso para el mayor de los Jeon, a quien ahora le dedicó su atención. —Y si conoces alguna manera en la que me puedas librar ya de esto, te agradecería que me lo hagas saber. Estaré en la habitación del último piso.
Sin decir más, dio media vuelta, para salir de la biblioteca a pasos pesados, dejando solos a padre e hijo.
Seokjin abrazó a Jungkook y este calmó sus lágrimas pero no su enojo.
— Es un estúpido. —susurró con su rostro en el pecho de su padre.
— Tal vez lo sea un poco pero, aunque no lo creas, es una buena persona. —sacó de su escondite el rostro de Jungkook para verlo fijamente y limpiar los rastros de las lágrimas que habían caído antes. —Se dijeron cosas horribles ambos. Tú no debiste ofenderlo de esa manera al principio. Sabes que eso estuvo mal, ¿no?
Jungkook asintió despacio ante la pregunta mientras tomaban asiento nuevamente.
— No lo quise decir así, me dejé llevar por la seguridad de tenerte a mi lado.
— Taehyung tenía apenas veinticinco años cuando murió, Jungkookie. —ante la información, Jungkook levantó sus cejas. —No lo defiendo, hijo. Pero creo que, al ambos estar muertos, entiendo el por qué se molestó tan rápido por lo que escuchó.
— Era muy joven... —susurró a la nada, asimilando la situación.
— Todos lo quieren mucho aquí. Puede que no sea el más joven en haber muerto y tampoco el que sufrió una partida tan trágica en comparación a otros de aquí pero es la nobleza de su alma lo que ha permitido que más de uno aquí le tenga aprecio.
— Me siento terrible, a-ahora no sé por qué tuvo que pasar todo así. Pero es que luego mencionó lo que me hizo mi ex prometido y... Todo esto me supera. Que me hiciera ver que cometí un error antes de venir aquí simplemente me- —se calló al instante, realmente ni él mismo sabía qué más decir. —Lo siento mucho.
— No es a mí quien debes ofrecerle disculpas. —Seokjin acarició su cabeza en comprensión. —De hecho, espero que ambos se disculpen, porque tampoco aceptaré que él no reconozca que hizo mal en hablar cómo lo hizo, incluso lo desconocí. Ve con él luego, ya lo he visto enojado un par de veces y se calmará al rato, te haré saber cuando sea un buen momento para hacer las paces, ¿sí?
— De acuerdo. —recostó su cabeza en el hombro de Seokjin, dejándose hacer de su cariño, del que por tantos años se ha privado a sentir.
— ¿Qué tal si me pones al tanto de cómo has estado en estos dieciséis años que llevo de no verte? Estoy seguro que de tus cuatro años en adelante viviste muchas cosas. Además deseo saber más sobre ese ex prometido que perdió al mejor esposo del mundo. —le sonrió a su hijo, ansioso por escuchar todo lo que tendría para contarle.
Relatos tras relatos; llenos de alegrías, tristezas, temores que reveló por primera vez, sueños que se disiparon con el pasar del tiempo y aquellos que aún espera cumplir. Jungkook sentía todo tan irreal porque estaba ahí, en otra especie de dimensión hablando con su papá, quien se supone no está vivo y a quien dejó de ver desde que era un niño.
Lo vio con una enorme sonrisa, porque su padre lo escuchaba atentamente y era participativo a cada idea alocada que pudiera mencionar. En cambio, si hiciera eso con su mamá, no sería lo mismo, ella lo juzgaría duramente e incluso lo enviaría a una escuela de modales para recordarle el fino doncel que debe ser siempre y, sobre todo, en la presencia de otros hombres.
Ahora ella no está ahí, sino su padre; y no importa qué tantos deslices en su refinada postura llegue a cometer, el hombre parece ignorar todo ello y dejarlo ser libre, permitiendo que salga a la luz su verdadera personalidad, no ese caparazón superficial que a veces parece actuar en automático.
Convencido de que todo lo ocurrido a partir del bosque no es un sueño, tampoco una dimensión alterna y mucho menos producto de su imaginación, decidió aprovechar la oportunidad, disfrutar de la compañía de su papá y tratar de olvidar el tipo de doncel que ha sido obligado a ser durante toda su vida.
— Y básicamente eso ha sido todo; la nana me ha cuidado muy bien, mamá con los años se volvió más pesada y todo lo demás me trajo aquí. —Jungkook terminaba de relatarle a su papá la última etapa de su vida, el final de su adolescencia y la entrada a su adultez, la cual fue recibida con las nupcias que no se llevaron a cabo.
— Tengo tantas emociones encontradas. —agrega Seokjin ante la línea de vida que prácticamente trazó su hijo para contarle a detalle todo sobre él pero su frío y ya muerto corazón dolió al escuchar que la mujer que fue la madre de su hijo no ha sido exactamente la mejor para él. —Lamento mucho que tu mamá no haya cambiado para bien. No sabes todo lo que daría para haber estado ahí y sostenerte, cuando solamente buscabas un refugio y ella trató de empujarte a seguir con su absurdo plan.
Hay sensaciones que una vez siendo un cadáver pierdes definitivamente, Seokjin lo sabe porque no solo leyó sobre eso sino que también lo experimenta, y una de ellas se suponía que era sentir punzadas de angustia o desesperación en el pecho, pero se trata de su único hijo, de la desdicha que le siguió a su partida y que nadie ha sido capaz o competente de cuidar al tesoro mas invaluable que había dejado en la tierra de los mortales, a excepción de la nana, por supuesto.
— No pasa nada. —le dedicó una sonrisa pequeña a Seokjin, intentando tranquilizar la tormenta que puede observar se ha creado el otro en su interior. —Además, directa o indirectamente todo lo que ha ocurrido me trajo hasta aquí. Bien que mal, te estoy viendo de nuevo y... Ya no tengo que imaginar cómo sería tu voz, ni tus abrazos.
— Es un consuelo momentáneo, no sabes cuánto te extrañé. —se acercó a darle un abrazo a Jungkook. —Adoro tenerte aquí pero debes volver, mi tesoro. Estoy convencido que todo irá bien luego, ya verás que sí.
— Papá, ¿lo que te tiene aquí atrapado no tiene solución? Taehyung dijo que para poder descansar en paz debes resolver tus pesares. —la curiosidad entró por un momento en Jungkook nuevamente, quien permanecía sentado en el sillón viendo a su papá colocarse de pie muy despacio y caminar pensativo de un lugar a otro pero lo vio detenerse, en medio de un suave suspiro. Volteó a verlo, con un rostro indescifrable.
— Créeme que sé lo que debo hacer, sin embargo, no es momento para ello. Cuando lo considere prudente lo llevaré a cabo pero mientras tanto, tengo que ayudarlos a ambos a deshacer ese sello.
Jungkook estuvo de acuerdo, sintió una ligera presión en su pecho cuando se percató que su padre sabía cómo marcharse al descanso eterno porque eso significaba que no volverá a verlo nunca más.
— ¡Lo tengo! —el grito de Seokjin sacó de sus pensamientos a Jungkook, quien lo vio de nueva cuenta. —Sé qué podemos hacer, podremos ayudar a Taehyung a descansar en paz y tú volver a casa.
— ¿Cómo? —había duda y temor en la voz de Jungkook. No le gustaba cómo Seokjin o Taehyung sonreían al tener un plan.
Oh cierto, Taehyung.
— Bueno, mi plan requiere de trabajo en equipo y ya llevamos un buen tiempo platicando aquí. Creo que llegó la hora de que subas y hagas las paces con tu compañero.
— ¿Crees que quiera escucharme?
— Creo firmemente que necesita escucharte, confía en mí. —Seokjin tenía cierto poder al sonreír; como el roce de unos dedos gentiles en la mejilla o un suave beso en la frente cuando necesitas que alguien te asegure que todo estará bien. Era como la luna misma, alumbrando el mundo entero durante su cielo nocturno.
Jungkook pensó detenidamente lo siguiente que haría, no porque no quisiera ir a pedirle disculpas sino por temor. Una reacción grosera o violenta por parte de Taehyung es lo último que quiere, a fin de cuentas Jin tiene razón, estaban juntos en ese asunto y ambos serían beneficiados con el resultado.
Con un asentimiento dudoso, se levantó del sofá y se dirigió a las escaleras por dónde había visto a Taehyung desaparecer hace ya lo que podrían ser un par de horas. Iba repasando en su mente cómo disculparse sin que el otro lo rechace en el proceso pero a medida que subía identificó un sonido que sus oídos conocían perfectamente.
Un piano.
Extrañado ante la hipnotizante melodía que desprendía tal instrumento dejó sus pensamientos de lado y siguió las notas musicales que flotaban en el aire, no podías verlas, pero sabías que estaban ahí; pulcritud, elegancia, melancolía, tristeza, arte. Solo por mencionar un par de detalles con los que pudo definir lo maravilloso que se escuchaba.
Llegó al último piso del edificio, deteniendo sus movimientos en la propia entrada de la habitación donde se suponía que estaría Taehyung, observó la puerta blanca, bloqueándole la vista que podría tener del excepcional pianista que se encontraba del otro lado. Quería abrir la puerta, ingresar a la habitación y deleitar sus sentidos auditivos plenamente ante la pieza que estaba siendo interpretada con total maestría.
Tomando aire en sus pulmones y valor en todo su cuerpo giró el pomo para ingresar, asomó su cabeza en la habitación y pudo divisar a Taehyung de espaldas, tocando efectivamente el instrumento.
Estaba por abrir totalmente la puerta pero no esperó que Taehyung, desde su lugar, enderezara su postura sin voltear a verlo, dejando de tocar el piano.
Jungkook se asustó ante el repentino cambio de atmósfera que se respiraba en ese espacio, pues sintió como el nostálgico azul del aire se disipaba para darle paso a la misma tensión que vivieron hace nada.
Esto iba a ser un desastre...
Taehyung detuvo lo que estaba haciendo en ese momento para ver sobre su hombro, sin percatarse de quién es la persona que ingresó a su habitación.
— ¿Ya tienes una solución? —preguntó en un tono de voz más tranquilo, contrario al de hace un par de horas.
— No soy papá Jin. —Jungkook respondió algo cohibido y apenado. Ingresó totalmente a la habitación, cerrando la puerta detrás suyo y con algo de inseguridad se fue acercando poco a poco a Taehyung. —Yo... Vine para dis-
— Cállate.
La respuesta que recibió lo obligó a detenerse a solo unos cuantos pasos de estar a la par de Taehyung en el piano. Abrió sus ojos con sorpresa, Jungkook no quería volver a discutir con él, Seokjin le hizo saber que deben trabajar en equipo y para lograrlo no pueden seguir teniendo diferencias entre sí pero si Taehyung continúa poniendo una barrera entre ellos no sería posible. Inhaló aire profundamente, tratando de conservar la calma.
— No quise interrumpir lo que hacías pero de verdad necesito que me perd-
— Jungkook, te digo que no hables. —volvió a detenerlo seriamente pero, antes de recibir cualquier contestación del contrario, retomó su actividad y cambió la melodía que interpretaba hace un momento.
Jungkook quiso indignarse y reclamar al ser rechazado tan duramente, dar media vuelta y continuar con todo lo demás sin su ayuda. Sin embargo, eso no solo no es posible sino que, antes de siquiera pensar en enfadarse, reconoció la canción que Taehyung estaba tocando en el piano.
Alejó cualquier sentimiento de enojo, escuchaba atentamente cómo su segunda partitura favorita de interpretar sonaba tan magnífica en manos de Taehyung.
Se aproximó un poco a él, más por amor al arte que por intentar algo otra vez, hasta que lentamente y con algo de recelo tomó valor y se sentó junto a Taehyung, colocando sus manos en sus rodillas y apretando sus labios, mientras lo observaba seguir tocando.
Taehyung, sin dejar su labor de lado, lo volteó a ver un poco de reojo para luego cerrar sus ojos con "indignación" y continuar su atención en el piano.
Jungkook arqueó ambas cejas y su boca se abrió incrédula por la acción que acaba de observar pero esta vez no se molestó. Elevó una de sus comisuras, ladeando una pequeña sonrisa y llevó sus manos a las teclas disponibles frente a él, para continuar las piezas que seguían a las de Taehyung.
No sabía si era correcto, si sería reprendido por el mayor al tomarse el atrevimiento de invadir su pequeño recital. Era una total falta de respeto interrumpir a un músico cuando se encontraba en su momento cumbre de inspiración.
Realmente se convirtió en un momento muy intimo para ambos; Jungkook admira la técnica que tiene su compañero, puede ver cuán diestro ha sido para la música con solo observar lo relajado de su postura y su rostro despreocupado sin siquiera observar el teclado, además percibió cómo Taehyung aceptó su participación sin mencionar ni una palabra; por otro lado Taehyung estaba sorprendido por lo habilidoso que resultó ser el joven de ojos brillantes junto a él, nunca había tenido la oportunidad de compartir su más grande pasión, como lo es la música, con alguien más.
La sonata tomó un curso un poco más rápido, ambos ensimismados en sus destrezas musicales y viendo cómo se complementaban a la perfección, cruzaban sus miradas de sus propias manos a las ajenas mientras reían para sí mismos, no podían creer lo que estaban experimentando hasta que, finalmente, la canción culminó.
— Mi madre se volvería loca si me viera ahora; encerrado con otra persona en una habitación y tocando el piano. —ambos rieron por el repentino comentario de Jungkook.
— No pensé que te gustara la música, eres muy bueno, ¿cuándo aprendiste? —un muy sonriente y entusiasmado Taehyung comenzó a elogiar al doncel a su lado. Nunca había conocido a alguien como él.
— Desde los cinco años, antes que papá muriera, había dejado el viejo piano en la mansión pero nadie lo ocupó cuando el partió. —estaba un tanto ruborizado por tener algo cerca a Taehyung, sus muslos se estaban rozando y eso lo colocaba algo nervioso, además de todos los cumplidos que recibió de golpe. —Así que lo vi como un juguete abandonado, si quieres llamarlo de ese modo. Lo demás vino con práctica y tiempo.
Luego de lo dicho por Jungkook, se quedaron observando mutuamente por un instante que parecía nunca acabar, absortos uno del otro, de las constelaciones que emergían de ambos pares de ojos y colisionaban entre sí para explotar en una brillante supernova de colores, iluminando el cielo nocturno con un espectáculo de luz y magia. Habían descubierto otro arte invaluable; el poder de sus miradas.
La mano de Jungkook rozó sin querer una tecla del piano, provocando un sonido que los sacó a ambos de su trance hipnótico, haciendo que aterrice y sobre todo recordar el motivo de su visita.
— Y-yo necesito que me escuches, por favor. —habló un poco bajo, tratando de no despertar nuevamente ninguna emoción negativa en el ambiente. —De verdad, quiero que me perd-
— No, la razón por la que no te dejé continuar con lo que planeas decir no es porque no quiera escucharte. —pronuncia finalmente Taehyung, cambiando su semblante a uno más apenado y algo preocupado. Esta vez se mantuvo cabizbajo. —Es que no tienes que disculparte por algo que yo ocasioné, me confiaste algo importante y yo... Cobardemente te ataqué con ello. Perdóname tú a mí, por favor, no lo merecías. Estás pasando por cosas muy desesperantes y lo último que necesitas es mi necedad, lo siento.
— Pero yo te golpee, eso no justifica nada, ni siquiera si lo que dijiste fue hiriente o no. Nada es excusa para haberme dejado llevar de ese modo. No fue correcto y tampoco el comportamiento que se espera de mí.
— ¿Me perdonas por lo que dije? —ignoró totalmente lo que el otro le explicaba, volteó a verlo con arrepentimiento. Lo único que quería era estar bien con Jungkook, no podía y tampoco quería cargar con más culpas o asuntos inconclusos.
Jungkook por su parte se quedó pensativo, cruzando sus miradas de nueva cuenta, para no darle más largas al asunto y sonreír ligeramente para él.
— Quedas perdonado.
Taehyung también le dedicó una corta sonrisa, sintió un pequeño remolino en su interior al ver la de Jungkook, tan adorable como la de un conejo pequeño, y era para él.
Se supone que está muerto, ¿Cómo puede sentirse nervioso y emocionado?
Alejó cualquier pensamiento y sensación imprudente de su cuerpo, esas confusiones no llevarían a nada bueno en su estado. Carraspeó un poco antes de hablar, necesitaba romper esa burbuja
— Creo que... Hay que ir con Jinnie, ¿no?
Jungkook parpadeó, sus pensamientos también se habían ido fuera de órbita y fue llamado de vuelta al escuchar el nombre de su papá.
— Oh, cierto.
— Jungkook, hay algo que debo decirte también.
— Te escucho —lo vio atentamente.
— En la biblioteca dijiste que no eres mi doncel, ni sumiso a mí, tampoco que no tengo ninguna autoridad sobre ti. ¿Es lo que piensas?
— No iba a casarme contigo, Taehyung. —su rostro se colocó algo rojo por la timidez. —Lo siento mucho.
— Pero no me refiero a eso. —Taehyung volvió a sostener el mentón de Jungkook con su dedo índice, es de esta manera que el contrario entiende que necesita poner de toda su atención. —Cariño, tú no deberías someterte a nadie, tampoco estar por debajo de otros. Al menos no es lo que yo quiero para mi doncel, no es lo que quise nunca de un esposo cuando vivía.
— Claro que sí, eso es lo que ustedes como prometidos esperan. —susurró sin entender el rumbo de sus comentarios, frunciendo sus cejas ante el desconcierto de sus palabras. —Me han preparado en mi adolescencia para ser un esposo correcto y es así cómo debo ser; devoto y leal, atento y servicial, apoyar y obedecer, callar cuando es debido y opinar cuando se me pida.
— ¿Te enseñaron a ser un títere? —alzó una ceja, retirando su índice del mentón contrario.
— También le dije a mi madre eso, pero ¿qué puedo hacer? Así es como me han formado y es difícil verlo de otra manera.
— ¿Te gustaría dejar de ser un doncel tan cuadrado por un tiempo? —Taehyung le sonrió, con una idea en mente, tomando con sus dos manos una de las de Jungkook. —Aunque te cueste asimilarlo, creerme o tomarlo en serio, estás casado conmigo, Jungkook; eres mi esposo y no quiero que mi esposo sea mi asistente.
— Si lo dices así suena feo...
— Es para lo que quisieron formarte. —se levantó del taburete que compartían, decidido a enmendar la pelea que tuvieron y mostrarle a Jungkook que también se puede divertir sin preocuparse de prejuicios y soltando las ataduras que amarró su madre en él. —Pero conmigo ya no. ¿Quieres venir? Debo mostrarte muchas cosas de este lugar.
Taehyung le extendió una mano para ayudarle a ponerse de pie, en una invitación a una aventura. Lo duda y medita por un rato, pasando su saliva con nerviosismo y sin saber qué acción tomar porque no sabe qué le pueda esperar de todo eso, nunca se ha visto a solas con otro hombre que no fuera Yoongi y ahora estaba no solo fuera de su pueblo, sino que con un completo desconocido, encerrados mientras tocaban música y ahora este lo invita a formar parte de algo que no entiende... Algo que tal vez no quiera perderse.
«¿Sería posible que un muerto le enseñe a vivir?»
Miró a los ojos de Taehyung y sabe qué puede confiar en él cuando lo ve con tanto anhelo que le es inevitable no tomar su mano, en un acuerdo de hacer todo lo que el otro le diga y sacar a relucir lo que rato atrás se había planteado. Salir de su caparazón.
Cuando Taehyung intenta jalar de él para salir de ahí, Jungkook lo detiene y observa fijamente, aún sentado en el mismo sitio.
— ¿Ocurre algo? —pregunta con extrañeza.
— Mmm... Podemos... ¿Podemos tocar una canción más? —le pidió con timidez en su voz. No fue capaz de mantener el contacto visual al formular su pregunta y al hacer eso se perdió de la enorme sonrisa enternecida que había plasmado Taehyung en su rostro.
— Sería un tonto si desperdiciara una oportunidad así, muñeco.
Retomó su lugar y sostuvieron ligeras conversaciones mientras intentaban averiguar qué canción les quedaría perfecto interpretar juntos.
Aunque también les quedaba muy bien permanecer así... Juntos. Incluso si ambos pretender fingir que ignoran el revuelo que se ha comenzado a alzar en el interior de cada uno.
Somos mis cuatro lectoras de MWAD y yo contra el mundo:
Oigan, ya ven que algunas autoras le tienen apodos bonitos a sus lectoras de acuerdo a la temática. ¿Cómo debería dirigirme a ustedes? ¿Mis muertitas? HAHAHAHA
Próxima actu: Vendrán nuevos escenarios, situaciones bonitas del vkook y un nuevo personaje. Nos vemos prontito.
Los quiero 🐁
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