
⠀one.
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‹ MARLBORO NIGHTS 🎸 one.
❛ complementary | 補完的。❜
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀DE LA LLUVIA QUEDABA EL RECUERDO, quedaba la humedad y quedaba el sonido, una leve mas melodiosa canción instrumental que prescindía de letra para hacértela recordar. La lluvia, conocida por aquella canción de gotas repiqueteando contra el cristal que corrían y se fundían en una en su recorrido sobre la lisa superficie transparente. La lluvia, conocida por cambiar los colores del mundo tal y como los conocemos, cubriendo la existencia con una cortina aguada y fresca que causaba que la ropa se adhiriese a la piel e hiciese que los zapatos chapoteasen sobre el suelo. La lluvia, conocida por acompañar el ánimo particular, por intensificar la pasión que bajo sus lágrimas se refugiaba o por comprender el dolor de un alma herida que buscaba fundir su llanto con el suyo tal y como lo hacían las gotas sobre el cristal que Jun'ichi era incapaz de dejar de mirar.
⠀Su mirada del mismo azul del cielo, que aquellos días se ocultaba tras las nubes, brillaba cual piedra preciosa cuando miraba la escena. Jun'ichi sonreía ante la melancolía del ambiente que apaciguaba su pensar nervioso, pues la lluvia era lo suficientemente ruidosa como para opacar el sonido que hacía su mente, aquel irritante sonido característico del metal al chocar contra el metal de los engranajes que no le daban momento para descansar; sin embargo, la lluvia siempre fue lo suficientemente hipnótica como para dejarle mudo el pensamiento y libre el cuerpo.
⠀Todo su humor se veía afectado por el ambiente y desprendía calma por cada poro de su piel, tanto que él mismo caía en un estado adormilado apoyado contra el mostrador descuidando su trabajo y a los clientes que ocupaban las mesas vacías tras dejar su recorrido sobre el suelo en forma de pisadas mojadas y chaquetas pesadas que colgaban inertes sobre el respaldo de las sillas creando un charco justo debajo, el cual una muchacha de delicada apariencia se encargaba de limpiar con la intención de evitar futuros accidentes; no obstante, todo aquello seguía siendo nulo para Jun'ichi que aún con el pasar del tiempo seguía sin reaccionar, sin apartar los ojos del cristal hasta que algo interrumpió en su campo de visión, tapando por completo todo aquello que adoraba y lo hacía desvanecerse como si nunca hubiese existido devolviéndolo a su idea sobre la lluvia: algo que solo habitaba en el recuerdo.
⠀⠀── Iguro vuelve al trabajo ── una voz resonó en su izquierda, voz la cual reavivó los engranajes de su subconsciente que rápidamente buscaron el origen, topándose de lleno con los marrones orbes de Osamu.
⠀A veces a la distraída mente de Jun'ichi se le pasaba por alto que estaba bajo la constante vigilancia de Osamu Miya, cuya diestra descansaba sobre el tirador de la cortina. Él había sido el culpable de que su mente hubiese vuelto a sucumbir ante sus pensamientos y en su aspecto no se veía ni la mínima muestra de arrepentimiento.
⠀Como viejos amigos que eran, tras su salida del centro de desintoxicación que le dio cobijo durante seis meses, Osamu se comprometió a supervisarlo durante los primeros días y así lo había hecho, con la diferencia de que ya había pasado medio año desde aquello. Las normas y la supervisión nunca le agradó al desgraciado Iguro que a regañadientes se ajustaba el delantal antes de volver a introducirse en el trabajo, bailando entre las mesas con la soltura de una bailarina de ballet sobre el más sofisticado de los escenarios, recogiendo las mesas vacías a su paso.
⠀Así era como Jun'ichi volvía a adentrarse en la monotonía de la vida pintada en tonos desaturados y tristes que alentaban a la melancolía, alentaban a que el pensar se deshiciese en penurias para volver a recomponerse llenando su alma desmotivada. Su solo semblante ya había cambiado en comparación de cuando absorto se dejaba llevar por la lluvia y ahora las vans desgastadas eran arrastradas sobre el suelo antideslizante y encharcado. Los peores días de trabajo eran los de lluvia; aunque, tenían su parte buena en el momento que nuevos clientes cruzaban la puerta, desesperados por encontrar cobijo ante tan mal día. Solían ser personas con apariencias y auras distintivas, eran su salida de la angustiosa monotonía que suponía para él la vida, algo que ya carecía de color.
⠀Sin embargo aquella, como todas sus emociones, se convertían en algo pasajero, algo que tan solo ocurrió en su momento y no volvería a repetirse hasta dentro de mucho tiempo. En un abrir y cerrar de ojos Jun'ichi pasaba de un mundo idílico a uno uniforme, arropado por el silencio y la oscuridad de la noche que amenazaba con traspasar los cristales de no ser por las lámparas que brillaban sujetas al techo, colgando pendulantes por la brisa proveniente de bajo la puerta y las ventanas, moviendo consigo la luz dificultándole a Jun'ichi la sencilla tarea de limpiar. Al igual que todos los jueves le tocaba cerrar y adecentar el local para el día siguiente; no obstante, aquella noche le guardaba algo especial.
⠀A la hora de cerrar el establecimiento se convertía en un puzle dentro de la mente de Jun'ichi y cada mesa bien colocada y vaso limpio sobre el estante era una pieza más que lo componía. Así una a una las iba dejando todas en su sitio; mas aquel jueves había una de más, una sobrante y hasta que no se fijó en ella para colocarla no descubrió que aquel no era su lugar.
⠀Aquella pieza en concreto estaba compuesta de una paleta oscura y desaturada donde la atención se concentraba en las hebras claras que caían sobre su rostro ligeramente ensortijadas pues, al igual que muchos clientes, él también había entrado allí para refugiarse de la lluvia que había cesado hacía varias horas, la diferencia repercutía en que él ya estaba seco. Su cabello se oscurecía en las puntas que se fundían con los tonos foscos de su ropa haciéndolas apenas notorias a simple vista. Una parte de Jun'ichi percibió a aquel joven un poco como él, alguien que cuando algo lo consumía era incapaz de salir, dado que notó como sus ojos estaban fijos en un cuaderno y había ignorado que todos los demás presentes se habían marchado dejándole en su propia soledad.
⠀Iguro se vio en la obligación de aproximarse; aunque lo hacía silencioso como una mariposa de vivos colores a la cual le llamaba la atención una flor marchita. Siendo así, aquel cliente no parecía darse cuenta y solo escribía, borraba y reescribía una y otra vez sobre la hoja de papel que comenzaba a arrugarse bajo sus dedos, estremecida por la fuerza con la que la goma acariciaba la superficie ya rayada, porque cuando se acercó aquel simple papel tomó la forma de una partitura. Aquel simple detalle atrapó por completo la atención de Jun'ichi que a simple vista reconocía cada una de las letras de la composición cuyo comienzo llegó a parecerle enternecedor, mas conforme avanzaba desaparecía, convirtiéndose en una melodía completamente distinta. La realidad en aquello se basaba en que el joven había cometido el error de estudiar música en una universidad, un lugar donde enseñaban a copiar y a interpretar las obras de los más grandes como Mozart o Tchaikovsky, haciéndole pues perder todos sus posibles dotes. No buscaban músicos de verdad, tampoco les interesaba la música de verdad, solo les interesaban los números sobre el papel que componían las calificaciones y solo buscaban la perduración de las grandes obras que se negaban a perder, mas nunca serían tan sublimes y especiales como la primera interpretación.
⠀⠀── Con un inicio diferente podría llegar a ser una buena canción ── se permitió hablar.
⠀La televisión estaba apagada al igual que el mundo exterior cuando la noche caía en aquella zona, más aún en un día lluvioso y frío como aquel donde el mayor sonido era el de las patas de los gatos al correr sobre los charcos; su voz resonó en el local y el joven movió la cabeza en su dirección sorprendiéndose al encontrarlo. Cruzaron miradas y parecieron entenderse a la perfección sin la necesidad de palabrería barata de por medio cuando podían hablar de lo que verdad les interesaba.
⠀⠀── No sé componer ── se sinceró sin dudarlo, dejando el lápiz sobre la mesa ──; aunque gracias.
⠀⠀── ¿Te interesa la música? ── pregunta absurda, mas en boca de Jun'ichi cobraba sentido, pues cualquiera podía hacer "música" pero no a todos les interesaba de verdad ── Disettes, al bajar las escaleras, mañana a las doce ── continuó hablando en el momento que vio que contaba con toda su atención tras haber realizado la pregunta.
⠀La secuencia de aquellas palabras desconcertó totalmente a aquel de hebras claras que en su mirada dejó entrever dicha confusión. Conocía la tienda de música y, por ende, conocía los horarios, sabiendo pues que a esa hora ya estaba cerrado, al igual que aquel lugar secreto al bajar las escaleras junto a la tienda, un antiguo bar cerrado hacía más de siete años.
⠀Al joven Iguro a veces le resultaba sencillo leer a las personas o tal vez era porque tenía muy clara la imagen que daba frente a otras personas y en la de aquella se veía como alguien extraño, un tipo raro, demasiado cuando lo invitaba a un lugar cerrado sin conocerse de nada. Parecía una persona confiable; sin embargo la situación carecía completamente de sentido.
⠀⠀── Soy Jun'ichi Iguro, si le das mi nombre al tipo de la entrada te dejará pasar ── continuó hablando, tomándose la libertad de agarrar el lápiz para escribirle su nombre en una servilleta ──. Si de verdad te interesa la música te gustará ir. Ahora tengo que cerrar, espero volver a verte.
⠀⠀── Sí, perdón.
⠀Con un solo asentimiento de cabeza Iguro le quitó peso a la situación y bajo su parca mirada de ojos azules el joven recogió y se marchó por la puerta dejando a Jun'ichi en la solitaria estancia; mas sus pensamientos ahora no acompañaban dicha soledad, estaban centrados en repetir una y otra vez la secuencia de imágenes de la conversación, recordándole cada detalle y haciéndole ver muchos otros. Nunca tuvo el atrevimiento de hablar con alguien más a no ser que el contrario lo quisiese, era bastante reservado en aquel aspecto, pero el momento en el que su sentimiento por la música los hizo conectar por un instante algo en Iguro despertó, algo que llevaba apagado mucho tiempo.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Las palabras eran una llave a muchos sitios, letras juntas cuyo orden daba un sentido u otro a las oraciones. La medianoche ya golpeaba a su puerta cuando puso un pie sobre la calle, después y otro y continuó aquella secuencia durante unos extensos minutos; Semi nunca llegó a verse en aquella situación hasta aquel viernes por la noche donde los restos de la lluvia del jueves quedaban sobre las aceras y las goteras en los balcones, caminando con un rumbo fijo: Disettes. Una tienda de música que pocos comprendían cómo es que aún subsistía, fue conocida en su momento, pero con el tiempo y la urbanización masiva el local quedó retirado a los suburbios; en cambio, la historia era lo que lo hacía perdurar, pues la gente se negaba a dejar atrás aquellos lugares que consideraban un hogar.
⠀Su paseo no se prolongó más de treinta minutos y al girar la esquina fue capaz de apreciar el cartel led que brillaba en la oscuridad del callejón, llamándote a mirar. Eita siguió el llamado hasta la misma puerta y, como era de esperar, sobre el sucio cristal había un cartel que en una tipografía irregular y de trazos fuertes dejaba ver un enorme "CERRADO". Por un momento llegó a pensar que era idiota, que tal vez aquel camarero le había gastado una broma de mal gusto, pero tampoco tenía el aspecto de ser ese tipo de persona. Entonces, como si una divinidad misma hubiese escuchado sus pensamientos, un tintineo sonó a su izquierda.
⠀El sonido nacía de unas luces colocadas sobre una pared de ladrillo cubierta de posters de música desgastados, casi translucidos; venía más concretamente de los tubos lumínicos que parpadeaban de forma constante, tal vez por el tiempo, tal vez porque estaban mojados. Frente a él se extendía una escalera hacia abajo, un piso de altura tal vez y justo cuando terminaba había una puerta negra como el carbón que solo se abría tirando de ella. Sabía que aquel era su destino, sabía lo que iba a ver y aún así se sorprendió cuando vio a un hombre corpulento a un lado de la puerta, cubierto con un abrigo y un gorro, sentado en un taburete. Sus labios agrietados por el frío sostenían un cigarrillo cuyo humo se perdía en la noche y sus ojos, verdes como la hierba fresca, estaban fijos sobre su presencia pues alteraba la monotonía del lugar.
⠀Eita destensó su cuerpo antes de comenzar a bajar los resbaladizos escalones hasta llegar donde estaba el hombre, no dudó mucho y casi de forma automática sus labios antes sellados por el frío dieron paso a las palabras:
⠀⠀── He venido por invitación de Jun'ichi Iguro.
⠀Por fuera estaba serio, pero por dentro rezaba para que no fuese una broma. Entonces, sin hacer preguntas, el hombre se levantó del taburete, sujetó el cigarrillo en la zurda y con la diestra abrió la puerta haciéndole un gesto con la cabeza para que entrase. De la misma forma Semi entró y la puerta se cerró a su espalda.
⠀Ahí fue cuando tuvo la sensación de que viajaba a una dimensión completamente diferente. Aquel lugar era un subterráneo de dos plantas: la primera era una simple plataforma metálica en forma de pasillo, como si fuese un balcón, donde a un lado había un perchero lleno de abrigos y gorros y, al otro lado, había una cabina para recoger entradas, consumida por el tiempo y el polvo, no parecía haberse usado en un tiempo; por otro lado, al bajar las escaleras llegaba a una estancia diáfana tenuemente iluminada. Los suelos eran de madera oscura y las paredes eran negras haciendo que el lugar pareciese más cerrado, pero también más íntimo y en cierta medida agradable, era un lugar donde te sentías totalmente cubierto, casi daba sensación de protección. En su espalda había una barra de madera, más clara que la del suelo, tras ella un hombre se dedicaba a limpiar copas y a colocarlas en su sitio bajo una lámpara de luz cálida y brillante, lo suficiente para que el encargado pudiese ver claramente qué hacía; en el frente, además de mesas repartidas, había un amplio escenario de tal vez medio metro de altura. Allí estaba el núcleo de la luz, provenía de los focos que iluminaban unos solitarios instrumentos colocados sobre el escenario.
⠀Todo aquel local parecía girar en torno a la música, pues entre las conversaciones que escuchaban se pronunciaban nombres de artistas de géneros diversos, así como las paredes estaban cubiertas de fotos de famosos músicos, además de simples personas tocando instrumentos. De repente Eita sintió que formaba parte de un lugar, formaba parte de algo y no destacaba, como la sensación que de antaño había tenido en la universidad. Sin más, tomó asiento en una mesa vacía no muy cerca del escenario, mas lo suficiente como para verlo bien. No sabía muy bien qué iba a venir a continuación o qué debía de hacer, así que simplemente se limitó a esperar, observando con sumo detalle el lugar.
⠀De repente las luces se apagaron y cuando volvieron a encenderse una hermosa mujer apareció en el medio del escenario con un micrófono y una guitarra. El sonido que creaba era totalmente melodioso y su voz estaba cerca de ser angelical transmitiendo hasta el más mínimo sentimiento mediante sus cuerdas vocales. Semi quedó totalmente obnubilado con aquella interpretación y con la siguiente, también con la que vino después, no había nada además del escenario y la música, sus oídos no escuchaban otra cosa, incluso desconocía cuál era el momento de aplaudir. Tantos sonidos tan perfectos que se sentía irreal, incluso por un momento llegó a sentir que el alma abandonaba su cuerpo para entregarse completamente a la música y entonces frente a él apareció aquel camarero, apareció Jun'ichi sujetando un bajo brillante bajo los focos, de tonos negros, narcisos y pequeños matices azules.
⠀Era un grupo compuesto por tres personas y carecían de cantante así que interpretaban un instrumental. Al inicio era monótono, tanto que llegaba a ser aburrido y la gente se veía cohibida a marcharse; sin embargo, antes siquiera de poder levantarse el ritmo cambió de forma drástica, elevándose un tono por encima de lo antes tocado, aquello fue lo que Semi necesitó para describir que aquello no era simple música, el autor había plasmado sus sentimientos en la melodía y te hacía llegar cada emoción y sensación a través de la música, tanto que incluso empujaba a la mano de Semi para moverse sobre una servilleta junto con el lápiz que siempre llevaba, era tan claro el sentimiento que podía ponerle nombre, podía ponerle letra.
⠀Ahí fue cuando volvió a fijarse en Iguro: su cabello estaba suelto y sus mechones rubios brillaban bajo los focos del escenario que no iluminaban otra cosa además de a ellos, obligándote entonces a mirar como sus músculos se contrarían con la intensidad de la música, como sus cuerpos danzaban en un vals acompañados de sus instrumentos. Más bien era Eita quien era incapaz de apartar la mirada del escenario, quien era incapaz de dejar de mirar aquellos orbes azules como el zafiro que brillaban, que se abrían y se cerraban dejándose consumir por la música, por sus notas y sus sentimientos.
⠀Semi había descubierto que aquel camarero era la clase de músico más peligrosa, aquella clase que componía melodías traduciendo sus sentimientos en notas. Jun'ichi era del tipo de músico cuyas composiciones los consumía antes de siquiera llegar a ser alguien. Golpe bajo de realidad que llegaba a saber amargo, frustrante, tanto que lo convertía en algo hipnótico, que te obligaba a empaparte hasta con la última nota. Era el tipo de músico capaz de complementarle, él único capaz de darle sentido a sus letras.
© keeishi , 2O22.
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