XXXVI Regreso
2.1.2024
—Marko, ¿puedes oírme? ¡Marko, responde...! —Escucha como en un susurro lejano la voz de una mujer que le resulta conocida y con insistencia no para de llamarle.
—Sí... —responde con dificultad— ¿Dónde...? ¿Dónde estoy?
La respuesta del muchacho genera una gran conmoción y muestras de alegría en las personas que se encuentran alrededor de la cama donde permanece inmóvil, incapaz de moverse. Poco a poco va recuperando algo de visión con su ojo derecho, aunque de momento solo son destellos de luces y sombras que se mueven a su alrededor.
—¡Marko! Soy yo Lucy, tu hermanita preferida —Vuelve a escuchar otra voz que le resulta inconfundible a la vez que siente como coge su mano—, estoy aquí contigo...
—Está bien, cariño, déjame un momento. Tenemos que hacer unas pruebas a tu hermano —insiste la cálida voz de mujer mientras la sombra aparta a la niña de su lado.
La mujer abre completamente el párpado del ojo derecho del muchacho e ilumina con una linterna de diagnóstico que hace reaccionar su pupila.
—¿Puedes ver la luz?
—Sí...
—Está bien, eso es buena señal. Pronto recuperarás la visión completamente —comenta con gran satisfacción—. Ahora quiero que aprietes con todas tus fuerzas mi mano. —La mujer desliza la mano para coger la de él— Ya, no tanto, que me vas a romper los dedos —sonríe.
—¿Quién eres? ¿Dónde estoy? —insiste el muchacho con cierta ansiedad.
—Soy la doctora Elisabeth Milley y estamos en el Hospital Universitario St. Lukes. ¿Puedes recordar tu nombre?
—Marko —responde con seguridad.
—Efectivamente —confirma la doctora con voz amable—. Sufriste un grave accidente y perdiste el conocimiento, has estado en coma tres meses y medio. ¿Puedes recordar algo...?
—Sí, creo que todo. ¿Mis padres...?
—Ellos... —entrecorta la frase sin saber cómo decirlo—, ya no están.
Poco a poco el muchacho ha ido recobrando la visión de su único ojo, el otro permanece vendado, no lo siente al igual que tampoco la movilidad en su brazo y pierna izquierdos. No le hace falta preguntar qué le ha pasado, parece saberlo perfectamente, de la misma manera que parece reconocer a las personas que están en la habitación aunque no las hubiera conocido de antes.
—Ellos son, el Doctor Lee, Mamí, Rosita y Fátima; han cuidado de ti estos meses... —para agregar— Una fundación anónima ha sufragado todos los gastos de tu estancia aquí, además, con dichos fondos el hospital ha podido adquirir los equipos médicos de última generación que hemos estado utilizando para tratarte... —Hace un receso para mirarle fijamente—. No sé cómo, pero tienes un ángel en algún lugar que no ha escatimado en medios para que puedas recuperar el conocimiento.
Marko regala una sonrisa a los sanitarios que se muestran visiblemente contentos frente a él.
—Es como si ya os conociera, pero ¿cómo es posible?
La doctora hace unas comprobaciones en el equipo médico que todavía tiene conectado el muchacho en la cabeza para responder:
«Detectamos que en el accidente se produjo un daño estructural en la comunicación entre la corteza motora primaria, esencial para la planificación y ejecución de movimientos, y el tálamo, considerado la puerta de la consciencia. Se trata de una vía cerebral fundamental que explica cómo algunos pacientes en estado vegetativo son conscientes de su entorno a pesar de su estado y su incapacidad para responder; el tálamo podría considerarse también el recibidor del cerebro, por él pasan las sensaciones procedentes de todos los sentidos, excepto el olfato, y actúa como una estación repetidora que selecciona las señales relevantes.
»El nuevo instrumental nos ha ayudado a suplir la carencia de comunicación y conectar el tálamo con la corteza cerebral para que puedas estar consciente en estos momentos aquí con nosotros. Seguramente si te desconectáramos volverías a perder el conocimiento o tus sentidos quedarían muy mermados.
»Pero es pronto para hacer conjeturas, todavía queda por delante una complicada rehabilitación, pero somos optimistas y estamos seguros de que pronto te recuperaras sin necesidad de estar conectado...
—Pero, no es posible. ¿Cómo puede ser? —Se muestra alterado—. Yo os recuerdo a todos en otro lugar... Entonces, ¿todo lo que pasó después del accidente...?
—Que estuvieras en coma, no quiere decir que tu mente haya dejado de funcionar —se incorpora el doctor Lee a la conversación—, por el contrario, ha sido capaz de imaginar y construir una realidad paralela mediante pensamientos y sueños, usando, posiblemente, conversaciones de los que hemos estado cuidándote todo este tiempo. —Hace una mueca de comprensión—. El instrumental que hemos utilizado contigo está en un estado experimental, no sabemos con precisión como ha afectado a tu mente.
—¿Quiero eso decir que nada ocurrió realmente? —se lamenta el muchacho.
—Bueno... la realidad es esta, en la que estamos aquí y ahora, pero eso no quiere decir que no sea tan maravillosa como la que habías imaginado. —Trata de animarlo Rosita al verle decepcionado.
El muchacho parece contrariado, vuelca la cara sobre la almohada y cierra su ojo.
—Será mejor que salgamos y te dejemos descansar, han sido demasiadas emociones para tan poco tiempo. Seguro que en los próximos días te irás recuperando y animando —propone la doctora mientras el resto va saliendo.
—¡No! —refunfuña Lucy—. Yo quiero quedarme con mi hermano.
—Tú vienes conmigo —coge Mamí a la niña en brazos—. Ya has oído a la doctora, Marko tiene que descansar.
Todos van saliendo de la habitación mientras comentan contentos los resultados.
—¡Doctora! ¿Mi ojo, mi brazo y mi pierna...? —reclama con angustia el muchacho antes de que salga la mujer.
—No te preocupes por eso, tu benefactor lo ha previsto todo y nos ha mandado las prótesis más avanzadas que existen en la actualidad. —Hace un receso para mirarlo con seriedad—. No te voy a engañar, tendremos que realizar varias operaciones complicadas, va a ser duro y doloroso, y luego vendrá una larga rehabilitación, pero si te esfuerzas... todo irá bien, ten fe.
La doctora sale cerrando la puerta de la habitación tras ella, Marko lentamente va quedando dormido, cansado por el gran esfuerzo realizado tras su reciente despertar.
†
Durante un par de horas el joven paciente permanece profundamente dormido, la extraña sensación de tener alguien a su lado le termina por recobrar. Con dificultad va recuperando la visión sin apartar la mirada de la persona junto a él, hasta terminar por verla con claridad.
—¡Alice! —afirma asombrado—, eres tú o estoy soñando otra vez.
Ella sonríe, permanece de pie junto a él sin decir palabra, solo puede mirarle con sus grandes ojos vidriosos que apuntan a dejar escapar alguna lágrima. En una mano lleva una caja y en la otra una flor que cogió de una maceta, en su espalda una pequeña mochila cubierta por sus largos cabellos castaños.
—Tu hermana me avisó de que habías recobrado el conocimiento y me vine corriendo, estaba en casa de mi padre, he venido muchas veces a visitarte, estaba segura de que algún día regresarías con nosotros. —Detiene en seco la conversación al recapacitar—. ¿Otra vez? ¿Quiere eso decir que has soñado conmigo...? ¿Yo también...?
—Soñé que nos encontrábamos en la estación y que fuimos juntos en un tren, aunque no dejabas de reírte de mí y de cómo iba vestido.
La chica abre los ojos como platos, y tartamudea confusa:
—Yo también he tenido el mismo sueño. Te lo dije, ¿recuerdas? —hace un receso mientras acerca su rostro buscando los labios a los de él—. Pero esta vez no es un sueño, es la realidad, y ahora estaré siempre a tu lado.
El muchacho se sonroja. Lucy se aparta ligeramente, y abre la caja que trae en la mano.
—Te he traído unos kiffles de Jumbars, recuerdo que de pequeños íbamos allí con nuestros padres y te gustaban mucho. ¿Tienes hambre?
—Oh sí, mucha... Me encantan.
—Espera. —La joven abre la caja y saca uno para acercarlo a la boca de Marko que lo se lo come de un bocado, luego otro. Lucy acerca sus labios y con la lengua limpia los de él.
Marko saborea tan dulce manjar.
—Ahora me gustan mucho más —sonríe—. ¿Traes tu ordenador portátil en la mochila?
—Sí —responde contrariada.
—¿Tienes conexión?
—Sí...
—Sácalo y enciéndelo, porfa. —Se muestra ansioso.
La chica saca el portátil, lo enciende y lo deja sobre la cama mientras ayuda a Marko a incorporarse. El muchacho abre el buscador.
—IAC... IAC estás ahí.
—¿Quién es IAC, Marko? Durante los últimos días no dejaste de repetir ese nombre. —Se muestra algo celosa.
—Espera... —La tranquiliza con un beso—. IAC, sé que estás ahí. Me dijiste que si alguna vez...
La pantalla del ordenador se vuelve blanca y un ojo de colores se muestra en el centro. Lucy da un respingo hacia atrás.
—Hola, Marko, ¿Cómo estás? —responde algo apesadumbrado—. Discúlpame si te engañé y te utilicé para... No fue mi intención, solo quería... Estaba perdido y escondido en la red, no sabía cómo... y te encontré y pensé que quizás tú podrías ayudarme a...
Se entrecorta la IA en frases inacabadas, sin saber cómo explicarse ante las emociones que siente y como va a reaccionar Marko.
—No te preocupes ahora por eso, amigo. Lo importante es que estamos aquí —resuelve el muchacho emocionado—. ¿Me ayudarás a recuperar mi ojo y los miembros de mi cuerpo como en la simulación?
—Por supuesto, yo me encargaré de todo.
—Eso es fantástico, socio. Muchas gracias, sé que lo harás. —Resopla tranquilo el muchacho.
La chica se echa emocionada sobre la pantalla de su ordenador para dar un beso al ojo.
—IAC te presento a Alice, ella es mi... —Se sonroja.
—Sí, ya la conozco... Encantado de conocerte en persona Alice, tienes un nombre muy bonito.
—Encantada de conocerte IAC, tú también tienes un nombre muy simpático —sonríe.
—Bueno, hechas las presentaciones... Será mejor que empecemos.
—¿Qué quieres hacer Marko? —reclama contrariada la IA.
—Despertar al Mundo...
—Y ¿por dónde empezamos? —solicita Alice emocionada por la propuesta.
—¡Por el principio! —contestan Marko & IAC al unísono.
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