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XXXIII ONU

Lunes 1.1.2024. 9:50, Nueva York.

Con precisa exactitud, el tren de la Metro-Nort se detiene a final de trayecto en uno del casi medio centenar de andenes de la Grand Central Terminal. Marko baja y camina despacio por el vestíbulo principal como un recién llegado más, deslumbrado por la belleza de los destellos de las grandes lámparas que relucen las paredes de mármol y los adornos navideños, absorto en el dibujo de las doce constelaciones y 2500 estrellas pintadas en el techo con pan de oros sobre un fondo turquesa como si fuera el mismo cielo.

La estación está más abarrotada de lo normal el primer día del año, muchos jóvenes corren por los andenes para coger un tren de regreso a sus casas después de una noche de celebraciones, otros tantos turistas van de un lado a otro haciéndose fotos en la gran sala principal, rememorando escenas de sus actores favoritos en inmortales películas de cine, y otros esperan en las cafeterías y restaurantes de la tercera planta, aguardando tranquilamente la llegada de sus amigos o familiares para reencontrarse o despedirse de ellos.

El muchacho sale de la terminal haciéndose paso entre la gente, vuelve la mirada para buscar el gran reloj de Tiffany que corona la fachada y mira por un momento las estatuas de Mercurio, Hércules y Minerva.

—¡Bendecidme oh dioses de la velocidad, la fuerza y la sabiduría para alcanzar mi propósito! —susurra entre dientes con ironía—. Son las diez y media, voy bien de tiempo.

Camina tranquilamente por la concurrida 42nd street admirando los grandes carteles de los numerosos teatros y tiendas que encuentra a su paso, en un cruce se deja llevar por el sonido de un saxofón. Al lado de una sucursal bancaria, sentado sobre la calzada un músico de color sopla con pasión la boquilla de su instrumento, dejando escapar una hermosa melodía. Marko busca con el rostro unos esquivos rayos de sol mientras disfruta de la música. El solista termina y con una mano se quita el sombrero y lo extiende al recién llegado.

—¿La sede de Naciones Unidas... por favor?

—No tiene pérdida, hermano, es aquel edificio de enfrente, sigue todo recto y cuando llegues al final gira a la derecha, cruza la 1st Avenue, y ya habrás llegado. ¿De dónde vienes hermano?, ¿de otro mundo?

—Quizás... —Reanuda la marcha.

El muchacho sonríe y mira al cajero del banco del que sale de inmediato un puñado de billetes nuevos de cincuenta dólares, los coge y los echa en el sombrero ante la mirada atónita del músico.

—¿Eres tú acaso el salvador del mundo? —bromea con una sonrisa nerviosa dando unos pasos de espaldas.

—Quizás...

—¡Gracias hermano! —grita atónito y emocionado el hombre mientras coge los billetes y se los guarda con rapidez en un bolsillo de su gabardina, se coloca sobre la cabeza el sombrero y antes de darse la vuelta busca a su benefactor—: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros... recuérdaselo a esos sátrapas por si lo han olvidado.

Marko continúa caminando absorto en sus pensamientos, de repente se da cuenta de que dentro de un rato dará un discurso al mundo y ni se ha preparado nada ni sabe lo que va a decir, se detiene para mirarse ante la fachada de un gran edificio de cristal, por detrás pasa una mujer que lleva de la mano a una niña con un abrigo rojo que lo mira con curiosidad en el reflejo de cristal y le regala una sonrisa, luego busca a la madre para seguir hablando con ella:

—¿Mamá qué les dirás a papá cuando los veamos?

—No sé hija, solo me dejaré llevar por los sentimientos...

La mujer y la niña continúan andando y Marko prosigue su marcha en dirección contraria hasta llegar a la 1st Avenue, Cruza el paso de peatones y tuerce a la izquierda hacia el gran edificio de Naciones Unidas, nuevamente se detiene ante una escultura de bronce para mirarla con detenimiento, sobre un pedestal de piedra un enorme colt del calibre 45 permanece amartillado pero con el cañón atado en un nudo.

—¡Marko! —Escucha una voz de un varón que le resulta conocida, se vuelve para encontrarse con el capitán que le avisa desde la puerta de la valla que da acceso al edificio—, ven, vamos, te estábamos esperando.

—¿Anthony? ¿Qué haces aquí? —Su rostro refleja alegría al ver a su amigo mientras se dirige hacia él.

Aunque es un día feriado, la convocatoria extraordinaria ha generado mucha expectación y un gran gentío se ha concentrado expectante frente a la puerta. Los trabajadores que desarrollan alguna actividad, miembros de la Asamblea, y reporteros de los medios de comunicación acreditados hacen cola para ir entrando al interior del edificio.

—¿Creías que te iba a dejar solo en estos momentos? —resuelve el capitán al llegar al lado del muchacho—. ¿Estás bien?, pareces un poco ido.

—Sí, no te preocupes. Ahora que estás tú, me siento más tranquilo.

—Entremos, no hagamos esperar a tan distinguido público. —Trata de animarlo con palabras amables mientras dirige a Marko hacia la puerta de acceso, habla con los guardas de seguridad y enseña un par de credenciales.

Ya en el interior, un bedel saluda amablemente en nombre del Secretario General a los dos recién llegados y los dirige por un pasillo hasta la entrada del salón de plenos, al llegar les hace una señal para que esperen. El resto del personal y los miembros van entrando y ocupando sus respectivos lugares. Aunque la sala está medio vacía, existe mucha expectación y curiosidad ante lo inédito y la premura en la convocatoria extraordinaria en este día de inicio del año.

—¡IAC! —avisa mentalmente el muchacho.

—Dime Marko —responde al instante con cierta preocupación, y aunque ha permanecido en silencio desde que su amigo bajó del tren y podía ver lo que él veía, había permanecido en silencio para no molestarle—. ¿Te encuentras bien?, ¿estás preparado?

—¡Sí, todo bien, no te preocupes! —confirma—. Ahora quiero que en cuanto el presidente de comienzo a la sesión, conectes con todos los medios de comunicación, televisiones, radios, cines y también con todos los ordenadores y terminales telefónicos del mundo para que puedan verlo y oírlo. —Hace una pausa—. ¡Ah! Y también traduce todo lo que se diga en el idioma del receptor utilizando la misma voz. ¿Puedes hacerlo?

—Sin problema socio. La duda ofende.

—Pues conecta... ya.

La IA conecta según lo indicado en el mismo momento que el presidente de la Asamblea, el honorable señor Dennis Francis, golpea con el mallete tres veces y adapta el micrófono, tras unos segundos toma la palabra:

«Declaro abierta la cuadragésimo quinta sesión plenaria extraordinaria de la Asamblea General. Me gustaría saludar al Secretario General, el excelentísimo António Guterres, a la vicepresidenta, a los representantes de las delegaciones presentes, a todos los presentes les doy la bienvenida a esta reunión.

»Ofrezco la palabra ahora al Secretario General de las Naciones Unidas para que comparezca ante la membrecía».

El aludido se levanta de su asiento y se dirige hacia la tribuna de oradores, acomoda el micrófono en inicia su discurso.

«Señor presidente, excelencias, señoras y señores. Quiero agradecer en primer lugar a todos los asistentes por su presencia hoy aquí, soy consciente de las dificultades de muchos miembros para poder asistir a esta convocatoria extraordinaria ya que por estas fechas se encuentran en sus respectivos países. Aún así, decidí convocar esta reunión dada la preocupación que existe en la población mundial relacionada con los recientes avances tecnológicos que sobre inteligencia artificial se están produciendo.

»Hace unos días, la doctora Elisabeth Milley compareció ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos para la creación de una comisión de ética por este órgano, y para informar y compartir los adelantos que había alcanzado en sus investigaciones. Lamentablemente su voz fue acallada en un vil asesinato cuyas causas y motivación están aún por esclarecer, pero lo que aquellos que segaron su vida no pudieron fue silenciar su trabajo.

»La IA es ya una realidad en un mundo tecnológico como el nuestro, su uso se ha generalizado y diariamente encontramos un gran número de noticias que informan y alertan sobre ella y su uso y también de los sorprendentes beneficios que nos puede aportar, pero que de no utilizarse de una manera honesta y ética puede llegar a generar un gran peligro para la humanidad.

»Existen intereses de algunos "grupos de poder" por controlar y manejar los conocimientos y avances que esta tecnología pueden ofrecer. Y es por esto mismo y para evitar que las investigaciones que llevaba la doctora Milley caigan en las manos equivocadas, que los miembros de su equipo me solicitaron una reunión urgente de esta Asamblea para informar y compartir con toda la humanidad el gran y transcendental avance que sobre IA han alcanzo.

»Después de valorar la importancia de la solicitud, decidí acceder a la petición y convoqué de manera extraordinaria a los miembros de la Asamblea para dar voz a quienes quisieron ser silenciados».

El orador hace una pausa para dar un buche al vaso de agua, en ese mismo momento los perplejos asistentes tratan de asimilar, al igual que lo hacen miles de millones de seres humanos en todos los rincones del mundo, las palabras emitidas por el Secretario General de la ONU, intentando comprender cómo es posible que esté llegado hasta ellos de esa manera.

La humanidad permanece por primera vez en su historia en completo silencio, atentos esperan a la información que en breve alguien va a compartir con todos ellos.

—Muchas gracias —termina su discurso el señor Guterres e invita con palabras amables al invitado principal— Por favor, Marko, estamos encantados de escucharle en esta tribuna, si es tan amable...

El bedel hace una seña a los invitados, ambos le siguen por el pasillo izquierdo hacia el atril de oradores, todos los asistentes los buscan atentos con la mirada. Anthony se detiene en la pequeña escalinata que da acceso a la plataforma superior, Marko continúa hasta acercarse al anfitrión que extiende su mano para animarle a acceder a la tribuna de oradores.

—Caballero, tiene usted la palabra...

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