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XXXII Alice

Lunes 1.1.2024, 5:30

A diferencia del resto de los miembros del equipo que permanecen expectantes y ansiosos por la importancia de lo que ocurrirá este nuevo día, Marko se muestra tranquilo y confiado, después de desayunar busca al doctor Lee que junto con Rosita trabajan, de manera independiente de IAC, recopilando información acerca de las investigaciones que sobre IA están llevando a cabo otros grupos de investigación.

—¿Todo bien? —pregunta el muchacho llevado por la curiosidad, todavía no alcanza a comprender la intención de IAC de mantenerse al margen de esos proyectos.

—Buenos días, Marko —responde el doctor visiblemente emocionado por la información que estan recabando—. Estamos sorprendidos por la decisión que llevo a IAC a no dejar su impronta en estos ensayos y viceversa, pero lo que más me sorprende es... —Hace un receso para buscar las palabras apropiadas—, que haya abierto un canal paralelo e independiente de sí, por el que transita la información sin que, de manera voluntaria, quiera acceder a ella.

—Es algo así como si yo pudiera pero decidiera no escuchar vuestra conversación aunque esté aquí, junto a vosotros —agrega Rosita.

Marko se gira buscando con la mirada a la esfera.

—¿Cómo te sientes socio?, ¿estás preparado para tu gran día? Hoy será tu puesta de largo.

—Hoy el mundo te conocerá y te querrá como lo hacemos nosotros —añade Rosita, siempre dispuesta a poner la última coletilla a todo con palabras amables y cariñosas.

El ojo de IAC reluce de una combinación de brillantes colores.

—Me siento..., me siento nervioso y expectante, pero a la vez tranquilo y seguro porque confío en ti. No sabría como describirlo —Trata con dificultad de expresar sensaciones contrapuestas—. Percibo tu serenidad y eso me aporta calma.

—Me alegro hermano, sé que todo irá bien y que estamos haciendo lo correcto y eso me ayuda a mí a llevarlo. ¿Todo bien en la Sede de Naciones Unidas?

—Sí, hay mucho desconcierto pero también interés de los representantes de la Asamblea y los medios de comunicación convocados, muchos estaban de vacaciones y otros están regresando en cuanto pueden —responde la IA capaz de saber cualquier cosa que esté pasando en el mundo en ese mismo instante—. Me parece una gran persona el señor Guterres, comprometido y de buenas intenciones

—Gracias, amigo. A mí también me lo parece, eso me da confianza.

Marko da media vuelta y marcha de la sala central, el ruido de los acelerones de las motos le avisa de que Ricardo está poniéndolas a punto. Al llegar al lado del mecánico su rostro se ilumina al comprobar el buen estado en el que se encuentran.

—Han estado mucho tiempo paradas, pero ya están en perfecto estado, listas para darlas caña —asegura el mecánico.

—Esa es una buena noticia. Quizás pueda probarla hoy...

—¡Ni se ocurra! Puedo imaginarme lo que estás pensando y de ninguna de las maneras. No lo voy a permitir —Entra en la conversación el capitán que recién llega acompañado del general— Fuera estamos bajo cero, está nublado y hay mucha humedad... Es peligroso manejar en estas circunstancias y más ir hasta Nueva York.

—El capitán tiene razón —asevera el general con aire marcial—. No podemos arriesgarnos a que tengas un accidente y no puedas asistir a la Asamblea.

—Está bien, lo entiendo pero... —Dibuja el muchacho una sonrisa amable en su rostro—, podríamos llegar a un acuerdo.

—¿Como cuál? —reclama Anthony con preocupación.

—Podría ir por la CT8s hasta la estación de Waterbury y coger allí el tren... Es solo un paseo, ya he ido en otras ocasiones, no soy un niño.

El militar clava su mirada en el muchacho, es consciente del riesgo pero también de la ilusión que le hace y que le ayudaría a soltar el estrés que guarda en su interior, le genera cierta confusión la madurez que muestra a la hora de tomar decisiones importantes y a la vez, la inocencia y necesidad de aprobación que necesita para cuestiones más triviales.

—Está bien, pero el capitán te acompañará hasta la estación —decide finalmente el general tras meditarlo un par de minutos.

—Yo también quiero ir —reclama Lucy que recién llega con cara de sueño.

—¡De eso nada! —resuelve Anthony—. Y tú, ponte algo de abrigo, si sales con los pantalones cortos, la bata y esa camiseta te vas a congelar nada más salir. ¿No pensarás presentarte con esa facha ante los miembros de la Asamblea?

El muchacho pone cara seria mientras se encoge de hombros.

—Yo no veo ningún problema, además, no tengo nada más que ponerme.

—Está bien. —El capitán se gira para buscar a uno de sus hombres, comprueba que tiene la misma medida que Marko y le ordena—: Quítate la chaqueta, las botas y los pantalones.

El soldado trata de oponerse, pero desiste ante la mirada inquisidora de su superior y sin más dilaciones se desviste para darle la ropa al muchacho que con rapidez comienza a ponérsela. Ricardo que estaba pendiente de la conversación ya tiene preparado dos cascos que entrega a los motoristas, tras ponérselos cogen las motos para situarse sobre el elevador. Nada más detenerse en la planta de arriba Marko sale acelerando a todo gas, los caballos relinchan asustados, las gallinas salen despavoridas y los perros comienzan a ladrar. El capitán sale lanzado a rebufo sin perder un segundo.

A través de su ojo biónico, Marko puede ver el trazado del carril, la velocidad a la que circula y todos los datos que necesita con tan siquiera pensar en ello.

—¡Marko! —avisa IAC mentalmente al muchacho—. A trescientos metros tienes la puerta cerrada.

—¡Pues ábrela! ¿A qué estas esperando? —responde el piloto completamente emocionado—. Esto es una pasada, socio. Mejor que un juego virtual de competición...

Marko pasa justo por la estrecha abertura que hay cuando la hoja de la puerta ha comenzado a desplegarse.

—¡Uf! Por los pelos —resopla el muchacho—. Ahora, márcame la ruta hasta la estación ferroviaria de Waterbury.

El ojo biónico dibuja el trazado del carril de tierra y posteriormente la incorporación a la carretera, avisándole del estado del firme, cruces y curvas que tiene que ir tomando, incluso de los vehículos con los que se va a encontrar unos segundos antes. El capitán le sigue de cerca, por un lado está preocupado, pero por otro, comprende perfectamente al muchacho, él se siente igual, el subidón de adrenalina en la moto le libera de los recuerdos recientes para dejarse llevar por la carretera a toda velocidad sin pensar en nada más que disfrutar del momento.

En menos de media hora llegan al parking de la estación. Marko apaga el motor y pone el pedal para quitarse el casco antes de bajar e ir en dirección a su compañero de viaje que ha parado su moto cerca de él.

—¡Gracias capitán! Me hacía falta algo así, eres un buen amigo —le dice antes de que el militar pueda echarle una regañina—. Y gracias también por acompañarme hasta aquí, pero ahora quiero continuar solo.

—Pero... —trata de replicar el militar—. Está bien chaval, lo entiendo. Buen viaje colega, tenemos que repetir una escapada de estas.

Marko le da la llave de la moto, el casco, choca el puño con él y se da la vuelta para entrar en la estación. El capitán arranca su moto y antes de salir del parking gira en sentido contrario con dirección a Nueva York.

—¡IAC! —avisa mentalmente a su amigo desde delante de la máquina expendedora de tiques—. No tengo dinero...

Al instante la máquina suelta un billete, el muchacho lo coge con cierto disimulo.

—¡Marko! —Escucha el grito de una joven mujer que le llama a voces desde el otro lado del recinto ferroviario y que sin pensárselo dos veces sale corriendo en su búsqueda, atrayendo la atención de todas las personas que hay por allí.

La muchacha de rostro risueño y angelical, cabello castaño y grandes ojos de miel se clava frente a él, su cuerpo tiembla de la emoción, y de repente comienza a llorar.

—Eres..., eres tú, ¿verdad? —susurra entre palabras entrecortadas—. No puede ser, es imposible. Estoy soñando, eso es, esto es un sueño...

Marko permanece inmóvil, sin poder decir palabra. Alice era su amiga de la infancia, habían crecido juntos, su primer y único amor. Nunca le expresó sus sentimientos, y con el tiempo ella empezó a salir con su mejor amigo, Thomas. Luego los padres de Lucy se separaron y ella se fue a vivir con su madre a casa de su abuela en Bridgeport.

La chica alarga su brazo para tocar con su mano el rostro del muchacho.

—Tu ojo... —vuelve a susurrar nerviosa al comprobar las evidentes cicatrices que todavía tiene en el rostro el muchacho—. Fui a verte al hospital varias veces mientras estabas inconsciente, pero cuando estuve ayer allí, me dijeron que no estabas ni tenían registro de que hubieras estado, era como si no existieras, y ahora...

Sin pensarlo dos veces se lanza sobre él, abrazándose sobre su cuello y le da un beso en los labios que hace reaccionar a Marko.

—¿Qué haces...? —Se sonroja como un tomate sin saber qué más decir.

—Te callas. Este es mi sueño y hago lo que quiera. —Deja escapar una provocativa sonrisa antes de darle un nuevo beso en esta ocasión mucho más largo y apasionado.

—Está bien, me ha encantado, y por supuesto me gustaría repetirlo más veces, pero... —Aparta a su efusiva amiga de entre sus brazos—, el tren está llegando y si no espabilamos, vamos a perderlo.

—¡El tren! —coge la mano del muchacho y echa a correr hasta el andén.

Ya dentro del vagón se sientan en un compartimento uno frente al otro. Ella no deja de hablar de sus padres, de los amigos comunes, de sus estudios, no deja de repetir la alegría que le ha dado verle en lo que cree que es su sueño, por lo que se siente en total libertad de mostrarle sus sentimientos abiertamente, sin olvidar de repetirle en varias ocasiones que hace un mes rompió su relación con Thomas. Marko permanece atolondrado sin poder decir palabra solo mirarla y sonreír.

—¡Marko! —trata de llamar su atención al verlo perdido— ¡Marko, me estás escuchando! —insiste.

—Sí, disculpa. Es que todavía no me hago a la idea de que esto esté pasando...

—Te preguntaba que a dónde vas...

—¡Ah, sí! Voy a la Asamblea de Naciones Unidas a exponer una serie de avances tecnológicos sobre IA.

Alice no puede contener una sonora risa mientras se echa nuevamente en brazos del muchacho.

—¿Con esas pintas? ¿Pero tú te estás viendo? No sabría si decir que con esa camiseta pareces un revolucionario anarquista, un científico loco con la bata recosida, o un soldado que recién regresa herido del frente con las botas puestas... —Calla por un instante para darle un nuevo beso—. Ya no me cabe duda de que estoy soñando... —le susurra al oído— Bueno, pues ya que vas a hablar con esa banda de incompetentes, diles de mi parte que se pongan las pilas y den de una vez por todas solucionen el desastre de mundo que nos están dejando, que para eso les pagan.

—ok, se lo diré de tu parte —sonríe.

—¡Oh! hemos llegado —avisa ella mientras coge la mano de él y sale a toda prisa—. Vamos, si te das prisa puedes coger el próximo cercanías que va a Nueva York.

Corren ambos muchacho entre el resto de pasajeros hacia el otro andén. Justo antes de subirse la muchacha se despide con un último beso y él se quita la chaqueta para echarla por los hombros de ella.

—Te buscaré en la estación del próximo sueño, no pierdas el tren.

Marko se despide con una cálida sonrisa a través de la ventana mientras la ve alejarse. Ya cuando el tren se ha puesto en marcha y se aleja de la estación, busca en pensamientos a su amigo.

—IAC...

—Dime Marko.

—Ha sido esto algún tipo de ilusión que has creado en mi mente para hacerme feliz.

—No, amigo mío. A veces la realidad nos sorprende ypuede llegar a ser más bonita que los mismos sueños.       

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