XXIX Decisión
Viernes 29 12 2023
En la sala central de la Cueva, Marko se ha quitado el mismo por completo la venda que cubría su nuevo ojo, al principio siente un ligero mareo, además de la visión natural le sirve para alojar un ordenador que le permite dirigirse a las funciones que considere oportunas con tan solo acceder mentalmente a ellas, aunque todavía le cuesta adaptarse al manejo de la herramienta y carece del conocimiento de todas las posibilidades que le ofrece. Empieza a mostrarse nervioso ante la nueva situación.
IAC utiliza palabras amables para explicarle su funcionamiento:
«Tranquilo, amigo. Pronto podrás manejarte con rapidez, es más sencillo de lo que parece. Es como un ordenador normal, solo que en vez de utilizar el teclado y el ratón, tienes que enfocar tu atención hacia las funciones que ves en el interior de tu ojo y acceder a las que quieras en cada momento o si por el contrario quieres desconectarte, solo tienes que apagarlo y dejarlo en función visión natural u en otras opciones de visión como la nocturna.
»También puedes conectarte y estar en contacto conmigo, acceder a la información que contengo y pedirme lo que quieras.
—¡Vaya! Eso es fantástico —confirma el muchacho mientras, más calmado, empieza a probar con los diferentes desplegables que va abriendo mentalmente—. ¿Y si estuviera fuera de la Cueva? ¿Podríamos mantener la conexión?
—Fuera podrías conectarte a otros terminales en red... pero no conmigo.
—¿Por qué? —recalca extrañado.
—Recuerda que estamos en un bunker, no estoy conectado con el exterior.
—¿Y sí lo estuvieras?
—Si lo estuviera, nada impediría que pudiera conectarme con mi amigo... bueno solo si... —Queda dudando.
—Si qué... —reclama una respuesta, nuevamente contrariado, el muchacho.
—Si te quitaran el ojo, aunque podrías conectarte conmigo con otro ordenador o un terminal telefónico.
—¡Vaya! Eso podría ser doloroso. Mejor no dejaré que me lo quiten, ya tengo una mala experiencia con eso —sonríe con ironía.
La conversación entre ambos amigo queda interrumpida cuando el elevador se detiene en la planta baja y comienzan a salir los miembros del equipo, todos parecen serios y preocupados. El doctor Lee y sus asistentas se dirigen hacia la sala central, Lucy los sigue en busca de su hermano. El general acompañado del capitán y la mayor buscan la sala de control. El resto no sabe bien qué hacer y esperan acontecimientos mientras van regresando a sus quehaceres.
Anthony acerca su rostro al visor biométrico, la puerta se abre y el general entra para sentarse en la silla que siempre utilizaba su hija, levanta la vista hacia la cristalera para, sorprendido, encontrase al muchacho que le mira curioso y a la esfera que se gira hacia él.
Marko despliega las funciones de su ojo, concentrando su atención en el recién llegado. Toda la información que tiene almacenada la IA de él se le va mostrando, desde la fecha y lugar de nacimiento, nombre completo, dirección, familia, su meteórica carrera militar, los estudios realizados desde la escuela a la universidad, las maestrías en artes, relaciones internacionales, seguridad nacional, estudios estratégicos...
El general queda mudo, sin saber que decir, respaldaba y conocía perfectamente las actividades de su hija, apoyándolas en todo momento, incluso había bajado a la Cueva mientras estaba en construcción, pero no esperaba encontrarse con algo así. Ha tenido el mando del ejército más poderoso del mundo, ha bregado con presidentes de la mayoría de países, con terroristas, con enemigos... pero en ese momento no sabe qué decir, la ausencia de Elisabeth lo desconcierta. La llegada del doctor Lee junto al muchacho lo tranquiliza.
—¿Te encuentras bien? —reclama el doctor la atención de Marko—. He visto que te has quitado tú mismo la venda del ojo.
—Sí, me maree un poco al principio, pero ya medio lo manejo y puedo ver bien, tengo un buen maestro. Muchas gracias, no se preocupe.
—Está bien, vamos a conectarte nuevamente los electrodos para hacerte un chequeo y comprobar tus constantes vitales —pide el doctor mientras busca con la mirada a Rosita, que empieza a accionar el instrumental.
Fátima hace una exploración del cuerpo del muchacho, comprobando la fuerza y elasticidad de sus miembros. El doctor se centra en el ojo.
—Todo correcto —confirma Rosita tras hacer una revisión rutinaria.
—Ya le dije doctor, me siento muy bien, como recién salido del taller —bromea Marko mientras coge en brazos a su hermana.
El general que ha seguido la revisión a través de los monitores, después de haberse tomado un tiempo para recapacitar, retoma la palabra:
Me alegro de que todo vaya bien ahí abajo. —Y agrega con voz recia—: Ahora, estaremos todos de acuerdo en que vamos a continuar con el proyecto por donde nos lo dejó Elisabeth. Yo estoy decidido a ir hasta el final, espero que el resto del equipo también lo esté.
La decisión del general llega por los altavoces a todos los que están en la Cueva, que confirman ilusionados y expectantes después de las dudas que se habían planteado tras la pérdida de la doctora.
—Si todos estamos de acuerdo, será mejor que nos preparemos para iniciar un nuevo ensayo. No esperaremos la decisión del Comité de Relaciones Exteriores, si quieren nombrar una comisión de ética, bienvenidos, pero si no, nosotros seguiremos adelante contra viento y marea —confirma con solemnidad el general.
—Estamos de acuerdo, señor —agrega Anthony, su rostro denota un hondo pesar—. Pero ahora será mejor que descansemos, ha sido un día muy largo, y todos estamos cansados y nerviosos. Es tarde ya, mañana será otro día.
—Tiene razón, capitán. Tropa: rompan filas y vayan a descansar —avisa en tono amable—. Mayor, capitán, salgamos a ver que se cuece ahí fuera.
Salen los tres de la cabina de control en dirección al elevador. En la sala de operaciones, Marko, tras dejar a su hermana, da un pequeño salto para bajar de la cama del quirófano en la que estaba sentado, pierde el equilibrio y cae, Fátima lo atrapa al vuelo y lo agarra entre sus brazos. Lucy se coge a él para ayudarle.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? —pregunta preocupado el doctor.
—Estoy mareado, veo borroso, me cuesta coordinar los movimientos —va informando con cierta ansiedad—, me siento muy débil, he perdido las fuerzas y mucha visión.
Entre el doctor y Fátima lo suben a la cama y le conectan nuevamente al instrumental médico.
—Doctor —avisa Rosita—. Sus constantes vitales han descendido, su cerebro indica baja actividad. —Revisa concienzudamente los datos—. Es el nivel de glucosa en sangre, le está llegando muy poca al cerebro.
—¡Entiendo! —confirma el doctor Lee—. Tanto esfuerzo mental consume más glucosa de lo considerado como normal. —Busca a Marko—. ¿Tienes hambre?
—¡Mucha!
—Lo llevaré al comedor y le daremos algún zumo, pienso es lo mejor —agrega Fátima mientras le ayuda a bajar.
Apoyado en el hombro de su hermana y ayudado por Fátima, se dirigen hacia el comedor mientras el doctor Lee y Rosita terminan de recoger.
La boca se le hace agua nada más llegar al comedor y ver todo lo que hay en el bufet. Coge varios pasteles y un par de onzas de chocolate y los engulle con ansia.
—Tranquilo, come con calma o te sentará mal —avisa Joan mientras se acerca hacia ellos—. Te prepararé un zumo. Cuando te den bajones así, lo mejor es que comas fruta o miel, también puedes tomar un vaso de agua con azúcar de caña a ser posible, pero te aconsejo que cuanta menos azúcar tomes mejor, es la peor droga que existe.
—Muchas gracias —trata de decir mientras continúa devorando todo lo que puede.
—No hables con la boca llena que es de mala educación —le regaña Lucy con una escandalosa risa.
El resto de los miembros del equipo van terminando de cenar y se dirigen a sus habitaciones, apenas hablan entre ellos, ha sido un día muy duro y todos están muy afectados por la pérdida de la doctora.
Mamí se acerca y coge a Lucy por detrás y entre carantoñas trata de llevársela.
—Bueno, esta niña se tiene que ir la cama ya.
—¡No! —grita ella mientras trata de resistirse agarrándose al hermano.
—Buenas noches Marko —se despide con cariño Mamí mientras se lleva a la niña en brazos.
—Buenas noches —responde él, termina de comer, va al baño y vuelve al iglú. Le asignaron una cama en la habitación de hombres, pero el muchacho se siente más cómodo cerca de IAC, se recuesta pensativo sobre la cama del quirófano.
†
En la casa del exterior, los militares, haciendo de tripas corazón, observan con atención y angustia las noticias que las diferentes televisiones van informando sobre el atentado ocurrido esa mañana, sobre la detención del autor y la repercusión que ha tenido el hecho, así como opiniones de políticos e investigadores sobre la propuesta que llevó la doctora al Comité; todo ello entremezclado con noticias de las guerras y conflictos que asolan el mundo.
El capitán sale, la noche es fresca y húmeda, los perros se acercan a él para lamerle y acompañarle, se echa boca arriba junto a la tumba de su amada, durante unos minutos permanece callado mirando al cielo.
—Ves, mi amor, la luna ya ha empezado a menguar, pero todavía ilumina las montañas...
†
—IAC...
—Dime Marko.
—¿De qué ensayos hablaba el general?
—No sé por dónde empezar...
—Pues empieza por el principio.
—Hace 13800 millones de años...
—¡No! Otra vez no...
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