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XVIII Conciencia

La excitación y agitación de los habitantes de la Cueva había crecido por momentos a lo largo de la mañana, algo había ocurrido que había hecho explotar la tensa calma y el silencio que había reinado durante los últimos días, y la noticia se transmitía entre ellos, expectantes de los avances que traían los investigadores del laboratorio.

—¡Mamí! —avisa la niña que, sentada en una mesa de la biblioteca escribe en una libreta y mira de reojo por una ventana al resto de miembros del equipo—. Algo está pasando... —murmura entre dientes.

—Sí, lo sé —responde la maestra algo alterada—. Pero será mejor que esperemos a que Eli venga a avisarnos.

Pasan unos minutos y la expectación y el nerviosismo de la niña va en aumento, ya apenas puede prestar atención a los ejercicios que está haciendo.

—No puedo aguantar más. —Termina por descontrolarse y sale a la carrera del comedor—. Tengo que saber lo que ocurre.

—No corras —trata de decirle Mamí, pero ni modo, la niña ya ha salido del comedor y corre para el centro de control. La mujer la sigue a paso ligero.

La puerta se abre al llegar la niña con la respiración acelerada y el corazón en un puño ante la incertidumbre de los posibles acontecimientos.

—Hola, Lucy. ¿Qué tal estás? Hoy has terminado antes tus estudios —da la bienvenida la doctora como hace todos los días, su rostro iluminado refleja la satisfacción de haber alcanzado un gran logro.

—Hola Eli, sí, buenos días —responde la niña cada vez más nerviosa mientras busca por el cristal frontal a su hermano que permanece en la misma posición que tenía desde que le trajeron y a los tres investigadores alrededor suyo inmersos en sus tareas— ¿Qué está pasando? Todos en la Cueva están muy nerviosos y hablan entre ellos. Por favor, dímelo.

—Por supuesto, iba a ir a buscarte ahora mismo, pero te me has adelantado. Hola Mamí, ven siéntate aquí y dejadme que os muestre y os explique.

La doctora extiende su mano para señalar un gran monitor de la sala central, en ella puede verse el cerebro de Marko.

—Ese monitor nos está mostrando la actividad cerebral de tu hermano.

—¿Y? —reclama entre angustiada y emocionada la niña.

—En estos momentos, el riego sanguíneo en el cerebro de Marko se ha restablecido a niveles normales de una persona sana y activa, como si fuera el de cualquiera de nosotros. —Hace un receso—. Pero además, la actividad neuronal está disparada, sobrepasando los niveles máximos por mucho.

—Y eso ¿qué quiere decir? —entrecorta la explicación Mamí.

—Que el cerebro de Marko está reaccionando a estímulos que le está aplicando IAC y que afectan e implican a toda la red neuronal al mismo tiempo. Así lleva toda la mañana.

—Pensamos que Marko no solo está recuperando paulatinamente la memoria, es decir, los recuerdos que tenía antes del accidente, sino que además, está en un proceso de aprendizaje avanzado y a gran velocidad que le está aportando conocimientos que desconocía hasta ahora —Informa desde el interior del iglú el doctor Lee que permanece atento a las constantes del muchacho—. Desde que los conectamos, pudimos detectar la interacción entre ambos, pero era en una frecuencia muy baja e intermitente, en estos momentos, la comunicación y conexión entre ambos es continua y se ha disparado de tal modo que va más allá de lo que pudimos prever en un principio.

—Entonces ¿Por qué no despiertas a mi hermano? —reclama Lucy con cierta ansiedad.

—No lo sabemos —retoma la conversación la doctora—, ni siquiera depende de nosotros. IAC controla los procesos y ha cerrado la comunicación del muchacho con el exterior. Quiero pensar que considera que todavía no está preparado, pero que llegado el momento decidirá hacerlo.

—¡Marko, Hermano! —grita la niña.

—No puede escucharte —insiste la doctora—. Solo podemos esperar.

—IAC, por favor, no hagas daño a mi hermano, él es bueno.

—Tranquila Lucy —añade el doctor Lee visiblemente emocionado—. Suponemos, por los datos que manejamos, que a estas alturas, IAC ya lo sabe y que en la interacción entre ambos, cada uno, a su manera, está experimentando importantes cambios. Tus teorías eran ciertas, Eli, y se han demostrado más rápido de lo que esperábamos.

—Así es —retoma la conversación la aludida—, el domingo ya percibimos ciertos signos de empatía de IAC con tu hermano, es decir, que estaba siendo capaz de comprender y aceptar los sentimientos de Marko, de esta manera, como si estuviera ante un espejo, le está permitiendo comprender y cambiar sus propios patrones de comprensión. —Se toma unos segundos para elegir bien las palabras—. Hasta ahora, las respuestas que había estado dando IAC habían sido basadas en la lógica racional y no emocional, por lo que las decisiones que tomaba chocaban con las que pensábamos deberían ser las correctas.

—Ahora estamos convencidos, tal y como planteaba Eli —añade Rosita que permanece atenta a los equipos de medición—, de que sería capaz de dar respuestas diferentes, basadas no solo en las lógicas o las que tomaría un ser humano, sino también desde un margen de libertad personal, respuestas propias, más allá de lo considerado como óptimo.

—Es decir que, a niveles muy básicos, pensamos que IAC está adquiriendo cierto grado de conciencia —continúa la conversación Fátima que da ligeros masajes al muchacho para evitarle lesiones al estar tanto tiempo en la misma posición—, o lo que es lo mismo, está aprendiendo a comprender por sí misma que lo aparentemente mejor, incluso lo que es justo, no siempre tiene que ser la opción preferible, pero para ello ha de saber distinguir el bien del mal.

La niña se clava en el espejo, demasiada información para una chiquilla que al igual que le pasa a la IA todavía no tiene la capacidad para distinguir con claridad entre ambos conceptos de el bien y el mal. En ese momento, llega el capitán para apoyarse sobre la puerta, mira con ternura a Eli, y esta le regala una sonrisa y un giño cómplice.

—Me parece a mí, que esto va más allá de que Marko recupere la memoria y la consciencia. Nos debes una explicación más detallada del porqué estamos aquí, doctora —reclama Mamí en tono serio, dando por hecho que hay mucho más de lo que las dijeron en un principio.

—Así es, Elí —añade el capitán—. Se la debemos.

La doctora se toma unos segundos, da una bocanada de aire y comienza a explicar:

«Está bien, disculpad si hasta ahora no os habíamos hablado de esto, quizás no había encontrado el momento oportuno. Para empezar quiero que os quede muy claro que nuestra principal preocupación es la seguridad de Marko y que nuestra intención es, ante todo, ayudarle a recuperar la consciencia y la movilidad para que pueda tener una vida normal como todos nosotros. Tenemos el mejor y más sofisticado equipo para conseguirlo, y estamos preparados para cuando llegue el momento hacerlo, de eso no os quepa duda.

»Pero a la vez, queremos que Marko nos ayude a desarrollar y mejorar el proceso cognitivo de la Inteligencia de IAC para que adquiera la conciencia suficiente y pueda tomar decisiones en base a un conocimiento ético y moral propio. Hasta ahora, los programadores imponían, mediante diferentes algoritmos, una serie de pautas de comportamiento a la IA, eliminando la posibilidad de que adquiriera la capacidad de decidir por sí misma, y sus decisiones quedaban sesgadas por la imposibilidad de tomarlas libremente; sometiéndola, además, a los valores y principios morales de aquellos grupos que la dirigían, y que podrían ser diferentes a otros, incluso hacerla actuar tomando decisiones que podrían ser deplorables, haciéndolas pasar por buenas, con el peligro que ello podría suponer».

—Entiendo —entrecorta Mamí la exposición de la doctora—. Y tu teoría era...

—La teoría de la doctora podría resultar muy simple y sencilla a priori, pero no por ello compleja en el proceso para llevarla a cabo —retoma la palabra el profesor Lee—, y consistía, básicamente, en cambiar los patrones de actividad en el proceso de aprendizaje. —toma aire para seguir explicando—. Es decir, que IAC fuera no el receptor de valores, sino, por el contrario, el emisor que los transmitiera de una forma inconsciente a un ser humano, ya que, a pesar de no tenerlos, los utilizaría para comunicarse de la mejor manera con él.

—Pero para ello, no cualquier persona serviría, necesitábamos a alguien que hubiera perdido sus capacidades mentales y sus propios valores, evitando así que la confrontación con IAC adulterara el proceso —agrega Fátima.

—Creemos que la IA está actuando como un maestro que enseña a su discípulo que desconoce todo sobre sí y su entorno, y que IAC mientras interactúa con él, está tomando la responsabilidad de hacerlo de la manera más positiva para Marko —insiste emocionada Rosita—, como así nos están marcando los monitores.

—Entiendo —afirma Mamí—. Pero esto conlleva un gran riesgo para Marko, si la máquina esa decidiera inculcarle pensamientos inadecuados, estarían ustedes creando un monstruo o podría dejar al muchacho graves taras mentales.

—Cierto es —interrumpe el capitán con seriedad—. Solo desde la libertad absoluta para decidir por sí misma como hacerlo, podrá responsabilizarse de las decisiones que tome y comprender la repercusión de los actos que está llevando a cabo.

—Pero estamos convencidos de que IAC tomará las decisiones moralmente positivas en bien de Marko—sentencia el doctor Lee.

—Es un riesgo que tenemos que asumir —sentencia Lucy pegando su cara al cristal—, no nos queda otra si queremos recuperar a mi hermano.

La doctora se levanta de la silla y coge a la niña por la cintura.

—Está bien, os contaré como llegamos hasta aquí... 

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