Novela para lectura en Wattpad
12 novembris 1598
Ocupado de sol a sol anda Olaf organizando la defensa del puerto, va de un lado a otro dando órdenes que todos obedecen siguiendo al pie de la letra sus instrucciones. Han reforzado las murallas protegiéndolas con sacos terreros y colocando las piezas de artillería más pesadas y de mayor alcance en los lugares más avanzados, protegiendo la entrada al puerto desde diferentes ángulos. A la bocana ha hundido los peores barcos, cruzándolos con gruesas cadenas y atándolos con redes de pescadores y cabos a modo de una gruesa y larga tela de araña. De esta manera esperan los piratas impedir la entrada al puerto del enemigo y que alcancen el que sería un fatal desembarco, dada las presumible diferencia de fuerzas. Además, han rearmado y reforzado a los seis mejores buques con los que pretenden hacer frente a la armada imperial, y cómo no, a la Fantasma y la Barracuda, todas preparadas para salir si fuera necesario por varios pasos estratégicos que solo ellos conocen.
Llega la noche y el joven arquitecto de tan colosal tarea va en busca a su amada para encontrarse las puertas cerradas a cal y canto de la casa de citas donde se guarda. Llama insistente un par de veces, recibiendo en todas las ocasiones la misma respuesta desde el interior:
—Disculpe caballero. Estaremos cerrados hasta el final de la batalla, la señora ha dado esa orden y no puede entrar nadie.
Chirría los dientes Olaf, molesto por la desconsideración, que ya lleva tres días con sus noches sin saber nada de su amor y le empiezan a rondar malos pensamientos por esa cabeza llena de pájaros oscuros, y aunque protesta y grita llamando a la mariposa, esta parece haber desaparecido del mapa. Trata de mirar por las ventanas, pero las cortinas ocultan el interior de miradas curiosas y solo alcanza a escuchar a un coro de muchachas cantar o algunas risas inocentes entre un murmullo de palabras que no entiende.
Regresa cada noche el amante despechado a su barco, contrariado y sin saber lo que está pasando, imaginándose de todo y nada bueno. En el camarote le espera el capitán, lo mira de reojo como si no se diera cuenta del congojo por el que pasa su joven oficial.
—De verdad que no lo entiendo. No entiendo nada de nada —balbucea Olaf nervioso e intranquilo tras dar un portazo que parece va a arrancar la puerta del golpe.
—¿Qué ha pasado Rojo? Desembucha que seguro te sentirás mejor si lo hablas con un experto como yo en estas lides.
—Pues no sé si esa mala pécora de la Barracuda me la ha secuestrado o es que ya no quiere ni verme, pero no hay manera, llevo tres días yendo a buscarla para saludarla y siempre me encuentro las puertas cerradas de ese maldito antro. Si no quiere saber más de mí pues que me lo diga claramente y tan amigos, aquí paz y después gloria.
Rompe el silencio de la noche la carcajada del capitán despertando a toda la tripulación que, agotados dormían en colchoncillos de paja sobre la cubierta y asustados creyeron que había dado comienzo la gran batalla.
—Mujeres, ¿quién las entiende...? —Saca una botella de licor y un par de jarrillos de lata el capitán y lo coloca sobre la mesa—. Vamos chaval hablemos de hombre a hombre...
Hace una pequeña mueca con su rostro el joven Olaf, por un momento le recordó a su añorado abuelo.
—Está bien, capitán, ¿qué piensa usted de todo esto? Deme algún consejo...
—Pues ocurre que la palomita se cansó de dormir en el carajo y se buscó otro nido más confortable —insiste nuevamente el pirata en escandalosas risotadas para parar en seco—. Ya sabía yo que ésto de aceptar mujeres en mi barco nos iba a traer problemas de logística, siempre pasa lo mismo, comienzan por aceptar cualquier rincón aunque sea en el carajo de la verga del palo mayor, pero siempre acaban apropiándose de los mejores lugares; terminará esa mariposa tuya por echarme de mi camarote y por hacerse la dueña de mi barco... miedo me da.
—¡Capitán! —reclama atención el angustiado amante.
—A sí... ¿Por dónde íbamos? —reconduce el pirata la conversación—. En estos casos es mejor que la dejes su tiempo y su espacio, y no estés yendo a agobiarla y hacerse sentir mal, porque muy al contrario, imagino que se reirán todas esas copias de la Barracuda al verte llegar llorando y pataleando como un gañán.
—De eso estoy seguro, no me cabe duda de que se ríen de mí cuando voy a buscarla, puedo escucharlas...
—Más bien, deberías mostrar desinterés y dedicarte por completo a tus asuntos y sobre todo, apartar de tu mente esos nubarrones que apuntan celos, eso no conduce a nada bueno, será mejor confíes ciegamente en ella; nunca olvides que cuando una mujer ama como te quiere esa mariposa, lo hace de verdad y para nada buscará el cariño de otro corazón. —Menea la cabeza afirmando el pirata, experto en estas lides—. Si lo sabré yo, las mujeres son todas iguales, ya sea una emperatriz de Oriente o una cortesana de Occidente, cuando una mujer se entrega, lo hace hasta las últimas consecuencias. Pero no vayas a defraudarla o te las hará pagar caro, eso también saben hacerlo muy bien todas.
—Entiendo capitán. Muchas gracias por sus palabras, me han ayudado mucho. —Resopla Olaf más tranquilo al comprender las explicaciones del pirata.
—Gracias, Willem... —pronuncia con hondo sentir por primera vez el nombre del que considera más que un amigo mientras se lanza hacia él en un incontrolado impulso de abrazarlo—, por haberme defendido frente a todos y por haberme ayudado y enseñado tantas cosas que no se aprenden en los libros.
Se estremece el capitán al tacto del joven, tan falto de sentirse apreciado por otra persona.
—Quita chaval que se empieza con un abrazo y luego me pedirás caricias en la cama...
Resuena una última carcajada del capitán antes de que se separen y marchen a dormir un rato, que andan agotados por trabajo tan intenso. Se encierra en su camarote el capitán y sube el oficial a lo alto del palo mayor, recostándose en la cama vacía del refugio que se había construido su amor.
†
Llegan los primeros rayos del sol de una nueva calurosa mañana, caminan por la dársena el capitán con su oficial saludando a todos los que encuentran a su paso. La mayoría en pequeños grupos cuchichean entre risitas cómplices, poniendo a ambos de los nervios.
—¿No nota algo extraño en el ambiente capitán? Todos nos miran raro y murmuran a nuestras espaldas —alerta Olaf confuso por la situación.
—Sí, ya me di cuenta chaval, algo traman esos mentecatos, no me cabe duda. Pero tú sigue andando igual como si nada pasara, ya nos enteraremos —resuelve algo molesto el pirata.
No pasa mucho tiempo cuando una joven envuelta en una capa con una amplia capucha que le tapa el rostro se para frente a ellos. Extiende una mano con las ropas del oficial de la fantasma: la chaqueta y pantalón negro y la blanca camisa totalmente limpias, almidonadas y planchadas.
—¡Oh muchas gracias! Están como nuevas. —Olaf las recoge emocionado.
—Me manda la señora para que les pida que a las cinco en punto estén en su casa, que se acicalen bien y se pongan sus mejores galas si quieren ser recibidos y que no tarden, que es de suma importancia su presencia. —La muchacha se da la vuelta y a paso rápido se aleja corriendo dirección al lupanar.
—¡Eh espera! Dinos al menos qué pasa... —trata de detenerla Olaf sin recibir respuesta alguna.
—Esto no me gusta nada Rojo, me temo lo peor... —confirma el capitán con aire serio y compungido.
—Pero el qué capitán, me está empezando a preocupar.
—Tranquilo. No, no pasa nada. Pero cuando una mujer te hace regalos y te pide que te arregles, es que algo mejor quiere sacarte. Algo gordo han de estar tramando, ahora ya lo tengo claro. —El pirata se mira de arriba abajo y se huele los sobacos poniendo mohín de asco—. Sí, será mejor que vayamos a la barbería, nos demos un baño con agua limpia y nos den un buen repaso, que ya toca, parecemos y olemos a curas viejos.
†
Emperejilados y perfumados como damas de alta alcurnia caminan orgullosos los dos oficiales de la Fantasma, que más pareciera que fueran a un carnaval que al encuentro de unas damas, y a su paso todos los miran asombrados.
El capitán aprieta con fuerza la empuñadura de su espada enfundada en el talabarte. Cargado va de medallas que no le cabe ni una más en un coleto de ante, sobre un jubón de terciopelo y una camisa de lino azul, y atado por agujetas a las calzas blancas; sobre su cabeza un bicornio blanco con plumas de faisán; tan elegante va que hasta se ha puesto corbatín. Su melena rubia de león recogida en una cola que cae sobre su espalda y afeitada la barba que nunca nadie lo vio así y hasta muchos se preguntan curiosos que quién será aquel gran señor que ha llegado al puerto pirata. A su lado camina nervioso y mirando hacia todas partes su primer oficial, vestido va con el traje negro de su padre, que a pesar del tiempo que ha pasado parece ir de estreno, su cabello rojizo recogido con una bandana roja y a su cintura apretado un fajín del mismo color.
Camino van a la casa de la Barracuda y a su paso se les van sumando cada vez más invitados, que pareciera que todos los piratas de la isla se han dado cita para la ocasión. Comentan y sonríen todos los presentes en un murmullo que no deja de acrecentarse.
—Capitán creo que se están riendo de nosotros... —rompe nervioso el joven el silencio entre ambos—. Le aseguro que cada vez entiendo menos lo que está pasando.
—Nada, no hagas ni caso, aprieta los dientes y mantén la mirada al frente como si no pasara nada. No quería esa pécora que nos presentáramos limpios y arreglados para la ocasión, pues démosle gusto a la señora... —responde confiado el capitán.
Llegan a la puerta de la casa, se detienen por un momento para retocarse una última vez. Olaf golpea con los nudillos sobre la madera, se siente nervioso, expectante ante la incertidumbre de la situación, pero ansioso después de tantos días sin tener ninguna noticia de su princesa, bien sabe que tras esa puerta le espera su amor.
—Adelante caballeros —grita con voz autoritaria desde el interior la dueña de la casa.
Olaf desliza su temblorosa mano sobre el pomo de hierro, la puerta se abre. El capitán hace una reverencia para dejar entrar en primer lugar a su oficial. El joven marino vestido de negro toma una bocanada de aire y con paso decidido entra en el interior, sus ojos verdes esmeralda destellan de la emoción...
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