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Capítulo 9.

Podría cerrar los ojos

y verte a través de ellos.

Podría solo imaginar

que eres la dueña de mis sueños.

Bebé, no me dejes, 

dame una oportunidad.

Perdón por no ser lo que tú quieres

Pero te juro que puedo cambiar.

Sin título, Cuaderno de letras de Mark Zugadi.

Vanessa Martin.

Esa noche no pude dormir porque mis labios nuevamente habían saboreado los de Mark y él como siempre lo arruinaba. A medida de que la noche pasaba y meditaba más las cosas me di cuenta de que era mejor así. Mark era un hombre muy complicado y realmente no necesitaba ese estrés en mi vida.

Pero volver a besarlo...

Joder, ese hombre me volvía loco y no en un buen sentido. Sus labios no habían cambiado y me sentía patética en saber que recordaba su textura, su sabor y su calor desde aquellos besos. Bueno, tampoco es que el primero valiera mucho. Aunque si había algo que había cambiado, las dos primeras veces yo lo había besado y está vez lo hizo él.

Desde que lo vi por primera vez mi corazón comenzó a latir a mil por hora. Era el niño más guapo que había visto en mi vida, supongo que sus ojos castaños me tenían hipnotizada y nunca había sentido tal cosa por otro niño. Mis partecitas cosquilleaban cuando pensaba en él e incluso me aventuré a jugar con ella pensando en Mark. Fue ahí cuando supe que ya era una niña grande. Pero era vergonzoso. Aunque hay que admitirlo, no soy la única chica que se ha masturbado pensando en Mark.

Ese era uno de los grandes problemas de ese hombre.

Mark era un mujeriego, en cada fiesta o entrega de premios tenía a su lado a mujeres que podrían ser bien la perfección en persona, todas altas, perfectas y rubias. Aunque una que otra pelirroja también se había colado.

La prensa lo llamaba el anticastañas. Mark al escuchar esto no pudo evitar tomarlo como una broma, pero tal vez era verdad ya que después de eso la cantidad de mujeres rubias y pelirrojas que desfilaban a su lado incluso aumentó.

Eso se detuvo cuando llegó Miranda Zreik, la espectacular rubia platinada—muy teñida—novia de Mark. Ex, para ser más precisos. Fue una hermosa relación de dos años y cinco días, espero que puedan captar mi sarcasmo.

La verdad es que esa relación fue una auténtica pesadilla.

Miranda estuvo en nuestra cena anual del día de gracias que organizaban nuestros padres. Ella, simplemente no encajaba con nuestro mundo, Miranda era muy... especial, y no en el buen sentido. Mark lo vio muy tarde, se dio cuenta de la clase de persona con la que estaba cuando recibió una sorpresiva visita de la policía con esposas incluidas por una grave acusación de violación hacia Miranda Zreik.

Nunca le creí a Miranda, en realidad nadie le creyó, todos pensaban que solo era una mujer despechada porque Mark la había dejado cuando accidentalmente dejó caer una taza de chocolate hirviendo sobre mi pecho. Sí, no fue accidental, la chica tuvo algo conmigo desde que me vio.

Mark siguió con su vida después de eso y volvió a sus aventuras de chicas rubias y pelirrojas. Y desde entonces no se le ha sido relacionado con ninguna otra chica.

Si él quisiera, solo señalaría a una linda rubia con su dedo y después la llevaría a su habitación de hotel en cada gira que hace. He escuchado cosas sobre esas horas y sé que los muchachos muy pocas veces tienen la cama para ellos solos. Es así lo que dicen los rumores... Y lo que dice Frank por supuesto.

Mi alarma finalmente suena por la mañana, ya era hora de levantarme y está vez no fue nada difícil de hacerlo. Había estado despierta toda la noche, con un sinfín de adrenalina luego de lo sucedido con Mark, mi cuerpo no se sentía para nada cansado a pesar del trasnocho.

Saliendo de la ducha un exquisito olor sale de la cocina, seguramente era Eve experimentando con las hornillas. Siguiendo el olor, ingresé a la cocina detallando como Eve volteaba a duras penas unos panqueques con una espátula.

—¡Venga! ¿Viste? Quedó marroncita—espeta con alegría—. Es el tercer panqueque que me queda excelente. Mamá me dio la receta.

—¿Mamá te enseñó a cocinar?

—Desde que te fuiste de casa quiso enseñarme a hacer muchas cosas—se encoje de hombros sin quitar la mirada de la sartén—. Dijo que si no lo logró contigo pues al menos tenía que lograrlo conmigo

—¡Ey! Yo sé cocinar—me defiendo claramente ofendida.

—Yo no dije lo contrario. Pero mamá piensa que consumes mucha comida chatarra—Recoge la espátula y retira el panqueque de la sartén colocándolo en un plato que me extiende—. Y tiene razón. Está bien consumir chatarra, hermana, pero, ¿Pizza congelada? Esa cosa es asquerosa.

—No tengo tiempo de cocinar.

—Nada es más importante que una buena alimentación—me regaña señalándome con la espátula—. Pero tranquila, cada vez que pueda te dejare el desayuno listo.

Si, tendré el desayuno listo pero ya mi baño había sido atacado por una bomba atómica del maquillaje y podría jurar haber visto unos zapatos masculinos al pie del sofá.

—Hable con papá, creo que ha entendido lo que quise decirle. Estoy segura de que te dará unas disculpas a ti y a tus amigos—digo antes de meterme un pedazo de panqueque en la boca.

Los condenados estaban buenísimos, mamá le había enseñado bien.

—Gracias Vane, papá siempre tiende a escucharte.

Voy a responder cuando escucho un bostezo a mis espaldas. Un tipo musculoso, muy lejano a aparentar la edad de mi hermana emerge de su habitación llevando tan solo unos boxers.

—¡Muy buenos días! ¿Que tenemos por aquí?

El muy desgraciado toma mi plato y con sus manos se traga la mitad de mi panqueque. Con los ojos destellando miro a mi hermana quien se ha sonrojado.

—Oh, tu eres la hermana de ojitos dulces—habla con la boca llena y me extiende su mano—. Soy John.

Con la mandíbula apretada me levanto sin darle una mirada al tipo, recojo mi cartera y llave, le doy una última mirada a Nemo III—¡Si está nadando!—, y salgo de ahí no sin antes darle una mirada de "hablamos después" a mi hermana.

Lo que me enoja no es que haya llevado a un tipo al apartamento, lo que realmente me enoja es que mi hermanita de dieciocho años pareciera tener una mejor vida sexual que yo.

E inevitablemente, otra vez vinieron a mi mente los pensamientos del beso con Mark.

Después de la universidad tuve que ir corriendo a la galería, iba cinco minutos tarde y sabía que Benedict me llamaría la atención.

Efectivamente, en la entrada de la galería se encuentra el encargado dándome una mirada muerte señalando su reloj.

—Ocho minutos tarde—espeta molesto.

Yo, observando mi reloj en la muñeca veo que solo han sido cinco, pero no lo corrijo porque para él su reloj nunca va a estar equivocado.

Estúpido reloj.

Desde que llegué Benedict se vengó de mi llegada tarde. Tuve que mover un sin fin de cuadros, supervisar el mantenimiento de otros y el mayor castigo: ir a la tintorería por el saco de Benedict.

Lo odiaba demasiado, pero él era el jefe y estar en este lugar era una oportunidad gigantesca que no podía desperdiciar.

Abandono la galería más tarde de lo que esperaba y el cielo lloraba como un desgraciado. La lluvia era muy fuerte por lo que sabía que caminar hoy no era una opción. Estuve a punto de pedir un taxi cuando una Ranger Rover negra con vidrios totalmente polarizados se detuvo frente a mí. La ventanilla del copiloto se bajó lentamente pero ya sabía quién era antes de que pudiera ver su rostro.

—¿No me viste? Estaba al otro lado de la calle—dice Mark en el asiento del conductor—. Sube, te estás empapando.

—No necesito que me lleven.

—¿Estás bromeando, Vanessa?

—Te dije que no quería que me vinieras a buscar. Es más, no quiero volver a verte en mi vida.

—Eso no se lo creería nadie—Masculla molesto—. ¿Puedes subir, por favor? No me hagas bajar para obligarte a entrar, Vanessa Martin.

No quería ir con Mark y sabía que tampoco era una opción pedir un taxi cuando el pequeño techo ya no me cubría del todo. Pues muy bien, hice lo más lógico y lo que haría cualquier mujer que tuviera dos dedos de frente. Me quito los tacones y empiezo a caminar e instantáneamente la lluvia me empapa de pies a cabeza.

Porque primero enferma que ir en ese auto con Mark Zugadi.

—¡Joder, Vanessa!

Escucho una puerta cerrarse con fuerza y poco tiempo después me encuentro con mi cara mirando el culo de Mark.

Bonito culo, por cierto.

—¡Suéltame animal!—pataleo con fuerza pero Mark es mucho más fuerte que yo, nos lleva hasta el auto y a la fuerza me mete dentro de el—. ¡Te dije que no quiero que me lleves!

—Pues que mal por ti Vanessita, porque jodidamente te llevaré a casa así que cierra la boca.

Cierra con fuerza mi puerta y poco después pone en marcha su auto, ambos estando completamente empapados, volviendo a pasar lo que siempre trato de evitar, quedar a solas en un lugar con Mark Zugadi.

Jijijiji ¿que pasará en ese auto?

Lo subo hoy porque mañana no puedo...

Capítulo dedicado a Hija_del_lobo27

Recuerden que si quieren dedicación deben comentar, las elijo al azar.

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