No soy una de ellos
El trayecto hacia el despacho de la directora transcurrió en silencio. Alessandro y yo nos observábamos preocupados, buscando en el rostro de mi padre alguna pista sobre lo que vendría a continuación pero él estaba con la mirada fija y el semblante pensativo.
Una pequeña y rebelde parte de mí estaba enfadada con él; me había hecho una promesa, y la había incumplido. ¿Y si yo no quería que se descubriese mi identidad? ¿Y si hubiese preferido seguir con la mentira hasta el final? A él no le había importado lo que yo quisiera, se había presentado en el internado sin avisar.
-Papá, me prometiste que no me descubrirías.
-¿Y dejar que te sigan maltratando? No, Alejandra, Ya he cedido suficiente con tu capricho.
Sus palabras me dolieron. Era la primera vez que él me hablaba así, la primera vez que tomaba por completo su papel de padre. A pesar de todo, supe que tenía razón. Todo había sido un capricho; un capricho que mis amigos se habían visto obligados a pagar a un alto precio.
De algún modo, Alessandro supo lo que necesitaba en ese momento; agarró mi mano con fuerza y me dedicó una de sus tímidas sonrisas, calentando mi corazón helado.
La señora Lemoine recibió a mi padre casi como si del rey se tratase, ofreciéndole todo tipo de bebidas y comidas, que él muy amablemente rechazó.
-Sólo deseo aclarar la situación con los chicos -Lejos de comprender su indirecta, la señora Lemoine asintió y permaneció inmóvil, observándonos por unos incómodos segundos-... A solas... si es posible.
-¡Oh! ¡Bien sûr! Disculpeme... -La avergonzada mujer salió de su despacho, dejándonos hablar a solas.
-Quiero que me expliquéis qué ha pasado, y por qué no me lo contasteis tan pronto empezó. -Comenzó mi padre, ocupando el sofá de la directora. La puerta sonó un par de veces y él miró hacia la entrada, exasperado, hasta que vio que era Axel.
-Me enteré de que habías venido.
-Sí, lo que no sé es por qué no vine antes -Axel se paró a medio camino y miró a mi padre con una ceja levantada-. ¿Por qué no me avisaste de lo que ocurría?
-Sophia me contó lo de los mensajes ayer, Luis, y para entonces tu ya lo sabías. Aquí sólo soy un profesor más, así que en teoría el asunto no era de mi incumbencia. Además, ¡los chicos no tienen mi número! ¡Yo no recibía esa basura!
Mi padre respiró profundamente para calmarse.
-Sí, tienes razón... perdona -Dirigió su vista hacia nosotros mientras que el profesor caminaba hasta quedar a su derecha -. Estoy esperando. -Nos apuró.
Alessandro fue el primero en hablar, contándole su versión de la historia y lo que él sabía, luego fue mi turno de explicárselo todo, sin omitir un solo detalle a pesar de que el rostro de mi padre se crispaba más y más a medida que avanzaba.
Cuando terminé, él apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos encima de los labios, mirándonos fijamente.
-Iremos por partes. Primero, Alessandro no puedes ponerte a pelear por cualquier cosa...
-¿¡Cualquier cosa!? Tío, yo...
-¿Ahora vuelvo a ser tu tío? -El proyecto de pelirrojo suspiró frustrado.
-Todos saben que salgo con Daniella. Si te hubiese llamado tío delante de ellos y luego se enteran de que eres su padre, ¿que crees que pasaría? -Protestó molesto.
-Oh... entiendo. Y ahora, volviendo a la pelea, sé que querías protegerla, y te lo agradezco, pero esa no es la manera.
-¡Yo sí estoy orgulloso de ti! -Intervino Axel. Alessandro y mi padre lo miraron con gesto inexpresivo-. ¿Qué?
Mi padre suspiró y se dirigió a mí.
-Alejandra... -se tomó unos segundos para mirarme a los ojos antes de continuar-. Cuando el curso comenzó te obligué a venir aquí creyendo que era lo mejor para ti... Sé que has hecho amigos, y que, de alguna forma, esto ha llegado a gustarte, de modo que esta vez te dejaré elegir. ¿Quieres que te cambie de colegio, o prefieres quedarte aquí?
No sabía cuanto tiempo había estado perdida entre los hilos de colores que formaban la alfombra de la directora Lemoine. Mi padre esperaba pacientemente una repuesta, pero yo no sabía qué decirle.
¿Debía irme? El Michelangelo me gustaba; me encantaba salir a correr o a pasear por sus jardines, me gustaba mi habitación, también ir a clases y tener un profesor diferente para cada asignatura, estudiar fotografía con Axel, ir a los partidos de baloncesto de Filipp, los tratamientos de belleza de Alina, las bromas de Jake y Alan, y disfrutar cada día de la sonrisa de Alessandro.
Pero, ¿qué pasaría con Susan y todos los que me habían tratado mal? ¿Me dejarían tranquila? Y si me fuera, ¿a dónde iría?
Alessandro buscó mis ojos, preocupado por mi silencio.
¿Lo dejaría a él? ¿Los dejaría a todos y saldría huyendo como una cobarde?
No, de eso nada.
Me había jurado a mí misma que pelearía, que no lograrían que quisiese irme. No había logrado que me aceptasen estando por debajo de ellos, pero ahora estábamos iguales, a la misma altura.
-Quiero quedarme. -El alivio iluminó el rostro del proyecto de pelirrojo, pero no el de mi padre, que lucía angustiado.
-¿Estás segura? -Lo estaba. Más segura que nunca.
-Este es mi último año y quiero pasarlo aquí, con mis amigos. -Él me miró dudoso. A pesar de que me había dicho que me dejaría decidir, se notaba que le preocupaba que eligiese quedarme-. Papá, me gusta estar aquí. Es la primera vez en diecisiete años que estoy en un colegio y... sí, me gusta; no quiero irme.
Mi padre lanzó una sorda exhalación mientras se masajeaba los ojos. Podía sentir lo inseguro que estaba, ver el debate en su interior, pero al final, como había prometido, cedió.
-Está bien, pero con una condición -me advirtió-. Si esto se vuelve a repetir te cambiaré de instituto -Asentí en silencio, tratando de darle a mi rostro la mayor expresión de seguridad que podía-. En cuanto a ti -Dijo señalando a Alessandro-. Una pelea más y pasarás el verano ayudando a Axel en la oficina.
-¿Eso es un castigo? -Se burló el profesor-. ¡Nos lo vamos a pasar genial!
Alessandro miró a su tío con horror.
-Seré bueno. -Luis sonrió satisfecho.
-Y, sobre todo, no olvides lo que te dije en casa... -Los observé a ambos, curiosa por las miradas que se lanzaban.
Parecían mantener un debate telepático mientras luchaban con sus ojos por controlar al oponente. La mirada de Alessandro era fría y desafiante, la de mi padre era dura, seria y por último amenazante, logrando que el proyecto de pelirrojo se rindiera.
A pesar de que no entendía nada, y de la expresión de fastidio de mi novio, lo dejé pasar, ya que la risa de Axel me revelaba que no ocurría nada grave.
"Hombres..."
-Muy bien, ahora tengo que arreglar unos asuntos con la directora -Nos sonrió y se acercó a nosotros para abrazarnos-.Portaos bien. Y, Alejandra, deja de mentirle a tu madre.
Esa tarde teníamos clase con Axel, de modo que fuimos con él hasta el taller de fotografía y ocupamos nuestros asientos, esperando a que los demás llegasen.
Poco a poco, el aula se fue llenando. Podía sentir la mirada de nuestros compañeros clavándose en mi espalda, murmurando sobre nosotros, sin atreverse a dirigirnos la palabra, hasta que llegó Will y se sentó a mi lado, ocupando la silla de Stella.
-¡Hey, Daniella! ¡Que calladito lo tenías! Así que la hija de Giannetti, ¿eh? -Yo asentí, arrepentida por la mentira-. Es tu padre biológico, ¿no? Algunos dicen que eres adoptada pero yo no lo creo. Tenéis los mismos ojos, lo cual podría ser una casualidad pero no sé... son demasiado exactos. -Lo miré boquiabierta antes de echar a reír.
-Es mi padre biológico.
Sabía que Will no preguntaba con la intención de cotillear. Simplemente era muy curioso. Tal vez por herencia de sus padres que, según él me había dicho en innumerables ocasiones, eran detectives privados. ¿Realidad o fantasía? No tenía ni idea.
-Wow. No sé cómo no me di cuenta antes. ¡La información estaba ahí, delante de mi nariz! Eres buena ocultando pistas.
-Siento haber mentido -No había ni un solo alumno que no estuviese pendiente de nuestra conversación en ese momento, y eso me irritaba bastante. Me giré hacia la clase y les dediqué una fría mirada-. ¿No tenéis nada que hacer?
Rápidamente, todos fingieron leer un libro, hablar con el de al lado o estudiar las fotografías que rodeaban el aula.
-Ese carácter es tan nuevo como tu apellido. -Rió Will.
-Oye Will, no estarás ligando con mi novia ¿verdad? -Will y yo giramos la cabeza para encontrarnos a Alessandro en una sexy y despreocupada pose, balanceándose en la silla con los brazos cruzados detrás de la cabeza.
¿Eran celos eso que veía en sus ojos? ¡No podía ser!
-¡Claro que no! -Se defendió el inglés-. Si intentase algo así esperaría a que no estuvieses tú delante. -Le guiñó un ojo y se fue a su lugar.
Alessandro, que había dejado de columpiarse le lanzaba una mirada de advertencia mientras que Will reía.
Me alegró ver que, al igual que él, otros pocos alumnos me saludaban cordialmente, como siempre habían hecho. No eran mis amigos, pero por suerte tampoco eran una oveja más en el rebaño de Susan.
Victoria se sentó al lado de Alessandro tan alegre y habladora como siempre. Las puntas de su cabello naranja se disparaban rebeldes antes de alcanzar la altura de sus hombros, dándole un aspecto juguetón; sus raros ojos color miel observaban cada pequeño gesto y sus mejillas se teñían de rosa al compás de su sonrisa.
Me había fijado en que, a pesar de las habladurías y los mensajes, ella no tenía ningún problema en hablar con nosotros, aunque siempre me parecía que era más atenta y simpática de lo normal con Alessandro, mientras que conmigo era muy directa y concisa.
-¡Hola, Daniella! -Me saludó animada, después de charlar un rato con el proyecto de pelirrojo-. ¡No me puedo creer que seas la hija de Giannetti! -rió-. Nos has dado una buena sorpresa a todos ¿No Alessandro?
-No a todos. -Contestó él sonriéndome.
-¿¡Tú lo sabías!? -Le preguntó sorprendida, poniendo sus finas manos sobre el brazo de Alessandro, provocándome una pequeña molestia en el estómago.
¿O era sólo hambre?
-Claro que sí. Ella es mi novia. -Dijo Alessandro, al que al parecer, no le molestaba el ligero roce de la chica.
Volví mi vista al frente y traté de reorganizar mis emociones. ¡Ella sólo le había preguntado si conocía mi secreto! Esa era una curiosidad bastante... normal.
Stella se sentó a mi lado y como siempre, distrayéndome; el penetrante y dulce olor floral de su perfume trajo a mi mente imágenes de verdes praderas y jardines en primavera. Observé como, tal vez por costumbre, se sentaba recta y mirando al frente, con una expresión seria que la hacía ver como una muñeca de porcelana. Definitivamente, ella tenía un perfil perfecto para las fotografías; estaba segura de que si mi madre la conociese querría hacerle una larga sesión fotográfica.
-¿Qué tal con tus amigas? -Le pregunté, tratando de romper el hielo.
-Ya no son mis amigas. -Dijo ella tajante.
Yo la miré confusa. Me había encargado de que mi padre la saludase, incluso le había dicho algo sobre una fiesta en la playa a la que, al parecer Stella había asistido cada año. ¿Y a pesar de eso Susan y Brittany no querían ser sus amigas?
"Que raro..."
-¿Por qué no? -Stella suspiró y, al fin, giró la cara para mirarme directamente.
-Quisieron que volviéramos a ser amigas cuando supieron que conocía a Luis, o sea, ¿se puede ser más cínico? Seguramente esperaban que les diese su número o que las llevase conmigo a alguna de sus fiestas... pero no lo haré. Les dije lo que pensaba y sólo por eso me dieron de lado... Ahora no quiero volver atrás.
La decisión de su voz me impresionó.
-¿Quieres decir que has rechazado su amistad?
-O sea... si por amistad te refieres a ser un adorno más en el brazo de Susan y a no poder tener opinión propia, sí, lo he hecho.
Nuestra conversación se vio interrumpida por la voz de Axel, que daba comienzo a la clase de ángulos y lentes de enfoque.
Cuando la clase terminó, mi mente no era capaz de procesar otra cosa que no fuese el hambre atroz que sentía; aún faltaban cuatro horas para que nos sirviesen la cena y mi estómago protestaba incansablemente. Como siempre, era la última en salir del aula y Alessandro esperaba pacientemente a que recogiese todas mis cosas para dar una lenta caminata hasta la pequeña escalera de piedra del Pettit.
Sin previo aviso, los nervios de mi estómago comenzaron a vibrar, haciendo flaquear de nuevo a mi espíritu luchador. Me detuve, observando temerosa la bonita fachada y dejando que mis ojos de perdiesen entre las enredaderas rojas y verdes. El enorme número seis dorado brillaba más que nunca, bañado por el sol de la tarde.
Varios metros a la derecha, se encontraba la puerta de quinto curso; al vernos, muchos de los alumnos bajaban el volumen de sus conversaciones para hablar entre susurros.
¿Lo sabrían ya todos?
-¿Daniella? -La voz de Alessandro sonaba lejana.
No sabía si podría entrar tan tranquila y enfrentarme a todos mis compañeros a la vez. ¿Cómo me recibirían? ¿Creerían la absurda idea de Susan y las cámaras ocultas?
Me eché a reír. "Susan y las cámaras ocultas", parecía un título de Harry Potter; y, ciertamente, la descabellada idea era igual de fantasiosa.
-¿Daniella? -Salí de mi ensimismamiento al sentir la mano de Alessandro sobre mi brazo.
-¿Podríamos ir por detrás? -Le pregunté de pronto.
-¿Por detrás?
-Sí. Podríamos subir al balcón por la enredadera e ir directamente a la habitación. -Alessandro me miró confuso y divertido.
-¿A plena luz del día? Daniella, nos descubrirían. ¿Es que quieres saltarte también la cena? -Mi estómago rugió enfadado-. Creo que no -Rió-. ¿Qué ocurre?
-Es que... No-no sé si puedo hacerlo. -El proyecto de pelirrojo me dedicó una dulce sonrisa que me derritió el alma.
-¡Claro que puedes! No estás sola. Yo estoy aquí y nuestros amigos están ahí dentro. Además, ahora eres una Giannetti, Daniella. Eres una de ellos... ¿Por qué arrugas la nariz? -Preguntó sonriendo.
-No me agrada eso de "ser una de ellos".
-Pero siempre lo has sido. Demuéstrales quién eres.
Tenía razón. Aunque ellos no lo supieran, yo siempre había sido como ellos, una persona con padres ricos. La única diferencia era que yo no necesitaba presumir sobre ello, y de hecho, no me agradaba la gente que lo hacía.
Querer a quien me quisiese de verdad e ignorar al que no. ¿No había sido ese mi plan en un principio? ¿Cuándo lo había olvidado?
Alessandro me extendió una mano y yo la tomé con decisión. Subimos la escalera y abrimos la puerta del Pettit, dirigiéndonos hacia el comedor. ¡Necesitaba comer algo con urgencia!
Cuando entramos en la habitación todos voltearon a mirarnos. A pesar de que aún era temprano, todos estaban en sus respectivos lugares, como si nos estuviesen esperando.
-¡Hey! ¡Os estábamos esperando! -Admitió Jake al vernos.
A pesar de que nuestra mesa era la más alejada de la puerta, el castaño no había tenido la necesidad le levantar su tono lo más mínimo; su voz era perfectamente audible sobre el profundo silencio.
-Admito que dan algo de miedo. -Susurró Alessandro mirando a nuestro alrededor.
¿Pero qué hacían ahí parados? ¿Esperaban un discurso o algo así?
No lo sabía, pero me estaban hartando. Estaba cansada de agachar la cabeza, de dejar que inventasen cualquier cosa sobre mí y de que atacasen también a mis amigos.
-¿Ocurre algo? -Pregunté. A pesar de mi tono calmado, la alarma general fue casi palpable.
-Oye, yo no lo entiendo. ¿Por qué no nos dijiste que eras la hija de Giannetti desde el principio? ¿Qué rico, en su sano juicio, quiere hacer creer a los demás que es pobre? -Preguntó Thomas, seguido de un coro de gente que le daba la razón.
-Mis padres son ricos, no yo.
-Pero no estás aquí gracias a ninguna beca. ¡Estás aquí porque tu padre es el Dios de la moda! -Dijo una chica llamada Abby.
-¿Quién no querría ser hija de Luis Giannetti? -Habló una segunda también seguida por coro que quería saber lo mismo que ella.
-¿Por qué mentiste? -Preguntó otra.
-Mis motivos no os conciernen -Zanjé haciéndoles callar a todos-. Fue una decisión entre mis padres y yo.
-¿Y quién es tu madre?
-¿Es la exmujer de Giannetti, no es así?
-¿La ex-modelo?
Las preguntas se sucedían sin parar. De pronto todos tenían interés en mí y en mi familia, justo lo que había querido evitar al entrar en el Michelangelo. Por otra parte, entendía que la noticia los sorprendiese y quisieran saber de mí lo mismo que les interesaba en los demás. Quiénes eran mis padres, a qué se dedicaban y de qué color era mi tarjeta de crédito.
"De acuerdo..." -. Tomé aire, y les hablé de mi madre y de su profesión para que me dejasen tranquila de una buena vez.
Me fijé en que Susan estaba muy tranquila, escuchando con atención las cortas respuestas que daba. De pronto se puso en pie y caminó hacia mí.
-El vestido que llevaste al baile.... Te lo hizo él, ¿verdad?
¿Por qué me preguntaba eso de repente?
-Sí. -Contesté con cautela.
-¡Era precioso!
"¿¡Qué!?"
-Oye, no te tomes a mal las bromitas que te hicimos. ¿Cómo se te ocurre decir que eres una becada? -Rió-. ¡Tontos nosotros que te creímos! Se nota a la legua que la ropa que llevas no es de mercadillo. Pero te hacías la tonta con tanta facilidad que... ya sabes, entre nosotros tenemos que protegernos; siempre hay gentuza dispuesta a dar el golpe y quedarse con lo que nuestro -Me sonrió falsamente, provocándome escalofríos-. En fin, tú debes de saberlo, eres una de los nuestros.
No lo era. Yo no era como ellos, jamás lo sería.
-Ahora que estamos seguros de que eres una chica normal, ¡podemos ser amigas! -¿Una chica normal?-. No te haces una idea de lo mucho que tenemos en común.
Agarró mis hombros en una especie de abrazo que yo sacudí rápidamente.
-Tú y yo no tenemos nada en común.
-Claro que sí, tonta -Habló con su vocecilla chillona-. A mí me encanta la moda y tú tienes un padre diseñador ¡Ya no tenemos por qué llevarnos mal!
-Susan, escúchame bien. Tu falsa amistad no me interesa. No somos amigas ni lo seremos jamás. No quiero nada que venga de ti ni de tu grupo. A partir de ahora fingid que no me conocéis, fingid que nada de lo ocurrido pasó y yo haré lo mismo con vosotros.
La cara de la pelirroja se volvió carmesí.
-Lo que sí te advierto es que si mis amigos vuelven a aparecer en uno de esos mensajes, te las verás conmigo.
Ella me miró furiosa, cuadró los hombros y salió del comedor.
Desde aquella tarde los días transcurrieron tranquilos, sin mensajes, sin tropiezos, sin malas palabras ni comida sobre mi ropa, o zumos en mi pelo. Poco a poco, la gente se iba olvidando de la visita de mi padre, pero no de que yo era su hija, y diariamente, la gente que antes me había maltratado, trataba de acercarse a mí sólo para que yo me alejase de ellos lo más rápido posible.
La vida de mis amigos también había vuelto a la normalidad. Una vez que se había conocido mi identidad todos habían desacreditado esas estúpidas noticias que hablaban de que necesitaba dinero. ¿Para qué iba a hacer algo así la hija de Giannetti? Si quería dinero sólo tendría que pedírselo a su padre, ¿no?
A pesar de que no me gustaba que todo se hubiese resuelto gracias a la fama de mi padre, lo que más me importaba era que los chicos volvían a estar bien, y yo podía estar con Alessandro libremente.
O al menos lo intentábamos, porque fuésemos a donde fuésemos, Axel aparecía de la nada, sentándose entre nosotros para contarnos alguna historia, sacándonos fotos porque la luz era muy buena, o simplemente gritándonos con un megáfono que nos separásemos.
Por más que nos escondíamos por los jardines, él siempre nos encontraba y yo me sentía demasiado frustrada. Los maravillosos y fugaces besos con Alessandro eran lo más cerca de mí que lograba tenerlo, porque cuando la cosa comenzaba a subir de nivel, él siempre aminoraba el ritmo, me abrazaba y me decía lo hermosa que era para él.
Cansada de que el profesor siempre nos interrumpiese, esperé al final de la clase de natación y cuando vi salir al último de nuestros compañeros, conté cinco minutos y entré en el vestidor masculino, sabiendo que Alessandro no quería exponer las marcas de su accidente ante cualquiera y por ello se duchaba cuando los demás ya estaban terminando.
Lo encontré frente a su casillero plateado, envuelto en una toalla blanca que le cubría desde la cintura hacia abajo. Su cabello, largo hasta los hombros, dibujaba sombras sobre su fuerte espalda. Sobre su pecho, marcado y ancho, estaba la pequeña "A" que tiempo atrás había sido mía. Verla ahí, siempre me llenaba de emoción.
Mi mente nadaba en una nube de júbilo mientras que mi corazón latía acelerado. Ver a mi novio sin camiseta era una de las mejores vistas que jamás había tenido.
Aún sin sentir mi presencia, Alessandro se quitó la toalla para vestirse, dándome una perfecta visión de su trasero. Mi corazón estalló en un montón de fuegos artificiales que nublaron mi mente, haciéndome olvidar cómo se hablaba. Sentí que mi rostro ardía; toda yo estaba ardiendo.
"¡Que demonios estás haciendo, Daniella! ¡Gírate! ¡Gírate ya!" -Me ordené.
Al intentar darme la vuelta para darle privacidad, mi pie tropezó con uno de los bancos de madera del vestuario llamando la atención de Alessandro.
-¡¡Daniella!! ¿¡Qué... Qué haces aquí!? -Preguntó con el rostro rojo mientras se colocaba la toalla de nuevo.
-Yo... yo... yo... -Alessandro parecía divertido y nervioso al mismo tiempo. Luchaba consigo mismo para no echarse a reír mientras me inspeccionaba de arriba abajo.
-De acuerdo, espera ahí. Voy a vestirme -Se fue para una zona en la que no podía verlo y cuando volvió ya estaba completamente vestido-. Ahora sí, dime qué haces aquí. ¡Podrían descubrirte y te meterías en un problema!
-Es-es que estoy harta de que Axel nos interrumpa. -Confesé haciéndole reír.
-Desde luego es un viejo persistente. -Murmuró.
-¿Persistente? -Él negó con la cabeza, colocando una extraña mueca-. Antes no podíamos estar juntos para no provocar más mensajes y ahora él no deja de aparecer en todas partes... Yo... no quiero estar contigo sólo por las noches.
Alessandro me miró con dulzura y se acercó a mí para darme un tierno y lento beso.
-¿Es esto lo que deseas? -Su pregunta me hizo enrojecer con violencia.
-Quiero poder estar contigo libremente. -Él suspiró entre mis labios, robándome el aliento y la cordura.
-Yo quiero lo mismo. No te haces una idea de cuánto lo deseo.
Me apretó contra él y me besó con furia y pasión. El frío metal de su casillero contra mi espalda provocó una fuerte oleada de energía que recorrió cada milímetro de mi piel, haciéndome jadear. Por suerte, él no se detuvo.
Sus labios aún causaban el mismo efecto que la primera vez; me encantaban esos deliciosos mareos, la sensación de ingravidez, las placenteras descargas eléctricas que me recorrían la columna, y ese calor... esa loca y abrasadora quemazón que amenazaba con fundir el metal.
Alessandro puso una de sus manos en mi cadera para luego comenzar a subirla lentamente, por debajo de mi camisa, derritiéndome con su deliciosa caricia. Me aferré con más fuerza a su cuello, para que supiese que su tacto me agradaba, más que eso, me enloquecía; Alessandro respondió con un ronco jadeo que me excitó sobremanera. Sus besos bajaron por mi cuello, erizándome la piel, y luego volvieron a mi boca, que esperaba sus gruesos labios con anhelo. Su sabor me embriagaba y me nublaba los sentidos.
Sentía su otra mano inquieta, apoyada contra el casillero, a la altura de mi rostro. La agarré y la coloqué también en mi cadera, dándole permiso para explorar cuanto desease de mí. Alessandro emprendió un tortuoso camino por mi vientre, ascendiendo lentamente, con indecisión; creía saber a dónde se dirigía y el deseo me consumía. Mi cuerpo ardía en llamas, toda mi piel chispeaba enloquecida tratando de retener toda la energía con la que Alessandro la llenaba, pero apenas podía.
Las yemas de los dedos de Alessandro alcanzaron el borde de mi sujetador, enviando otra desbordante ola de energía que me hizo contener la respiración, para luego estallar sin remedio cuando sentí su caricia sobre mi pecho izquierdo y su sordo gruñido de placer.
-¿¡Pero qué...!? ¡Quietos ahí! ¡Las manos donde pueda verlas! -El grito me devolvió a la tierra de golpe.
Levanté las manos asustada y alcé la mirada para ver a Axel con el rostro entre avergonzado y divertido.
-¡Tú no! ¡Alessandro! ¡Saca de ahí esa mano! -Observé con horror que el proyecto de pelirrojo aún tenía la mano sobre mi pecho y mis mejillas pasaron de estar rojas por la excitación a moradas por la vergüenza.
Alessandro, aún con los ojos cerrados, tomó aire y lo soltó ruidosamente para luego, con una deliberada lentitud, dejar mi pecho libre.
-¿Nos estabas espiando, viejo? Eres un pervertido.
-¡Yo no soy viejo! ¡Vamos, aléjate de ella! -El proyecto de pelirrojo lo miró con odio y retrocedió un paso-. ¡Más lejos! -Alessandro dio otro paso atrás, con los puños apretados-. ¡Más!
-¡Axel no me jodas!
-Métete en la ducha. -Le ordenó el profesor.
-¿Qué? Pero si...
-¡A la ducha!
Alessandro entró maldiciendo en una de las duchas.
-Abre el grifo.
-¡Estoy vestido!
-¡Que abras el grifo! -Le repitió Axel. Después de respirar profundamente de nuevo, Alessandro obedeció-. Con agua fría.
-¡Vete a la mierda!
A pesar de lo embarazoso de la situación, no pude evitar fijarme en la forma en la que la camisa blanca de Alessandro se volvía transparente y se pegaba a su cuerpo. Mi respiración aún estaba agitada y mi cuerpo en estado febril. ¿Cómo demonios nos había encontrado? Inconscientemente me mordí el labio inferior, tratando de controlar mi deseo pero, al parecer, el gesto no pasó desapercibido para Axel.
-Daniella -Habló ligeramente avergonzado por haberme encontrado en semejante situación-. Vete a tu habitación.
-¿Me-me estás castigando? -Pregunté sorprendida. Alessandro miró también a Axel desconcierto, sin dar crédito a sus palabras.
El profesor se lo pensó durante unos segundos antes de responder.
-Sí, te estoy castigando. Como profesor es mi deber. Las chicas no podéis entrar aquí.
Miré a Alessandro con tristeza y él me sonrió, haciéndome saber que todo iba bien.
-Al menos dale ropa seca a Alessandro. Si sale así a la calle se resfriará y mi padre te echará a ti las culpas. -Le advertí.
-No estés tan segura.
-----------x-----------
Jajaja Este Axel.... xD
Espero que os haya gustado!!^^
Votad si así ha sido y dejadme vuestras opiniones en los comentarios!
Besos!!
Alma.
#Foto: Stella
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