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Capítulo 8

Durante la clase Chan se distrajo mucho mirando por la ventana y lo hizo aún más cuando notó a Jeongin en la cancha del colegio, era muy obvio que le tocaba educación física, todo el curso tenía puesto el uniforme de deportes.

Ver a Jeongin correr, hacer ejercicios y algunas acrobacias lo desconcentraba de atender a la clase, seguía cada movimiento que el castaño hacía, sonriendo cuando lo veía con su ceño fruncido o su tierno puchero. Incluso cuando miraba a su alrededor buscando algo o alguien, seguramente había sentido la mirada de Chan sobre él.

Deseaba que las horas pasaran rápido, ya quería verlo. Sin embargo, mientras más veía la hora, más lejano se veía el descanso.

La espera fue una total tortura, pero al final el tan ansiado descanso había llegado, apenas la campana sonó Chan guardó sus cosas y salió a la velocidad de la luz del salón, sus compañeros lo veían asombrados, era la primera vez que lo veían tan apresurado.

Caminó, no, corrió hacia el salón de Jeongin, deseando esperarlo fuera de su salón, deseando verlo ya. Lo bueno que llegó a tiempo, aún no salían. Luego de unos cinco segundos, vio como los estudiantes comenzaban a salir, algo calmados, nada apresurados. Él solo se fijaba en ver a Jeongin.

Cuando logró hallar su castaña cabellera, su corazón se emocionó y sonrió sin poder evitarlo. Jeongin le miró, la sorpresa y emoción reflejado en su rostro, y Chan no pudo sentirse más feliz de lo que ya se sentía.

—Hola —el primero en saludar fue Jeongin y lo hizo con una sonrisa tímida.

—Hola —sonrió también.

—¿Vamos?

—Sí, pero primero vayamos a la cafetería, no he comprado mi almuerzo.

—Oh, yo podría compartirte del mío. Hoy preparé mucho y, además, suelo comer poco —habló Jeongin, señalando su pequeña lonchera de color fucsia que llevaba en sus manos.

—Está bien. 

A Chan le gustaría negarse, no quería molestar a Jeongin, pero la verdad en su interior nació el deseo de probar la comida preparada por las manos de Jeongin, por lo que, aceptó con una inmensa sonrisa.

Con timidez avanzaron hasta el jardín, recibiendo miradas llenas de sorpresa de algunos estudiantes, miradas asombradas por ver al nerd y presidente de la escuela en compañía del guapo chico misterioso, ambos ignoraron esas miradas y continuaron avanzando. 

Cuando llegaron al jardín se sentaron cerca del árbol favorito de Chan. Jeongin sacó las bandejas de comida y los jugos, porque sí, no era únicamente un almuerzo que llevaba consigo, eran dos. Chan quedó algo confundido al ver dos bandejas y dos botellas de jugo.

—¿Comes mucho? —preguntó Chan.

Jeongin sintió cómo el calor se le subía hasta las mejillas, tornándolas rosaditas, estaba avergonzado.

—Uhm, no, es que yo... —balbuceó, se sentía tan apenado.

La verdadera razón del por qué llevaba dos almuerzos era porque uno era para Chan. Jeongin sabía que Chan comía cualquier chuchería en el jardín y deseaba tener el valor de darle un almuerzo preparado con él y si se animaba invitarlo a comer con él, sin embargo, siempre terminaba arrepintiéndose y lleno de inseguridad.

Chan notó lo nervioso que se encontraba Jeongin; así que, prefirió no presionarlo a responder, decidió cambiar el tema.

—¿Puedo probarlo? —señaló el almuerzo.

—Claro, claro —habló, abriendo la bandeja y dándosela con cuidado a Chan.

Chan tomó los palillos y luego de agarrar una cierta cantidad, lo probó. Jeongin lo observaba algo inquieto, temía que no le gustara lo que había preparado, si tan solo hubiera sabido que ese día almorzaría con Chan, se hubiese esforzado más.

—¿Qué tal está? —preguntó Jeongin.

Chan tragó todo y luego sonrió.

—Delicioso, me gusta —confesó sin dejar de sonreír—. Cocinas muy bien, Jeongin.

Jeongin soltó aire, aliviado para luego sonreír, muy contento.

Continuaron almorzando, aún algo nerviosos por estar en compañía del otro, pero de a poquito perdiendo ese miedo y entrando en confianza. Ambos se sentían tan felices, con sus pechos llenos de calidez y las mariposas alborotadas de emoción volando en su interior. 

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