u n o.
Will recordaba aquel día como si hubiera sido ayer.
Era un frío 24 de Noviembre de un año que no lograba recordar, cuando, la que en ese momento era un desconocida, irrumpió en su clase de Matemáticas, con su pelo rosa alborotado y su pecho agitado. Iba entera vestida de negro, con una mochila marrón colgando de su hombro derecho y su cabello rosa tapando la mitad de su rostro.
-¿Quiere algo, señorita...?-preguntó el profesor, ajustando sus gafas.
-Lynn Morrison. Y, llego algo tarde, pero aquí dice que tengo que venir a esta clase -dijo ella, agitando el trozo de papel en su mano.
-De acuerdo, siéntese junto al señor Turner -dijo, señalando el asiento vacío junto a Will.
En ese momento, lo sentió como algo parecido a un castigo, y, desde la otra punta de la clase, podía ver a su amigo Andrew riéndose de él. Con un suspiro, apartó sus cosas del pupitre, y le dejó sitio a Lynn.
Lynn caminó por la clase, con paso inseguro, pero rostro idiferente. Dejó su mochila sobre la mesa y comenzó a morder sus uñas casi inexistentes y con un esmalte negro desconchado.
Durante toda la hora de Matemáticas, Lynn y Will no hablaron ni mantuvieron contacto visual.
Era ella tímida, y Will pensaba que era rara, así que ninguno tenía la intención de entablar una conversación.
Aquel mismo día, durante el receso para comer, ella estaba sentada en una mesa, en la esquina, completamente sola, sujetando un libro con una mano, mientras con la otra mordía una manzana roja, del mismo tono del que sus labios estaban pintados.
Sin pretenderlo, Will se quedó mirándola, mientras los ojos azules de Lynn no apartaban la vista del libro de tapas amarillas.
-Hola, Tierra llamando a Turner -dijo Garret, el chico de cabello negro azabache, pasando una mano delante de la de Will.
-Eh, ¿qué pasa? -dijo él, algo desorientado.
-Estabamos hablando de mi fiesta -dijo Raven, la chica de cabello oscuro y piel aceitunada, con una sonrisa de suficiencia.
-Ah, sí, claro. ¿Dónde va a ser? -preguntó Will, mirando a sus seis mejores amigos.
-Estamos decidiendo entre The Red Door en el centro, o The Subway Club a las afueras -dijo Andrew.
-En The Red Door ponen mejor música -dijo Will, comiendo un puñado de patatas fritas.
-Ponen tu música, no mejor música -le corrigió Paige, la chica pelirroja de ojos azules.
-Oh, cállate -rió Will, pasando la mano por su cabello dorado.
Su mirada volvió a la mesa de aquella chica, en la que ahora sólo había el corazón de una manzana con marcas de pintalabios rojo intenso.
-Will -susurró Adrienne, la chica de pelo largo, rubio y con flores entrelazadas en su cabello, junto a él.
-¿Qué pasa?
-¿Quién es la chica del pelo rosa? -preguntó, con su tono bajo y calmado.
Will dirigió su mirada hacia la manzana, aún sobre la mesa, y vio como la mujer de la cafetería la cogía y la tiraba a la basura. Miró a Adrienne y negó con la cabeza.
-No es nadie.
* * *
Al día siguiente, cuando Will entró en clase de Matemáticas, no vio a Lynn, lo que lo preocupó estúpidamente, porque ni siquiera había hablado con ella.
El profesor entró en la clase y comenzó a escribir algo en la pizarra, mientras unos chicos chillaban y se lanzaban bolas de papel.
Quince minutos después de que la clase empezara, entró Lynn, con su pintalabios rojo medio caído, su mochila roja colgando de un hombre y, de nuevo, vestida enteramente de negro, pero ese día llevaba un vestido.
-Yo...-comenzó a disculparse la pelirrosa.
-Señorita Morrison, ya me ha contado todas las excusas posibles. Siéntese y olvidemos esto -dijo el profesor con tono cansado.
Lynn caminó hasta el pupitre junto a Will y se sentó, mientras abría su mochila y rebuscaba dentro. Sacó una barra de pintalabios roja y se pintó los labios sorprendentemente bien, teniendo en cuenta que lo estaba haciendo a ciegas.
-¿Por qué llegas siempre tarde? -preguntó Will, con aire distraído.
-¿Por qué te importa?-contestó ella, imitando el aire distraído de Will.
-Curiosidad, supongo.
-La curiosidad mató al gató, señor Turner -dijo ella, garabateando algo en su libreta.
-Pero el gato tiene siete vidas -respondió Will.
-Touché.
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