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Capítulo 8: El largo regreso a casa (Parte 3)

⚠️ADVERTENCIA⚠️

Este capítulo contiene elementos sensibles como sangre, muerte, amenazas e insultos. Les recuerdo por las dudas que esta historia al igual que el resto de mis obras están clasificadas como contenido adulto por lo que si eres menor te recomiendo que no la leas, mucho menos si te afectan los elementos mencionados al principio de este mensaje.

Esta misma advertencia irá también para el comienzo del siguiente capítulo, no quiero problemas. Gracias.

Ahora sí, disfruten de la lectura 💖

Mangle observaba distraidamente hacia las pinturas en las paredes del pasillo por donde caminaba de la mano de su hija menor. Obras donde los nativos marionetas de la isla habían retratado sucesos importantes a lo largo de su historia, como su llegada a la isla y la boda que llevaron a cabo con su esposo en la playa. La capitana jamás pensó que terminaría llamando aquella isla su segundo hogar después de haber perdido el suyo hace tantos años. Se sentía honrada pero al mismo tiempo creía que no había hecho lo suficiente para merecer la generosidad y amabilidad de las marionetas además de ser amiga y casi hija de quien ahora los gobernaba como su jefe.

–¿En verdad tenemos que irnos mami?...—preguntó Jade con las orejas caídas trayendo su atención de vuelta al presente.

–Temo que sí—respondió su madre—, pero no estés triste hija, intentaremos volver el siguiente verano.

Los ojos dorados de la zorrita se iluminaron   con ilusión de volver a aquel lugar mágico.

–¿De verdad?—preguntó ella emocionada—¿De verdad volveremos?

–Posiblemente,—rió la albina—pero debes ser paciente. Planear este tipo de viajes no es sencillo, lleva su tiempo.

–¡Lo sé, pero enserio me gustaría volver! ¡Me encanta este lugar!

–A mí también, y voy a extrañarlo mucho. Pero tenemos que volver a casa. Tus hermanos tienen asuntos que atender al igual que tu padre y yo.

La pequeña inclinó la cabeza hacia un lado con curiosidad.

–¿Cómo cuáles?—preguntó ella.

–Bueno, Ben tiene que seguir con sus pinturas si desea presentarse en la academia de artes en París el próximo año—explicó su madre—y Bella desea tocar el piano en la próxima reunión familiar, así que, al igual que él, debe prepararse.

–¿Y tu y papá? ¿Qué deben hacer?

–Bueno, ocuparnos de la casa, tu padre debe seguir atendiendo sus negocios y yo...

De repente, la capitana se dio cuenta de que no tenía una respuesta interesante para su parte de la pregunta. Lo único que hacía en su vida en tierra era ver que la casa estuviera en orden, hacer listas de lo que hacía falta para luego enviar a sus sirvientes a por ellas o ir ella misma en casos especiales. También se encargaba de organizar cada cena o baile que tuviera lugar en su casa. Para ella no eran tareas excesivamente entretenidas pero eran parte del papel de ama y señora de la casa que había decido tomar desde que decidieron irse a vivir allí. Encontraba algo de diversión a la hora de organizar sus encuentros familiares con los viejos amigos y compañeros de tripulación de su padre y su propia familia pero cuando se trataba de sus vecinos debía cambiar todo a la hora de la planeación, desde los manteles del comedor hasta su sonrisa de bienvenida, que no podía ser la de alguien de su rango en el Red String, confiada y atrevida. No, sus gestos debían ser lo más correctos y elegantes posible, de modo que así sus invitados siempre la recordaran de la misma manera desde el momento en que entraban por sus puertas hasta la hora de salir.

–¿Mami?—la llamó su hija al verla callarse de pronto.

En ese momento, la capitana decidió cambiar de tema.

–Dime Jade...¿Te gustaría tener un hermanito?

La mirada de Jade se llenó de sorpresa ante la pregunta de su madre.

"¿Tendré un hermanito?", pensó.

–Verás—continuó su madre al no recibir respuesta de su parte—, tus hermanos ya han crecido mucho y tu padre y yo pensamos que...te gustaría tener otro compañero de juegos. Además de Orión, claro.

–¡Me encantaría!—sonrió la zorrita pirata.

–Bien, entonces puedo confiar en que serás una buena hermana mayor, ¿cierto?

–¡Sí, seré la mejor de todas! ¡Lo prometo!

La capitana sonrió al saber que su hija estaba feliz con la noticia.

–¡Mangle!

Ambas se detuvieron para dirigir sus miradas hacia atrás, donde la voz del capitán las llamaba.

–Las estaba buscando—dijo Foxy—, ¿están listas?

–¿Es verdad que tendré un hermanito o hermanita papi?—preguntó de inmediato la pequeña apegándose a sus piernas.

El pelirrojo miró a su esposa, quien le guiñó un ojo, buscando su complicidad en el asunto.

–Es posible—respondió el capitán sonriendo—, ¿te emociona hija?

–¡Mucho, voy a ser su mejor hermana mayor y le enseñaré todo sobre ser un pirata!

–Seguro que sí princesa—rió su padre acariciándole el cabello—. Ahora dime, ¿estás lista para el viaje?

–¡Sí!

Foxy le ofreció su garfio para que lo tomara.

–Bien, entonces vámonos. No podemos atrasarnos.

Jade asintió y con su mano libre sujetó el garfio de su padre. Así los tres se dirigieron al muelle de la isla, donde sus amigos y familia los estaban esperando junto a su nave. Al momento de su llegada, su tripulación los saludó desde la cubierta del Red String, listos para acatar sus primeras órdenes a la hora del embarcamiento.

–Siempre será maravilloso tenerlos aquí querida—dijo Mari tomando las manos de la capitana apenas llegó a su lado—, se que ya nos despedimos pero esperamos que tengan un buen viaje.

–Así es—dijo Puppet sujetando suavemente la cintura de su esposa—, en verdad los extrañaremos.

–Nosotros también,—respondió Mangle al borde de las lágrimas para luego abrazarlo también—gracias por recibirnos. Disfrutamos mucho estar aquí con ustedes.

–Hijo, despidete de Jade y los capitanes—dijo Mari a su hijo quien se encontraba parado junto a ella.

–Adiós tía Mangle, adiós tío Foxy, espero que tengan un buen viaje—se despidió el pequeño príncipe bajando la cabeza.

La capitana le agradeció con un abrazo mientras que su esposo le revolvió su cabello ligeramente al despedirse.

–Gracias cielo—dijo Mangle—. Cuídate mucho, sigue siendo un buen niño y no dejes que nadie vuelva a molestarte otra vez.

–Lo haré—asintió el príncipe decidido.

La pareja de capitanes miró a su hija menor quien seguía quieta al lado de su madre.

–Di adiós Jade—pidió Mangle suavemente.

La pequeña Jade se acercó a los jefes de la isla para abrazarles las piernas pues eran muy altos y no alcanzaba a llegar a sus hombros como le gustaría. Esto causó ternura en las marionetas, quienes se encogieron un poco solamente para corresponderle.

–Adiós tío Puppet, adiós tía Mari—se despidió Jade.

–Adiós linda—dijo Mari luego de darle un pequeño beso en la frente.

–Cuídate Jade—pidió el jefe de la isla acariciándole una de las mejillas—, se buena y siempre obedece a tus padres, ¿sí?.

Era tiempo para que los dos príncipes se despidieran. Ninguno de los dos quería hacerlo a pesar de que, en el fondo, tenían esperanza de que un día volverían a verse. Cuando Jade se animó a iniciar el adiós primero sintió como si un nudo se hubiera atorado dentro de su garganta, impidiéndole hablar con confianza a quien ahora consideraba su amigo.

–Adiós Orión—murmuró apenas la zorrita pelirroja—...te extrañaré.

El príncipe también sufría extrañamente por aquella despedida, apenas llevaban solo unos meses de conocerse y sentía que todo había pasado tan rápido que necesitaba al menos un año más para decir adiós con tranquilidad.

–También yo Jade...—respondió desanimado.

–¿No se te olvida algo?—preguntó su padre.

El príncipe lo pensó por un momento, su padre tenía razón, en verdad olvidaba algo. Al ver como se acercaba en ella ella tomaba una de sus manos Jade inclinó las orejas con incomodidad. Sus ojos dorados lanzaron una mirada de advertencia hacia el príncipe. ¿Qué pasó con la promesa que le había hecho? ¿De verdad pensaba romperla en ese momento?
Orión sabía lo que estaba pensando al mirarlo de esa forma. Sin embargo, sonrió tranquilo hacia ella y en lugar de besarle la mano simplemente la atrajo hacia él para abrazarla de los hombros con fuerza. Jade pasó de estar incómoda a volver a sentir tristeza por su partida. Una sonrisa se dibujó en su rostro al devolverle el abrazo.
Luego de despedirse, ambos se separaron lentamente para ir con sus respectivos padres. Jade tomó la mano de su madre y empezó a caminar con ella y Foxy hasta el Red String cuyas velas ya se hallaban desplegadas y listas para zarpar.

Pero a mitad del camino, Jade cambió de parecer y al soltarse de la mano de su madre corrió de regreso hacia el príncipe, quien se sorprendió al verla volver.

–¿Jade? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?—preguntó Orión sin comprender la razón que la traía de vuelta.

–¡Olvidé darte esto!

La pequeña extrajo un objeto pequeño del bolsillo de su pantalón para luego entregarselo en la mano. Orión lo observó con atención y quedó asombrado al descubrir de quése trataba.

–...¿Tu moneda de oro?

–Ahora es tuya—declaró la hija de los capitanes—, así podrás recordarme cuando yo no esté aquí.

Las mejillas de Orión se sonrojaron ante su gesto. Era la primera vez que le daba un regalo y más siendo algo tan valioso para ella.

–Yo...¡N-No puedo aceptarla Jade!—balbuceó extendiendole la moneda sobre sus manos para que la tomara—¡Es tuya!

Su amiga sonrió y se negó a tomarla mientras apartaba el obsequio.

–Ya no más—sonrió ella—, te la regalo.

–Pe-Pero...

El temor que el príncipe sentía por no saber qué hacer en ese momento lo llevó a mirar a su padre en busca de ayuda. El jefe de la isla sonrió hacia él y alzó la cabeza con orgullo para luego decir las siguientes palabras:

–Un regalo es un regalo, hijo mío.

Orión regresó su mirada al objeto dorado entre sus manos que resplandecía ante la luz del sol. Pensó en las palabras de su padre y entendió que era cierto, que no estaba mal aceptar aquel obsequio si su amiga se lo daba.

–...Gracias Jade, la cuidaré muy bien—prometió el príncipe.

–Lo sé—dijo Jade regalándole una última sonrisa que lo hizo sonrojarse de nuevo—...Adiós Orión.

La pequeña se dio la vuelta para correr hacia sus padres, quienes sonreían orgullosos por su gesto hacia el príncipe. Cuando la tripulación soltó las amarras y el viento comenzó a empujar las velas de Red String Jade miró hacia la costa y saludó al príncipe agitando su mano con una sonrisa. Orión le devolvió el gesto con las mejillas sonrojadas. A pesar del pésimo comienzo que habían tenido, la zorrita se había vuelto especial para él y ahora que se marchaba empezaba a sentir nuevamente ese vacío que generaba la soledad en su interior.

–Adiós...Jade...—murmuró con los ojos húmedos por las lágrimas.

La familia de marionetas se quedó en el muelle, viendo como el barco de los capitanes se alejaba cada vez más de la isla hasta volverse un punto casi invisible en el horizonte.

–Siempre me sentiré mal al verlos partir...—suspiró Mari.

–Yo también—respondió su esposo—, pero así son las cosas. Espero que puedan venir el siguiente verano.

Pasado un rato, la pareja de marionetas decidió que era la hora de marcharse. Sin embargo, cuando el jefe de la aldea se dio la vuelta fue detenido en su andar por un jalón suave de su hijo.

–¿Orión? ¿Qué pasa hijo?

El príncipe desvió su mirada triste hacia el océano que se llevó a su amiga.

–¿Enserio crées que podrán hacerlo papá?

Puppet no sabía cómo responder a su pregunta sin inquietarlo, pero entendía cómo se sentía así que decidió hacer lo mejor que pudo para mantener la esperanza en su corazón.

–El mar no es lugar para cualquiera hijo—le dijo sonriéndole con sinceridad—. También tengo miedo, pero estoy seguro de que estarán bien, los capitanes son valientes y no se dejarán vencer por nada ni nadie.

Orión dudó por unos momentos pero al final decidió confiar en lo que su padre le decía. Con una última mirada a la extensa masa de agua turquesa, ambos se alejaron lentamente de muelle para reunirse con Mari y caminar juntos de regreso a su hogar en la aldea de las marionetas.

...

A medida que pasaba la tarde, los colores del atardeceder comenzaban a pintar el cielo. Jade miró hacia las nubes y suspiró mientras volvía a apoyar su cabeza entre los brazos. La pequeña se sentía aburrida y desanimada, toda su familia estaba ocupada asegurándose de hacer todo lo necesario para mantener el curso del viaje mientras que ella no tenía nada que hacer allí, más que estar quieta y mirar el cielo mientras hacía algún que otro nudo marinero con la cuerda que el primer oficial le había prestado.

–Capitán Botoncitos...—se dirigió a su amado peluche el cual estaba sentado en la tapa de un barríl cerca de ella—¿Crees que Orión siga triste porque me fui?

Lógicamente, no obtuvo ninguna respuesta por parte del zorrito de patas cocidas. Sin embargo, en su mente inocente elegió tomar ese silencio como una posibilidad.
De pronto, la voz de la capitana resonó entre las velas y llegó hasta ella como el fuerte golpe de un coco sobre su cabeza.

–¡Jade, aléjate del borde!—fue la orden que le dio su madre.

La zorrita obedeció rápidamente pero eso no la salvó de la reprimenda de la capitana cuando se acercó caminando hacia ella.

–Hija ya sabes que no puedes acercarte tanto a los bordes del barco, es muy peligroso.

–Lo siento mami...—respondió Jade bajando las orejas.

Mangle relajó su semblante estricto un momento, con sólo escuchar a su hija hablar tan bajo sintió que algo no estaba bien con ella y quiso intervenir para ver de qué se trataba.

–¿Qué te pasa cielo? ¿Te sientes mal?—preguntó examinando su rostro más de cerca.

–Estoy bien—respondió apenas su hija para luego agregar como pregunta—: ¿puedo ayudarlos a ti y a papá a dirigir el barco aunque sea un minuto? ¡Prometo hacer todo lo que me digan!

Mangle torció los labios insegura. Desde el primer día de su largo viaje había querido poner sus pequeñas manos sobre el timón, y aunque a su esposo no le molestaba enseñarle a usarlo ella seguía creyendo que aún no estaba lista. Sus marineros sabían lo mucho que su hija quería ser pirata y siempre trataban de enseñarle algo nuevo cada día, mientras estaban ocupados o durante sus pequeños momentos de descanso. Así la menor se distraía, al menos por un rato. Sin embargo, había descubierto que mantener alejada a su hija de esa parte del barco solo la volvía más insistente.

–Jade...—suspiró tratando de buscar nuevamente el tono apropiado para hablarle—ya hemos discutido esto. Aún eres muy pequeña y podrías-

–¡Mangle!—la voz de su esposo la hizo voltear hacia el puesto de mando y tras realizar un gesto con la cabeza hacia atrás gritó—:¡Déjala que venga, estará bien!

–Pero-

La albina no tuvo tiempo a objetarle nada, pues su hija había disparado de su vista como una flecha hasta el castillo de popa mientras gritaba de felicidad a toda voz por la cubierta. Al llegar a donde aguardaba su padre, Jade se ubicó con mucho cuidado en el pequeño espacio que había entre él y el timón de la nave que conducía, sonrió maravillada al darse cuenta de la gran vista que poseía desde ese punto del barco. Podía ver absolutamente todo desde ahí.

–¿Ahora qué?—preguntó ansiosa alzando la mirada.

–Toma el timón con ambas manos y sostenlo con fuerza—indicó su padre.

La pequeña obedeció enseguida a sus órdenes, colocó sus manos sobre dos de las cabillas de madera oscura del timón y sonrió mientras esperaba las nuevas instrucciones. Foxy le guiñó un ojo a su esposa cuando la vio subir por la escalera del castillo de popa. Mangle cruzó los brazos sonriendo y rodó los ojos prometiéndose a sí misma regañarlo más tarde.

–Cuando estás navegando hija siempre debes mantener tus manos sobre el timón, de lo contrario perderás el control del barco y este empezará a inclinarse.

–¿Inclinarse?

–Sí, así—dijo para luego soltar el timón de repente.

Su demostración duró apenas cinco segundos pero fue suficiente para asustar y enfadar ligeramente a la tripulación y a su esposa.

–¡Foxy, ten más cuidado!—gritó Freddy desde el suelo luego de chocar su cabeza contra la barandilla—¡Con eso no se juega!

–¡Steven, vuelve a nivelar el barco antes de que te-Ahhh!

–¿Entendiste Jade?—preguntó el pelirrojo tranquilamente luego de obedecer las órdenes de su esposa.

–¡Creo que sí!—respondió Jade quién se había aferrado como chinche a sus piernas.

–Eso es, recuerda hija, es un objeto muy pesado y se requiere de mucha fuerza para moverlo. Tus ojos también deben mirar hacia adelante, pero no sólo en esa dirección. Al estar aquí, tienes que vigilar tantos lados como puedas. Dime, ¿hacia qué lado estoy mirando ahora?

La pequeña se tomó unos segundos para pensar, no quería equivocarse en su respuesta.

–...¿Proa?—contestó tímidamente.

–Correcto—dijo su padre.

–¡Sii!

–Ahora mira a tu madre, ¿de qué lado del barco está ella?—preguntó el capitán para luego advertir a modo de juego a su esposa—: ¡Sin trampas querida!

–¡Oh, me ofendes!

Jade miró hacia ella y pensó, pensó con mucha fuerza para no decir nada más que no fuera la respuesta correcta, pues de su rendimiento dependería su posición como capitana en el futuro.

–Mmm...¿la izquierda?—respondió nuevamente con algo de inseguridad.

–Sí, pero ese lado tiene otro nombre. ¿Sabes cuál es?

La pelirroja bajó las orejas apenada y negó con la cabeza, sabía que los costados del barco tenían nombres especiales pero en ese momento no lograba recordar uno de ellos.

–Babor—continuó su padre—, es el costado izquierdo del barco. Si tu madre estuviera del lado contrario entonces estaría en-

–¡Estribor!—respondió ella sonriendo alegremente al recordar.

–¡Esa es mi niña!—la felicitó su padre haciéndola reír de la emoción—Cuando volvamos a casa tu madre y yo te enseñaremos más cosas, como a leer las estrellas, las corrientes marinas, asegurar el viento-

–Suena difícil...

Foxy rió entre dientes al escucharla decir eso, le recordaba mucho a él cuando su tío le enseñaba sus técnicas de navegación.

–La navegación es una ciencia y un arte hija—explicó él—, lleva tiempo aprender todo sobre ella. Pero no es imposible si te lo propones. Recuerda, siempre cree en ti. Si lo haces, podrás lograr cualquier cosa.

–...¿De verdad?—preguntó la menor con ojos esperanzados.

–Claro que sí. Ahora dime, ¿cuál es el nombre océano que tenemos que cruzar para llegar a casa?

–Mmm...¡Ya sé, el atlántico!

–Correcto, ¿y que tan fría crees que está el agua?

–...¿Muy fría?

–No tanto, estamos empezando el otoño pero el agua aún sigue siendo cálida por aquí. Se volverá más fría a medida que avancemos.

Jade asintió tratando de no olvidar esa información que consideraba valiosa para su futuro. En un momento miró al cielo y descubrió que entre las grandes nubes lilas algunas estrellas empezaban a asomarse con su brillo, anunciando la pronta llegada de la noche.

–¿Quieres ver las estrellas más de cerca hija?—le preguntó el pelirrojo al darse cuenta que sus ojos ya no miraban hacia el frente.

La pequeña asintió a su pregunta con suavidad. Su padre miró a la capitana e inclinó la cabeza hacia su cinturón, indicándole que extrajera el objeto deseado para su hija. La albina asintió y tomó el catalejo atado para luego entregarselo a su hija.

–Aquí tienes cielo, sólo recuerda no acercarte mucho a los bordes.

–¡Sí mamá! ¡Gracias papi!

–De nada princesa, disfrútalo.

Jade se alejó de ellos moviendo su cola para luego irse a ver las estrellas a la cubierta, donde el resto de la tripulación la observó con ternura. Mientras tanto, en el puesto de mando, Mangle se acercaba a su esposo para besarle una de sus mejillas mientras le susurraba:

–Eres terrible, pero también un buen maestro.

El capitán entrelazó su cola roja con la suya y sonrió divertido inclinando su cabeza hacia ella.

–Gracias, hago el intento—respondió.

La albina se quedó allí con él, abrazada a uno de sus brazos y mirando a su hija desde lejos. Jade seguía en la cubierta mirando las estrellas, cada vez que veía una nueva su cola se agitaba de la emoción haciendo sonreír aún más sus padres.

...

–Foxy...¿crees que soy una buena madre?

El capitán se giró para mirar a su esposa apoyando su codo sobre la almohada donde descansaba junto a ella bajo la oscuridad. Desde ese ángulo podía admirar la perfección de su piel y la angustia que se escondía tras sus bellos ojos dorados.

–¿Aún dudas de ello?

–Es que...no dejo de pensar en el último sueño que tuve—le confesó ella aferrándose a la sábana con una de sus manos—. Tengo miedo de que se vuelva realidad.

Sirviéndose del filo de su garfio, el pelirrojo apartó uno de los mechones rebeldes de su flequillo blanco. Mangle cerró los ojos por un momento, el frío del metal le daba escalofríos, no por miedo o incomodidad, de hecho, sus roces la hacían sentir relajada.

–Maggie—la llamó el pelirrojo con suavidad adoptando el acento francés que lo había acompañado a lo largo de su juventud en París—, desde que los gemelos y Jade llegaron a nuestras vidas te has dedicado enteramente a cuidar de ellos. Les has dado un hogar, educación, seguridad y amor. Y a pesar de todos los problemas que vivimos sigues haciendo todo eso y más por ellos, si eso no es ser buena madre entonces no sé que puede ser.

La albina sonrió ligeramente sonrojada ante sus palabras. Saber que su esposo seguía pensando lo mismo sobre ella la hacía sentir muy feliz.

–No sigas dudando de ti misma, te amo y no soporto verte de esa forma.

–...Lo sé—murmuró ella—, lo siento.

–No te disculpes, solo confía. Tenemos una familia hermosa y es todo gracias a ti.

–También es gracias a ti,—insistió la albina—me diste la clase de amor que siempre he querido en un matrimonio, me diste la felicidad que tanto necesitaba, me diste a una hija hermosa y brillante...Me lo diste todo Foxy.

–Y volvería a hacerlo mil veces más, créeme...

La capitana sonrió, tomó el rostro de su amado con suavidad y se estiró para besarlo. Foxy pasó de estar acostado junto a ella a estar encima en menos de un segundo. Ambos rieron en medio de aquel beso tan dulce, sintiéndose tan enamorados como la primera vez. Al quedarse en silencio, la capitana observó su rostro y reparó la mirada en el costado vacío donde debería estar su ojo derecho.

–¿Qué pasa?—preguntó Foxy.

–...Tu ojo—murmuró Mangle acariciando aquella parte de su rostro cubierta por su cabello—...nunca debí...

–Éramos enemigos, Mangle—le recordó él suavemente—. Fue hace mucho tiempo.

–Lo sé, pero...aún así no estuvo bien. Lo siento.

El capitán sonrió, tomó su mano y la besó en la muñeca. Era la tercera vez que se disculpaba con él por ese asunto y parecía que nunca terminaría de hacerlo.

–Ambos fuimos idiotas en esos tiempos, tu querías escapar de tu pasado y yo sólo quería olvidarte—declaró Foxy—...pero eso ya pasó. Lo único que importa es quiénes somos ahora, ¿comprendes?

–Sí...tienes razón.

–Vamos, hay que dormir.

Su esposa estaba de acuerdo con él, llevaban pocas horas de viaje y aún les quedaban muchos días en el océano. Regresó a su lugar al lado de ella y se quitó el garfio para luego dejarlo sobre la mesa al costado de su cama.

–Buenas noches cariño—murmuró Mangle para luego dejar salir un largo bostezo—, te amo.

Foxy sonrió mientras la veía acomodarse sobre la almohada hasta cerrar sus ojos. Antes de irse a dormir se inclinó hacia ella y la besó en la frente murmurando su respuesta.

...

En medio de la paz de la noche, un sonido proveniente del exterior provocó que una de las orejas del capitán se levantara de repente mientras dormía. Foxy alzó la cabeza confundido hacia la puerta de la habitación. Luego de dudar unos segundos, decidió salir a investigar de qué se trataba y empezó a vistirse lo más rápido que pudo. Debía ser silencioso pues no quería despertar a su esposa.
Mientras cerraba la puerta al marcharse, la albina se removía un poco molesta entre las sábanas. Afortunadamente para él, no llegó a despertarse.

Fuera de su camarote, Foxy comenzó a recorrer la cubierta con la mirada mientras afirmaba el agarre de su espada en su única mano. Esa noche, el barco estaba rodeado por una intensa niebla, lo que hacía aún más complicado ver en la oscuridad. Sin embargo, esa niebla no era rival para su sentido del oído, podía escuchar perfectamente los ronquidos de Freddy desde allí.

Trató de concentrarse para ver si así lograba escuchar al causante de aquel sonido que lo había despertado. Luego de unos segundos sus orejas captaron un quejido suave cerca de él. Avanzó con cuidado hasta su lugar de origen y al llegar su mirada se llenó primero de sorpresa y después seriedad. Ante él estaba nadie más ni nadie menos que su hija menor, enredada en un manojo de cuerdas que la tripulación usaba para que el mar no los arrastrase fuera del barco durante las tormentas. La niña iba descalza y entre las pocas prendas que llevaba puestas esa noche estaba su pequeño camisón blanco y la manta color tierra que usaba para cubrirse en su cama a la que ahora había decidido usar como un manto protegerse del frío.

–¿Jade? ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Deberías estar en la cama!—reprendió su padre en voz baja.

La zorrita bajó las orejas avergonzada mientras trataba de liberarse del enriedo en el que se había metido.

–Lo siento papi—se disculpó cerrando la manta sobre su cuerpo—, es que perdí a Capitan Botoncitos y me tropecé con las cuerdas mientras lo buscaba.

El pelirrojo sacudió la cabeza en negación y se agachó para ayudarla.

–Hija no deberías estar aquí a esta hora— dijo él luego de quitarle de encima la última cuerda—, está oscuro y es muy peligroso. Si tu madre se entera-

–¡Por favor papi,—lo interrumpió la zorrita sujetando sus brazos con sus pequeñas manos—ayúdame a encontrarlo! ¡No puedo dormir sin él!

Foxy estaba determinado a decirle que "no" y llevarla a su cama de inmediato. Pero al mirarla a los ojos de pronto se sintió incapaz de ello.

–...Está bien princesa—le dijo luego de suspirar profundamente—, te ayudaré. Pero escucha bien lo que te digo, debes mantenerte cerca de mí en todo momento y no hacer ningún ruido fuerte. ¿Entendido?

La menor asintió y se levantó para continuar la búsqueda de su amado peluche junto a él.

–Será difícil encontrarlo y más con esta niebla—le dijo Foxy tomando su mano—. Aún así, lo intentaremos. Pero si no tenemos suerte en los próximos minutos tendremos que seguir la búsqueda mañana, ¿lo entiendes?

Al no recibir una afirmación por parte de su hija, Foxy bajó la mirada hacia ella, así descubrió que Jade ya no lo miraba a él. No, sus ojos inocentes y curiosos se habían concentrado en un punto a lo lejos.

–¿Qué es eso de allá?—preguntó ella apuntando hacia babor.

El capitán caminó junto a su hija hacia la dirección que le señalaba hasta que los dos se toparon suavemente con la barandilla del Red String. Jade se puso de puntitas y trató de mirar a través de la niebla sin acercarse demasiado pues estaba segura de haber visto algo flotando sobre el agua.

–...¡Ahí!—señaló de pronto a la silueta negra que se hallaba al otro lado.

Foxy se quedó helado al ver hacia el océano, al principio pensó que su hija había visto una especie de isla, pero cuando vio las enormes velas y el pedazo de tela hondeando sobre el mástil el capitán supo que estaba terriblemente equivocado.

–Jade...Vamos, te llevaré a tu cama.

–¡Pero quiero ver!—protestó su hija alzando un poco la voz.

–Sin discusiones jovencita—la calló su padre—, vamos.

Foxy la cargó como pudo entre sus brazos y se dio la vuelta para llevarla de regreso hasta su camarote. Mientras caminaba, el pelirrojo trataba de pensar en cómo le explicaría la situación a su esposa sin asustarla.
Tras dejar a la pequeña Jade segura en su cama, el capitán despertó a los gemelos y les pidió que se quedarán con ella hasta nuevo aviso. Luego subió nuevamente hasta su camarote donde su esposa seguía dormida.

–Mangle...—murmuró agitando uno de sus brazos con suavidad—querida despierta.

Los ojos de la albina parpadearon con pesadez antes de abrirse por completo.

–¿Foxy?

–Tenemos un problema—dijo el capitán.

En ese momento, la capitana comenzó a asustarse, algo no andaba bien, podía sentirlo con solo mirarlo.

–¿Qué sucede?—preguntó aferrándose a sus hombros—¿Son los niños? ¿Les pasa algo?

–No no, ellos están bien—le aseguró su esposo.

–¿Entonces qué pasa?

–Solo...ven conmigo, ¿de acuerdo?.

–¡No, no hasta que me expliques!—exigió la capitana.

Foxy se tomó un tiempo para aspirar y al liberar el aire de su boca dejó salir la verdad que tanto temía contarle.

–...Está bien. Hay un barco afuera.

...

–Esto no es bueno—dijo Golden, el vigía,  resguardando a Chica entre sus brazos.

–¿Qué haremos ahora?—murmuró la cocinera.

El capitán del Red String no sabía qué decir, estaba ocupado observando la misteriosa nave con su catalejo. Desde allí podía ver algunas lámparas encendidas, pero ningún ser humano rondando por la cubierta. De pronto alzó la vista hacia la bandera, tenía el diseño de lo que parecía una calavera felina muy grande y dos espadas cruzadas hacia abajo.

–"Sin duda son piratas..."—pensó.

–¡Esto es imposible!—gruñó el primer oficial—¡Nadie además de nosotros conoce esta parte del océano!

–¿Realmente crées que nos siguieron, Freddy?—preguntó Bonnie—Ya los habríamos avistado en algún momento.

–¿Qué otra razón habría?

–Tal vez están perdidos—sugirió Toy Freddy frotándose la cara debido al sueño.

–O decidieron descansar para seguir viaje al día siguiente como nosotros—dijo Toy Bonnie.

Mientras su tripulación discutía, Foxy miraba de reojo a su esposa, quien tenía la vista clavada sobre el misterioso navío. Su cuerpo temblaba bajo el sobre todo azul que llevaba puesto. Sus manos se aferraban a la tela mientras que las ondas de su cabellera albina se balanceaban sobre el viento. El miedo y la ira se mezclaban en el brillo de sus ojos dorados bajo la luz de la luna.

–Deberíamos tomar viento rápido antes de que la niebla se disipe...—opinó Freddy de brazos cruzados contra la barandilla.

–Pienso lo mismo—respondió Bonnie.

El resto de los marineros parecían estar de acuerdo con la propuesta del primer oficial. Solo faltaba el voto final de los capitanes.

–Creo que irnos ahora es lo más conveniente—dijo Foxy buscando la atención de su esposa—, aún es de noche y la niebla sin duda nos dará ventaja.

Mangle desvió la vista hacia él, sabía que huir era la única opción que tenían pero estaba asustada.

–Sí...vámonos—asintio sonriendo débilmente, tratando de mostrar seguridad ante la tripulación.

–Ya la oyeron muchachos—dijo el capitán—, salgamos de aquí.

–Esta noche promete ser muy larga—suspiró la cocinera—, iré a calentar algo de agua, creo que ya es hora de aprovechar los granos de café.

Los otros marineros retomaron sus puestos rápidamente, dispuestos a realizar las maniobras necesarias para desaparecer de ahí lo más pronto posible.

–No te preocupes querida—murmuró Foxy mientras abrazaba a su esposa—, todo va a estar bien.

–¿Por qué Foxy?—sollozó Mangle aferrando sus uñas a su camisa—¿Por qué ahora?

–Sé que estás asustada, pero te necesito ahora. Tenemos la oportunidad de huir sin que nos vean, debemos aprovecharla.

Mangle intentaba creer en él con todas sus fuerzas. Sin embargo, el saber que sus hijos estaban ahí con ellos lo hacía todo aún más difícil para ella.

–...¿Y si no lo conseguimos?—sollozó alzando la vista—¿Y si nos atacan?

–Jamás permitiré que suban abordo—declaró el capitán—, antes los hundiremos a cañonazos.

–¡Capitán!

La pareja se separó un momento para dirigir su atención al primer oficial.

–Todo está listo—anunció Freddy.

–...Iré con los niños—dijo Mangle a su esposo—, quiero ver cómo están.

Foxy asintió y la dejó ir. Tanto él como Freddy siguieron su figura con la misma mirada de angustia hasta verla desaparecer bajo la cubierta del barco.

–No podemos fallar esta vez Freddy—dijo el zorro entre dientes con la vista clavada en su misterioso enemigo.

–Descuide capitán, no lo haremos—le juró el primer oficial.

En su camino a los camarotes donde descaban sus hijos, Mangle sintió que el barco había comenzado a moverse. El suelo y las paredes de madera rechinaban al mecerse de un lado al otro, haciendo que sus piernas se tambalearan al caminar.
Buscó primero a los gemelos pero al llegar a sus habitaciones descubrió que sus camas se hallaban vacías.

"¿A dónde se fueron?", se preguntó confundida desde el umbral de una de las puertas.

De pronto, una de sus orejas se inclinó hacia el sonido de unas voces detrás de ella.  La capitana las siguió y a medida que avanzaba por el pasillo iluminado por lámparas aceite, empezó a reconocer las voces de Jade y los gemelos. Sus orejas la guiaron hasta la puerta del camarote donde dormía su hija menor. Por un momento, se sintió aliviada de que los tres estuvieran ahí juntos, riéndose y jugando.
Pero entonces, recordó la razón que la había llevado hasta ellos esa noche y el temor se apoderó de ella una vez más. Atravesó ansiosa las puertas del camarote siendo recibida de inmediato por las miradas confusas de sus tres hijos, quienes se hallaban sentados junto a su hermana menor en su cama.

–Los estaba buscando—explicó la albina cerrando la puerta detrás de ella—, ¿por qué trajeron sus espadas?

Los gemelos se miraron entre ellos, nerviosos de responder.

–Papá nos pidió que lo hiciéramos...—respondió Bella.

–Dijo que había un barco afuera—continuó Ben—y que debíamos preparnos por si...

El joven no se animó a terminar su oración, se sentía muy inseguro en ese momento. Un silencio incómodo y angustioso se instaló en la pequeña habitación iluminada por el calor de una lámpara que colgaba sobre la pared junto a una ventana circular. La niebla en el exterior impedía toda vista del cielo y las estrellas, algo que sin duda ponía a la menor de los niños aún más nerviosa. La idea de encontrarse un barco misterioso afuera la había emocionado por un momento, pensaba que pronto habría una batalla y que ella estaría ahí ayudándolos a todos. Sin embargo, al ver las miradas en los rostros de sus padres y hermanos supo que aquella aventura tal vez no sería tan divertida como lo había imaginado.

–¿R-Realmente estamos en peligro mamá?—preguntó inclinando sus orejas asustada.

Los ojos de su madre se humedecieron al escuchar el temblor en su pequeña voz.

–...A-Aún no lo sabemos Jade—respondió al sentarse junto a ella para luego abrazarla— Pero no te preocupes, ninguno de ustedes. No importa quienes estén dentro de ese barco, su padre y yo jamás dejaremos que los dañen.

La zorrita asintió lentamente escondiendo el rostro entre sus brazos.

–Hay mucho movimiento arriba—alertó Ben apuntando la cabeza hacia el techo.

Mangle y sus hijas lo imitaron, arriba no se oían más que varias pisadas y murmullos inentendibles de la tripulación. Se quedaron ahí escuchándolos por un momento hasta que, de pronto, una voz grave y lejana se levantó sobre las olas, ordenando el ataque. Los ojos de la capitana y sus hijos se agradandaron con terror, sabían que no era la voz del capitán a quien ellos querían y eso los dejó paralizados.
Lo siguiente ocurrió muy rápido. El barco dio tal sacudida que los lanzó a todos fuera de la cama. Afuera las explosiones continuaban una tras la otra, Jade se había puesto a llorar debido al fuerte sonido de los cañones. Mangle apretó los dientes con furia y tras lograr ponerse de pie ayudó a sus hijos a hacer lo mismo. Los gemelos quedaron de espaldas a la pared, aferrándose a sus sables mientras miraban hacia arriba.

–¿¡Qué  vamos a hacer ahora?!—gritó Ben.

–¡Vamos a morir!

–¡Mami tengo miedo!

–¡SILENCIO YA LOS TRES!

Aunque Jade seguía sollozando entre los brazos de su madre, Ben y Bella obedecieron al instante.

–Ahora escúchenme con atención...—les pidió ella, su voz era casi anaudible bajo el sonido de los cañones—es hora de poner a prueba su entrenamiento. Deben quedarse aquí, protegerse a sí mismos y a su hermana como sea necesario.

Los gemelos tardaron en asentir a sus órdenes. Habían pasado más de ocho años entrenando, días y noches repitiendo los mismos movimientos y perfeccionando sus técnicas de combate. Sin embargo, la idea de tener que enfrentarse a enemigos en una lucha real por la supervivencia seguía aterrandolos tanto como a sus nueve años.

–Jade...voy a bajarte ¿sí?

–¡NO! ¡No me dejes! ¡Tengo miedo! ¡Llévame contigo por favor!

La albina dejó a su hija en el suelo donde la tomó del rostro para hablarle directo a los ojos. Tanto su mirada como la de ella estaban empapadas por las lágrimas.

–Sé que estás asustada—habló suavemente mientras trataba de sonreír para ella, buscando tranquilizarla—, pero debes entenderlo. No puedo llevarte conmigo, es muy peligroso.

–...P-Pero...

Su madre volvió a abrazarla, tan fuerte como nunca antes lo había hecho. Las orejas de ambas se inclinaron con incomodidad y tristeza ante las explosiones y los gritos que sonaban desde el exterior.

–Necesito que me prometas algo—pidió la albina con voz débil—...que harás todo lo que tus hermanos digan mientras yo no esté aquí. Si te dicen que guardes silencio, te quedarás tan callada como un ratón. Si te dicen que te escondas, te quedas bajo tu cama hasta que ellos digan que es seguro salir...y si te dicen que corras entonces no mires atrás. Corre, busca un lugar silencioso donde nadie estés segura y donde nadie pueda encontrarte, y quédate ahí hasta que todo haya acabado. Prométemelo hija.

Jade sabía que tenía que irse pero algo en su interior le gritaba y advertía que si la dejaba ahí quizás nunca la volvería a ver, ni a ella ni a su padre.

–...Lo prometo.

Mangle se apartó un poco de ella para mirarla de nuevo a los ojos. Secó sus lágrimas con los dedos y con una voz y sonrisas tan frágiles como el cristal la felicitó diciendo:

–Esa es mi niña valiente.

Antes de irse, la capitana decidió abrazarlos a los tres por última vez. Sus hijos aceptaron la despedida a pesar del miedo y la tristeza.

–Los amo niños...

–Lo sabemos...—sollozó Bella.

–También nosotros...—respondió su hermano.

Al separarse de ellos, Mangle se secó las lágrimas y les dedicó una sonrisa que logró mantener hasta el momento de darse la vuelta y cerrar la puerta. Sin embargo, Jade no lo soportó por mucho tiempo. Se desprendió de los brazos de su hermana y corrió hasta la entrada donde empezó a golpear la puerta con todas sus fuerzas mientras gritaba desesperadamente:

–¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO TE VAYAS! ¡NO ME DEJES! ¡QUIERO IR CONTIGO POR FAVOR! ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡MAMAAAAAAAAAAAA!

De espaldas a la puerta, mientras oía cómo los gemelos luchaban para reconfortarla y lograr que se alejara de la puerta, su madre apretaba los dientes tratando de contener las lágrimas que amenazaban con mojar su rostro. Mangle miró hacia arriba, donde el sonido de las espadas chocándose entre ellas se volvía cada vez más intenso. Respiró profundamente y se retiró de allí en silencio, dispuesta a descuartizar a quien hubiera tenido la brillante idea de atacarlos esa noche mientras sus hijos estaban abordo.

En mitad de su camino a la trampilla que la conduciría hasta la cubierta, su camino fue frenado por la aparición de tres hombres mitad gato cuyas sonrisas se alargaron al verla.

–¡Miren nada más! ¡La realeza pirata en persona!—celebró fingidamente uno de ellos señalándola con su espada.

–¡Creímos que estaría arriba cortando cabezas!

–¿Qué estaba haciendo aquí tan solita? ¿Escondiendo a sus crías tal vez?

El grupo de piratas rió ante la ocurrencia mientras se acercaban muy despacio hacia ella. Aún cuando su sangre hervía como una hoguera ante el deseo de aquellos hombres por lastimar a sus hijos, la capitana mantuvo su postura y sonrió desafiante hacia ellos.

–Ya que lo mencionas, sí—respondió sujetando el mango de su propia espada, lista para desenvainarla en cualquier momento—. Pero dudo mucho que esos cerebritos de alfileres suyos puedan ayudarlos en su búsqueda.

Dos de sus enemigos se mostraron ofendidos por su comentario e intentaron atacarla. Sin embargo, el hombre que iba al frente los detuvo alzando su brazo. Mangle lo observó avanzar hacia ella completamente desinteresada mientras azotaba su cola vulpina contra el suelo, dejando en claro su irritación hacia él.

–Si lo desea—ofreció su oponente adoptando un tono seductor—, podríamos dejarla vivir a cambio de-

La risa de la albina lo cortó en mitad de su propuesta.

–Qué adorables—sonrió la capitana divertida paseándose frente a ellos—, pero tengo cosas importantes que hacer arriba y ustedes pulgosos están en mi camino. Así que les daré dos opciones...o corren a decirle al imbécil de su capitán que se largue ahora mismo de mi barco llevándose a cuantas basuras haya traído...o los tres se mueren aquí y ahora. Piénsenlo bien porque no pienso tener piedad con ninguno de ustedes.

–¡La única que morirá serás tu zorra!—gritó furioso uno de los gatos ofendidos previamente lanzándose a atacarla seguido por sus compañeros—¡A ella!

"Si así lo quieren..."

En menos de un pestañeo, el primero de los hombres que llegó hasta ella perdió su cabeza de un tajo, su sangre salpicó las ropas y el rostro frío de la capitana mientras su cadáver caía pesadamente en el suelo de madera. La cabeza decapitada rodó lejos y su caída hizo eco entre las paredes. El segundo del grupo soltó un alarido al sentir como una de las garras de sus brazos metálicos le atravesaba el pecho, sujetando su corazón palpitante para luego aplastarlo y lanzar el resto de su cuerpo lejos de ella. Finalmente, el último de ellos, quedó paralizado del miedo y en cuanto los ojos dorados de la albina se cernieron sobre él, sus piernas comenzaron a temblar.

–N-No...¡P-Por favor! ¡Perdóneme!—suplicó mientras trataba de alejarse de su mirada predadora.

Mangle sonrió con gracia al verlo tropezarse con sus propios pies y caerse de espaldas ante ella. Sirviéndose una vez más de uno de sus brazos metálicos, lo tomó del cuello para luego estamparlo contra el suelo tres veces. Segundos después, lo dejó caer y mientras el hombre se arrastraba adolorido sobre el ensangrentado piso de madera sus ojos se abrían cada vez más aterrorizados al ver cómo las garras de sus ocho brazos apuntaban directo a su cabeza.

–¡D-Déjeme ir por favor! ¡Piedad! ¡Avisaré al capitán y le diré que nos vayamos!

La capitana borró su sonrisa y la reemplazó por una mueca llena de disgusto mientras le apuntaba a la nariz con su espada. El brillo de sus ojos dorados se mezclaba con la luz de las lámparas y el reflejo de la sangre en el suelo haciéndolos parecerse a dos llamas de fuego violentas y ardientes.

–Tarde—dijo ella enseñando sus colmillos—. Muy tarde.

Una de sus garras metálicas se lanzó sobre él, después una, después otra, y así lo hicieron las ocho cada vez más rápido hasta que su rostro se convirtió en un pozo de sangre y huesos destrozados. Luego de pintarse las mejillas con el líquido carmesí  que aún goteaba de su espada, la capitana siguió su camino hacia la cubierta. Lo único esperaba en ese momento era que Foxy y su tripulación siguieran aún con vida.

Continuará

Las cosas se pondrán feas para nuestros zorritos en el siguiente capítulo. Prepárense para llorar (o no...a este punto ya no se cuantos seguidores sensibles me quedan xd)

Se que dije que iba a publicar aquí las primeras 50 páginas de mi futura novela personal (la que estoy haciendo como proyecto de arte carrera) pero creo que me arrepentí...No es por ustedes, es que siento que necesita más pulido, quizás las publique el año que viene, tengo ideas que necesito anotar y revisar e investigaciones que debo hacer.

Por ahora los dejo con este capítulo que se los debía desde hace mucho. Espero les guste 💖

Bye 💖

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