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Capítulo 4: La luz detrás de la casa de enfrente.

Oscar y Marina terminan de comer un almuerzo abundante, y las risas surgen de ambos. Ella presume sus habilidades culinarias, que aprendió de muy chica "casi a la fuerza". A causa de convivir con su padre, que se encontraba siempre en ausencia y debía cocinar sola.


Aún así, en esas conversaciones banales, demuestra que se llevan bien como padre e hija. Ya que nunca discuten, y siempre bromean entre sí. Sin embargo, ese día, Oscar mira a Marina seriamente, y le pregunta.

- Hija, ¿Sabes por qué te pregunté acerca de las jaquecas?- Ella no demuestra gran reacción, aunque sí comienza a mirar al suelo. Su padre prosigue.

- Estos pocos días que pasamos en Villa Moras, noté cosas extrañas.

Se que me transfirieron por una gran encomienda de parte de la milicia.... - . Se detiene mientras comienza a frotarse sus cabellos ralos de color castaño. Con una expresión de dolor -Pero aún no recuerdo qué es lo que debía hacer en este pueblo.- masculla su padre, al paso de que su frente ceñida se pronuncia aún más, al fruncirse sus cejas, con expresión de preocupación.

- Pero, no entiendo Oscar, ¿Cómo es que no sabes que hacer ahora? Ves que fue una mala idea venir acá.   Volvamos a Borges, quiero ver a mi Mamá. Extraño la ciudad- Le reclama ella, en un tono quejoso.

Por más que Oscar es su padre, desde niña se acostumbró a llamarlo por su nombre. Al parecer, su vínculo con su padre siempre fue "horizontal". Por lo que nunca necesitó criar a su hija con disciplina, y eso llevó a tratarlo a él como "igual".

- Marina, no te preocupes, en el trabajo me aclararon cuál es mi labor aquí. Solo estoy un poco cansado. Y cuando quiero recordar algo de Borges, esa enorme ciudad... Me duele la cabeza.- Explica Oscar.

Marina iba a volver a insistir con el problema, pero el teléfono suena. Oscar contesta y responde a todo "Afirmativo". Al colgar, se dirige con rapidez al perchero, a buscar su chaqueta.

-¿Ya sales de nuevo al trabajo? - Pregunta ella mientras comienza a retirar los platos de la mesa.

- Sí, hija, es algo urgente... ¡Ah! y antes de olvidarme...
Me informaron que a partir de las 20:00 horas, hay toque de queda. Así que, no salgas por favor. - Le implora su padre con un gesto de plegaria, y luego procede a palparse los bolsillos. Marina se percata de lo que busca, por lo que le arroja las llaves de su automóvil.

- Tranquilo, no hay nada de divertido en Villa Moras. Eso sí, ¡Tráeme un chocolate por favor! He leído que así se estudia mejor...- Bromea. A lo que su padre reacciona con una mueca y la saluda con un ademán.
Marina se queda arriba, en su habitación y deja las horas pasar, escuchando su música favorita.

Pasadas las 20 horas, finalmente el cielo ya oscureció.

De repente, siente un extraño estruendo en la calle que le hace levantarse de la cama y mirar por la ventana.  

Desde su habitación, que es el ático, puede ver en ángulo de casi 180 grados, toda la esquina e intersección de las calles. Ella se encuentra justo en la manzana que está en frente al gran acantilado, que en algún momento fue el punto de reunión de los pesqueros del pueblo. Esos que hicieron famoso a este pueblo, (Eso lo leyó en un pequeño folleto que encontró tirado en el suelo del ático).
Sin embargo, todo ese lugar, ahora se encuentra cercado por vallas de acero. A una cuadra, se erige una gran torre de vigilancia. Y apenas se puede ver el mar que se hunde en el horizonte,  del otro lado de las rejas.

 Mientras observa el tranquilo mar, las luces del vecino de enfrente se encienden. Pero solo los del subsuelo. A Marina le llama la atención, lo bien cuidado que está el jardín de esa casa. Con pequeños arbustos, cuidadosamente podados, y con forma redonda, que cercan todo el edificio. Es la única casa que está sobre el acantilado, casi "suspendida" por la estructura de madera. Sin embargo, parece recientemente construida.

Marina está por volverse a jugar a ser gimnasta, cuando, nuevamente vuelve a oír un estruendo muy fuerte. Esta vez, y al mismo tiempo, una extraña luz se proyecta por detrás de la casa del frente.

-¿Qué raro? ¿Ya es de día?- Piensa Marina, mientras observa su reloj en la mesa de luz.
Pero la luz desvanece a los segundos. Como también la atención de Marina que se va hacia su pequeña biblioteca.

- Necesito nueva música, Ya. No puedo vivir en este silencio de campo, es horrible.- Se resigna Marina, mientras sigue revisando sus cassettes de ExZstars.

Lo que ella no se percató, es que desde una ventana, en el subsuelo de la casa del frente, un chico de su misma edad, la está observando.

Continuará...

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