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Capítulo 1: Bienvenidos a Villa Moras

En la carretera un auto se aproxima a mediana velocidad, lo rodea un paisaje de hectáreas verdes,  de puro campo e inhóspito.

Dentro del vehículo se encuentra una chica adolescente, pecosa, de ojos desorbitados, cejas prominentes y un semblante muy risueño.

También la acompaña un adulto de mediana edad con anchos hombros, rostro ceñido por la edad, pero una mirada que inspira confianza y paciencia. Se subraya paciencia porque supervisa con atención e instruye a la chica que maneja el sedán verde.

Ella responde sus indicaciones con gritos y risas nerviosas cada vez que el vehículo cruje al cambiar de marcha. A lo lejos, las luces de un peaje delineaban de un fuerte color rojo el tramo de ruta por el que aún quedaba por transitar, antes de llegar a la pequeña ciudad que se divisaba a causa de los últimos halos de luz del atardecer.

Detiene el auto con calma a la altura del puesto de vigilancia, aunque el hombre mayor desconfiado, no deja de sostener del freno de mano.

Dentro de la cabina, un oficial uniformado del ejército, le solicita a la adolescente que baje la ventanilla.

Ella asiente con una sonrisa y le dice: - Buenos días señor oficial, estamos regresando a casa. el adulto, la interrumpe cuando le pone una mano sobre el hombro y le masculla:

- déjame hablar con él...

- Buenos días, mi nombre es Oscar..- no puede terminar la frase porque siente algo extraño al pronunciar su nombre.

- Oscar Marte ¿Puede ser? - Completa la frase el oficial al revisar unos papeles dentro del puesto.

- Sí, correcto, soy Oscar Marte y ella es mi hija Marina-

- Afirmativo, el sargento general me avisó con anterioridad de su llegada-.

El oficial se asoma de la ventanilla para entregarle un sobre a Marina.

- Adelante, Pueden circular, Bienvenidos a Villa Moras-.

La valla se levanta automáticamente y Marina pierde cuidado al pisar el acelerador a fondo. <"Bienvenidos a Villa Moras" capital de la pesca> se lee en un mediano cartel al costado de la ruta; en él se observaba una ilustración de una esfera de cristal.

- ¡Mira! parece que aquí podremos atrapar un buen salmón-. Señala Marina, asomando el brazo por afuera de la ventanilla.

- Mira hacia adelante "Salmón"...  y ¡las manos sobre el volante por favor!– Le responde su padre con severidad pero sin levantar la voz.

Más adelante el camino se hacía angosto, anunciaba el comienzo de la calle principal. Atraviesan entonces, los últimos campos de verde trigo y cuando están a metros de los primeros edificios del poblado (que ahora se aprecian penumbrosos, bañados de un color ocre artificial y que refleja el alumbrado público en esas construcciones). Oscar le indica que estacione en la orilla del camino.

- Lo has hecho muy bien, con más práctica, te confiaré el carro para que asistas al colegio.- la felicitó.

- Espero poder viajar y visitar a mi madre  algún día con él . - Se lo dice a ella misma en voz alta y se cambia al asiento de pasajero.

Su padre la observa y sacude la cabeza. Se sienta en el asiento del conductor.

- Ya hablamos de eso. Solo son un par de años- Le dice Oscar y le acaricia el pelo con condescendencia.

Transitan la ciudad, cuyos edificios bajos dejan observar el cielo azul estrellado, que a pesar de la fuerte luz de los carteles de negocios que comienzan a encenderse de a poco, no se deja contaminar el paisaje estelar.

La vida nocturna transcurre dentro de los locales, mas no en las veredas, que parece casi desierto. Salvo por un par de niños que juegan a la pelota.

La calle principal se corta por una gran plaza, que en su centro se erige un monumento de una persona mayor, con camisa sobria, pantalones jean y zapatilla que pisa una gran roca ahuecada.

-Esto es deprimente papá. Son apenas las siete de la tarde y en Borges, una verdadera ciudad, podíamos encontrar recitales al aire libre en cada plaza- Se lamentaba Marina.

Su padre aún calmado le sonríe.

- ¿Es realmente importante tu trabajo acá, en el medio de la nada?-. Insiste ella.

Al escuchar eso, su padre guarda el sobre que le entregaron a Marina, en su bolsillo. 

Doblan con el auto hacia una calle angosta y siguen hasta alcanzar un lugar vallado. Que se ve  muy propio de zona restringida militar.  Allí limita un gran acantilado, muy pronunciado.  Siguen por esa calle bordeando la costanera del mar. Finalmente, se detienen frente a una casa grande de dos pisos y jardín.

- ¿Aquí vamos a vivir? Estamos al frente del mar, mis vecinos serán los peces... - Observa ella, y a continuación se fija en la casa de los vecinos de enfrente, mientras su padre comienza a descargar las valijas del baúl.

-¿Quiénes son los que viven al pie del acantilado? Es la única casa que parece no tener patio...- Su padre tironea fuertemente la guitarra que se había quedado atascada entre la rueda de repuesto y el poco espacio que tenía el baúl.

-Todo lo que tenga que saber me lo dirán en la sesión informativa de mañana, ahora ven Marina,  y ayúdame con tus cosas. - Le explica Oscar que se deja caer rendido al cesped del jardín por hacer mucha fuerza.

Marina ingresa a su nuevo hogar, corriendo con una pesada maleta en la mano, una guitarra sobre el hombro, y con todo junto, intenta subir las escaleras de madera dando pisotones.

Oscar entra después con el resto del equipaje, pero se detiene en la mesa del living para abrir rápidamente el sobre. "Se dirige esta misiva al oficial transferido Oscar Marte, placa 005635467. Anunciará su arribo al domicilio al número 5235 interno 1 y esperará las instrucciones para la sesión informativa a efectuarse a las 600 horas. Recomendaciones para la convivencia del bloque 1. "<> <> <>

Oscar al terminar de leer, dobla la carta y la suelta en la mesa. Su expresión se transforma en dolor y se aferra la cabeza. - Aaaaggh- ahoga un grito y decide sentarse rendido.

-Papá, no encuentro la maleta para los remedios. ¿Sabes donde está?  Es que me duele la cabeza y no hay nada en el botiquín del baño -Se escucha a Marina desde el primer piso, como grita haciendo berrinche.
-  No Marina y la verdad es que todavía queda equipaje por descender ¿Podrías ir hasta el baúl del auto y me buscas unos analgésicos? Yo también sufro...- Responde Oscar mientras seguía frotándose la sien.
Finalmente, cansados y con mucha jaqueca, ambos deciden dejar todo como está. Para así poder descansar.  Ambos se retiran a su respectiva habitación  y caen rendidos a sus respectivas literas. 

Continuará

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