Capítulo 6
Harold
Le he pedido un secreto y lo que obtuve por respuesta fue una mirada cargada de temor y tristeza, mucha tristeza.
Sin pensarlo llevó una mano a su vientre, reaccionando a los pocos segundos para apartarla, pero ya fue tarde: me percaté de su miedo.
Al parecer la pequeña Prescott oculta algo.
Intentó apartarse de mí y se lo impedí sujetándola con fuerza. La lluvia había cesado y no quería armar un gran show porque sé muy bien que las parejitas eligen estos rincones lejos de la mansión para pasar sus ratos de amor en las fiestas, preferí calmar a la pelirroja antes de llamar mucho la atención.
— Hay algo que tienes que comprender gatita, no me caracterizo por ser paciente y para nada soy igual de blando que mi hermano, el que por alguna razón tiene cierta debilidad por ti, así que tú decides cuando comenzarás a hablar. — Le aclaré acercándome a su rostro. Ella palideció por la cercanía o por lo que le dije.
— No tengo secretos, no hay nada que contar, no sé qué pretendes obtener de mí. — Dijo en un susurro, temblando. Realmente me tiene miedo a mi o lo que pueda llegar a averiguar.
— Algo turbio debes tener. Quizás algo como...no sé, por la forma en que tocaste tu vientre podría ser que esperas algo de mi pequeño hermano y al parecer no le has contado porque me enteraría si hay un Brown gestándose. — Lancé una suposición que aunque arriesgada, pareciera que logró dar en el clavo. En sus ojos presencié que mis palabras la afectaban, abrió y cerró la boca un par de veces sin decir nada.
Mi hipótesis era certera, el gilipollas de mi hermano la había embarazado.
Marina no me respondió. Lágrimas comenzaron a inundar su rostro y empezó a tiritar sin control. Si fuese cualquier otra persona tal vez me hubiera apenado por ella, pero además de mi falta de escrúpulos, mi atención no está centrara en ella y su drama en este momento, si ella está embarazada; ahora sí que tengo inconvenientes más graves que resolver.
Mi hermano había sido tan estúpido y descuidado como para generar dos problemas, tres si mis padres se enteran.
Y como siempre tenía que ser yo quien limpiara sus cagadas.
Marina
Escuchar la voz amenazante del mayor de los Brown fue una sorpresa para mí, así que terminé actuando como una idiota dejándole ver que escondo más que la horrible mierda que sé de ellos .
Sólo estoy segura de dos cosas:
No puedo dejar que el pasado me debilite.
Él no puede saber mis secretos.
4 Meses atrás,
antes del viaje
Un pequeño establecimiento nos daba la bienvenida a Taylor y a mí. Reynolds siempre fue un pueblo de poca variedad de locales, por lo cual aquel lugar donde hacían piercings y tatuajes no era la gran cosa, pero se encontraba higiénico y bien decorado.
Ty entró sin dudar haciendo sonar las campanitas que colgaban de la puerta, tiró de mi brazo dos veces hasta que me hizo ingresar también. Dentro, una sonriente muchacha nos esperaba algo entretenida con la escena.
—¡Bienvenidos! ¿Cómo puedo ayudarlos?— A pesar de la probable cara de pánico que traía yo, Ty me animó abrazándome por la espalda para que yo hablara.
—Y-yo ¡Hum!...nosotros queremos tatuarnos. — Le respondí nerviosa.
— ¡Genial ¿Son mayores de edad? — Los dos asentimos, no lo éramos entonces pero Ty había conseguido las identificaciones falsas más reales que yo había visto en mi vida, decían que teníamos veinte años y con ellas habíamos pasado a cada club del pueblo sin problemas. —Perfecto entonces, ¿Tienen pensado que se van a hacer? —
— Bueno, tenemos más o menos esta idea. - Le comunicó Taylor mientras le acercaba una hoja con nuestros diseños.
Llevábamos pensándolo algunos meses, pero al final nos decidimos en tomar un paso más en nuestra relación. Una muestra de nuestro amor en la piel, una marca que nos acompañaría toda la vida como recuerdo de cuán importante éramos el uno para el otro.
No importaba que los demás pensaran que era una ridiculez cursi, al parecer éramos ese tipo de pareja, y así estábamos bien. No me pude contener de cantárselo a Noe unos días antes y ella me reprochó tanto diciéndome que era algo para siempre, pero aún así, el amor que tenía por Ty rozaba la devoción y la creencia ciega de una eternidad a su lado.
Ty era el chico perfecto. Del tipo que te regala flores en cada ocasión que tiene, que te hace reír con una ocurrencia divertida cada día, que te besa como si se quedase sin aire, que te hace el amor como si se le fuera la vida en ello.
Y ahí estábamos, después de mucho debatirlo porque ninguno de los dos quería algo ostentoso, acordamos en tatuarnos en nuestras muñecas un pequeño corazón para mí y un arco y flecha para él.
Era mi primer tatuaje y aunque fuera pequeño estaba realmente nerviosa, Ty ya tenía otros en su cuerpo, por lo cual una pequeña flecha no era nada para él.
"Tu corazón siempre será el blanco a donde irán a parar mis flechas", recuerdo que me había dicho antes de entrar al local.
El ruido de la máquina me sobresaltó en un inicio y luego llegó el pinchazo.
Lo que sentí fue ese tipo de dolor que roza lo placentero, tan parecido al que sentía cada vez que Ty agarraba con fuerza mi cabello mientras hacíamos el amor.
El resultado fue perfecto, tal y como lo éramos nosotros.
— ¿Ves, pequeña? Al final no fue para tanto. — Decía mientras acariciaba mi mejilla. — Ahora te ves un poco más preciosa con ese pequeño detalle que te une a mi. — Me dio un pequeño y cariñoso pellizco y sonrió del modo que lo hacía ver como el chico más amoroso de todos.
— Júrame que esto va a ser para siempre. — Le dije en un tono supuestamente amenazante.
— El tatuaje puede que se desgaste con el tiempo, pero lo nuestro es inquebrantable. — Me respondió con una seguridad que asustaba
Unas semanas después
Desesperación...
Era la palabra que me definía en esos momentos. Tres semanas de atraso en el período, sumado al recuerdo de aquel sábado en la noche con Taylor luego de la emoción por el tatuaje a juego:
Nuestras respiraciones entrecortadas consumían nuestra alma, el sudor hacía que nuestros cuerpos resbalasen. Esa noche habíamos decidido probar la experiencia completa, sin protección alguna que arruinase las sensaciones. Quise entregarme a él sin ninguna barrera entre los dos, por más fina que fuera.
Y sí, la sensación no tuvo precio, pero el placer fue casi tan grande como nuestra total irresponsabilidad.
Tenía que salir de dudas así que era el momento de orinar en el palito.
¡ II putas rayitas!...
¡Mierda!
Estaba aterrada, mis padres no estarían muy contentos, diecisiete años no es la edad perfecta para ser madre. Adiós universidad, adiós fiestas, adiós vida.
Pero...bienvenido el futuro y la eternidad junto a Ty.
¿Que podía ir mal? ¿Un embarazo no planeado era realmente algo malo? Éramos la pareja perfecta, un amor profundo y sincero nos unía, asi que a pesar del terror, sabía que juntos nos apoyaríamos en esto.
No lo pensé dos veces y salí disparada para su casa a contárselo, a darle la sorpresa.
La casa de los Brown era impresionante, una de las más grande del vecindario, lujosa y con un aspecto moderno, grandes ventanales de cristal, un hermoso jardín adornado con las más bellas flores y una piscina inmensa que conocía muchas de nuestras travesuras...bueno, casi toda la casa lo hacía.
Al tocar el timbre rápidamente me recibió la empleada de la casa, una señora mayor de aspecto cansado, pero con una presencia excelente, tal y como la madre de Ty ordenaba: cabello recogido a la perfección (ni una sola hebra se le asomaba), uniforme negro con delantal blanco e impoluto.
Ya llevaba tiempo visitando la casa así que no la dejé pronunciar palabras y entré en dirección a la habitación de Ty, de antemano me imaginaba que sus padres no estarían en casa como ya era costumbre.
Pero esa vez algo era diferente, al pasar por el despacho del señor Brown escuché voces, la curiosidad me ganó así que me acerqué. Parecía que estaban discutiendo.
Iba a reanudar mi caminata cuando me asombró oír a Taylor en medio de aquella querella, así que pegué el oído a la puerta.
No me juzguen por chismosa, necesitaba saber qué preocupaba a mi chico.
— ¿Por qué tienes que ser tan imbécil? ¡Siempre tan inepto, Taylor! — Gritó furioso el señor George Brown.
— Ni siquiera consideraste lo importante que es para la familia. Estamos perdiendo tiempo y dinero. Esta vez me has decepcionado, no puedo defenderte. — La señora Olivia agregó indignada.
— Es tu responsabilidad hacerte cargo, lo sabes muy bien. Harold y tú serán los dueños de todo algún día y sus hijos seguirán nuestro legado, todo el que lleve nuestra sangre está destinado a esto. — Su padre le decía con orgullo.— ¡Es un honor para nosotros! Y quien no esté de acuerdo lo deberá pagar con su vida. ¿Hace falta que siempre te lo recordemos?— Amenazó el hombre.
— Les pido más tiempo, se ha complicado pero ya casi lo tengo solucionado. — Lo conocía tan bien, que sabía por su tono de voz que estaba nervioso.
— Otro error de este tipo y estaremos acabados. Hemos tenido muchas consideraciones contigo Taylor, quizás hasta hemos cometido el error de ser muy blandos. — Le gritaba su padre enfurecido. — Tienes veinticuatro horas para remediarlo, ni un segundo más. — Sentenció y se escucharon sillas moverse, seguido de murmullos de los padres.
Sentí que unos pasos venían hacia donde estaba yo. Sin embargo, me quedé congelada sin poder apartarme.
La puerta se abrió y quedé frente a frente con mi ángel que al verme tuvo que parpadear dos veces para convencerse de que era yo. Me miraba con temor.
Cerró la puerta con prisa para evitar que sus padres me vieran y me arrastró hacia su habitación.
— ¿¡Cuánto tiempo has estado escuchando!? — Me habló cerca del oído con una voz escalofriante.
— N-no, no he escuchado nada. — A penas pude contestar, no entendía qué estaba pasando o qué le preocupaba, lo poco que había oído no lo entendía para nada.
— Esto te costaría la vida, ¿Qué diablos haces aquí? — Se jalaba el cabello, me tomo del cuello y me estampó en la pared.
— Suéltame, ¿¡Qué te pasa!? Me estás haciendo daño — Le suplicaba con un hilo de voz.
La persona de la que me había enamorado ya no estaba.
Me soltó como si mi cuerpo lo quemara, tomé una bocanada de aire y tosí fuertemente, él movía su cabeza como queriendo aclarar sus ideas mientras yo apenas podía ver, las lágrimas me nublaban la vista.
— Marina, amor perdóname, no quise hacer eso, eres lo más preciado que tengo, yo te amo, pero no debiste haber escuchado. — Continuó. — Esto haremos: aquí no pasó nada. Tu no escuchaste nada, solo es producto de tu imaginación, un mal entendido tonto. — Pronunció lo más tranquilo que pudo. — Todo depende de ti nena, tú y tu familia estarán a salvo si no dices nada. — Su mirada me penetraba de una forma que me dió escalofríos. El instinto de supervivencia me decía que huyera.
Sin embargo, no entendía ni la mitad de las cosas que me decía, ¿Por qué mi vida correría peligro?, ¿Por qué me trataba de esta forma? Busqué fuerzas donde no las tenía, porque dolía como el demonio todo lo que estaba sucediendo.
—¡No sé qué mierda estás hablando! — Exclamé. — Pero si te preocupa tanto que yo sepa alguna cosa sobre ustedes, si no lo pensaste ni un segundo para arremeter contra mí de esta forma, entonces tú y yo no tenemos más nada que hacer juntos. — Dolía como el demonio, pero no podía dejar aquello así y nada más como pedía.
— Marina, yo no quería esto, jamás podría hacerte daño, pero si ellos se enteran... — No lo deje continuar. Hasta ahí llegaba todo.
— Quiero irme ya, no diré nada. — Contesté.
Salí lo más pronto que pude de ahí, llegué a mi casa corriendo y me encerré en mi habitación con seguro.
¿Por qué me tenía que pasar esto?
Problemas radicales necesitaban de soluciones radicales así que decidí que esta cosita que tenía en mi vientre no podía nacer, no ahora cuando toda mi perfección comenzaba a irse a la mierda.
Tenía unos ahorros guardados, nadie se enteraría. Noelia me comentó una vez que una amiga había recurrido a una clínica de estas ilegales donde atendían a adolescentes.
Sería una cobarde pero no podía cargar con esto, no ahora, no bajo estas condiciones.
Actualidad
Una sacudida fuerte me sacó de mis pensamientos, no había notado que tenía los ojos cerrados.
— Tu problema es más grave de lo que pensaba. Por un momento te has ido de la Tierra a visitar Júpiter. — Me decía Harold en tono de burla.
—¡Eres un imbécil!, Ya te he dicho que no me toques. — Lo empujé con todas mis fuerzas, Harold es más grande y fuerte que yo por lo que era inútil intentarlo, él se rió de mi esfuerzo.
En ese momento se escucharon unas risas cerca de donde estábamos, al parecer una pareja ebria venía hacia el bosque a tener un poco de intimidad. Aproveché que Harold se distrajo mirando en su dirección y volví a empujarlo.
Ya sea porque estaba distraído o porque no quería llamar la atención de esas personas, logré apartarlo de mi y salí corriendo lejos de él y de aquella maldita fiesta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro